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miércoles, 10 de septiembre de 2014

.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 36º 37º Y 38º

CAP 36.-
—Me encantan las inauguraciones —susurró _______, mientras se reunían con el resto de invitados.
—Nunca dejas de sorprenderme —murmuró Tom, con la mano en la parte baja de su espalda, sin llegar a tocarla.
—Podría decir lo mismo. Creo que he dejado la marca de mi cuerpo en aquella ventana.
Él se echó a reír y le dio una palmadita en el trasero. Alguien a su espalda se aclaró la garganta. Al volverse, se encontraron al dottore Vitali a escasa distancia.
—Siento la interrupción, pero ¿me ayudarías a convencer a un posible donante? —le preguntó a Tom, con mirada esperanzada.
Éste se volvió hacia _______.
—Vitali me ha preguntado antes si podría ayudarlo a convencer a algunos invitados para que se desprendan de unos cuantos cuadros. Pero puedo ir con él más tarde si quieres.
—No, ve.
—¿Estás segura?
—Ve y convence a quien sea de que done sus cuadros. Estaré dando una vuelta por aquí.
Tom se despidió de ella con un beso en la mejilla y acompañó a su amigo hasta un grupito de hombres y mujeres elegantemente vestidos, que estaban cerca de la entrada. ______ volvió sobre sus pasos, mirando la exposición tranquilamente. Estaba contemplando una de las ilustraciones más coloridas de Dante y Virgilio en el Infierno, cuando una voz aduladora dijo a su espalda:
—Buenas tardes.
Al volverse se encontró cara a cara con el profesor Pacciani. Miró a un lado y a otro y comprobó, aliviada, que no estaban solos en la sala. Varias parejas admiraban las ilustraciones no muy lejos de ellos. Él alzó las manos.
—No tengo intención de molestarla. Sólo le pido un minuto.
_______ lo miró a los ojos.
—Mi marido volverá en seguida.
—Mi esposa volverá en seguida. Así que será mejor que hable rápido. —Pacciani sonrió ampliamente—. Siento lo que pasó en Oxford. Pero si lo recuerda bien, no fui yo quien se comportó mal.
Dio un paso hacia ella y _______ dio uno hacia atrás.
—Lo recuerdo, pero tengo que marcharme. —Trató de rodearlo, pero él se echó a un lado para cerrarle el paso.
—Un momento, por favor. La profesora Picton se molestó mucho con el comportamiento de mi acompañante. Igual que yo.
_______ lo miró con incredulidad.
—Le dije a Christa que se mantuviera a distancia. Pero, como siempre, no me hizo caso.
—Se lo agradezco, profesor. Si me disculpa...
Él volvió a cerrarle el paso, acercándose demasiado. ______ se vio obligada a retroceder.
—Tal vez usted podría comentárselo a la profesora Picton. He solicitado una plaza en la Universidad de Columbia en Nueva York. Una antigua alumna de Katherine es la catedrática de ese departamento. No quisiera que un... malentendido se interpusiera entre ese puesto y yo.
—No creo que Katherine se meta en los procesos de selección de otras universidades.
—Lo consideraría un favor. Al fin y al cabo, yo ya le he hecho un favor a usted.
Ella lo miró fijamente.
—¿Qué favor me ha hecho?
—Evité que mi amiga se acostara con su marido.
_______ sintió que el mundo se detenía.
—¿Qué? —preguntó en voz demasiado alta, haciendo que los otros invitados se volvieran a mirarlos.
_______ se ruborizó.
—Estoy seguro de que querrá darme las gracias —insistió él, acercándose un poco más.
—¿Me toma el pelo?
—Su esposo iba a reunirse con Christa en su hotel. Yo la convencí de que me dedicara sus atenciones a mí en vez de a Kaulitz. Considérelo un favor personal.
—¿Cómo se atreve? —exclamó ella con los dientes apretados, inclinándose hacia él tan bruscamente que Pacciani dio un paso atrás, sobresaltado—. ¿Cómo se atreve a venir a un santuario de la belleza a decirme cosas tan feas?
La cara de él mostró la confusión que sintió ante la transformación de la amable gatita en furiosa leona. Levantó las manos en señal de rendición.
—No quería herirla.
—Oh, sí, claro que quería —replicó _______, levantando la voz—. Es lo único que quieren usted y su amiga. No me importa lo que ella le dijera ni qué planes tuviera. Usted no ha impedido que mi marido hiciera nada, ¿lo entiende?
Pacciani frunció el cejo al darse cuenta de que todos los ojos estaban clavados en ellos y de que todos podían oír lo que decía _______. Su expresión pasó de confusa a condescendiente.
—Todos los hombres necesitan... ¿cómo lo diría?... distraerse un poco. ¿No creerá que vamos a pasarnos toda la vida con la misma mujer? No es suficiente —dijo, encogiéndose de hombros, como si estuviera exponiendo una obviedad.
—Las mujeres no somos como los productos de un buffet libre. Y mi esposo no comparte su misoginia —replicó ella, levantando la barbilla con gesto desafiante—. No pienso decirle nada a la profesora Picton, aparte de que se me ha acercado a contarme mentiras. Váyase de una vez y déjeme en paz.
Al ver que no se movía, _______ señaló la puerta con el dedo.
—Largo de aquí. —Su voz se oyó claramente en toda la sala. (Tal vez no era la manera más educada de echar a un invitado de un acto elegante.)
