CAP
44.-
9
de octubre de 2011
Durham,
Carolina del Norte
April Hudson salió de su
bloque de pisos con la intención de ir al campus en coche, pero un hombre cargado
con un ramo de rosas se interpuso en su camino.
—Hola —la saludó
sonriendo.
—¡Simon! —April corrió
hacia él y le echó los brazos al cuello—. ¿Qué haces aquí? —exclamó.
—He venido a verte. Y a
darte esto. —Acto seguido, le ofreció la docena de rosas rojas de tallo largo
que llevaba en la mano izquierda.
—Son preciosas, ¡gracias!
—La joven dio un par de saltitos antes de volver a abrazarlo.
Simon se echó a reír ante
la exuberancia de la joven y le devolvió el abrazo, enterrando la nariz en su
larga melena rubia.
—Tenía miedo de no volver
a verte. ¿Quieres entrar? —le susurró al oído.
Cuando Simon asintió,
ella le mostró el camino hacia el ascensor.
—Me encantan. —Mientras
subían, se llevó las rosas a la cara, aspirando su aroma—. Esta vez son rojas.
La primera vez que salimos me trajiste rosas blancas.
—El blanco simboliza la
virginidad —dijo él, alargando la mano para acariciarle la melena lisa—. Ya no
es adecuado.
Ella se encogió como si
la hubiera golpeado y le devolvió las flores inmediatamente.
Simon iba a preguntarle
qué le pasaba, pero las puertas del ascensor se abrieron en ese momento y,
rodeando a Simon, April se dirigió rápidamente a su apartamento, haciendo
resonar los tacones en el pasillo.
—¿April? ¡Espera! —Echó a
correr tras ella.
La chica sacó las llaves
de la mochila y abrió la puerta. Luego trató de cerrársela en las narices.
—Espera un momento.
—Simon apoyó la mano plana en la hoja para impedirlo.
—No hacía falta que
vinieras hasta aquí y me regalaras flores sólo para burlarte de mí. Ya sé que ya
no soy virgen. No necesito que me lo recuerdes.
—¿De qué hablas? No he
venido a burlarme de ti.
—¿Ya se lo has contado a
todos tus amigos? Seguro que se han reído a gusto a mi costa. Sacas a cenar a
la chica cristiana un par de veces y ella se entrega como si fuera el baile de
graduación.
—No fue eso lo que pasó.
—Simon la miró muy seriamente.
—Después de pasar el fin
de semana juntos no volviste a ponerte en contacto conmigo. No me has llamado
ni me has enviado ningún mensaje. Llega el fin de semana y te plantas en mi
puerta. ¿Soy tu rollo de fin de semana?
—Por supuesto que no, si
me dejaras explicarme...
—No soy el rollo de fin
de semana de nadie, Simon. Coge tus flores y vuélvete a Washington. No puedo
evitar que vayas fanfarroneando por ahí, pero te agradecería que me dejaras que
se lo contara a mis padres antes. No quiero que se enteren leyendo el periódico
de que me emborraché y me acosté contigo en la segunda cita.
Trató de cerrar la puerta
una vez más, pero él volvió a impedírselo.
—Por favor, dame un
minuto. ¿Puedo entrar?
—No.
Inclinándose hacia ella,
susurró:
—He venido porque me
apetecía verte. Y he elegido rosas rojas porque he pensado que te gustarían.
April se aferró a la
puerta con fuerza, pero no dijo nada.
—Deja que te invite a
comer y hablamos. Si no te gusta lo que tengo que decirte, me volveré por donde
he venido y no te molestaré más.
Los ojos verdes de April
lo miraron con desconfianza.
—¿Qué pretendes?
—Nada. Me gustas.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo. ¿Te parece
poco?
—¿Y qué pasa con tu padre
y la campaña presidencial?
Simon abrió mucho los
ojos. Lo había pillado por sorpresa. Tras unos instantes, respondió:
—Mi padre me pidió que te
invitara a salir. A partir de ahí, me olvidé de la política.
—No te creo —repuso ella
en voz muy baja, como si estuviera a punto de echarse a llorar.
—Confía más en ti misma,
April. Eres bonita y muy dulce. No te habría invitado a ir a los Hamptons ni a
tomar mojitos sólo por la política.
Ella alzó una ceja,
incrédula.
—Lo digo en serio. Y
ahora pon esas flores en agua y vamos a comer —insistió Simon con una sonrisa.
April dudó, mirando las
flores.
—De acuerdo. —Abrió la
puerta para dejarlo entrar—. Pero nada de mojitos esta vez.
—Palabra de scout —dijo
él, saludándola marcialmente antes de seguirla.
