CAP 2.-
A la mañana siguiente, _____
se despertó sobresaltada, todavía inmersa en la pesadilla que le robaba el aire.
No había amanecido y el dormitorio estaba a oscuras. Sólo la rítmica respiración
de Tom rompía el silencio.
Cubriéndose el pecho con
la sábana, cerró los ojos y trató de relajarse, pero lo único que consiguió fue
que las escenas del sueño volvieran con más fuerza.
Estaba en Harvard,
corriendo por el campus porque no encontraba el lugar donde tenía que hacer la
prueba final de doctorado. Pedía ayuda a todas las personas con las que se
encontraba, pero nadie sabía dónde era el examen.
Bajó la cabeza al oír un
llanto y descubrió sorprendida que tenía un bebé en brazos. Éste tenía hambre,
pero ella no podía alimentarlo porque no tenía biberón. Lo abrazó contra su
pecho tratando de calmarlo, pero no sirvió de nada.
De repente, se encontró
ante el profesor Matthews, el catedrático de su departamento. Un gran cartel a
su izquierda indicaba que el examen tendría lugar en el aula ante la cual se
encontraba. Bloqueándole la entrada, le dijo que no le dejarían hacerlo. Señalando
al bebé, le explicó que los niños no podían entrar. Y dicho eso, se volvió y se
alejó pasillo abajo. ______ salió corriendo tras él. Le prometió que el bebé no
lloraría. Le rogó que le diera una oportunidad. Todas sus esperanzas y sueños
de acabar el doctorado y convertirse en una especialista en Dante dependían de
ese examen. Si no podía hacerlo, la expulsarían del programa.
En ese momento, el niño
empezó a llorar. Frunciendo el cejo, el profesor Matthews le señaló la escalera
y le ordenó que se marchara.
Un brazo le rodeó el
torso y la abrazó. _____ se despertó y vio que Tom la había abrazado sin despertarse.
Aún en la inconsciencia del sueño, algo lo había impulsado a consolarla. Lo miró
con una mezcla de amor y ansiedad, temblando aún por la pesadilla. Sin saber cómo,
logró llegar al cuarto de baño y abrió el grifo de la ducha. El agua caliente
la calmaría. De momento, las luces encendidas desvanecieron las sombras. Mientras
permanecía bajo el chorro de agua, trató de olvidar la pesadilla y las
preocupaciones que luchaban por abrirse camino desde su subconsciente: la
conferencia, la próxima visita de la familia, las súbitas ganas de Tom de tener
un bebé... Al acordarse del colgante que llevaba al cuello, acarició los tres
amuletos. Sabía que Tom quería tener hijos con ella. Lo habían hablado antes de
casarse, el año anterior. Pero habían acordado que esperarían a que ella
obtuviera el doctorado antes de ampliar la familia. Y para eso tendrían que pasar
cinco o seis años.
«¿Por qué vuelve a sacar
el tema de los niños ahora?»
Bastantes preocupaciones
tenía ya con sus estudios. En septiembre tendría que haber acabado el trabajo
de curso para poder examinarse al año siguiente. Era un examen difícil,
necesitaría meses para prepararlo.
Más urgente era la
conferencia que daría en Oxford al cabo de unas semanas. ______ había hecho un
trabajo sobre Guido da Montefeltro para la asignatura de la profesora
Marinelli. A ésta le había gustado tanto que se lo había comentado a la
profesora Picton, quien a su vez había animado a _____ a enviar un resumen de
la ponencia al organizador del evento.
Se sintió muy feliz
cuando le llegó la notificación de que habían aceptado su propuesta, pero la idea
de dar una conferencia sobre Dante delante de especialistas con mucha más
experiencia que ella le resultaba cada vez más aterradora.
Y ahora a Tom le había
dado por sacar el tema de revertir la vasectomía que se había hecho años atrás
en cuanto volvieran de Europa en agosto.
«¿Y si la operación tiene
éxito?»
Se sintió culpable en
cuanto la frase se formó en su cabeza. Por supuesto que quería tener un hijo con
él. Y era consciente de que revertir la vasectomía era mucho más que un simple
acto físico. Era también un gesto simbólico, la señal de que por fin se había
perdonado por lo que había pasado con Paulina y Maia. Que finalmente empezaba a
creer que era digno de engendrar y de criar hijos.