_______ ignoró las miradas de incredulidad y de crítica y siguió fulminando con los ojos a Pacciani, cuya cara se había transformado en una máscara de furia.
Fue a abalanzarse sobre ella, pero fue detenido justo a tiempo por una mujer que le agarró el brazo con fuerza.
—Te estaba buscando —le dijo la señora Pacciani a su marido, no sin antes haber dirigido una mirada hostil a _______.
Él maldijo en italiano, tratando de liberarse de su mano.
—Vámonos —ordenó la mujer, tirando de su brazo—. Hay gente importante con la que tenemos que hablar.
Con una amenazadora mirada de despedida, Pacciani se volvió y siguió a su esposa hacia el pasillo.
______ los vio marcharse aliviada. Pero al mismo tiempo muy enfadada. (Lo que estropeó el brillo que el sexo había dejado en sus mejillas.)
—¿Cariño?
Tom entró en la sala sonriendo y caminando con paso seguro. Como siempre, todas las miradas se volvieron hacia él mientras cruzaba la gran habitación. Cuando se reunió con su esposa, unas cuantas parejas cuchichearon a su espalda. La sonrisa desapareció de la cara de él.
—¿Qué ha pasado?
_______ frunció los labios, tratando de contener el enfado.
—El profesor Pacciani me ha arrinconado.
—Hijo de puta. ¿Estás bien? —Le apoyó la mano en el hombro.
—Se ha disculpado por el comportamiento de Christa en Oxford. He perdido los nervios y he montado una escena.
—¿Ah, sí? —preguntó él, apretándole el hombro con una sonrisa pícara—. Cuéntame más.
_______ empezó a temblar, señal de que la adrenalina se retiraba.
—Lo he llamado misógino y le he dicho que se marchara, señalándolo con el dedo. —Repitió el gesto, mirándose el dedo como si no acabara de creérselo.
—Bien hecho. —Tom se llevó su dedo a los labios y se lo besó.
Ella negó con la cabeza.
—No, no he hecho bien. Ha sido muy bochornoso. Todo el mundo me ha oído.
—No creo que nadie te culpe. Probablemente las invitadas lo desprecien porque es un baboso y los invitados lo odien por haberse acostado con sus esposas.
—Quería que le dijera a Katherine que se había ocupado de Christa. Por lo visto, va detrás de una plaza en Columbia y Katherine es amiga de la catedrática.
Tom resopló.
—No la conseguirá. Katherine fue la tutora de la tesis de Lucia Barini. También es amiga mía. No se dejará embaucar por ese tipo. Tal vez Pacciani quiera la plaza de Nueva York para estar más cerca de Christa.
—Me pregunto qué le parecerá eso a su esposa. —Parecía disgustada—. También me ha dicho que impidió que te acostaras con ella.
—¿Con quién? —preguntó él con brusquedad.
—Con Christa. Dijo que habías quedado con ella en su hotel, pero que él la distrajo. Por eso he perdido los papeles. Me temo que los otros invitados se han enterado de todo. —Miró nerviosamente a su alrededor.
Maldiciendo, Tom buscó a Pacciani con la mirada, pero no lo vio.
—Tengo algo que contarte. —Le dio la mano y la guió hacia un rincón discreto y miró por encima del hombro de ella para asegurarse de que nadie los escuchaba. Bajando la voz, siguió hablando—: Christa me hizo proposiciones justo antes de tu conferencia. Debería habértelo contado inmediatamente, pero no quería que te pusieras nerviosa teniendo que hablar en público. Y después de la conferencia estabas tan contenta que no quise estropear el momento.
________ le dirigió una mirada cargada de reproche.
—¿Y más tarde?
—No quise preocuparte.
—Por eso tampoco me contaste la conversación con Paul.
Tom apretó la mandíbula y asintió, bajando la cabeza.
—Lo siento.
Ella le soltó la mano.
—Debiste contármelo.
—Perdóname.
—No soy tan frágil. Puedo encajar las malas noticias.
—Pero no deberías tener que hacerlo.
_______ alzó los ojos hacia el cielo, lo que le permitió examinar el techo de la galería.
—Tom, hasta que pasemos a la otra vida nos iremos encontrando con noticias desagradables. Forma parte de la condición humana. Cuando me ocultas información, creas una barrera entre nosotros. —Señaló a su alrededor—. Una cuña que otros pueden aprovechar para ampliar la distancia que nos separa.
Él asintió, muy tenso.
—Creo que tengo derecho a saber quién le tira los tejos a mi marido. Y en qué momento —añadió, alzando una ceja.
_______ lo contempló en silencio, observando la expresión de sus ojos y la tensión con que apretaba la boca. Se lo veía muy infeliz, pero también tenía un aspecto protector, y eso era algo que no quería que desapareciera del todo.
—¿Me contarás las cosas de ahora en adelante? —preguntó, con suavidad.
—Sí. —Tom era sincero, pero ambos sabían que seguía teniendo secretos. Al menos por el momento.
—Bien —dijo ella alegremente—. Te perdono. Pero ya que el buen humor que me ha dejado mi estreno completo en sexo museístico se ha echado a perder, vas a tener que hacer algo para resarcirme.
Tom hizo una reverencia sin quitarle los ojos de encima.
—Tus deseos son órdenes.
—Me alegro. —Inclinándose hacia adelante, ______ lo agarró por la pajarita de seda—. Porque lo que deseo es placer. Y lo quiero ahora.
Echándole el pelo por detrás de los hombros, él le susurró al oído:
—En ese caso, acompáñame.