NOTA: COSITAAAA!!! ME
PARECE QUE SIMON SE ENAMOROOOOO!!! ¿Qué OPINAN?
CAP
45.-
Cuando el puente del Día
del Trabajo llegó a su fin, ______ y Tom volvieron a Cambridge para el inicio
del año académico. Él iba a dar un curso y un seminario para alumnos de
doctorado en la Universidad de Boston, mientras _____ seguiría con su formación
en Harvard. La segunda semana de octubre, Tom fue a la consulta de un reputado
urólogo. No quiso que su mujer lo acompañara, ya que la visita coincidía con
una de sus clases, así que fue solo. Cuando volvió a casa a la hora de la cena,
ella lo asaltó:
—¿Y bien?
—Buenas noches a ti
también. —Tom le rozó los labios en un beso y la miró curioso—
Todavía me cuesta
acostumbrarme a verte con gafas —dijo, tocándole la montura de carey.
Ella se las tocó, algo
avergonzada, y luego se las quitó.
—Sólo las necesito para
leer. O eso es lo que dijo el oculista.
—Pareces una
bibliotecaria sexy. De hecho, creo que deberíamos llevarlas al estudio y
usarlas para una nueva sesión de sexo de escritorio.
Ella se echó a reír.
—No vas a distraerme hablando
de sexo, profesor Kaulitz. Quiero que me cuentes todo lo que te ha dicho el
médico.
La sonrisa de Tom perdió
brillo.
—¿Y si te prometo
orgasmos múltiples? —susurró, agarrándole la muñeca y llevándosela a la boca.
La besó y le dio un mordisquito.
______ tragó saliva con
dificultad.
—Suena... muy bien. Pero
sigo queriendo que me cuentes qué te ha dicho el médico.
Él avanzó, haciéndola
retroceder hacia la mesa de la cocina.
—¿Y si te prometo sexo en
la mesa de la cocina como nunca lo has experimentado antes?
Arrinconándola contra la
mesa, le separó las piernas para colocarse entre ellas.
______ le acarició la
mejilla.
—Te diré que me estás
asustando, porque estás tratando de distraerme con sexo para no contarme lo que
ha pasado en el médico. Por favor, dímelo.
Tom se apartó de ella y
se dejó caer pesadamente en la silla más cercana.
—¿Has preparado algo? ¿O
Rebecca?
—Rebecca ha dejado una
lasaña—respondió _______, acercándose a la nevera para sacar una CocaCola. La
sirvió en un vaso con hielo y se la ofreció—. Espero que tengas hambre.
—El médico no está seguro
de que vaya a funcionar. —Tom dejó el vaso en la mesa
bruscamente.
—Oh, cariño. —_______ se
sentó delante de él y le apoyó la mano en el antebrazo.
—Cree que si la operación
no funciona, podríamos recurrir a la inseminación artificial, pero tendrían que
analizarme el esperma para ver si aún es viable. Cuando tenga los resultados
decidiremos si merece la pena programar la operación o no. Me harán la prueba
la semana que viene.
—¿Y?
—Aunque llevemos a cabo
la intervención, las posibilidades de éxito son muy pocas. —Tom se aclaró la
garganta—. Me operaron hace diez años, por lo que la posibilidad de embarazo se
reduce a un treinta por ciento. Mientras he podido generar anticuerpos, tejido
fibroso y un bloqueo secundario.
—No pensaba que fuera a
ser tan complicado.
Él se frotó los ojos con
las manos.
—Es mucho más complicado
de lo que imaginaba. Pero le agradezco al médico que haya sido tan detallado en
sus explicaciones. ¡Ah! y me ha prohibido fumar.
—Eso es bueno. Y si te
sometes a la operación, ¿cuándo sabremos si ha tenido éxito?
—Dice que depende. Puede
tardar de unos tres meses a un año —titubeó antes de añadir—: O nunca.
_______ se sentó en su
regazo y lo abrazó.
—Lo siento, Tom. Ojalá
hubiera ido contigo.
—Tal vez no estabas
físicamente, pero te sentía a mi lado. —Le dirigió una sonrisa triste.
—Si la producción de
esperma no se ha visto afectada, podríamos probar la inseminación artificial.
Si queremos, recogen esperma antes de la operación y lo congelan. —Jugueteó con
el pelo de ella—. El médico ha sugerido que tú también te hagas una revisión,
para descartar algún posible problema de fertilidad por tu parte.
_______ hizo una mueca. Él
la miró ladeando la cabeza.
—¿Ves algún
inconveniente?
—No. No me gustan esas
revisiones, pero entiendo que sería necesario. Además, ya me toca ir.
