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domingo, 2 de noviembre de 2014
sábado, 1 de noviembre de 2014
.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 85º 86º 87º Y 88º
CAPITULOS FINALES!!!!
CAP
85.-
—¡Joder! —La doctora
Rubio dio una serie de instrucciones que el equipo se apresuró a cumplir.
—¿Qué pasa? —Tom agarró
la mano de _______ con más fuerza.
La mujer lo señaló con la
cabeza, sin mirarlo.
—Sacad al marido de aquí.
—¿Cómo? —Tom se puso de
pie de un salto—. ¿Qué está pasando?
—He dicho que lo saquéis
de aquí —le gritó la doctora Rubio a una de las enfermeras—. Y que baje el
cirujano de guardia. Inmediatamente.
Ésta se lo llevó hacia la
puerta.
—¿Qué está pasando?
¡Díganme que está pasando! —exclamó con impotencia.
Nadie le respondió. La enfermera
le tiró del brazo.
Tom volvió a mirar a ______.
Tenía los ojos cerrados, la cara muy pálida, el cuerpo inmóvil. Parecía que
estuviera muerta.
—¿Se pondrá bien?
La enfermera lo llevó
hasta la sala de espera de la zona quirúrgica.
—Alguien saldrá pronto a
hablar con usted. —Asintiendo con la cabeza para darle ánimos, volvió al
quirófano.
Él se dejó caer en una
silla, con la mente funcionándole a toda velocidad. No encontraba respuestas.
Habían estado preparándose para hacer la cesárea cuando de pronto... Se quitó
la mascarilla de la cara. Sintió que el pánico le recorría las venas. Sólo veía
el rostro de ______ y sus brazos extendidos, como si estuviera en una cruz.
Tom soñó que iba
caminando por el bosque de detrás de la casa de Selinsgrove. Había recorrido
ese camino mil veces. Podía recorrerlo de noche sin perderse, pero era de día. Al
acercarse al bosque, oyó que una voz lo llamaba. Se volvió y vio a Grace
llamándolo desde el porche.
—Vuelve.
Él negó con la cabeza y
señaló hacia el huerto de manzanos.
—Tengo que ir a buscarla.
La he perdido.
—No la has perdido
—replicó Grace, con una sonrisa paciente.
—Sí. Se ha ido. —El
corazón de Tom se aceleró
—No, no se ha ido. Vuelve
a casa.
—Luego volveré, pero tengo
que encontrarla. —Tom examinó los árboles antes de entrar en el bosque por si
la veía, pero no había ni rastro de ella.
Aceleró el paso hasta
echarse a correr. Las ramas se rompían tras arañarle la cara o la ropa. Al llegar
al claro se dejó caer de rodillas y apoyó las manos en el suelo. Examinó el
claro rápidamente y soltó un grito angustiado al darse cuenta de que ______ no
estaba allí.
CAP
86.-
—No me puedo creer que la
hayamos perdido —dijo una voz.
—Yo tampoco. Dos cesáreas
de emergencia a la vez. Al menos sólo hemos perdido a una — suspiró otra voz—.
Odio las noches como ésta.
—Yo también. Gracias a
Dios que ya se ha acabado la guardia.
Tom tardó unos minutos en
abrir los ojos. ¿Lo había soñado? Se frotó la barbilla. No lo sabía. Estaba con
________ en el huerto y de repente había oído hablar a las
enfermeras. Notó un
zumbido en la cabeza al recordar a _______ en la mesa de operaciones, pálida e
inmóvil. Las enfermeras tenían que estar hablando de ella.
«No me puedo creer que la
hayamos perdido.»
Luchó por contener un
sollozo al oír pasos que se acercaban. Tenía la mirada clavada en el suelo, por
lo que lo primero que vio fueron un par de zapatos muy feos. Sabía que era de
lo más inadecuado, pero no pudo evitar pensar que eran gruesos y poco
favorecedores. Parecía que estuvieran hechos de madera.
«Qué manera de malgastar
unos buenos pies.»
Levantó la cabeza. La
enfermera, a la que no había visto antes, le dirigió una sonrisa tensa.
—Soy Angie, señor Kaulitz.
¿Le gustaría conocer a su hija?
Asintiendo con la cabeza,
se levantó con dificultad.
—Siento que haya tenido
que estar aquí tanto rato. Alguien debería haber venido a buscarlo antes, pero
la guardia ha sido muy movida y acabamos de hacer el cambio de turno.
Angie lo guió hasta una
habitación cercana, donde había una cunita. Otra enfermera estaba escribiendo
en un historial médico. Tom se acercó a la cuna transparente y miró. Un pequeño
fardo blanco yacía inmóvil. Al fijarse, vio una cara rojiza y una mata de pelo
negro medio cubierta por un gorrito lila.
—Tiene pelo.
Angie estaba a su lado.
—Sí, mucho pelo. Ha
pesado casi cuatro kilos y mide cuarenta y ocho centímetros. Es un bebé muy hermoso.
Angie la cogió en brazos
y la acunó.
—Le daremos una pulsera
como la que lleva ella para que sepamos que es suya.
La otra enfermera le
colocó a Tom una pulsera de plástico blanco en la muñeca.
—¿Le gustaría sostenerla?
Él asintió, secándose el
sudor frío de las palmas en la ropa verde de quirófano.
Angie le colocó el bebé
en los brazos con mucha delicadeza. Inmediatamente, la niña abrió los ojos, que
eran grandes y de color cafe oscuro, y lo miró.
Cuando sus miradas se cruzaron,
Tom sintió que el mundo dejaba de girar.
Luego ella bostezó,
abriendo mucho su diminuta boca rosada y volvió a cerrar los ojos.
—Es preciosa —susurró.
—Sí, lo es. Y está sana.
El parto ha sido complicado, pero está bien. Aunque ahora tenga la cara un poco
hinchada, es normal. Se le pasará pronto.
Tom levantó el brazo
hasta que tuvo a la niña a escasos centímetros de la cara.
—Hola, Rollito de
primavera. Soy tu papá y llevo mucho tiempo deseando conocerte. Te quiero mucho.
La abrazó y escuchó su
delicada respiración, notando el latido de su diminuto corazón a través de la
ropa que la cubría.
—¿Y mi esposa? —preguntó Tom
con la voz rota, sin molestarse en secarse las lágrimas que le resbalaban por
las mejillas.
Las enfermeras se
miraron.
