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sábado, 6 de septiembre de 2014

.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 29º 30º 31º Y 32º

CAP 29.-
________ no respondió al email de Paul. Él le había pedido que no mantuvieran el contacto y decidió respetar su petición. Sabía que sus caminos volverían a cruzarse un día u otro en alguna conferencia o coloquio. Esperaba que, con el tiempo, se hiciera a la idea de que estaba casada con Tom y pudieran retomar su amistad.
Esperaba no estar equivocada. Pero su petición había sido una sorpresa dolorosa, especialmente por el modo de hacerla. Durante todo el día siguiente fue incapaz de revisar el correo electrónico. Cuando finalmente lo hizo, encontró un mensaje de su padre:

______
Llámame al móvil en cuanto recibas este mensaje.
Papá.

Los mensajes de John solían ser concisos. Era un hombre de pocas palabras. Pero el tono de éste era tan ominoso que ______ ni siquiera lo comentó con Tom. Levantó el teléfono de la cocina y marcó el número de su padre.
Éste respondió al primer tono.
—______.
—Hola, papá. ¿Qué pasa?
Él no respondió inmediatamente. Parecía como si estuviera luchando para encontrar las palabras adecuadas.
—Estamos en el hospital.
—¿En el hospital? ¿Por qué? ¿Qué pasa?
En ese momento, Tom entró en la cocina. _______ señaló el teléfono y en silencio formó las palabras: «Mi padre».
—Ayer fuimos a hacer una ecografía. Se suponía que tenían que decirnos el sexo del bebé, pero encontraron otra cosa. Hay un problema.
—¿Con qué?
—Con el corazón.
—¿De Diane?
—No. Con el de él. El de mi hijo. —La voz de John se rompió al pronunciar la última palabra.
—Papá.
Con los ojos llenos de lágrimas, _____ sorbió por la nariz. Tom se había acercado más para oírlos a los dos.
—¿Dónde estáis ahora?
—En el Hospital Infantil de Filadelfia. Nos han atendido inmediatamente.
______ oyó un ruido apagado y luego a su padre susurrando: «Todo va a ir bien, cariño. Todo saldrá bien, no llores».
—¿Estás con Diane?
—Sí —respondió John, que sonaba cansado.
—Lo siento, papá. ¿Qué dicen los médicos?
—Acabamos de hablar con el cardiólogo. Dice que el bebé tiene síndrome de hipoplasia del ventrículo izquierdo.
—Nunca había oído hablar de ello. ¿Qué significa?
—Significa que sólo tiene medio corazón. —Inspiró hondo—. Es mortal, ______.
—¡Oh, Dios mío! —Una lágrima de deslizó por la mejilla de _______.
—No sobrevivirá sin cirugía. Tendrán que operarlo poco después del parto. Siempre y cuando éste llegue a término. No siempre es así —explicó John con un hilo de voz.
—¿Se puede curar?
—El corazón nunca será normal, pero con la cirugía puede funcionar como si lo fuera. Harán falta tres operaciones y medicación de por vida. Y no hay garantías de éxito al ciento por ciento. — Empezó a toser.
—¿Qué puedo hacer?
—Nadie puede hacer nada. Sólo rezar.
Cuando _____ se echó a llorar, Tom le quitó el teléfono de la mano con suavidad.
—John. Soy Tom. Siento mucho lo del bebé. Deja que te reserve una habitación de hotel cerca del hospital.
—No necesitamos... —empezó a decir John secamente, pero la voz de Diane lo interrumpió—. Nos iría muy bien, gracias —aceptó finalmente, suspirando.
—Ahora mismo me ocupo y te envío los detalles por correo electrónico. ¿Queréis ir a Nueva York a que os den una segunda opinión? Puedo reservar billetes de avión para los dos. Podéis pedir que os deriven a otro hospital.
—Los doctores de aquí parece que saben lo que hacen. Mañana tenemos una reunión con el equipo de cardiología pediátrica.
Tom buscó a su esposa con la vista.
—¿Necesitáis a ______?
—No va a poder hacer gran cosa.
—No importa. Es tu hija y el bebé es su hermano. Si quieres que vaya, saldrá inmediatamente.
—Gracias —dijo John con voz ronca—. Todo está en el aire ahora mismo.
Secándose las lágrimas, ______ señaló el teléfono.
—Quiere hablar contigo, John. Te la paso. Cuídate.
Tom le devolvió el auricular.
—Papá, por favor, mantente en contacto y cuéntanos lo que vaya pasando.
—Lo haré.
—Sé que no es buen momento, pero ¿qué pasa con la boda?
—No lo sabemos, _______.
—Pensábamos ir a Selinsgrove a principios de septiembre para pasar allí el Día del Trabajo, pero puedo ir antes si me necesitáis.
—Bueno.
—¿Quieres que se lo cuente a Richard?
John dudó un poco antes de responder.
—Puede que sí. Así no tendré que contárselo yo. Cuantas menos veces tenga que mantener esta conversación, mejor. Diane ha tenido que contárselo a su madre y a su hermana, Melissa.
A ______ le resbaló una lágrima por la nariz.
—Te quiero, papá. Dale un beso a Diane.
—De tu parte. Adiós, ________.
Colgó el teléfono en silencio y se lanzó a los brazos de Tom.
—Estaban tan contentos con la llegada del bebé...
Él la abrazó mientras ella se aferraba con fuerza a su camisa.
—Están en un buen hospital.
—Están destrozados. Por lo que he entendido, aunque la operación salga bien, el bebé tendrá problemas toda su vida.
—Los médicos hacen previsiones basadas en estadísticas, pero cada paciente es distinto.
Tom se tensó de repente, como si se le hubiera ocurrido algo.
—¿Tu padre tiene problemas de corazón?
—No que yo sepa, pero sus padres sí tuvieron problemas cardíacos. Los dos.
Se apartó un poco para mirarlo a los ojos.
—¿Crees que pueda tratarse de un problema genético?
—No lo sé. —Tom la abrazó con fuerza—. Hay días en que cambiaría mi doctorado en Letras por un doctorado en Medicina. Hoy es uno de esos días.
Los ojos de ________ volvieron a llenarse de lágrimas. No se le había pasado por la cabeza que el bebé pudiera tener problemas de salud. Sólo había tenido tiempo de hacerse a la idea de que iba a tener un hermano y a entusiasmarse después.
Mientras lloraba en brazos de su esposo, pensó que si ella se sentía así, el dolor de John y Diane tenía que ser mucho peor.
—Es imposible estar preparado para algo así —comentó con voz ronca, secándose las lágrimas —. Deben de estar destrozados.
Apoyó la mejilla en el pecho de Tom, sin ver la expresión de la cara de éste ni sus ojos
horrorizados.