Habían rezado para poder
tenerlos. Tras su boda, se habían acercado a la tumba de San Francisco y habían
elevado oraciones espontáneas y privadas, pidiéndole a Dios que bendijera su
matrimonio con el don de los hijos.
«Si Dios quiere responder
a nuestras plegarias, ¿quién soy yo para decirle que espere?» ¿Estaría siendo
demasiado egoísta? Tal vez debería anteponer la maternidad a sus estudios y aspiraciones.
Harvard no se movería de sitio. Y mucha gente volvía a la universidad después
de haber fundado una familia.
«¿Y si Tom no quiere
esperar?»
No le faltaba razón
cuando decía que la vida era corta. La muerte de Grace era prueba de ello. En cuanto
Tom estuviera seguro de que podían tener un hijo, querría ponerse a ello
inmediatamente. ¿Cómo iba a negárselo?
Tom era como un fuego que
lo devoraba todo a su paso. Su pasión y sus deseos parecían sobrepasar a los de
la gente que lo rodeaba. Una vez le había confesado que ella había sido la única
mujer que le había dicho que no. Y probablemente era verdad.
Le preocupaba ser incapaz
de decirle que no en algo tan importante. La paternidad era el deseo más
profundo de Tom. Sin duda, las ganas de hacerlo feliz serían demasiado fuertes
para resistirse, pero al rendirse a él estaría renunciando a su propia
felicidad.
______ no había tenido
muchas cosas durante su infancia. De hecho, cuando vivía con Sharon en San Luis
eran pobres. Pero en el colegio había trabajado duro y había destacado. Su
inteligencia y disciplina habían hecho que superara con éxito los exámenes en
Saint Joseph y en la Universidad de Toronto.
Después de tantos
esfuerzos, no le parecía un buen momento para dejar de lado su formación. No, no
era un buen momento para tener un hijo.
Cubriéndose la cara con
las manos, rezó pidiendo fuerzas.
Unas horas más tarde, Tom
entró en la cocina con las zapatillas de deporte y los calcetines en la mano.
Llevaba una camiseta de Harvard y unos pantalones cortos, y estaba a punto de
coger una botella de agua de la nevera cuando vio a _____ sentada en la isla
del centro de la cocina, con la cabeza entre las manos.
—Ah, aquí estás. —Soltando
las zapatillas y los calcetines, la saludó con un beso apasionado—. Me
preguntaba adónde habrías ido.
En ese preciso instante,
se dio cuenta de que tenía los ojos rojos y pronunciadas ojeras. Parecía preocupada.
—¿Qué pasa?
—Nada. Acabo de limpiar
la cocina y la nevera y estaba haciendo una lista de cosas que necesitamos —respondió,
señalando una hoja de papel cubierta con su elegante caligrafía.
Estaba al lado de una
taza de café, ya frío, a medio beber y de otra lista igual de larga de cosas pendientes.
Tom miró a su alrededor.
La cocina estaba limpia y reluciente. Incluso el suelo estaba
inmaculado.
—Son las siete de la mañana.
¿No es un poco temprano para limpiar la casa?
—Tengo muchas cosas que
hacer —replicó ella sin entusiasmo.
Tom le tomó la mano y le
acarició la palma con el pulgar.
—Pareces cansada. ¿No has
dormido bien?
—Me he despertado
temprano y ya no he podido volver a dormirme. Tengo que preparar las habitaciones
y limpiar los baños. Luego tengo que ir a comprar y planificar qué comeremos.
Y... —Se interrumpió con un suspiro entrecortado. Sabía que había algo más,
pero en ese momento no podía recordarlo.
—¿Y...? —la animó Tom,
bajando la cabeza para mirarla a los ojos, pero ella los apartó para leer la
lista de cosas que tenía que hacer.
—Tengo que seguir. Ni
siquiera estoy vestida. —Cerrándose más la bata de seda de color azul pálido
empezó a levantarse.
Tom se lo impidió.
—No tienes que hacer
nada. Te dije que buscaría a alguien que se ocupara de la limpieza, y pienso
hacerlo. —Señalando la lista de la compra, añadió—: Iré a comprar cuando vuelva
de correr.
Luego, apoyándole una
mano en la mejilla, añadió:
—Vuelve a la cama. Estás
exhausta.
—Tengo que hacer muchas
cosas —susurró ella.