—¿La doctora Rubio aún no
ha hablado con usted? —preguntó Angie.
Él abrazó a su hija con
fuerza y negó con la cabeza. Angie se volvió hacia la otra enfermera, que tenía
el cejo fruncido.
—Ya debería haberlo
hecho. Lo siento. Todos han estado muy ocupados y acabamos de hacer el cambio
de turno, pero igualmente... —Señalando una silla cercana, añadió—: ¿Por qué no
se sienta con su hija? Iré a buscar a la doctora.
Tom se sentó con la
pequeña pegada al corazón. Las caras de las enfermeras lo decían todo. No habría
una feliz reunión. Nunca vería a _______ sosteniendo a la niña en brazos. La
había perdido. Igual que Dante perdió a Beatriz, había perdido a su amada.
—Te he fallado —murmuró.
Abrazando a la niña con
más fuerza, Tom lloró.
CAP
87.-
Sentado con Rollito de primavera
en brazos, Tom perdió la noción del tiempo. Por su mente le pasaban imágenes
sueltas. Se vio entrando en casa con la pequeña en brazos. Dándole el biberón
de madrugada. Volviendo por el pasillo hacia el dormitorio de matrimonio. Solo.
Tan solo... Había amado a una sola mujer en su vida. Al principio, su amor había
sido un amor pagano. La había idolatrado y adorado. Luego había admitido que
había cosas más importantes que lo que él sentía: la felicidad de _______, por
ejemplo. Recordó las últimas palabras que le había dicho: «No me arrepiento de
haberme quedado embarazada». Ahora sí se arrepentiría. Eso le había arrebatado
la vida. Los hombros le temblaron por los sollozos.
Su preciosa y dulce _________...
Aunque tenía el móvil en
el bolsillo, no le apetecía hablar con nadie. Había recibido mensajes de Rachel
y Richard diciendo que estaban en camino. Rebecca estaba en casa, preparando
las cosas para el bebé y los invitados. Kelly le había enviado un mensaje diciéndole
que había encargado flores y globos, que iban ya camino del hospital. No se veía
con fuerzas para comunicarles que _______ los había dejado.
Contempló la carita de su
hija, preguntándose cómo iba a criarla él solo. Había tenido plena confianza en
que _______ sabría lo que había que hacer. Y ahora, por culpa de su egoísmo, su
esposa ya no estaba. Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que
alguien entraba en la habitación. Una vez más, sus ojos se encontraron con un
par de zapatos muy feos, de aspecto resistente.
—Profesor Kaulitz.
Al reconocer la voz de la
doctora Rubio, alzó la cabeza. Parecía agotada.
—Siento mucho lo
sucedido. Hemos tenido varias emergencias a la vez y no he podido salir hasta ahora.
Siento haber tardado...
—¿Puedo verla? —la
interrumpió Tom.
—Por supuesto, pero tengo
que explicarle lo sucedido. Su esposa...
Tom no podía soportarlo.
El dolor lo atenazaba. Todas las conversaciones que había mantenido con ______
sobre el tema de tener hijos volvían a su mente para martirizarlo. Todo era
culpa suya. La había convencido de tener un bebé y la había dejado embarazada
cuando ella aún no estaba preparada. Él era el único responsable. Él había
plantado la semilla en su vientre y, al hacerlo, la había matado. Bajó la
cabeza, abatido.
—Profesor Kaulitz.
La doctora Rubio se acercó.
—Profesor Kaulitz, ¿se
encuentra bien? —le preguntó, antes de murmurar unas palabras en español.
—¿Puedo verla? —repitió Tom.
—Por supuesto. —La
doctora señaló hacia la puerta—. Siento que no vinieran a buscarlo antes, pero
el personal no daba abasto.
Tom se levantó lentamente
y se dirigió a la puerta sin soltar a la niña. La doctora Rubio le pidió que la
dejara en la cuna con ruedas y luego la empujó hacia el pasillo.
Mientras las seguía, Tom
se sacó del bolsillo el pañuelo con sus iniciales bordadas que le había
regalado _______ un día, porque sí. Ella era así, de alma y corazón generosos.
Ojalá se hubiera puesto la estrella de David que ella le había regalado por su
aniversario. Le habría servido de consuelo. Atravesó una serie de estancias
tras la doctora, hasta que llegaron a una gran sala con varias camas.
—Aquí está.
Tom se detuvo en seco. ______
estaba en una de las camas de hospital. Una enfermera se inclinaba sobre ella
para ponerle una inyección.
Vio que movía las piernas
debajo de la sábana. La oyó quejarse. Parpadeó rápidamente. ¿Sería un espejismo
provocado por las lágrimas? Se tambaleó.
—¿Profesor Kaulitz? —La
doctora Rubio lo sujetó por el codo—. ¿Se encuentra bien? —Llamó a la enfermera
y le pidió que acercara una silla a la cabecera de la cama de _______. Lo
ayudaron a sentarse y luego dejaron la cunita a su lado.
Alguien le dio un vaso de
agua. Él se lo quedó mirando como si no supiera qué hacer.
La voz de la doctora
Rubio, que hasta ese momento le había llegado muy apagada y confusa, de pronto
le sonó clara.
—Como le he dicho, su
esposa ha perdido mucha sangre. Hemos tenido que hacerle una transfusión. Al
hacerle la incisión para la cesárea, por desgracia me he encontrado con uno de
los fibromas y ha sangrado mucho. Tras la cesárea ha habido que hacerle cirugía
reparadora. Por eso la intervención se ha alargado tanto.
—¿Fibroma? —repitió Tom,
llevándose una mano a la boca.
—Uno de los fibromas
estaba adherido al útero, justo en el lugar donde hemos hecho la incisión. Hemos
detenido la hemorragia y la hemos suturado, pero eso ha hecho que la cesárea
fuera más complicada de lo habitual. Por suerte, el doctor Manganiello, el
cirujano de guardia, estaba aquí. Su esposa se pondrá bien —concluyó, apoyándole
una mano en el hombro—. No parece que el útero haya quedado dañado.
»Pronto se despertará,
pero estará atontada. Le he pautado medicación para controlar el dolor. Mañana
pasaré a visitarla. Felicidades por el nacimiento de su hija. Es una niña
preciosa. —Y con una sonrisa de despedida, la mujer se marchó.
Tom miró a _______ y
comprobó que le había vuelto el color a las mejillas. Estaba durmiendo.
—¿Señor Kaulitz? —le
preguntó una enfermera al ver que estaba llorando—. ¿Puedo traerle algo?
