CAP
53.-
Cambridge, Massachusetts
A finales de octubre llegó
por fin la fecha que Tom había estado esperando. Llevaba semanas fantaseando
con lo que iba a hacer con ______ en cuanto terminara su período de celibato
forzoso. Lo había planificado todo meticulosamente.
La tarde antes de la
fecha, ella lo llamó. El teléfono sonó dos veces antes de que Tom respondiera.
—Hola, preciosa.
______ se ruborizó. Nunca
dejaba de maravillarla el poder que tenía de acelerarle el corazón con un par
de palabras.
—Hola, guapo. ¿Dónde
estás?
—Comprando un par de
cosas. ¿Y tú?
—En casa.
Él hizo una pausa y ______
oyó la puerta del coche cerrándose.
—Has llegado pronto. No
te esperaba hasta las seis.
—La profesora Marinelli
ha cancelado la clase porque tiene laringitis. Creo que me voy a dar un baño.
Luego me echaré un rato hasta que llegues. Me he levantado muy temprano esta
mañana.
El sonido del Range Rover
al ponerse en marcha llegó hasta los oídos de _______.
—Muy bien. No tardaré.
Nos vemos en casa.
—Te quiero.
—Yo también te quiero.
A ______ le pareció que Tom
disimulaba la risa antes de colgar. No sabía qué le habría hecho gracia. Dio
una vuelta por la cocina, preguntándose por qué Rebecca no habría preparado
nada para cenar. Sorprendida, subió la escalera. Si molestarse en colgar la
ropa, la dejó tirada en el suelo del dormitorio antes de meterse en la ducha.
El agua caliente la animaría. Había sido un día agotador.Cuando estaba acabando
de ducharse, oyó que se abría la puerta.
—¡Eh, hola!
Tom estaba ante ella,
desnudo y sonriente. La saludó con un beso.
—¿Tú también necesitabas
una ducha? —preguntó, tratando de no devorarlo con la vista y fallando
estrepitosamente en el intento.
—No. Sólo quería estar
donde tú estás.
Ella le devolvió el beso.
—Gracias.
Con una mano, ______ le
recorrió el pecho y fue bajando hasta llegar a la uve que quedaba enmarcada por
sus caderas. Luego cerró el grifo y se escurrió el agua del pelo. Tom cogió una
toalla y se la ofreció. En ese momento, ella se dio cuenta de que él tenía los
ojos brillantes de excitación y una sonrisa cada vez más amplia.
—¿Qué?
—¿Has olvidado qué día es
hoy? —Tom le deslizó un dedo por el brazo.
—No, pero nuestro día
especial es mañana.
—Vamos a empezar a celebrarlo
antes.
—¿Crees que es prudente?
—Me importa un bledo. Ya
he esperado bastante. No se le puede pedir tanta paciencia a un hombre.
—¿Ah, no? —_______ ladeó
la cabeza.
—Así que prepárate para
una sesión de placer, cariño.
Ella se secó tan
rápidamente como pudo antes de enrollarse la toalla en la cabeza.
Tom le mostró un bote de
vidrio para que leyera la etiqueta.
—Pintura corporal de
chocolate. —_______ levantó la vista—. ¿Ahora?
—Ahora. —Le hizo
cosquillas con una pequeña brocha en la nariz—. Dijiste que te gustó nuestro experimento
de pintura corporal en Selinsgrove. He pensado que podíamos repetir.
—Pero pensaba que
querrías hacer otras cosas. Te has estado ocupando de mí durante estas semanas.
Yo casi no he podido hacer nada por ti.
—Yo disfruto con los
preliminares tanto como t ú —susurró Tom, entornando los ojos—.Además, tengo
planes para los dos.
—¡Guau! —______ soltó el
aire de golpe.
—Había pensado probarlo
en el dormitorio, pero puede ser un poco... complicado.
Se acuclilló delante de
ella hasta que los ojos le quedaron a la altura del ombligo y abrió el bote. Hundió
la brocha en el chocolate, empapándola generosamente.
—¿Empezamos? —preguntó,
guiñándole un ojo.