—Lo peor de todo es que
el médico ha dicho que tendríamos que pasar tres semanas de abstinencia después
de la operación. Me ha advertido que no podría eyacular durante al menos tres semanas.
______ abrió los ojos
como platos.
—¿Tres semanas? Scheisse.
—Exacto. ¿Sigues
queriendo que lo hagamos?
—No me gusta la idea del
celibato obligado durante tres semanas. —Se estremeció sólo de pensarlo—. Pero
he pasado mucho más tiempo célibe antes.
—Cierto. —Tom sonrió travieso—.
Será una nueva experiencia para los dos: celibato marital. ¿Quién se iba a
imaginar que existía algo tan horrible?
—Yo desde luego, no.
Excepto, ya sabes, una vez al mes.
—Por cierto, vamos a
tener que organizarnos para que las tres semanas coincidan con tu período, porque,
si no, serán cuatro semanas.
—Piensas en todo,
Profesor.
Los ojos de Tom
parecieron oscurecerse.
—Tengo mis necesidades.
______ presionó el pecho
contra el suyo, juntando sus labios hasta que se rozaron.
—Igual que yo, Profesor.
Y estoy segura de que podremos ocuparnos de algunas de esas necesidades sin
poner en peligro tus partes afectadas.
—¿Partes afectadas?
—Me ocuparé de ti y de
todas tus partes. Vas a necesitar una enfermera.
Tom le deslizó las manos
por la espalda hasta detenerse en sus nalgas.
—Me gusta cómo suena eso.
Enfermera, bibliotecaria, estudiante, profesora... Tus talentos no tienen fin.
—No. De hecho, tengo otra
identidad secreta.
—¿Ah, sí?
Ella le acercó los labios
al oído.
—También soy Lois Lane.
—Voy a tener que ir a
buscar el traje de Superman a la tintorería.
—¡Feliz Navidad, _______!
—se dijo a sí misma.
—Lo será —susurró él,
dirigiéndole una mirada ardiente—. Entonces, para que quede todo claro, iremos
a hacer las visitas que hagan falta y seguiremos adelante con el proceso. ¿Sí?
—Sí.
—Y no empezaremos a
intentar tener un hijo hasta que acabes el doctorado. Todo esto son trámites...
preliminares.
_______ sonrió y lo besó
en los labios. Luego decidieron que la cena podía esperar y celebraron sus decisiones
con una ronda de sexo en la mesa de la cocina. Tom simuló ser Superman que
volvía a casa después de una dura jornada luchando contra el crimen. (Debe
quedar constancia de que el sexo en la mesa de la cocina entre superhéroes
todavía es mejor que el sexo en la mesa de la cocina entre personas normales y
corrientes.)
Más tarde, _______ y Tom
estaban sentados en el suelo del dormitorio, revisando las cajas de Sharon.
Encontraron álbumes de fotos con fotografías de ______ cuando era un bebé y más
mayorcita. Encontraron también juguetes y la pulsera que le habían puesto a
______ en el hospital cuando nació. La sorprendió que su madre hubiera guardado
todos esos recuerdos. Pero todavía se sorprendió más al encontrar una foto de
sus padres el día de su boda, junto a varias otras de cuando eran novios. Había
incluso algunas fotos familiares de antes del divorcio. En otra caja
encontraron bisutería, pañuelos de cuello y fotos de Sharon con distintos
hombres.
Julia dejó esas fotos en
el montón de tirar casi sin mirarlas. Por lo que Tom sabía del comportamiento
de la mujer cuando estaba con esos hombres, no le extrañó que _______ quisiera
destruir esos recuerdos.
—_______, ahora tienes tu
propia casa. Tienes una nueva vida. —Le acarició los nudillos con un dedo.
—Lo sé —replicó ella con
una sonrisa no muy convencida.
Buscó el anillo de
compromiso de su madre y el de boda, pero no los encontró. Supuso que ésta los
habría empeñado. No recordaba habérselos visto puestos en los últimos años. Si
había esperado encontrar algún tipo de respuesta, la realidad la decepcionó una
vez más. Nada en aquellas cajas ofrecía información sobre por qué la adorada
niñita se había convertido en una presencia molesta en la casa. Nada explicaba
por qué el alcohol y el sexo se habían vuelto más importantes que una persona
que era carne de su carne y sangre de su sangre.
—¿Cariño? —La voz de Tom
interrumpió sus pensamientos.
—Una vida entera. Tres
cajas. Qué desperdicio.
Él le acarició la espalda
para consolarla.
—¿Por qué no me quería?
—A ______ se le quebró la voz.