Él negó con la cabeza,
secándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—Pensaba que había
muerto.
—¿Qué? —preguntó ella,
bruscamente.
—Nadie me dijo nada.
Parecía muerta la última vez que la vi. Pensé...
La enfermera se acercó,
mirándolo horrorizada.
—Lo siento mucho. Alguien
del turno de noche debió salir a explicarle lo que estaba pasando. Ha habido
otra cesárea de emergencia al mismo tiempo que la de su mujer. Han salvado a la
paciente, pero no han podido salvar a la niña.
Tom miró a la enfermera.
—Pero eso no es excusa —siguió
diciendo ella en voz baja—. Alguien debió salir a decirle que su esposa estaba
bien. Llevo trabajando aquí diez años y por suerte hemos perdido a muy pocas
madres. Pero cuando ocurre, se abre una investigación inmediata y todo el mundo
queda destrozado.
Tom estaba a punto de
preguntarle a qué cantidad se refería al decir «muy pocas» cuando oyó que ______
gruñía. Dejó el vaso de agua y se levantó.
—¿______?
Ella parpadeó y abrió un
poco los ojos. Lo miró un instante, pero en seguida volvió a cerrarlos.
—Nuestra hija está aquí.
Es preciosa.
No se movió, pero unos
minutos después volvió a quejarse.
—Me duele —susurró.
—Aguanta. Voy a buscar a
alguien. —Tom llamó a una enfermera.
Después de que ésta
hubiera ajustado el gota a gota, él sacó a la niña de la cunita.
—Querida, te presento a
tu hija. Es preciosa. Y tiene pelo. —La incorporó un poco para que ______ pudiera
verla.
Ella abrió los ojos, pero
su mirada parecía desenfocada. Volvió a cerrarlos en seguida.
Tom apretó al bebé contra
su pecho.
—Cariño, ¿me oyes?
—Su esposa tardará un
rato en despertarse del todo, no se preocupe. —La voz de la enfermera lo sacó
de sus pensamientos, lo que fue de agradecer ya que Tom había empezado a
preguntarse si a ______ no le había gustado la niña.
Devolvió a la pequeña a
la cuna y se sentó con la mirada clavada en su esposa. No pensaba volver a
perderla de vista nunca más. Le llegó el tono de aviso de un par de mensajes de
texto que había recibido. Uno era de Richard y Rachel diciéndole que llegarían
pronto. John y Diane les mandaban felicitaciones y todo su amor.
Y Katherine Picton insistía
en su petición de que la hicieran madrina. Le ofreció un valioso ejemplar de La
Vita Nuova de Dante como aliciente adicional.
Tom sacó varias fotos de
Rollito de primavera con el iPhone y las envió por email a todo el mundo,
incluida Kelly. A Katherine le dijo que no necesitaban ningún incentivo. Estarían
encantados de que fuera la madrina.
—¿Tiene pelo? —Cuando ______
se despertó finalmente, lo primero en lo que se fijó fue en los mechones
oscuros que asomaban bajo el gorrito lila.
—Sí, mucho pelo. Creo que
es más oscuro que el tuyo. —Con una sonrisa, Tom le depositó a la niña sobre el
pecho.
_______ desenvolvió al
bebé y se abrió el camisón, para quedar piel contra piel con su hija. Tom nunca
había visto una imagen tan increíble.
—Es preciosa —susurró
ella.
—Como su madre —apuntó él.
_______ le dio suaves
besitos en la cabeza.
—No lo creo. Tiene tu
cara.
Tom se echó a reír.
—Si tú lo dices... Yo no
le encuentro el parecido, aunque parece que tiene los ojos del mismo color que
los míos. Tiene unos ojazos enormes, pero no le gusta mucho abrirlos.
_______ le examinó la
carita antes de abrazarla con fuerza.
—¿Te duele?
Ella hizo una mueca.
—Me siento como si me
hubieran partido en dos con una sierra.
—Sí, algo así te
hicieron.
Ella lo miró curiosa.
—No, querida, no miré. —Tom
le besó la cabeza—. Deberíamos decidir qué nombre vamos a ponerle. A sus
abuelos no les va a hacer gracia que la llamemos Rollito de primavera. Y
Katherine me ha escrito diciéndome que deberíamos llamarla como ella.
—Habíamos hablado de
Clare o Grace.
Tom se lo planteó.
—Clare me gusta, pero
como rezamos ante la tumba de San Francisco para pedirle un hijo, tal vez deberíamos
llamarla Frances.
—Santa Clara era amiga de
san Francisco, así que Clare le gustará. Grace podría ser su segundo nombre.
—Grace —repitió,
emocionado.
—¿Qué te parece Clare
Grace Hope? Es la culminación de tantas esperanzas, de tanta gracia concedida...
—Clare Grace Hope Kaulitz.
Es perfecto. —_______ suspiró y le dio un beso a Clare en su diminuta mejilla.
—Es perfecta. —Él le dio
un beso a cada una y las estrechó entre sus brazos.
—Mis niñas... Mis dulces
niñas...
CAP
88.-
______ dormía
profundamente, respirando hondo y totalmente inmóvil. La enfermera le dijo a Tom
que dejara a la niña en la cunita y durmiera un rato, pero él se negó. Sostenía
a su hija en brazos como si temiera que alguien fuera a arrebatársela.
Los párpados le pesaban,
así que se reclinó en la butaca junto a la cama de _______, con la pequeña sobre
el pecho. Ella se acomodó. Parecía satisfecha, con la mejilla pegada a él y el
diminuto culito en pompa.
—Fe, esperanza y caridad —murmuró—,
pero la mayor de todas ellas no es la caridad.
—¿Cómo dices? —_______ se
volvió hacia él.
Tom sonrió.
—No quería despertarte.
_______ trató de mover
las piernas, aguantándose la cicatriz del vientre.
—El dolor vuelve a
apretar. Me debe de tocar una inyección pronto. —Miró cómo la niña descansaba
tan tranquila sobre el pecho de él.
—Eres un padrazo, papi.
—Eso espero. Al menos, me
esforzaré para llegar a serlo.
—No lo sabía —susurró ______,
con los ojos completamente inundados de lágrimas.
—No sabías ¿qué?
—No sabía que era posible
querer tanto a una persona que no eres tú.
Tom le acarició la
cabecita a Clare.