CAP 30.-
Agosto de 2003
Cambridge, Massachusetts

—Tom, cariño, es hora de levantarse.
Una suave mano femenina le acariciaba la barba incipiente y, por un momento, se relajó. No estaba seguro de dónde estaba ni de quién era la mujer desnuda tumbada a su lado, pero tenía una voz sexy y un tacto agradable. Abrió los ojos lentamente.
—Hola, nene —Unos ojazos azules lo miraban con devoción.
—Paulina —gruñó él, cerrando los ojos.
Tenía un dolor de cabeza horrible y lo único que quería era dormir. Pero el profesor Pearson no aceptaba excusas de sus profesores auxiliares, lo que significaba que tenía que ir a la universidad aunque fuera a rastras. (Tal vez aceptase la muerte como excusa para faltar a clase. Pero no era seguro.)
—Son las ocho. Tienes tiempo de ducharte y desayunar. Y tal vez de algo más —sugirió ella, deslizándole la mano por el vientre. Luego le rodeó el miembro con la mano y... Y su erección matutina se marchitó como una flor muerta.
La apartó con brusquedad.
—Ahora no.
—Siempre dices lo mismo. ¿Es porque estoy engordando? —Se sentó a su lado, dejando a la vista su vientre redondeado y sus pechos generosos.
Tom no respondió, lo que no dejaba de ser una respuesta.
—Puedo hacerte disfrutar. Lo sabes —suplicó ella, abrazándolo y besándole el cuello—. Te quiero.
—Te he dicho que ahora no. ¡Joder!, ¿estás sorda? —Se liberó de su abrazo antes de apoyar los pies en el suelo. Estaba frío, pero casi no lo notaba.
Sólo tenía ojos para una cosa: los restos de polvo blanco que había en la mesilla de noche. En segundos se hizo con el espejo, la cuchilla de afeitar y el billete de cinco dólares. El mundo desapareció y de repente fue como si su cuerpo y su mente volvieran a despertarse, pero esta vez con movimientos seguros y rápidos. Un instante después de haberse metido la cocaína por la nariz, todo volvía a estar claro. Más que despierto, estaba alerta. Y podía pensar. Podía funcionar.
Encendió un cigarrillo sin acordarse de que su —lo que fuera— estaba en la cama, observándolo.
Tras ponerse la bata, ella se fue a la cocina, ya que no quería exponer a su hijo en común al humo del tabaco.
Cuando se acabó el cigarrillo, Tom se duchó y se bebió el café que ella le había dejado junto a la pica, antes de lavarse los dientes y afeitarse. Mentalmente había empezado a hacer una lista de todo el trabajo que tenía pendiente para la tesis, aparte de la interminable lista de tareas que le había encargado el profesor Pearson.
No tenía tiempo de examinar su vida ni sus actos. Si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta de que era un esclavo, adicto a la cocaína, la nicotina, la cafeína y el alcohol.
También era esclavo de sus pasiones, al menos cuando la polla le funcionaba. Aunque vivía con Paulina e iba a tener un hijo con ella, seguía manteniendo relaciones con varias mujeres. Y nunca se le había pasado por la cabeza que tuviera que dejar de acostarse con ellas. De hecho, no pensaba. Sólo actuaba.
—Eres muy guapo —le dijo ella, observándolo desde la puerta, con una mano apoyada en el vientre por encima de la bata de seda negra.
Como siempre, Tom no le hizo caso. Tampoco se fijó en los ojos inyectados en sangre que lo miraban desde el espejo, ni en sus ojeras, ni en que estaba cinco o seis kilos más delgado de la cuenta.
—Te he preparado el desayuno —dijo Paulina esperanzada—. Huevos revueltos y tostadas.
—No tengo hambre.
—Te espera una jornada muy larga. Pearson no te va a dejar parar en todo el día.
—Déjame en paz de una puta vez. Te he dicho que no tengo hambre.
—Lo siento —se disculpó ella, bajando la vista—. Está todo listo. Sólo tienes que comértelo.
Los ojos de Tom, fríos se clavaron en Paulina a través del espejo.
—De acuerdo —accedió, apretando los dientes.
Sonriendo para sus adentros, ella desapareció en la diminuta cocina.
Poco después, Tom apareció vestido con el uniforme completo de estudiante de doctorado en Harvard. No le faltaba nada, ni los Levi’s ni la chaqueta de pana. Se sentó a la mesa y trató de desayunar. Se había acabado la tercera taza de café y estaba a punto de encenderse otro cigarrillo cuando se fijó en que Paulina lo estaba observando con mirada hambrienta.
—¿Qué?
Ella se sentó en su regazo y le rodeó el cuello con los brazos.
Él gruñó al notar su peso y no vio que la joven hacía una mueca al darse cuenta.
—Sé que tienes prisa —le susurró al oído—. Sólo te pido un beso antes de irte.
—Paulina, yo...
Ella lo interrumpió con sus labios, metiéndole la lengua con avidez en la boca.
Tom la sujetó por la cintura, notando que su cuerpo empezaba a reaccionar.
—Vamos, cariño —le susurró Paulina, desabrochándole el botón del pantalón—. No tardaremos nada.
—No tengo tiempo —la rechazó, levantándola de su regazo y haciendo una mueca por el esfuerzo —. Tal vez esta noche.
—Pero por las noches escribes —protestó ella, decepcionada.
—Puedo sacar un rato.
—Podrías, pero no lo haces —replicó, cogiéndole la mano—. Tom, te quiero. Hace mucho que no lo hacemos. Por favor.
Sus grandes ojos azules se llenaron de lágrimas y el labio inferior le empezó a temblar. Él puso los ojos en blanco.
—De acuerdo, pero rapidito.
Arrastrando la silla hacia atrás, se señaló la bragueta.
—Ya puedes empezar.
Paulina se arrodilló ante sus piernas con avidez y le bajó la cremallera.