Tom sintió que se le
rompía el corazón. Se sentó detrás de ella y la abrazó con fuerza.
—Ojalá tuviera la
respuesta, pero sólo puedo decirte que te entiendo, _______. Te entiendo.
—Me cuesta tanto creer
que pudiera quererme alguna vez...
—Conservó las
fotografías. Es evidente que, cuando naciste, te quería mucho. Se ve en su
cara. Y durante los primeros años te siguió queriendo.
—Pero luego decidió que
quería más al alcohol.
—Eso no era amor. Era una
adicción.
—No es que no sienta
compasión por ella, Tom, pero es que no me entra en la cabeza que alguien ponga
el alcohol y los hombres por delante de su hija.
Tom le apretó la mano.
—Porque no es correcto.
No debería ser así. Pero las adicciones son algo terrible. Por desgracia, sé de
lo que hablo. Es una suerte que no puedas imaginártelo; eso significa que no
has pasado por ello. Estoy seguro de que tu madre quiso dejarlo en alguna
ocasión.
—Sí, fue a rehabilitación
varias veces.
—Sin la ayuda de Dios, yo
habría acabado como ella —susurró Tom. Al ver que _______ permanecía en
silencio, siguió hablando—: Es culpa mía. Insistí en que debíamos buscar
información sobre nuestros padres y mira...
—No eres tú quien me hizo
daño. Supongo que fui una idiota al pensar que encontraría alguna respuesta en
estas cajas. Si mi padre no las tiene, ¿cómo iba a encontrarlas yo en un montón
de trastos viejos?
—Tus juguetes no son
trastos viejos. Enmarcaremos las fotos y colocaremos los juguetes en una estantería.
Algún día, cuando tengamos una niña, podrás enseñarle lo guapa que era su madre
de pequeña.
______ escondió la cara
en el hombro de Tom.
—Gracias.
Tras abrazarla con
fuerza, la ayudó a guardar las cosas en las cajas.
CAP 46.-
—Disculpe, ¿podría
repetirlo? —______ estaba mirando a su ginecóloga con los ojos muy abiertos.
Era la tercera semana de
octubre y acababa de someterse a sus exámenes ginecológicos. Se suponía que era
un trámite para descartar posibles problemas de infertilidad. Pero los
comentarios de la doctora indicaban que el examen no había tenido nada de
rutinario.
—Quiero que te hagas una
ecografía. Mi secretaria se pondrá en contacto con el centro radiológico del
hospital Mount Auburn para concertar la cita. Que te la hagan inmediatamente.
Lo apuntaré en la petición —añadió, escribiendo rápidamente en el historial médico
de _______.
Ella sintió que se le
encogía el estómago.
—Entonces, ¿es serio?
—Potencialmente serio.
—La ginecóloga dejó de escribir y la miró a los ojos—. Ha sido una suerte que
vinieras a visitarte ahora. He encontrado algo en uno de tus ovarios. Quiero
saber de qué se trata. Ve a hacerte la ecografía. El radiólogo te hará un
informe y a partir de ahí veremos lo que hay que hacer.
—¿Cáncer? —_______ casi
no se atrevía a pronunciar la palabra.
—Es una posibilidad. O
también podría ser un quiste benigno. Pronto lo sabremos. —La doctora Rubio
siguió escribiendo—. No te saltes la ecografía. Es importante que sepamos de
qué se trata cuanto antes.
______ permaneció
inmóvil. Sólo podía pensar en Grace.
—Cariño, estoy en pleno
seminario. ¿Puedo llamarte cuando acabe? —preguntó Tom en voz baja cuando cogió
la llamada.
—Oh, lo siento. Me había
olvidado. Nos vemos en casa.
______ estaba aturdida,
tratando de no llorar. Al otro lado de la línea oyó pasos y una puerta que se cerraba.
—He salido al pasillo.
¿Qué pasa?
—Voy de camino hacia
casa. Nos veremos allí. Por favor, pide disculpas a tus alumnos de mi parte.
Colgó antes de echarse a
llorar. La voz de Tom, tan paciente y cariñosa, le hizo perder el control de
sus emociones. Acababa de esconder la cara entre las manos cuando el teléfono
volvió a sonar. No tuvo que mirar la pantalla para saber quién llamaba.
—Ho... ¿Hola?
—¿Qué ha pasado?
—Te lo contaré a la hora
de la cena —respondió ella entre sollozos.
—No, vas a contármelo
ahora o cancelaré el seminario e iré a buscarte. Me estás preocupando.
—La doctora ha encontrado
algo durante el examen.
Tom permaneció en
silencio unos momentos. Luego inspiró hondo.
—¿Qué es lo que ha
encontrado?