—Yo tampoco lo sabía. —reconoció,
dándole un dulce beso—. Justo estaba discutiendo con san Pablo —añadió luego.
—¿Ah, sí? ¿Sobre qué? —preguntó
ella, sonriendo.
—Le he dicho que la mayor
de las virtudes no es la caridad, es la esperanza.
»Descubrí la caridad
gracias a Richard y a Grace, pero también gracias a ti. Reconozco que me ayudó
a superar días muy duros. Y cuando estuve en Asís, descubrí la fe. »Pero sin la
esperanza hoy no estaría aquí. Me habría quitado la vida. Sin la intervención
divina en forma de una adolescente en el huerto de Pensilvania ahora estaría en
el infierno, y no sentado a tu lado con nuestra hija en brazos.
—Tom —susurró ______, que
de repente sintió que volvía a tener lágrimas en los ojos.
—La caridad es una gran
virtud y la fe también, pero la esperanza es la más importante para mí. »La
esperanza es esto —dijo, señalando a la niñita acurrucada contra su pecho,
envuelta en ropas blancas y cubierta con un diminuto gorrito de lana.
Tom elevó una espontánea
y sentida oración de gracias. En esa habitación tenía tantas riquezas, que se
sentía abrumado. Tenía una esposa bonita e inteligente, con un corazón grande y
generoso, y tenía una preciosa hija.
—Ésta es la culminación de
todas mis esperanzas, Tom. —______ alargó el brazo y él le enlazó el dedo meñique
con el suyo—. Es mi final feliz.
El futuro de Tom se
presentaba lleno de esperanza. Vio ante él una casa en la que resonaban las
risas infantiles y el sonido de piececitos corriendo escaleras arriba y abajo.
Vio a Clare con un hermano y una hermana; uno adoptado, el otro no.
Vio bautizos y primeras
comuniones, con su familia sentada en el mismo banco de la iglesia, misa tras
misa, año tras año. Vio rodillas peladas, primeros días de colegio, fiestas de
promoción, fiestas de graduación, corazones rotos y lágrimas de felicidad. Vio
la alegría de llevar a sus hijos a Italia, de presentarles a Dante, a
Botticelli, a san Francisco. Se vio llevando a Clare al altar y sosteniendo a
sus nietos en brazos.
Se vio envejeciendo junto
a su amada ______, paseando con ella de la mano por el huerto de manzanos.
—Ahí aparece mi bendición
—murmuró, dándole la mano a su esposa y acariciando la espalda de Clare Grace
Hope, que dormía plácidamente sobre su pecho.
FIN
HOLA!!!!! BUENO LA NOVELA HA LLEGADO A SU FINAL!!! MUCHISISISISISIMAS GRACIAS POR LEERLA ... GRACIAS POR CADA UNO DE SUS COMENTARIOS!!! LAS TUBE QUE ESTAR CASI OBLIGANDO PARA QUE COMENTARAN PERO VALIO LA PENA!!! BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, AHORA MISMO LES AGREGO EL SEGUNDO CAPITULO DE LA NUEVA NOVELA "SORPRENDEME" ESTA MUY BONITA SE LOS AVISO :D .... BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO. ADIOS Y GRACIAS POR TODO :))
viernes, 31 de octubre de 2014
.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 82º 83º Y 84º
ULTIMOS CAPITULOS!!!
CAP
82.-
9 de septiembre de 2012
Cambridge, Massachusetts
Un gemido sordo salió del
cuarto de baño. Tom abrió los ojos, confuso. Por un momento no supo dónde estaba.
Al oír un nuevo gemido, se levantó y fue tropezando en la oscuridad hasta la
puerta del baño.
—Cariño, ¿estás bien?
Abrió la puerta y se
encontró a ______ doblaba, agarrándose con tanta fuerza a la encimera del lavabo
que tenía los nudillos blancos. Estaba respirando profundamente.
—¿Quieres que llame a
Rebecca? —Tom se volvió, dispuesto a echar a correr escaleras abajo.
—No, llama al hospital.
—¿Y qué les digo?
—Que creo que estoy de
parto.
Él se asustó. Empezó a
hacerle preguntas a toda velocidad, mientras buscaba las gafas y el móvil en el
dormitorio para llamar al Servicio de Maternidad del hospital Mount Auburn.
—¿Has roto aguas? —le
preguntó poco después, siguiendo las instrucciones de una enfermera.
—No. Tu tarima sigue
intacta.
—Muy graciosa, _________.
¿Ha empezado el parto?
—Eso creo. Las
contracciones son fuertes y regulares —respondió, tratando de respirar hondo y de
relajarse, tal como había practicado con su profesora de yoga, que le había
asegurado que funcionaría. (Estaba empezando a plantearse pedirle que le
devolviera el dinero.)
—¿Cada cuántos minutos
tienes contracciones?
—Cada seis —respondió
ella, molesta.
Estaba tratando de
concentrarse en la respiración y las constantes preguntas de Tom (por mucho que
lo amara) no la estaban ayudando.
—La enfermera dice que
debemos ir al hospital inmediatamente. Ya tengo tu bolsa y la canastilla del
bebé. ¿Estás lista? —preguntó Tom, tratando de aparentar calma y acariciándole
la espalda por encima de la amplia camiseta.
—Sí, vamos.
—Enderezándose, miró a su esposo de arriba abajo—. No puedes ir así.
—¿Por qué no? —se
sorprendió él, peinándose un poco con los dedos para que pareciera que había
dormido toda la noche. Luego se pasó los dedos por la cara—. Ahora no tengo
tiempo de afeitarme.
—Mírate.
Tom se miró en el espejo.
Para su sorpresa y disgusto, se dio cuenta de que iba sólo con ropa interior,
con unos bóxers descarados que llevaban impresa la frase «Los medievalistas lo
hacen en la (era de la) Oscuridad» en letras fosforescentes.
—Mierda. Dame un minuto.
________ lo siguió
bamboleándose, sin poder aguantarse la risa.
—A Scott le gustará saber
que su regalo de Navidad nos ha acompañado al hospital. Al menos, si se va la
luz, podremos encontrarte. Sólo tendrás que bajarte los pantalones.
—Estás muy chistosa hoy,
señora Kaulitz.
Ella siguió riéndose. Ese
faux pas estilístico le parecía de lo más gracioso.
Durante las dos últimas
semanas, había dejado de usar la lencería que habían comprado en Agent Provocateur
con la excusa de que no la abrigaba lo necesario. Tom había replicado que los pantalones
de yoga y las camisetas eran un agravio a su atractivo sexual y le había
sugerido que se arrimara a él si tenía frío. Pero _______ había preferido
abrazarse a su almohada corporal.