Ella asintió, con los
párpados entornados. Lentamente, Tom le dibujó un corazón alrededor del
ombligo. La sensación del chocolate y la suave brocha sobre la piel le hicieron
cosquillas. A pesar de que se movió, inquieta, él siguió a su ritmo, sin
apresurarse.
—Así. Perfecto. —Dejó el
bote a un lado y se lamió los labios.—Ahora viene la parte divertida. ¿Lista?
—Sí —contestó ella con
voz aguda.
Cuando la lengua de Tom entró
en contacto con su piel, tuvo que sujetarse al toallero con manos temblorosas.
Con decisión, él formó remolinos con la lengua, atravesando el chocolate e introduciéndose
en su ombligo. Al darse cuenta de que le fallaban las piernas, la sujetó por
las nalgas.
—Sabe mejor de lo que
esperaba —comentó él entre mordisquitos—. Supongo que es porque me gusta tu
sabor.
La lengua de Tom se abrió
camino hasta su cadera, que besó con la boca abierta.
—Creo que necesitamos un
poco más de chocolate. ¿Qué opinas?
—Sí, por favor —respondió
_______, asintiendo con fervor—. Definitivamente, más chocolate.
Tom volvió a coger el
bote y la brocha.
—Pues agárrate fuerte,
cariño, porque pienso ser muy meticuloso.
Echándose hacia adelante,
ella le sujetó la barbilla.
—Yo también.
CAP
54.-
A medida que noviembre
iba avanzando, John y Diane recibieron varios informes positivos sobre la salud
de su hijo. Habría que operarlo, pero crecía con normalidad y Diane estaba
bien. ______ recibió las noticias sobre la salud de su hermano con alivio y un
prudente optimismo. No le había contado a su familia lo de sus fibromas ni la
reversión de la vasectomía de Tom. No tenía sentido, ya que no sabían que él se
la había hecho años atrás. Y no quería que nadie se preocupara por la salud de
ella, sobre todo teniendo en cuenta que la doctora Rubio afirmaba que los fibromas
eran muy comunes y, al menos de momento, nada serio. Tom y _____ se ayudaban el
uno al otro a llevar sus cargas de salud, hablando de ello sólo con Rebecca.
Sin embargo, la carga del doctorado ______ la llevaba sola. (O eso le parecía.)
Una noche de noviembre, Tom
se despertó sobresaltado. Se espabiló de golpe y aguzó el oído porque le parecía
que oía algo. En la distancia, distinguió el llanto de una mujer. Alargó la
mano hacia _______ en la oscuridad, pero no estaba.
Sin molestarse en
encender la luz ni en coger la bata, se puso en pie de un salto y salió de la habitación
desnudo. Una rendija de luz salía de debajo de la puerta del estudio. Se dirigió
hacia allí rápidamente, mientras el llanto arreciaba. Dentro encontró a _______
con la cabeza apoyada en el escritorio. Los hombros le temblaban, tenía
las gafas encima del portátil
y un gran montón de libros esparcidos por la mesa y el suelo.
—Cariño —le apoyó la mano
en la cabeza—, ¿qué te pasa?
—No puedo hacerlo.
—¿No puedes hacer qué? —Tom
se agachó a su lado.
—No puedo seguir el ritmo
de las clases. Voy retrasada en todas las lecturas. Tendría que estar escribiendo
trabajos, pero no lo he hecho porque estaba leyendo. Y tendría que estar
haciendo las revisiones de la conferencia, pero no he tenido tiempo. Y estoy
tan cansada... —La voz se le quebró.
Él le dirigió una mirada
de comprensión.
—Ven a la cama.
—¡No puedo! —gritó ella,
levantando los brazos—. Tengo que quedarme y acabar de leer. Y mañana iré a la
biblioteca para avanzar en los trabajos. Las revisiones de la conferencia las
haré, pero no sé cuándo.
—Esta noche no vas a
hacer nada más. Por mucho que te quedes despierta, estás demasiado cansada para
concentrarte. Ven a la cama ahora y mañana te levantas temprano. Durante el
desayuno hablaremos sobre las lecturas. Quizá pueda darte mi opinión. No sería
trampa, sería como consultar las CliffNotes —dijo él, con un gesto
tranquilizador.
Ella negó con la cabeza.