—Yo me ocuparé de todo,
cariño. Pensaba que ibas a dedicarte a preparar la conferencia, y me nparece
bien, pero antes duerme un poco —le aconsejó—. Una mente cansada no funciona
bien.
Volvió a besarla y la
acompañó al piso de arriba. Cuando ______ se hubo tumbado, la tapó cariñosamente.
—Sé que es la primera vez
que tienes invitados desde que estamos casados, pero nadie espera que te
conviertas en la criada. Y no pienso permitir que las visitas impidan que
acabes tu trabajo a tiempo.
»Cuando te levantes,
puedes encerrarte en el despacho y pasar todo el día allí si quieres. Olvídate del
resto. —Con un beso de despedida en la frente, apagó la luz y la dejó dormir.
Tom solía escuchar música
mientras corría, pero esa mañana ya estaba bastante distraído. Era obvio que ______
estaba agobiada. No acostumbraba a levantarse tan temprano y, por su aspecto,
al parecer llevaba horas levantada.
Probablemente no deberían
haber invitado a la familia, pero ya que iban a pasar buena parte del verano en
Italia, no volverían a tener la oportunidad de reunirse en unos meses. Tom ya
no se acordaba del esfuerzo que suponía tener visitas. Hasta ese momento, sólo
había tenido en casa a uno o dos invitados como mucho. Y, por supuesto, siempre
contando con la ayuda de personal de servicio y de una cuenta corriente
desahogada que le permitía llevar a sus huéspedes a comer fuera.
Pobre _____. Tom recordó
sus años en Harvard. Las vacaciones nunca eran auténticas vacaciones, ya que
siempre había trabajo por hacer: idiomas que perfeccionar, artículos que leer y
exámenes que preparar.
Era un alivio haber
conseguido una plaza fija en la Universidad de Boston. No le cambiaría el sitio
a ______ por nada del mundo. Sobre todo, teniendo en cuenta que él había
logrado sobrellevar las presiones de la vida de estudiante gracias a la bebida,
a la cocaína y a Paulina...
Tropezó con el bordillo
de la acera y se precipitó hacia adelante, pero no llegó a caerse. Tras recobrar
el equilibrio, se dijo que debía fijarse por dónde iba.
No le gustaba recordar
sus años en Harvard. Había permitido que Paulina le facilitara las cosas, incluso
sus adicciones. Desde su regreso a Cambridge, los recuerdos habían aumentado de
intensidad.
Algunos flashbacks eran
tan reales que casi notaba cómo la cocaína le entraba por la nariz. En
cualquier momento, conduciendo por una calle o entrando en un edificio del
campus, sentía unas ansias de consumir tan intensas que llegaban a ser
dolorosas.
Hasta entonces, gracias a
Dios, había podido resistirse. Las reuniones semanales de Narcóticos Anónimos
lo habían ayudado, igual que las visitas mensuales con el terapeuta. Y luego,
por supuesto, ______.
Gabriel había entrado en
contacto con el poder superior en Asís, el año anterior, pero su auténtico ángel
guardián era _____. Ella lo amaba, lo inspiraba, convertía su casa en un hogar.
Pero no lograba quitarse de encima el miedo a que el cielo le hubiera sonreído
sólo temporalmente y se la arrebatara en cualquier momento.
Tom había cambiado en mil
aspectos desde que _____ se apuntó a su seminario en Toronto. Pero si algo no
había cambiado era su creencia de que no era merecedor de una felicidad
duradera. Tal como su terapeuta le había advertido, su comportamiento tenía una
preocupante tendencia al autosabotaje.
Su madre adoptiva, Grace,
había fallecido de cáncer hacía casi dos años. Su inesperada muerte se había
convertido en un símbolo de la brevedad y la incertidumbre de la vida. Si
perdiera a _____...
«Si tuvieras un hijo con
ella, nunca la perderías del todo», le decía una leve pero insidiosa voz al oído.
Tom aceleró el ritmo. La
voz tenía razón, pero ésa no era la principal razón por la que quería tener un
hijo con ______. Quería formar una familia con ella. Una familia completa, con
hijos. Quería una vida llena de risas y saber que podría corregir los errores
cometidos por sus padres. No le había dicho nada de esto a su esposa. Ya
bastante tenía ella con sus propias preocupaciones como para cargarla con sus
adicciones y sus miedos. _____ ya había tenido que soportar demasiada angustia
en su vida por su culpa.