—Esos bóxers medievales
son un agravio a tu atractivo sexual —lo provocó, sujetándose el vientre
mientras se reía a carcajadas.
Él la fulminó con la
mirada mientras se ponía una camisa y unos vaqueros. Luego la sujetó por el codo
y se pusieron en marcha. Al pasar frente al cuarto del bebé, tuvieron que
detenerse por una nueva contracción. Tom encendió la lámpara de la habitación,
un candelabro blanco y rosa, para verle la cara.
—¿Duele mucho?
—Sí. —________ trató de
distraerse apoyándose en el marco de la puerta y mirando la habitación.
Ella se habría conformado
con comprar los muebles y los accesorios para la niña en Target, pero Tom había
insistido en que fueran de Pottery Barn. (Entre paréntesis, debe destacarse que
_______ siempre se refería a Pottery Barn como Protestant
Barn, ya que le parecía
que todos sus muebles eran el vivo retrato de la cultura WASP o, lo que es lo mismo,
la cultura blanca, anglosajona y protestante. Los muebles le parecían
preciosos, pero demasiado caros.) Entre los que compraron y los generosos
regalos de sus parientes y amigos, habían convertido una de las habitaciones de
invitados en una tranquila habitación infantil. _______ había elegido el verde
salvia como tono para las
paredes y el blanco para la ebanistería y las molduras del techo. Una original
alfombra con flores en rosa, amarillo y verde pastel cubría la tarima de roble.
—Es mi habitación
favorita del mundo entero —susurró, mirando las calcomanías de Winnie the Pooh
que habían pegado en la cuna y el cambiador a la espera de que unos curiosos
ojitos las miraran.
—La está esperando. —Tom
sonrió—. Está esperando a nuestro Rollito de primavera.
Cuando la contracción
hubo pasado, él le dio la mano, la ayudó a bajar la escalera y a subir al Volvo,
donde Tom ya había hecho instalar una sillita de bebé. Antes de ponerse en
marcha, le envió un SMS a Rebecca, poniéndola al corriente y asegurándole que
se mantendría en contacto. Poco después llegaron al Bain Birthing Center, la
sección de maternidad del hospital Mount Auburn. Una vez que estuvieron instalados
en su habitación, Tom se obligó a adoptar una actitud tranquila. No quería que ________
notara lo nervioso que estaba ni los miedos que le atenazaban las
entrañas. Pero ella lo
sabía igualmente. Conocía sus temores y por eso le apretó la mano y le dijo que
la niña y ella estarían bien. Durante la exploración, Tom no le soltó la mano.
La obstetra de guardia les dijo que Rollito de primavera venía atravesada y que
esperaba que cambiara de postura cuando llegara el momento de salir.
La enfermera Tracy se encargó
de distraer a Tom, que estaba a punto de pedir una explicación detallada de la
posición atravesada, enseñándole a leer el monitor para que pudiera avisar a _______
de cuándo la contracción llegaba a su pico y cuándo estaba a punto de acabar. Ella
agradeció que lo entretuvieran, pero eso no impidió que él buscara en el iPhone
información sobre la postura atravesada y el modo de afrontarla. (Debe señalarse
que, a esas alturas, _______ deseó que se hubiera dejado el dichoso trasto en
casa.) Por suerte, la medicación para el dolor que le habían dado le permitió
adormecerse.
—¿________?
Cuando abrió los ojos,
vio a su marido inclinado sobre ella, mirándolo con expresión preocupada. Ella
le dirigió una sonrisa débil que casi le partió el corazón.
—Te estabas quejando.
—Debía de estar soñando.
Levantó la mano y él se
la cogió, llevándosela a los labios para besarla.
—Mis anillos —musitó
ella, señalando el anillo de boda de Tom—. ¿Los he perdido?
Él le acarició los dedos
desnudos.
—Te los quitaste hace
meses, ¿recuerdas? Se te hinchaban los dedos y tenías miedo de no poder quitártelos
más adelante. Te los colgaste de la cadena que te regalé hace un año en el
huerto de manzanos.
Ella se llevó la mano al
cuello.
—Lo había olvidado. La
guardé en el joyero anoche.
—Tuviste una premonición.
Rollito de primavera ya casi está aquí.
_______ cerró los ojos.
—Pensaba que no iba a
haber nada más sacrificado y absorbente que el programa de estudios de Harvard.
Pero me equivocaba.
A Tom se le hizo un nudo
en el estómago.
—Dentro de nada podrás
volver a la universidad. Rebecca y yo te ayudaremos.
_______ hizo un ruido
aprobatorio con la boca cerrada.
—Ya sé que era demasiado
pronto para tener un hijo —le susurró él al oído—. Lo siento.
—Ya lo hemos hablado. A
veces las sorpresas son lo mejor.
—Haré lo que haga falta
para compensártelo.
—Tener una hija contigo
no es ningún problema. Excepto por el dolor —hizo una mueca.
Tom le pegó los labios a
la frente.
—He llamado a mi padre.
Le he pedido que avise a tu padre y a Diane. No creo que puedan venir con Jhonny,
pero Richard se ofrecerá a traerlos.
Ella asintió, pero no
abrió los ojos.
—Bien —dijo.
Mientras _______ echaba
otro sueñecito, la obstetra trató de tranquilizar a Tom explicándole que era
bastante habitual que el bebé se atravesara. A veces se colocaba bien por sus
propios medios; otras veces había que ayudarlo. No tenía de qué preocuparse. Él
agradeció mucho las explicaciones de la doctora, pero siguió intranquilo. Sacó
fuerzas pensando en el futuro que lo esperaba. Pronto conocería a su hija y
podría empezar a ser padre. Mientras ________ yacía en la cama del hospital,
medio dormida y soñando, Tom recorría la habitación de un lado a otro. Se la
veía tan pequeña en la enorme cama de hospital... tan frágil. Tan joven.
CAP
83.-
—¿______? —Tom le
apretaba la mano cada vez que empezaba una contracción, con la vista clavada en
el monitor para poder anunciarle cuando ésta comenzaba a disminuir. Luego le
acariciaba los nudillos o la frente.
—Lo estás haciendo muy
bien.