CAP 31.-
Septiembre del 2011 Umbría, Italia

Tom no podía dormir, atormentado por confusos recuerdos del pasado. Su mente vagaba en varias direcciones, tirando de él de un lado a otro. Finalmente, cansado de dar vueltas sin poder dormir, se levantó y fue a la cocina para servirse una copa.
Al llegar allí, soltó un taco. Se había deshecho de todo el alcohol de la casa, con excepción de un par de botellas de vino blanco para _______. Para él el vino no era suficiente. No en el estado en que se encontraba esa noche.
El cuerpo le pedía un whisky escocés. Quería sentir su suavidad en la lengua, el ardor en la boca y la garganta, el calor que se extendería por su interior.
—Sólo una. Sólo necesito una copa.
Pero suplicar no le sirvió de nada. No había whisky en la casa.
Pensó entonces en ______, que dormía plácidamente en la cama, ajena a los demonios que lo atormentaban. Las manos le temblaban.
Rápidamente repasó los doce pasos de Narcóticos Anónimos, antes de centrarse en el paso número dos.
«Un poder superior a mí puede sanarme.
»Ayúdame, Dios mío.
»Por favor.»
Cerró los ojos e hizo la señal de la cruz, con el alma atormentada. Sabía que las llaves del Mercedes estaban muy cerca. Podía ir a la taberna más cercana y beber.
_______ estaba durmiendo profundamente. Podría volver a la cama sin que se diera cuenta. Abrió los ojos. Fue a buscar las llaves.