CAP 37.-
Agosto de 2011
Cambridge, Massachusetts

Cuando ______ y Tom volvieron a casa la última semana de agosto, se encontraron una plétora de correo por abrir. Él miró por encima a los sobres que Rebecca había dejado ordenados sobre el escritorio y decidió deshacer la maleta antes.
_______ se quedó en el estudio. Echó un vistazo a la puerta y se levantó silenciosamente para cerrarla. Sabía que estaba a punto de violar la confianza de Tom, pero se dijo que sus acciones estaban justificadas por el silencio de él y su negativa a contarle qué le pasaba. En el escritorio había un cajón que él nunca abría. Hasta entonces, ella tampoco se había atrevido nunca a abrirlo. Un día, él la encontró a punto de hacerlo mientras buscaba papel para la impresora y lo cerró diciéndole que allí guardaba recuerdos que no le gustaba recordar. Luego la distrajo sentándola sobre
su regazo en la butaca de terciopelo rojo y haciéndole el amor. Desde aquel día, ______ no había vuelto a abrir el cajón. Pero en ese momento, frustrada y preocupada, se sentó a la mesa dispuesta a buscar por su cuenta las respuestas que su marido se negaba a darle. Había pensado que le contaría lo que le preocupaba en Florencia, pero no lo hizo. Sinceramente, estaba asustada, y no sabía cómo actuar.
Si él no estaba dispuesto a hablar, tal vez sus recuerdos lo harían. Las ilustraciones de Botticelli, que habían pasado mucho tiempo guardadas en una caja de madera en ese mismo cajón, ya no estaban allí. Estaban en un lugar mucho más adecuado como era la Galería de los Uffizi. Con cuidado, ______ cogió el primer objeto y lo sostuvo en la mano. Era el reloj de bolsillo de su abuelo. En Toronto se lo había visto llevar a Tom alguna vez, pero desde que estaban en Cambridge no lo había sacado del cajón. Era un reloj de oro con una larga cadena que acababa en un llavero en forma de pez. Abriéndolo con cuidado, leyó la inscripción:

Para William,
mi amado esposo.
Te quiere, Jean.

_____ volvió a cerrarlo y lo dejó encima de la mesa. El siguiente objeto que encontró fue una vieja locomotora de latón que había conocido días mejores. Se lo imaginó de pequeño, aferrándose a la locomotora y exigiendo que se la llevaran cuando se marcharon de Nueva York. Se le encogió el estómago. Dejó el tren sobre la mesa y volvió a concentrarse en el cajón. Vio una caja de madera y la abrió. Dentro encontró un collar de grandes perlas de los Mares del Sur y un anillo de brillantes. _______ lo
examinó buscando una inscripción, pero no había ninguna. Encontró también dos pulseras de plata y otro collar, todo de Tiffany’s. Las joyas tenían que ser de la madre de Tom, pero se preguntó de dónde las habría sacado. Él le había hablado varias veces de la precariedad en la que habían vivido su madre y él. ¿Cómo podía ser
que alguien tan pobre tuviera esas joyas? ¿Por qué no las había vendido cuando el dinero empezó a escasear? ______ negó con la cabeza. La infancia de Tom había sido trágica, pero, sin duda, la vida de su madre también. Cerró la caja y se centró en las fotografías que encontró dentro de varios sobres. Les echó un vistazo rápido. Había fotos de él y de su madre. También unas cuantas de un hombre solo y una mujer sola. Debían de ser los padres de Tom, pero, curiosamente, en ninguna foto estaban juntos. La madre tenía el pelo oscuro como el de su hijo, pero a diferencia de éste, tenía los ojos también oscuros, que destacaban sobre su piel pálida. Era de rasgos delicados y muy hermosa. El padre de Tom tenía el pelo gris y penetrantes ojos color ambar. Era un hombre maduro, pero seguía siendo atractivo, aunque tenía un aire duro e implacable que a _____ no le gustó. En las fotografías casi nunca sonreía.
En la parte trasera del cajón, debajo de un viejo osito de peluche, encontró un diario personal. En la guarda delantera había escrito:

Propiedad
De Suzanne Elizabeth Kaulitz.

________ abrió una página al azar y leyó:

Estoy embarazada.
Jorg quiere que aborte.
Me ha dado dinero y me ha dicho que concertará cita con el médico. Dice que si le hago este favor, buscará la manera de que
estemos juntos.
Pero no me veo capaz de hacerlo.