Tom no. Estaba desaliñado
y nervioso y cuando tenía un poco de tiempo para pensar en ello, se sentía
extremadamente preocupado. A pesar de que estaban en un hospital con una
excelente reputación en Boston, rodeados de un excelente personal sanitario,
estaba aterrorizado. Sin embargo, se cuidaba de mantener sus miedos en secreto,
rezando en silencio para que ________ y Rollito de primavera estuvieran bien.
Poco antes de las nueve
de la noche, _______ empezó a tener fiebre. A aquella hora, la doctora Rubio ya
estaba al cargo. La examinó y ordenó que le suministraran un antibiótico por el
gota a gota. Tom se mordió el labio mientras observaba a la enfermera colgar
una nueva bolsa al lado de los demás fluidos que entraban lentamente en el
brazo de su esposa. La doctora Rubio rompió la bolsa del líquido amniótico y
animó a ______ a que empezara a empujar. La anestesia epidural le quitaba parte
del dolor, pero no del todo, aún tenía sensibilidad en la mitad inferior del
cuerpo. La enfermera Susan le sostenía una de las piernas mientras Tom le
aguantaba la otra. ______ apretaba con todas sus fuerzas y, aunque la doctora
Rubio y él la animaban a seguir, lo cierto era que no pasaba nada. Finalmente,
la obstetra reconoció lo que Tom llevaba rato temiéndose. Rollito de primavera
seguía atravesada y estaba situada demasiado arriba como para poder sacarla con
fórceps.
_______ gruñó débilmente
al oír las noticias, dejándose caer en la cama, exhausta.
—¿Y eso qué significa?
—preguntó Tom.
La doctora Rubio frunció
los labios.
—Significa que hemos de
hacer una cesárea de urgencia. El ritmo cardíaco del bebé empieza a acelerarse
y su esposa tiene fiebre, lo que indica que probablemente haya infección. Voy a
avisar al equipo quirúrgico. Hemos de operar cuanto antes.
—Me parece bien. Lo que
haga falta —dijo _______.
Estaba cansada, muy
cansada. La idea de acabar el parto, del modo que fuera, le resultaba muy agradable.
—¿Está segura? —preguntó Tom,
apretando la mano de su esposa con fuerza.
—La verdad es que no tenemos
más opciones, señor Kaulitz. El bebé no puede nacer en esa postura. —La voz de
la doctora Rubio era firme.
—Ya le he dicho que es
profesor Kaulitz —saltó él, hecho un manojo de nervios.
—Cariño, relájate. Todo
va a salir bien. —________ sonrió débilmente y cerró los ojos, animándose mentalmente
para resistir la siguiente oleada de dolor que le recorrería el cuerpo. Él le
dio un casto beso y le murmuró una disculpa justo antes de que la habitación se
convirtiera en un hervidero de actividad. El anestesista llegó y le hizo una
serie de preguntas. La enfermera le pidió a Tom que la acompañara para ponerse
ropa quirúrgica. Él no quería separarse de _______ ni un segundo. Llevaba horas
a su lado, dándole a chupar trocitos de hielo y apretándole la mano. Pero si
quería entrar con ella en el quirófano, tenía que ponerse ropa estéril. Antes
de que se marchara, ______ alargó la mano hacia él. Tom se la cogió y le besó
la palma.
—No me arrepiento
—susurró.
Él se echó un poco hacia
atrás para mirarla. La medicación parecía estarla afectando.
—¿De qué no te
arrepientes, querida?
—De haberme quedado
embarazada. Cuando todo esto haya acabado, tendremos a nuestra hija. Seremos
una familia. Para siempre.
Tom le dirigió una
sonrisa forzada y la besó en la frente.
—Te veré en seguida. Sé
fuerte.
Ella le devolvió la
sonrisa antes de volver a cerrar los ojos, respirando hondo para resistir la siguiente
contracción.
CAP
84.-
En su ausencia, _______
cerró los ojos y se concentró en respirar hasta que estuvo en el quirófano y la
doctora Rubio empezó a tocar el área que habían desinfectado para la incisión.
—Lo he notado —dijo _______,
claramente alarmada.
—¿Notas una presión?
—No. He notado cómo me
pellizcaba la piel.
Tom estaba sentado junto
a ella, por encima de la pantalla de tela que le tapaba la visión de la mitad
inferior de su cuerpo.
—¿Te duele?
—No —respondió _______,
asustada—, pero aún siento el dolor. Tengo miedo de notar la incisión.
La doctora Rubio repitió
la prueba, pellizcándole la piel varias veces. Ella insistía, cada vez más aterrorizada,
en que notaba todos los pellizcos.
—Tenemos que dormirla —anunció
el anestesista, moviéndose rápidamente para preparar una anestesia general.
—Es duro para el bebé.
Dale otra cosa —protestó la doctora Rubio.
—No puedo darle nada más.
Lleva una epidural y un calmante. Voy a dormirla.
______ levantó la vista
hacia los amables ojos del médico anestesista.
—Lo siento —se disculpó.
Él le dio unas palmaditas
en el hombro.
—Cariño, no lo hagas.
Esto es el pan de cada día. Tú sólo trata de relajarte.
Mientras el equipo se movía
rápidamente de un lado a otro preparándolo todo, Tom no paraba de hacer
preguntas. ________ le apretó la mano, como pidiéndole que no perdiera los nervios.
Necesitaba que no perdiera el control. Necesitaba que cuidara de ella mientras
estuviera anestesiada. Apenas se daba cuenta de lo que los médicos estaban
haciendo, ni de las instrucciones del anestesista. Lo último que oyó antes de
sumirse en la oscuridad fue la voz de Tom asegurándole que estaría a su lado
hasta que se despertara.
HOLA!!! BUENO LA BEBE YA VA A NACER!!! QUE NERVIOS!! POBRE TOM!!! Y _____!!! BUENO ESPEREMOS QUE TODO SALGA BIEN!!! MAÑANA SI ACOMPLETAN LOS 4 O MAS COMENTARIOS, TERMINA LA NOVELA Y AGREGO EL CAPITULO SIGUIENTE DE LA NOVELA DE "SORPRENDEME", BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, CUIDENSE Y QUE ESTEN BIE :)) ADIOS
miércoles, 29 de octubre de 2014
.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 79º 80º Y 81º
ULTIMOS CAPITULOS!!!