Ni las CliffNotes ni el Rincón del Vago podían ayudarla. Tenía que hacerlo por
su cuenta.
—_______, son las dos de
la mañana. Ven a la cama. —El tono de Tom se había vuelto autoritario.
—Tengo que leer.
—Si duermes ahora, luego
te echaré una mano. Te acompañaré a la biblioteca y te ayudaré a buscar
información. Eso te haría ganar tiempo.
—¿De verdad harías eso? —______
se sonó la nariz.
Él frunció el cejo.
—Por supuesto. Llevo todo
el semestre ofreciéndome a ayudarte. Eres tú la que no me dejas.
—Ya tienes bastante con
tu trabajo. Y con la operación y todo lo demás. —______ bostezó y se frotó los
ojos.
—Si no te cuidas, vas a
acabar enferma. Venga. —Agarrándola por el codo, la ayudó a levantarse antes de
cerrar el portátil con firmeza.
La siguió por el pasillo.
—Estoy tan cansada... —admitió
ella, sorbiendo por la nariz al apoyar la cabeza en la almohada.
Estaba demasiado cansada
hasta para dormir.
—Sólo tienes que pedírmelo.
Haría cualquier cosa por ti. Ya lo sabes —le dijo Tom.
—Se supone que tengo que
hacerlo sola.
—Tonterías. —La abrazó
por la cintura—. El programa de estudios es extenuante. Seguro que los demás
aprovechan toda la ayuda que pueden conseguir.
—A ti no te ayudó nadie.
—¿Te das cuenta de lo que
estás diciendo? Precisamente por eso acabé recurriendo a la coca. Además, tenía
a Paulin... tenía a alguien que se ocupaba de mí.
Tom suspiró y bajó el
tono de voz.
—Tú me cuidaste cuando
volví a casa del hospital. Probablemente por eso te has retrasado en las lecturas.
Déjame ayudarte hasta que te pongas al día. Pero lo más importante ahora es que
duermas un rato. Mañana hablamos.
_______ estaba demasiado
cansada para discutir. Poco después, su respiración profunda le dijo a Tom que
se había dormido.
CAP 55.-
Ese sábado, ______ y Tom
tenían previsto pasarlo en la biblioteca, buscando información para los trabajos
de ella. Para demostrarle lo agradecida que estaba, le preparó tortitas
mientras él leía el Boston Globe sentado a la mesa de la cocina, vestido sólo
con los pantalones del pijama. Vertió la masa en la plancha caliente antes de
decirle:
—Hay algo que me ronda
por la cabeza.
—¿De qué se trata?
—No puedo evitar
preguntarme qué decía la nota que me dejaste en el apartamento de Toronto.
Tom bajó el periódico.
—¿Qué nota?
—La que no sobrevivió a
mi berrinche.
—Ah, esa nota.
_______ puso los ojos en
blanco. Él dobló el periódico y lo dejó a un lado.
—¿De verdad quieres
saberlo?
—Por supuesto.
—Pero la rompiste.
Ella hizo una mueca.
—Pensaba que me habías
perdonado.
—Te perdoné. —Tom
sonrió—. Era una simple nota. Me disculpaba por haber sido un asno.
—Fue un detalle por tu
parte. ¿Qué decía exactamente?
—Te llamaba mi Beatriz y
te decía que te había esperado toda la vida, aunque estaba convencido de que
eras una alucinación. Te decía también que ahora que te había encontrado,
lucharía hasta que fueras mía.
______ sonrió mientras le
daba la vuelta a las tortitas.
—Y tal vez añadí un
poema.
Ella se volvió a mirarlo.
—¿Tal vez?
—El soneto número
veintinueve de Shakespeare. ¿Lo conoces?
A
veces en desgracia ante el oro y los hombres,
lloro
mi soledad y mi triste abandono
y
turbo el sordo cielo con mi estéril lamento,
y
viéndome a mí mismo, maldigo mi destino.
Envidio
al semejante más rico de esperanzas
y
sus bellas facciones y sus buenos amigos.
envidio
a éste el talento y al otro su poder
y
con lo que más gozo no me siento contento.
Ante
estos pensamientos yo mismo me desprecio.