CAP 32.-
—¿Tom? —La voz de _______ llegó hasta la terraza.
Estaba sentado, taciturno, en un rincón oscuro. Oyó sus pasos sobre las baldosas y luego fuera, en la terraza, mientras ella se acercaba.
—¿Qué haces? —preguntó ______ al llegar, viendo que tenía un cigarrillo en una mano y una copa en la otra.
—Nada —respondió él, llevándose el cigarrillo a los labios e inhalando lentamente antes de levantar la cara y soltar el humo en dirección al cielo.
—Tú no fumas.
—Claro que fumo, pero normalmente fumo puros.
______ volvió a mirar el vaso, preocupada. Tom lo levantó, como brindando con ella.
—No te preocupes. Es CocaCola. Aunque preferiría que fuera Laphroaig.
—No tenemos.
—Ya lo sé —refunfuñó él—. No hay ni gota de alcohol en toda la casa. Sólo vino.
—Y sólo blanco. Tú prefieres el tinto. —______ frunció el cejo—. ¿Has estado buscando?
—Y si lo he hecho, ¿qué pasa?
Ella se mordió el labio inferior.
Tom dejó el cigarrillo en el cenicero y levantó la mano, acariciándole el labio con el pulgar.
—No hagas eso —susurró, liberándole el labio. Volvió a coger el cigarrillo y se volvió de espaldas a ella.
El silencio se extendió entre los dos, separándolos cada vez más, hasta que ella dijo:
—Buenas noches, Tom.
—Espera. —Tom alargó la mano y le agarró el camisón de gasa blanca—. Tengo que
preguntarte una cosa. ¿Estás sana?
—¿Es noche cerrada y me preguntas si estoy sana?
—Respóndeme, por favor —le pidió él, muy serio.
Ella se apartó el pelo de la cara.
—Estoy sana. Tengo la tensión baja y suelo tener bajos niveles de hierro, por eso tomo un suplemento.
—No lo sabía.
—Lo de la tensión baja debe de ser genético. Mi madre también la tenía.
—Genético —murmuró Tom. Dio una nueva calada y expulsó el humo por la nariz como si fuera un dragón.
—¿No te parece un poco raro preguntarme por mi salud mientras estás aquí fumando?
—Mejor tabaco que cocaína, ________ —respondió secamente—. ¿De qué murió tu madre?
—¿Por qué me haces estas preguntas? —Se apartó de él.
—Me contaste que tu madre había muerto mientras estabas con tu padre, pero no sé si tuvo problemas de salud o si fue un accidente. —Tom la miraba con cautela.
—Estaba borracha y se cayó por la escalera. Se rompió el cuello —replicó ella, con una mirada cargada de veneno—. ¿Ya estás contento?
Se volvió para entrar en el dormitorio, pero él lo impidió agarrándola del brazo.
—________.
—¡No me toques! —exclamó, soltándose—. Te quiero, pero a veces eres un cabrón, frío como el hielo.
Él se levantó de un salto, dejando el vaso y el cigarro en la mesa.
—No lo niego.
—Hay algo que te preocupa, pero en vez de hablarlo con tu mujer, prefieres discutirlo con una bebida, un cigarrillo y el paisaje de Umbría. Bien. Por mí puedes quedarte aquí toda la noche. Pero déjame en paz y no me metas en tus pajas mentales.
Cuando ya estaba en la puerta del dormitorio, Tom replicó:
—No son pajas mentales.
—Al menos avísame si piensas ponerte a hacer espeleología en mis recuerdos más tristes.
Él trató de no echarse a reír, pero no lo logró. ______ le dirigió una mirada asesina.
—¡No hace gracia!
—¿Espeleología, _______? ¿De verdad? —Su expresión se relajó, pero ella siguió frunciendo el cejo.
Tom se le acercó.
—No me culpes por reír. Tienes un vocabulario envidiable.
______ se resistió cuando él la abrazó, pero Tom no hizo caso y la besó. El sombrío sabor del humo del tabaco le inundó la boca. Su beso era suave pero insistente.
Poco después, ella se relajó.
—Lo siento —susurró él—. Estoy de mal humor. No he debido pagarlo contigo.
—No, no has debido hacerlo. Cuando yo estoy disgustada, te lo cuento. ¡Haz tú lo mismo!
Tom se apartó y se pasó las manos por el pelo, alborotándoselo aún más.
Ella le tiró del codo.
—Todo el mundo está de mal humor de vez en cuando, pero no puedes sacar esos temas tan delicados así, de sopetón.
—Perdona.
—Estás perdonado. —______ se estremeció—. Pero me estás asustando. Buscas whisky por la casa y hablas de cocaína. Luego me preguntas cómo murió mi madre. ¿Qué pasa?
—No, esta noche no, ______ . —Se frotó la cara con las manos—. Ya hemos tenido bastantes preocupaciones. Vete a la cama. No soy buena compañía.
Tom volvió a sentarse, con los hombros caídos. ______ miró la puerta del dormitorio y luego lo volvió a mirar a él. Parte de ella quería dejarlo solo hasta que se le pasara el mal humor, pero otra parte sabía que estaba disgustado y temía que, si no intervenía, entrase en una espiral de depresión. O algo peor. Se acercó a él y le enlazó el dedo meñique con el suyo.
—Estás disgustado.
—Sí —admitió, con desgana.
—Antes de que estuviéramos juntos, ¿qué hacías cuando estabas de mal humor?
—Bebía, tomaba coca y... —Dejó la frase a medias y empezó a dar golpecitos en el suelo con el pie.
—¿Y?
La miró fijamente.
—Follaba.
—¿Funcionaba?
Él resopló.
—Temporalmente, pero los problemas volvían a la mañana siguiente.
_______ miró hacia la gran cama con dosel y alzó la barbilla.
—Vamos.
—¿Adónde?
—A la cama —respondió, tirándole del meñique—. A librarnos de tu mal humor. Y, de paso, del mío.
Él le dirigió una mirada ardiente, pero en seguida pareció repensarlo.
—No es buena idea. No estoy bien. No sé cómo reaccionaría.
—¿Me quieres?
Tom frunció el cejo.
—Por supuesto.
—¿Podrías hacerme daño?
—Claro que no. ¿Por quién me tomas?
—Te tomo por mi marido. Creo que estás alterado y que tienes que follar para librarte del mal humor. Así que vamos.
Él la miró boquiabierto. Cuando se recuperó de la sorpresa, se volvió muy serio.