CAP
79.-
Mayo de 2012
Sacramento, California
Natalie Lundy estaba
especialmente animada ese día. La noticia de la ruptura entre Simon y April era
de dominio público. La familia de Simon le había dado la espalda y la campaña
del senador Talbot había quedado muy tocada. En resumen, ya no había motivo
para poner su nuevo trabajo en peligro yendo a hablar con los periódicos
sensacionalistas. Alguien se le había adelantado. Probablemente una ex amante
celosa o un rival político del padre de Simon. Por suerte para ella, Natalie no
conocía los planes de venganza de Simon. Ni que éste había abandonado dichos
planes cuando April decidió no presentar cargos contra él. Le llegaron rumores
de
que Simon estaba tratando
de reconquistar a April, pero nadie creía que fuera a conseguirlo. Y, desde
luego, ni Natalie ni Simon sospechaban que Jack Mitchell estuviera detrás de
sus problemas, lo que permitía al ex marine dormir tranquilo por las noches,
sabiendo que había hecho lo necesario para proteger a su sobrina embarazada.
CAP
80.-
Julio de 2012
Boston, Massachusetts
—No acabo de estar convencida.
—_______ titubeó antes de entrar a la tienda de Agent Provocateur, de la calle
Newsbury.
—¿Por qué no? —Tom le dio
la mano.
—Porque no es una tienda
premamá. No tendrán nada que me vaya bien —respondió,
ruborizándose.
—Ya he hablado con
Patricia. Nos está esperando. —Con una sonrisa, Tom añadió—: De hecho, le he
encargado ya algunas cosas.
_______ reconoció el
nombre de la encargada, ya que se habían visto antes. A Tom no le daba vergüenza
comprar ropa interior femenina. Al contrario, le gustaba elegirla
personalmente, al menos para ocasiones especiales. Y aquélla era una ocasión
especial. A medida que el embarazo avanzaba, ______ se sentía cada vez más
incómoda durmiendo desnuda. Y como ninguna de sus prendas de lencería sexy le
iba bien, había empezado a dormir con pantalones de yoga y camisetas amplias. A
él no le hizo ninguna gracia el cambio. Por eso había tomado cartas en el
asunto. Patricia les dispensó una calurosa acogida y los llevó a un cambiador
amplio y privado, donde ya los esperaba una hilera de camisones, batas y ropa
interior.
—Llamadme si necesitáis
algo —les dijo, señalando el teléfono interno que había sobre una mesita, antes
de dejarlos a solas.
_______ acarició la gasa
negra transparente de un picardías, mientras Tom la observaba como si fuera un
gato contemplando a un ratón.
—No puedo hacerlo —dijo
ella, mirando hacia el gran espejo triple con hostilidad.
—¿Por qué no? Estamos
solos. Mira, Patricia nos ha preparado unas bebidas. —Tom puso unos cuantos
cubitos en un vaso y los cubrió de ginger-ale.
_______ aceptó la bebida,
agradecida.
—No tengo un buen día.
Parezco una vaca.
—No pareces una vaca
—repuso él con decisión—. Estás embarazada. Y eres preciosa.
Ella bajó la vista.
—No quiero mirarme en ese
enorme espejo. Pareceré un autobús visto desde tres ángulos.
—Qué tontería. —Le quitó
la bebida de la mano y la dejó en la mesita—. Quítate la ropa.
—¿Qué?
—He dicho que te quites
la ropa.
Ella dio un paso atrás.
—No puedo.
—Confía en mí —susurró Tom,
acercándose.
________ alzó la cara
hacia él. La miraba con dulzura, pero con una gran determinación.
—¿Quieres hacerme llorar?
Tom se tensó.
—No. Estoy tratando de
que te veas con mis ojos. —Inmediatamente después, le hizo un gesto con el dedo
para que se acercara y ella obedeció.
Sujetándola por los
hombros, le dio un beso en la frente.
—Elige algo que te guste
y pruébatelo. Me sentaré aquí, de espaldas, mientras te lo pones. Si no te gusta
nada de lo que hay aquí, iremos a otro sitio.
______ se apoyó en su
pecho y él le acarició los costados arriba y abajo.
Suspirando, se resignó y
llevó algunos modelos a la pared del fondo, donde había varios colgadores. Sonriendo,
Tom se sentó en el sillón de piel colocado a poca distancia de los espejos,
pero lo hizo de lado, dándole la espalda a su esposa para no disgustarla. Se
sirvió un vaso de Perrier y echó un vistazo a algunas de las prendas. Conociendo
a ________, no había pedido nada exageradamente provocativo, como camisones que
no cubrieran los pechos, por ejemplo. Se trataba de conseguir que ella volviera
a sentirse sexy y recuperara la confianza, no que se sintiera aún peor.
Aunque si de él
dependiera habría elegido algunas cosas que sobrepasarían los límites de su esposa,
no quería incomodarla ni disgustarla. Se suponía que tenía que ser una tarde de
compras divertida y, si había suerte, excitante.
—Me aprieta un poco —se
quejó ella.
—Se supone que van un poco
apretados. Ven aquí para que pueda verte. —Tom clavó la vista en el espejo y
contuvo el aliento.
—Creo que necesito una
talla más.
—No lo creo. Le di tus
medidas a Patricia.
—¿Hiciste qué? —exclamó
ella—. Pero si estoy enorme...
—________ —dijo él, en
tono autoritario—. Ven aquí.
Ella respiró
entrecortadamente y se acercó a los espejos. El corazón de Tom se aceleró al
verla. Llevaba un picardías modelo Syble, de gasa negra adornada con pequeñas
flores rosas bordadas. Se había dejado puestas las bragas de embarazada negras,
pero se había puesto también unas medias asimismo negras con costura en la
parte de atrás.
—Impresionante.
________ se había
detenido frente al espejo, con la mano sobre el vientre, entre las dos alas del
picardías. Luego se volvió lentamente para verse por detrás.
—Estás perfecta.
Los ojos de ella buscaron
los de Tom en el espejo. El no pudo permanecer quieto. Se levantó y se situó a
su espalda, resistiendo el impulso de acariciarla. Sabía que si la tocaba,
acabarían haciendo el amor en el sillón y la tarde de compras se
habría acabado casi antes
de empezar. Tenía que aguantar un poco, por muy tentadora que estuviera.
—¿Qué te parece? —le
preguntó a ella, con voz ronca.
—Me gusta, aunque sigo
pensando que me aprieta un poco. —Tiró de las cintas, dejando un poco más al
descubierto sus crecidos pechos.
Tom se los cubrió con las
manos y apretó con delicadeza.
—Te queda como un guante.