Mientras Tom recorría el
circuito de jogging por el que solía correr de soltero, se preguntó por qué
estaría tan desanimada esa mañana. Habían pasado una increíble noche juntos,
celebrando su amor en el huerto de manzanos y más tarde en la cama. Se devanó
los sesos, tratando de encontrar alguna cosa que pudiera haberla molestado.
Pero su noche de amor había sido, como de costumbre, tan
apasionada como tierna. Existía
al menos otra posibilidad y Tom se maldijo por no haber pensado antes en ella.
______ siempre se
alteraba cuando regresaba a Selinsgrove. Un año y medio atrás su ex novio,
Simon, la había asaltado allí en la casa de su padre. Y luego la nueva novia de
éste, Natalie, se le había encarado en un bar del pueblo, amenazando con
publicar fotos obscenas de ella si no retiraba la denuncia por agresión contra él.
______ había convencido a
Natalie de que no le convenía publicar las fotos, ya que al hacerlo estaría
implicando también a Simon. El padre de éste era senador y tenía previsto
presentarse a presidente. Natalie trabajaba para él. El escándalo podía acabar
haciéndole más daño al senador que a _______.
Pero Tom no estaba en
absoluto convencido de que Natalie fuera a quedarse quieta. Cuando alguien le encontraba
el gusto al chantaje, solía tratar de explotar esa fuente hasta secarla.
Volvió a maldecir,
acelerando el ritmo de la carrera hasta el límite de sus fuerzas.
No había llegado a
decirle a _____ lo que había hecho y no quería decírselo. Pero si estaba preocupada
por Simon y Natalie, tal vez había llegado el momento de contarle la verdad...
Cuando Tom volvió de
correr, ______ estaba durmiendo. Se echó a reír al ver sus pies desnudos asomando
bajo las mantas. No le gustaba que se le calentaran los pies, por eso, aunque
estuviera tapada con un montón de ropa de cama, siempre sacaba los pies fuera. Inclinándose,
se los tapó con la manta y fue a ducharse. Después de vestirse, se aseguró de
que seguía durmiendo antes de ir a buscar la lista de la compra y salir de
casa. Mientras ponía en marcha el Range Rover, pensó que con un poco de suerte
podría hacer la compra y contratar a una asistenta antes de que ella se
despertara. A las once de la noche, cuando _____ bajó por fin a la planta baja,
después de trabajar, encontró a Tom en el salón, leyendo. Estaba sentado en su
sillón de cuero favorito, con los pies sobre el reposapiés y los ojos moviéndose
tras las gafas al leer.
—Eh, hola —la saludó con
una sonrisa, mientras cerraba el libro.
—¿Qué estás leyendo?
Él le mostró la cubierta.
El título era The Way of a Pilgrim.
—¿El camino del
peregrino? ¿Es bueno?
—Mucho. ¿Has leído Franny
y Zooey de J. D. Salinger?
—Hace tiempo. ¿Por qué?
—Franny lo lee y se
inquieta. Fue entonces cuando oí hablar del libro por primera vez.
—¿De qué trata? —Lo cogió
y le dio la vuelta para leer el texto de la contracubierta.
—De un ruso ortodoxo que
intenta aprender qué significa rezar sin parar.
_____ alzó una ceja.
—¿Y?
—Y lo estoy leyendo para
descubrir qué aprendió.
—¿Y tú? ¿Rezas por algo
en concreto?
Él se frotó la barbilla.
—Rezo pidiendo muchas
cosas.
—¿Por ejemplo?
—Le pido a Dios que me
ayude a ser un buen hombre, un buen marido y, algún día, un buen padre.
Con una sonrisa, ______
volvió a examinar el libro.
—Supongo que todos
llevamos a cabo nuestro propio viaje espiritual.
—Aunque algunos vais más
adelantados que otros —replicó él con una sonrisa.
______ dejó el libro en
una mesita cercana y se sentó en su regazo.
—Yo no lo veo así. Creo
que todos perseguimos a Dios hasta que Él decide atraparnos.
Tom se echó a reír.
—¿Cómo si fuera el
sabueso del cielo al que se refiere Francis Thompson en su famoso poema?
—Algo así.