—Yo no te follo, _________.
—No. ¿Preferirías que fuera otra persona para poder hacerlo?
Los ojos de Tom llamearon.
—Claro que no. No sabes lo que estás diciendo.
—Oh, sí que lo sé. Cuando nos hemos acostado, no me has tocado. Te necesitaba, pero me has dicho que no. —_______ abrió los brazos—. ¿No lo entiendes? Yo también lo necesito. Estoy a punto de perder al único hermano que he tenido. Ayúdame a olvidar. Por favor.
Tom estaba luchando contra sí mismo. Se notaba en la necesidad que desprendía su mirada y que irradiaba todo su cuerpo.
Sin pensarlo, ______ lo rodeó con un brazo y le enredó la otra mano en el pelo. Tiró de él y lo besó apasionadamente.
Tom tardó medio segundo en reaccionar. De repente, ______ descubrió que estaba rodeando la cintura de él con las piernas y que su marido había tomado el control del beso. Su lengua, insistente, impaciente, se había apoderado de su boca.
—Llévame a la cama —suplicó ella, cuando él finalmente se retiró para respirar.
—No. No vamos a usar la cama.
Con una mirada peligrosa, Tom la llevó a la habitación. Esta vez, no se molestó en preparar luces ni música antes de arrinconarla contra la pared más cercana. La luz que se colaba por la rendija de la puerta del baño era la única que penetraba en la
oscuridad de la habitación. ______ se sujetó con más fuerza con los muslos, mientras él tiraba de la bata para quitársela. La prenda de seda cayó al suelo. Tom se llevó dos dedos a la boca para humedecerlos antes de acariciarla entre las piernas.
______ gimió y presionó contra su mano. Las caricias de Tom se volvieron más urgentes.
—¿Tienes miedo? —le preguntó, mordisqueándole la oreja.
—No. —_______ le enredó los dedos en el pelo, tirando de él para acercarse a sus labios.
Tom exploró su boca, recorriéndole los labios con la lengua para introducirla luego en su interior. Bajó las manos hasta sujetarle las nalgas y la acercó a él.
—Mira —jadeó, mientras le recorría el cuello con la lengua.
—¿Qué he de mirar?
—A nosotros. En el espejo.
_______ abrió los ojos y se encontró con el espejo colgado en la pared opuesta del dormitorio. Estaba en una posición perfecta para reflejar la poderosa espalda desnuda de su marido y la cara de la mujer morena que quedaba medio oculta por su cuerpo.
—Quiero que veas lo que yo veo cuando te corres.
Tom le recorrió el cuello arriba y abajo con sus besos, antes de rascarle el pecho con la barba incipiente. Le sujetó los pechos con las manos y se los adoró con la boca , lamiéndolos, mordisqueándolos, succionándolos.
Volvió a deslizar una mano entre sus piernas. Acariciándola con decisión, se metió un pezón rosado en la boca.
_______ se esforzó por mantener los ojos abiertos, pero era muy difícil. Su lengua la martirizaba, igual que sus besos hambrientos. Nunca antes había visto qué aspecto tenían cuando estaban juntos. El cuerpo de Tom era alto y esbelto; el suyo, más pequeño y suave. Su piel también tenía tonalidades distintas: la de él era más
oscura; la de ella, más pálida. Tom le prodigaba atenciones con total dedicación. Como si fuera un moribundo dispuesto a llevar a cabo su última misión antes de morir. _____ sentía que se derretía por el calor de sus caricias. Su entrega hacía que el resto del mundo desapareciera, como le pasaba siempre en esos momentos. Tanto sus dedos como su erección se frotaban impacientes entre sus piernas.
—Te necesito —murmuró ella, apartando un poco la cara para mirarlo, antes de volver a aferrarse a su espalda.
—Necesito que te corras antes. Y mírate en el espejo.
Tom siguió acariciándola, negándose a acelerar las cosas a pesar de los movimientos
desesperados de ______. Sin previo aviso, ella abrió la boca y ahogó un grito, con la vista clavada en el espejo. Sólo entonces, de una sola embestida, él se clavó en su interior. ______ vio que sus ojos se abrían y se agarró con más fuerza de sus hombros. Vio sus fuertes caderas y su hermoso trasero moviéndose rítmicamente, empujando en su interior una y otra vez. Gimió y cerró los ojos.
—Te he dicho que mires —gruñó Tom, mordisqueándole la oreja.
Al abrir los ojos, lo vio a él mirándola fijamente. Se volvió hacia el espejo. Tom reanudó el ritmo de las embestidas. ______ no pudo contener los gemidos que se escapaban de sus labios. Pero a pesar del esfuerzo que le suponía, no cerró los ojos.
—Esto no es follar —susurró él—. Mírame.
_______ desvió la vista hacia sus ojos. El color ambar de sus iris quedaba casi oculto por el negro de sus pupilas dilatadas.
—Esto no es follar. Es muchísimo más.
La respiración de Tom se alteró mientras seguía embistiéndola, pero con un ritmo irregular.
—Siempre. —______ empezó a jadear, siguiendo el ritmo de su respiración.
Tom abrió la boca para decir algo, pero en ese momento ella llegó al orgasmo y sus palabras quedaron tapadas por un mar de sensaciones. Cerró los ojos mientras la satisfacción la recorría. Tom empujó con fuerza una vez más y alcanzó el éxtasis, mordiendo la clavícula de _____. Ella tardó unos segundos en recuperar el aliento, con la cara pegada a su cuello.
—Increíble —murmuró él , cuando pudo volver a hablar—. ¿Estás bien? —le preguntó,
levantando la cabeza.
______ cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en la pared.
—Probablemente tenga las piernas arqueadas. Espera un minuto antes de dejarme en el suelo.
—¿Qué te hace pensar que he acabado contigo? —preguntó Tom, colocándole el pelo detrás del hombro—. Uno —susurró.