Tienes un cuerpo precioso.
La mirada de _______ se
iluminó.
—¿Lo crees de verdad?
—Por supuesto. —Le
acarició los pechos por encima de la tela, deslizando los pulgares por los sensibles
pezones.
_______ abrió un poco la
boca al notar las sensaciones que le provocaban sus dedos mientras la devoraba
con la mirada. Su marido estaba excitado y no lo ocultaba. Al contrario. Estaba
tratando de seducirla. Tom le echó el pelo a un lado y le pegó los labios a la
oreja.
—Piensa en cómo te
sentirás cuando te lo quite.
Y olvidándose de todo, le
besó el cuello, sacando un poco la lengua para probar el sabor de su piel.
—Hace mucho calor aquí,
¿no crees? —_______ se apoyó en él, cerrando los ojos.
—Y sólo acabamos de
empezar. —Tom se pegó a su espalda para que notara su prominente erección—.
Creo que estamos de acuerdo en que este modelo nos lo llevamos. Ahora, pruébate
otro.
Ella se volvió para
besarlo y le enredó los dedos en el pelo. Y siguió besándolo hasta que casi se olvidaron
de qué habían ido a hacer allí. Tom se acercó a la mesita y levantó el auricular
del teléfono.
—¿Patricia? Vamos a
necesitar más hielo.
CAP
81.-
Agosto
de 2012
Cerca
de Burlington, Vermont
A lo largo del invierno,
Paul cada vez pasó más tiempo con Allison. Iban a cenar y al cine. Flirteaban a
través de emails y mensajes de texto. Y en la granja de los Norris nunca
faltaba el café de Dunkin’ Donuts ni las galletas caseras. De hecho, su amistad
con Ali (porque seguía llamándola así) se había convertido en algo muy importante
para él. Siempre esperaba con ganas volver a verla el fin de semana. Y aunque
su relación física no había ido más allá de unos cuantos besos castos, su
conexión era cada vez mayor. Ambos se llevaron una enorme alegría cuando en
marzo le ofrecieron a Paul una plaza de profesor auxiliar en el Departamento de
Lengua Inglesa del Saint Michael’s College. No perdió tiempo discutiendo el
salario, un menor número de clases o cosas parecidas. Se limitó a aceptarlo.
Encantado. Le escribió un email a _______ contándole las novedades laborales y,
de este modo, reanudaron su amistosa correspondencia ocasional. La sorpresa de
Paul fue cuando menos mayúscula cuando en abril recibió un correo suyo en el
que le comunicaba que estaba embarazada.
Como llevaban varios
meses sin hablar, no se atrevió a preguntarle sobre su cambio de opinión respecto
al embarazo. No quería disgustarla. Su amistad era demasiado valiosa para él.
Y, además, no podía olvidar que Tom iba a revisar su tesina, así que se limitó
a escribirle un mensaje de felicitación y a prometerle que le enviaría un
regalo al bebé desde Vermont. En junio había defendido la tesina con éxito y se
había graduado por la Universidad de Toronto y a finales de agosto trasladó sus
libros a su nueva oficina del campus del St. Michael’s College. Era feliz. Podría
vivir en casa mientras ahorraba para la entrada de una vivienda propia. Ayudaría
en la granja cuando pudiera, aunque los nuevos empleados parecían tenerlo todo
bajo control. Y la
salud de su padre había
mejorado notablemente. Mientras desembalaba sus libros en la oficina, encontró
las figuras de Dante y Beatriz. Se dio cuenta de que la empresa que las
fabricaba había ignorado sus repetidas peticiones de que crearan una
figura de Virgilio. (Su
respuesta siempre era la misma: que Virgilio no era un héroe. Pero todo el
mundo necesita un poco de acción de vez en cuando.)
Mientras colocaba a Dante
y Beatriz sobre el escritorio, alguien llamó a la puerta.
—Adelante —dijo por
encima del hombro—. Está abierto.
—Hola.
Cuando Paul apartó la
vista de Dante y Beatriz y se volvió, Allison estaba en el umbral.
En ese instante, a pesar
de que la había visto mil veces y de que la conocía desde hacía años, se dio
cuenta de lo bonita que era. La cara, el pelo, los ojos... Era hermosa.
—He pensado que quizá te
encontraría aquí y que tal vez necesitaras ayuda.
—No hay que hacer gran
cosa. Sólo estaba colocando los libros. —Dejó la caja vacía en el suelo.
Los ojos de ella
perdieron su brillo.
—Oh, bueno. No quería
molestarte. Te dejo con tus cosas.
Cuando se volvió para
irse, a Paul el alma se le cayó a los pies.
—Espera.
Se levantó, se acercó a
ella y le cogió la mano.
—Me alegro de verte.
Allison le sonrió.
—Me alegro de que me
veas.
—Has estado fuera dos
semanas.
—Mi hermana necesitaba
ayuda con los niños. Sólo tenía previsto estar allí una semana, pero ya sabes cómo
son estas cosas. —Levantó la mano para apartarle el pelo de la frente—. Te he
echado de menos. Contaba los días.
—Yo también te he echado
de menos. Mucho.
Se quedaron mirándose en
silencio lo que pareció una eternidad, hasta que Paul recuperó el habla:
—Iba a tomarme un
descanso. ¿Te apetece ir a tomar pizza al American Flatbread?
—Me encantaría. —Allison
hizo ademán de ir a salir del despacho, pero Paul le tiró de la mano: Ella le
dirigió una mirada confusa.
—Rosas —susurró él,
acariciándole los nudillos con sus dedos encallecidos por el trabajo.
—¿Qué?
—Nuestra primera vez. Tu
piel olía a rosas.
Dos manchas de rubor
colorearon las mejillas de la chica.
—Pensaba que no te
acordabas.
Él la miró fijamente.
—¿Cómo podría olvidarlo?
Cada vez que huelo una rosa, pienso en ti.
—Ya no uso fragancia de
rosas. Me cansé.
Él le colocó la mano en
la mejilla. Allison se apoyó en ella y cerró los ojos.
—¿Volverías a usarla para
mí?
Ella abrió los ojos y lo
miró solemne.
—Sólo si vas en serio.
—Voy en serio —la tranquilizó,
dejando que leyera sus sentimientos en su mirada.
—Entonces sí.
Acercándose, Allison lo
besó. Paul cerró la puerta con un suave empujón y la abrazó.
4 O MAS Y AGREGO MAÑANA ... ADIOS :))
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