Felizmente,
te evoco y entonces mi natura,
como
la alondra al alba, cantando toma altura
para
entonar sus himnos a las puertas del Cielo.
Me
da sólo evocarte, dulce amor, tal riqueza,
que
entonces ya no cambio mi estado por un Reino.
_____ se llevó la mano al
corazón.
—Es precioso, Tom.
Gracias.
—Lo que es precioso es no
tener que contentarme con recuerdos. Te tengo a mi lado.
______ apagó el fuego y
retiró la parrilla bruscamente.
—¿Qué haces? —preguntó
él, sorprendido.
______ lanzó la espátula
sobre la encimera.
—Vamos a inaugurar el
sexo de revelación de contenido de nota rota. Llevo toda la vida queriendo
probarlo. —Agarrándolo de la mano, hizo que se levantara de la mesa y tiró de
él en dirección al salón—. Vamos.
Él plantó los pies
firmemente en el suelo.
—¿Qué clase de sexo es
ése?
—Ya lo verás. —Con una
descarada mirada, echó a correr hacia la escalera, con Tom pisándole los
talones.
Tras un largo día de
investigación en la biblioteca, Tom y ______ regresaron a casa. Hacía rato que
había anochecido. Mientras ella encargaba una pizza por teléfono, él revisó el
correo. Le llamó la atención un sobre color azul con su nombre escrito en una
letra angulosa que no le resultaba familiar. El remitente era de Nueva York.
Intrigado, lo abrió y
leyó la carta:
Querido
Tom: (si puedo llamarte así)
Recientemente
se ha puesto en contacto conmigo Michael Wasserstein, el abogado de la familia,
diciéndome que has estado haciendo preguntas sobre nuestro padre, Jorg Davies.
Me dijo que querías saber más cosas sobre la historia de la familia. Me llamo
Kelly Davies Schultz y soy tu hermanastra. Tenemos una hermana menor, Audrey. Siempre
quise tener un hermano. Te lo digo porque lamenté mucho la actitud de mi madre
y de mi hermana respecto al testamento. Yo no tuve nada que ver en su decisión
de impugnarlo. Quise
escribirte
entonces para contártelo, pero mi madre estaba pasando un mal momento y pensé
que no lo entendería. Me equivoqué al no hacerlo.
Mi
madre murió la pasada primavera y desde entonces he pensado a menudo en ti.
Quería ponerme en contacto contigo, pero tenía dudas. Ha sido providencial que
dieras señales de vida cuando lo has hecho. Michael me ha dicho que vives en
Massachusetts, que eres profesor universitario y que te has casado hace poco.
Me preguntaba si a tu esposa y a ti os apetecería venir a Nueva York para
conocernos
a mi marido Jonathan y a mí. Nos encantaría invitaros a cenar. Eso nos daría la
oportunidad de conocernos mejor. Dudo que Audrey se ponga en contacto contigo
por razones que prefiero contarte en persona. Pero estoy deseando conocerte y
contarte todo lo que sé de la historia de la familia.
En
el sobre encontrarás mi tarjeta de visita. Te he anotado el teléfono y el
correo electrónico. Aunque en la tarjeta veas que soy psiquiatra, no te
alarmes. No suelo practicar con la familia. Además, soy especialista en psiquiatría
infantil. Así que, aunque aún eres muy joven, eres demasiado mayor para ser mi
paciente. Espero tus noticias y espero que podamos conocernos pronto. No dudes
en llamarme o escribirme.
Tu
hermana,
Kelly
Tom se sentó en una silla
y se quedó inmóvil, mirando fijamente la carta.
O.o aparecio su hdermanastraaa!!?
ResponderBorrarEsooo suena muy muy interesanteee..
Siguelaaaaaaaa
:O apareció su hermanastra?? no puedo creerlo, la historia se va a poner mas interesante de lo q esta, (Tn) y Tom no pudieron aguantarse jaja q picarones espero los próximos caps virgi quede muy intrigada con eso de q apareció la hermanastra de Tom, Tom aceptara su invitación?? espero q si..
ResponderBorrarIncreibleeee me encantó estuvo genial, sube pronto
ResponderBorrarSubeeeeeeeee:)))))
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