Cuando _____ se despertó a la mañana siguiente, la cama estaba vacía. Tom se levantaba muchas veces antes que ella, así que no se extrañó demasiado. Pero al ver que tampoco estaba en el baño ni en la terraza, se puso la bata y fue a buscarlo.
Pero no lo encontró por ninguna parte. Las llaves del Mercedes estaban sobre la encimera de la cocina, donde las había dejado la noche anterior, al lado de una botella vacía de CocaCola. No vio ninguna nota. Se sintió decepcionada. La noche anterior había sido muy apasionada. Probablemente la más apasionada desde que habían llegado. Habían hecho el amor contra la pared, sobre la encimera del baño, en el suelo y, finalmente, en la cama. El sol estaba a punto de asomar por el horizonte cuando
Tom por fin se había dado por satisfecho y la había dejado dormir.
_______ había pensado que se despertarían juntos y que, tal vez, ella se tomaría su tiempo para explorar el cuerpo de su esposo antes de hacerle el amor lenta y plácidamente. Pero no había tenido tanta suerte. La ausencia de Tom y de una nota la preocupaban. Ni siquiera le había dejado un vaso de agua ni de zumo junto a la mesilla de noche, como acostumbraba a hacer.
«¿Sería así como se sentían sus otras mujeres después de pasar la noche con él? Si es que se quedaba a pasar la noche con ellas...»
La preocupación se transformó en tristeza mientras subía la escalera a regañadientes para volver a la habitación. Se puso el biquini y cogió las gafas y la pamela para ir a la piscina. Unos largos la mantendrían ocupada. Nadó hasta casi olvidar la conversación con su padre y la evidente preocupación de John de la noche anterior. Cuando se puso de pie en el lado menos profundo, vio unas zapatillas deportivas a la
altura de sus ojos.
—¿No te dije que no quería que nadaras sola?
Levantó la cabeza y vio que Tom le ofrecía una toalla. Iba vestido con ropa de correr y estaba sudado. De hecho, tenía la camiseta empapada.
—Buenos días a ti también. —_______ nadó hasta el borde de la piscina y le arrebató la toalla de las manos.
—Buenos días.
—No tendría que nadar sola si no te marcharas —murmuró, saliendo del agua.
—Ya sabes que me gusta ir a correr por las mañanas.
—Ya es casi mediodía. —_______ se envolvió con la toalla y puso los brazos en jarras.
Tom parecía inquieto. No la miraba a los ojos y su postura indicaba que no se sentía nada cómodo. Ella se preguntó cómo era posible que, tras una noche de sexo que la había dejado relajada y ligera como una pluma, él siguiera tenso como un arco.
—Podrías haberme dejado una nota.
—Podría —admitió Tom lentamente—. No se me ha ocurrido.
—Me parece perfecto que vayas a correr, pero dime cuándo piensas volver.
Él abrió la boca para protestar, pero pareció pensarlo.
—Voy a ducharme. Ayer hice la reserva de hotel para tu padre y le pedí al conserje que les llevara una cesta de fruta. Pasaré el día en el estudio, trabajando. Pero esta noche te llevaré a cenar a Todi.
—No.
—¿No? —repitió él, parpadeando.
—No, Tom. No puedes ir a esconderte al estudio después de tratarme con tanta frialdad. No.
La expresión de él cambió.
—No pretendía ser frío, ______ —dijo en voz baja.
Ella se lo quedó mirando en silencio. Él se rascó la barba incipiente.
—Tengo muchas cosas en la cabeza.
—Eso dijiste anoche. Esperaba que nuestras actividades te hubiesen ayudado.
Una sombra oscureció el rostro de Tom. De pie ante ella, levantó una mano y le acarició la cadena, en especial el colgante en forma de corazón.
—Eres preciosa. Podría abrazarte y hacerte el amor todo el día, pero eso no resolvería mis problemas.
_______ le apoyo la mano sobre la suya.
—Dime que me quieres.
Tom la miró a los ojos.
—Te quiero.
Ella suspiró hondo.
—Ve a buscar una solución a tus problemas, pero no te olvides de que no estás solo en esta casa. No quiero vivir con un fantasma.
Los ojos de él perdieron el brillo. Tras darle un casto beso en los labios, se marchó.
Tal como había anunciado, Tom pasó toda la tarde en el estudio, con la puerta cerrada. ______ no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero esperaba que pudiera resolver el problema que lo tenía tan preocupado.
Se le ocurrían diferentes posibilidades. Tal vez Paulina había vuelto a ponerse en contacto con él, sacándolo de quicio. Tal vez la noticia de la enfermedad del bebé de John y Diane le había hecho replantearse su deseo de tener un hijo. O tal vez se estaba dando cuenta de que la vida de casado no era lo que esperaba. Quizá la perspectiva de pasar el resto de sus días atado a una sola mujer —a ella— le
resultaba asfixiante. _______ estaba cada vez más inquieta. Se veía capaz de enfrentarse a cualquier cosa menos a la frialdad de Tom. Sabía lo que era ver el desprecio en sus ojos. La había echado de su lado antes. Había sobrevivido una vez, pero la idea de tener que volver a pasar por ello era devastadora. Para dejar de darle vueltas al tema, se sentó ante el ordenador y buscó información sobre el
Hospital Infantil de Filadelfia y sobre el síndrome de hipoplasia del ventrículo izquierdo.
La página web del hospital le dio esperanzas. En ella se describía el caso de varios pacientes que se habían sometido a la operación que tendrían que hacerle a su hermanito. Pero en el testimonio de cada paciente había la advertencia de que ningún especialista podía asegurar cómo sería la evolución de esos niños durante la infancia, la adolescencia o la edad adulta. Rezó pidiendo por su padre, por Diane y también por su hermano. Le pidió a Dios que lo ayudara y le diera salud.
Luego sus pensamientos se volvieron a su esposo. Rezó por él y rezó por su matrimonio. Había pensado que sus actividades sexuales de la noche anterior lo habrían ayudado a sentirse más libre y más dispuesto a hablar con ella. Pero ahora temía que hubieran tenido justo el efecto contrario. Tal vez si Tom pensaba que ya se comunicaban con el cuerpo, no viera la necesidad de
comunicarse con palabras. Aún preocupada, volvió a buscar información sobre cardiología pediátrica. Leyó todos los artículos que encontró hasta que las letras se le volvieron borrosas y le costó mantener los ojos abiertos.