—Una de las cosas que más
me gustan de ti es tu compasión por las flaquezas humanas.
Ella lo besó suavemente.
—Tengo mis propios
vicios, Tom, aunque trate de ocultarlos.
Mirando a su alrededor, ____
se fijó en las marcas que la aspiradora había dejado en la alfombra. Los
muebles no tenían ni rastro de polvo y el aire olía a limón y a pino.
—La casa tiene muy buen
aspecto. Gracias por encontrar a alguien que se ocupe de la limpieza. Yo he
avanzado un montón con el trabajo.
—Bien —dijo él, mirándola
por encima de las gafas—. ¿Cómo te encuentras?
—Mucho mejor. Gracias por
preparar la cena. —Le apoyó la cabeza en el hombro.
—Cuando te la he subido
no tenías hambre —comentó él, acariciándole el pelo.
—Al final me lo he
acabado todo. Me había atascado con un tema de la conferencia, y no quería parar
para comer hasta haberlo resuelto.
—¿Es algo en lo que pueda
ayudarte? —Tom se quitó las gafas y las dejó sobre el libro.
—No. No quiero que la
gente piense que tú eres la mente pensante que se oculta detrás de mis trabajos.
—No era eso lo que te
estaba ofreciendo —replicó él, ofendido.
—Necesito hacerlo sola.
Él sorbió por la nariz.
—Creo que te preocupa
demasiado lo que los demás piensen de ti.
—Tengo que hacerlo —insistió
ella secamente—. Si presento un trabajo que suene como los tuyos, la gente se
dará cuenta. Christa Peterson ya ha empezado a hacer correr rumores sobre
nosotros. Paul me lo contó.
Gabriel frunció el cejo.
—Christa es una zorra
celosa. Va hacia atrás en vez de avanzar en su carrera. En Columbia la han obligado
a apuntarse al programa de máster en italiano. No la han admitido en su
programa de doctorado. Ya he hablado con la jefa de su departamento en Columbia.
Si quiere ir contando bulos sobre nosotros, será peor para ella. —Se removió en
el sillón—. ¿Y cuándo has hablado con Paul?
—Me escribió un email
tras la conferencia a la que asistió en UCLA. Vio a Christa y le contaron que
iba difundiendo rumores.
—Ni siquiera me has
dejado que lea tu ponencia, aunque hemos hablado tanto sobre Guido que intuyo
lo que dirás.
______ se mordió una uña,
pero no dijo nada. Él la abrazó con más fuerza.
—¿Mi libro te ha sido útil?
—Sí, pero mi enfoque es
distinto —respondió ella, vagamente.
—Eso puede ser un arma de
doble filo, ______. La originalidad es admirable, pero a veces los métodos
establecidos lo son por alguna razón.
—Te lo dejaré leer mañana,
si tienes tiempo.
—Por supuesto que tendré
tiempo. —Tom le acarició la espalda arriba y abajo—. Estoy deseándolo. No tengo
ninguna intención de hacerte daño, sólo quiero ayudarte si es posible. Lo
sabes, ¿no?
—Por supuesto. Y te lo
agradezco. —______ volvió a besarlo antes de acurrucarse entre sus brazos —.
Pero me preocupa que no te guste mi trabajo. No puedo evitarlo.
—Te daré una opinión
honesta, pero siempre estando de tu lado. Te lo prometo.
—No se puede pedir más. —Lo
miró y sonrió—. Ahora necesito que me lleves a la cama y me animes.
Él entornó los ojos,
pensativo.
—¿Y cómo puedo animarte?
—Haciendo que me olvide
de mis problemas tentándome con tu cuerpo desnudo.
—¿Y si aún no me apetece
acostarme?
—En ese caso, supongo que
tendré que animarme por mis propios medios. —_____ se puso en pie y se estiró,
mirándolo de reojo.
Levantándose de un salto,
Tom la cogió en brazos y se dirigió corriendo a la escalera.
HELLOOOO!!! BUENO ... AQUI ESTA EL SEGUNDO CAPITULO ... SON UN POCO LARGOS ASI QUE AGREGARE DE UNO ... QUE OPINAN DEL NUEVO CAP?? QUIERO SABER :)) ... BUENO YA SABEN, 4 O MAS Y AGREGO MAÑANA ... HASTA LUEGO Y QUE ESTEN BIEN ADIOS :))