—Todavía no lo sabe.
Tengo que hacerme una ecografía en el hospital Mount Auburn lo antes posible.
—¿Estás bien?
—Sí. —______ mintió lo
mejor que pudo.
—¿Dónde estás?
—Volviendo a casa dando
un paseo.
—Quédate donde estás. Voy
a buscarte.
—Pero tendrás que anular
el seminario.
—No podría concentrarme
sabiendo que estás sola y llorando. Quédate donde estás. Te llamo en un minuto.
—Estoy bien. Sólo es la
impresión.
—No estás bien. Dame un
minuto.
—Ya casi estoy en casa.
Nos vemos allí.
Cortó la llamada.
Maldiciendo entre
dientes, Tom abrió la puerta del aula y canceló la clase.
Mientras esperaban a que
llegara el día de la ecografía, Tom recibió una llamada de su urólogo. Al
parecer, su producción de esperma era normal. El profesor Kaulitz era
gloriosamente fértil.(Entre paréntesis, debe destacarse que él nunca dudó de su
fertilidad.) Sin embargo, el alivio quedó apagado por la intranquilidad que
sentía por ______. Aunque exteriormente trataba de poner buena cara para no preocuparla,
por dentro estaba muy asustado. ______ era joven y estaba sana. Claro que Grace
también era joven y sana antes de ponerse enferma. Tenía cáncer de mama y
habían tardado un tiempo en diagnosticárselo. Tom era un hombre fuerte y tan
viril que no solía sentirse nunca impotente. Pero contemplar a su amada esposa
dar vueltas por las noches en la cama lo hacía sentir indefenso. Ella era luz,
vida, amor y bondad. Y era posible que estuviera muy enferma. Cerró los ojos y
rezó.
—¿Cariño? —La voz de
_______ le llegó en la oscuridad.
—¿Sí?
—Quiero que me prometas
una cosa.
Él se volvió de lado para
verla mejor.
—Lo que quieras.
—Prométeme que, si me
pasa algo, te cuidarás.
—No digas esas cosas
—contestó de forma más brusca de lo que habría querido.
—Lo digo en serio,
cariño. Ya sea pronto o cuando sea una ancianita arrugada de pelo gris, quiero que
me prometas que seguirás en la senda que has iniciado. Que serás un buen
hombre, que vivirás una buena vida y que tratarás de encontrar la felicidad.
Tom sintió que las
emociones se le agolpaban en la garganta, impidiéndole respirar.
—No encontraré la
felicidad si no estás conmigo.
—Encontraste la paz sin
mí —susurró ella—. Encontraste la paz en Asís. Podrías vivir sin mí. Ambos
sabemos que podrías.
Él le apoyó una mano en
el vientre y le acarició la piel desnuda.
—¿Cómo puede nadie vivir
sin corazón?
Ella le cubrió la mano
con la suya.
—Richard lo hace.
—Richard no es más que un
caparazón hueco; una sombra de lo que fue.
—Quiero que me lo
prometas. Creo que has exagerado tanto al ponerme en un pedestal, que si me pasara
algo temo lo que pudieras hacer...
—Siempre tendré que
luchar contra las adicciones, _______, pero no creo que vuelva jamás a mi vida
anterior. —Con un hilo de voz, añadió—: Si lo hiciera, estaría realmente solo.
—Te prometo que, desde
donde esté, haré todo lo que pueda por ayudarte. —Su voz era un susurro
desesperado.
—Estoy convencido de que
lo harías. Si tú fueras san Francisco y yo Guido da Montefeltro, vendrías en
busca de mi alma, ¿verdad?
—Te lo juro, aunque no
creo que tu alma esté en peligro.
Tom le acarició la
mejilla con el pulgar.
—Ya basta de esta
conversación tan dramática. Si necesitas que te lo prometa para quedarte tranquila,
te lo prometo. Pero no te atrevas a dejarme solo.
_______ asintió,
relajándose.
Queeee no puedo creerlo (Tn) enferma??? hay no q triste y pobre de Tom :( eso no puede ser posible y Tom es fértil osea q si puede tener hijos pero q pasara con (Tn) :S me dejaste asi virgi :(:( estoy muy intrigada sube pronto los próximos caps :(
ResponderBorrarAy nooo (tn) no puede tener cánce!! Nooo.. No estará embarazadaaa??!!
ResponderBorrarO.o Yo también creo que Simin esta enamoradoo..
Siguelaaa ;)
o dios :O no tn no puene tener nada mal (eso espero )
ResponderBorrarsiguela pronto :)
que no puede ser tn no puede tener nada malo :O
ResponderBorrarwoo sube pronto :)