_______ se despertó con la sensación de que alguien la estaba observando. Estaba en la cama, con Tom sentado a su lado, rodeándose las rodillas con los brazos y
mirándola a través de las gafas.
—Es tarde —le dijo—. Duerme.
Ella entornó los ojos para ver qué hora era en el reloj de la mesilla. La medianoche había quedado atrás.
—Me he saltado la cena.
—Estabas agotada. Anoche te tuve despierta hasta muy tarde.
_______ bostezó.
—Ven aquí.
Él ignoró su mano extendida.
—Eh —susurró ella—. ¿No vas a darme un beso?
Tom le rozó los labios con los suyos en una caricia que sólo podría definirse como superficial.
—No ha sido un gran beso —protestó, frunciendo los labios—. Estás ahí, sentado en el borde de la cama como si fueras una gárgola, mirándome amenazadoramente. ¿Se puede saber qué es lo que te pasa?
—No te estoy mirando amenazadoramente.
_______ se sentó y le rodeó los hombros con los brazos.
—Entonces, bésame como si te apeteciera, esposo mío, que pareces una gárgola que no me mira amenazadoramente.
Tom frunció el cejo.
—¿Una gárgola? Eres lo peor para el ego de un hombre, señora Kaulitz.
—Eres mucho más guapo que yo, Profesor. Pero no me quejo.
—No digas tonterías —replicó él, malhumorado.
______ se echó hacia atrás, gruñendo de frustración.
—Te quiero, Tom, y por eso tengo tanta paciencia contigo, pero no voy a consentir que me apartes de tu vida. O hablas conmigo o me voy a casa.
______ sintió la fuerza de su mirada antes de mirarlo. Sus ojos eran dos frascos ambar brillantes e indignados en la oscuridad casi completa.
—¿Qué?
—Me iré a casa de mi padre. Al menos él hablará conmigo. Podré cuidarlo y cuidar a Diane cuando vuelvan y así hacer algo bueno. Te comportas como si no soportaras mi presencia. — Tumbándose en la cama, se quedó mirando el dosel.
—Beatriz —dijo él en un tono de voz que demostraba que estaba sufriendo—. Si quieres ver a tu padre, iremos juntos. No permitiré que hagas el viaje sola. ¡Que el diablo me lleve si dejo que te vayas sin mí!
Ella sonrió débilmente.
—Éste es el Tom con el que me casé. Pensaba que te había perdido. —Alargó la mano para quitarle las gafas. Las dejó en la mesilla y luego tiró de él para que se tumbara.
Él se acostó de lado, mirándola. Luego, muy lentamente, le buscó los labios en la penumbra.
—Por fin. —______ le apoyó la cabeza en el pecho—. Cuéntame por qué estás tan serio.
—No creo que quieras oírlo ahora mismo.
—Te equivocas. Quiero oírlo.
—Bien. Dijiste que yo quería que fueras otra persona para poderte follar —dijo bruscamente—. No vuelvas a decir algo así.
—Lo siento —susurró ______.
—No es verdad. Lo juro ante Dios. Dejé esa vida atrás y no quiero volver a vivir así por nada del mundo.
—Y yo no quiero que vuelvas a hacerlo. Sólo pretendía que descargaras tu mal humor conmigo en vez de estar sentado solo en la terraza, dándole vueltas a las cosas.
—Te aseguro que no estaba pensando en otras mujeres. —Parecía muy molesto—. Lo que hay entre nosotros es demasiado importante. No quiero que lo devalúes como si fuera una relación barata.
Ella se sentó de golpe.
—Lo que hicimos anoche no tiene nada de barato. Nos queremos. Los dos habíamos recibido malas noticias. Necesitábamos consolarnos el uno al otro.
—Fui muy egoísta.
—Fue algo mutuo, ¿no te quedó claro? Yo te deseaba. Te necesitaba. Si tú fuiste egoísta, entonces también lo fui yo.
»Pero a mí no me lo pareció. Sí, fue más agresivo y vigoroso de lo que acostumbramos, pero me prometiste que estaba segura contigo. Y me sentí segura.
»Me dijiste que seríamos más atrevidos. Lo de anoche fue una de nuestras aventuras. Y, al dar, los dos recibimos.
______ trató de mantenerse seria, pero no pudo. Se le escapó una risita y se tumbó de espaldas. Un segundo después, él se había tumbado sobre ella y tenían las narices casi pegadas.
—No creo que a san Francisco le hiciera gracia oírte usar su oración aplicada a nuestras prácticas sexuales —protestó él.
—San Francisco creía en el amor y en el matrimonio. Lo entendería. Y, si no, al menos sabemos que permanecería callado.
Tom cerró los ojos y negó con la cabeza, pero no pudo disimular una sonrisa. Cuando volvió a abrirlos, la miró con ternura.
—Podría vivir contigo toda la vida y nunca dejarías de sorprenderme. —La besó.
—Me alegro de oírlo, Tom, porque estamos juntos en esto. Aunque estés de mal humor, no me avergüenzo de lo que hacemos con nuestros cuerpos porque nuestras almas también están involucradas. No quiero que tú te avergüences tampoco.
Cuando él asintió, besándola con reverencia, ______ le devolvió el beso.
—Tú siempre dices que en esta cama estoy a salvo. Pues bien, quiero que sepas que, en mi cama, tú eres libre. Todas las cargas del pasado aquí no cuentan.
—De acuerdo. —Tom le acarició la mejilla.
—¿Vas a contarme ahora por qué estabas tan preocupado anoche?
—Aún no. —Una sombra se cernió sobre su rostro—. Necesito un poco más de tiempo.
Jugueteó con sus pendientes de diamantes.
—Mi corazón es tuyo. Nunca lo dudes.

______ se acomodó entre sus brazos, pero tardó en conciliar el sueño.




Helloo!!! bueno, demore porque kuando entre a revisar el blog y vi dos comentarios dije: no agregare hasta que me acompleten los 4 comentarios, ya lo hicieron, ahora tienen nuevo caps ...
¿ustedes que opinan de estos nuevos caps?? yo tengo un presentimiento. pienso que Tom recaera en las drogas y sera culero con _____. ustedes que piensan ... comenten ..... 4 o mas y agrego ... adios :))


NOTA:
http://sorprendeme-tom.blogspot.mx/

CHICAS, ESPERO Y ME CONTESTEN ... TODAVIA NO LO TENGO LISTO, LES AGREGO EL PRIMER CAPS PARA QUE USTEDES ME DIGAN SI LA QUIEREN LEER Y QUIEREN QUE LA PUBLIQUE ... ESPERO QUE SI ... BUENO SIN MAS QUE DECIR ... ME DESPIDO, COMENTEN EN EL NUEVO BLOG PARA SABER SI LA QUIEREN O NO ... HASTA PRONTO :))

6 comentarios:

  1. Omfggggggggg, NO PUEDE SER VERDAD LO QUE ACABO DE LEER.
    1.¿PORQUE TOM SE HA COMPORTADO CÓMO UN GILIPOLLAS?
    2. Ese recuerdo que tuvo con Paulina no me ha gustado nada, es mala señal
    3. He llorao con el cap
    4. ______ es demasiado buena...
    5. Espero que tom no caiga en el alcohol y en las drogas otra vez...
    6. Más le vale no tratar a ____ como a paulina
    7. Sube pronto porque no aguanto la intriga

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  2. O.o que le preocupa a Tom??!!
    Será su sueño con Paulina.. Senti pena por ella :/

    Yo también intuyo algo de que Tom volvera con las drogas .. Pobre el bebé..

    Subee prontoo Virgii esta buenisima :)

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  3. Ojala toma no caiga en las drogas de nuevo :/
    Que mal esta tratando tom a tn :@
    OMG que buena esta ahahah *-*
    Sube pronto :)

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  4. woo que capitulos
    si tom sigue haci yo tn y le hago lo mismo para que el vea como se siente ajajajja
    sube pronto :)

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  5. Hay Tom recaerá otra vez estoy completa,ente segura y Paulina donde estará?? y disculpa q no pueda decir mas nada xq me siento mal virgi mi abuela murió el jueves y ayer fue el entierro y ando muy mal :( espero los próximos caps!!!

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