_______ cerró el diario de golpe y lo guardó apresuradamente al fondo del cajón. Tom podría entrar en cualquier momento y se enfadaría mucho si descubría lo que había hecho. Ella ya se arrepentía. Tenía las palabras de Suzanne Kaulitz grabadas en la mente. Si Tom leyera aquel diario, odiaría aún más a su padre. Dejó el peluche donde lo había encontrado, junto con las fotos y la caja de las joyas. Estaba a punto de guardar la locomotora cuando se fijó en la carta que estaba encima de la pila del correo que había llegado en su ausencia. No reconoció la caligrafía, pero no hacía falta. El nombre y la dirección de Paulina estaban claramente escritos en una esquina del sobre. No sabía cómo lo había hecho, pero el caso era que ella había descubierto la nueva dirección de Tom y le había enviado una carta. A su casa. La casa que compartía con su esposa. El primer impulso de _______ fue tirar la carta al fuego. Pero ya había empezado a ocultarle cosas a su marido, como que había leído el diario personal de su madre a escondidas. No quería que la lista de secretos siguiera creciendo. Sosteniendo el sobre a distancia, lo llevó a la habitación y se lo dio.
—Gracias, ya me ocuparé del correo más tarde. —Iba a tirar la carta sobre la cama, pero ______ lo impidió.
—Mira el remitente.
Tom miró la carta y maldijo.
—¿Por qué me escribe? Ni siquiera Carson, mi abogado, recibe ya noticias de ella.
_______ permaneció mirándolo en silencio. Él abrió el sobre, esperando encontrar una larga carta manuscrita. Para su sorpresa, el sobre sólo contenía una tarjeta.
Leyó rápidamente el contenido.
—Es una invitación de boda. —Al volver la tarjeta, encontró unas líneas manuscritas:

Tom,
No te preocupes. No se me ocurriría invitarte a mi boda.
Sólo quería comunicarte que voy a casarme.
Después de todos estos años, finalmente voy a convertirme en esposa y madre de dos niñas maravillosas.
Ahora los dos somos felices. Las cosas por fin han acabado bien.
Besos y abrazos,
P.

Tom le alargó la participación de boda a _____ para que la leyera.
—Se casa —afirmó ésta.
—Sí.
—¿Cómo te sientes? —_______ escudriñó su cara.
Él volvió a meter la tarjeta en el sobre y se golpeó la palma de la mano con ella.
—Creo que Paulina lo ha expresado perfectamente. Los dos somos felices. Ha encontrado la familia que buscaba. —La miró a los ojos—. Y debe agradecértelo a ti.
—¿A mí?
—Fuiste tú la que me convenció de que lo mejor para ella sería alejarse. Que nunca sería feliz si seguía dependiendo de mí. Tenías razón.
Incómoda, _______ cambió el peso de pie, consciente de que acababa de fisgar entre sus posesiones personales hacía un momento.
—También tenías razón sobre Maria —admitió con tristeza.
Ella lo abrazó.
—Preferiría no tener razón en lo de Maria, pero, a veces, amar a alguien significa dejarlo marchar.
—Yo nunca te dejaré marchar. Me enfrentaré a cualquiera que trate de apartarte de mí —dijo Tom con fiereza.
_______ lo besó en los labios.
—Pues recuérdalo mientras tratas de poner en orden tus ideas. Sea lo que sea lo que te preocupe, estoy aquí. Y no voy a irme a ninguna parte. Con un beso de despedida, salió de la habitación. Mirando la invitación, Tom regresó al pasado.

CAP 38.-
Enero de 2010 Toronto, Ontario

Paulina Gruscheva entró en el vestíbulo del edificio Manulife taconeando con fuerza con sus botas contra el suelo de mármol y con el teléfono móvil pegado a la oreja. Llevaba un tiempo viviendo en Toronto, pero Tom se negaba a verla, a hablar con ella o a tener ningún otro tipo de comunicación. Se había hartado de esperar. Cuando le saltó el contestador automático, colgó y llamó al fijo, rezando para que no fuera
________ la que respondiera. Ya era bastante malo que se acostara con ella. No quería tener que aguantar que encima le echara en cara su relación con Tom.
Otra vez. Haciendo caso omiso del hecho de que éste no contestara al teléfono, se acercó a Mark, el conserje, y le exigió que se pusiera en contacto con el profesor Kaulitz inmediatamente. Cuando el hombre se negó, ella parpadeó coqueta, tratando de convencerlo. Pero él se mostró inmune a los encantos de aquella rubia alta de ojos azules. Cambiando de táctica, Paulina empezó a gritar y montó una escena. Poco después, Mark llamó al profesor y le pidió que se reuniera con su invitada en el vestíbulo. Ella sonrió victoriosamente. Pero la sonrisa se le borró de la cara cuando vio acercarse a Tom con expresión furiosa y una mirada glacial. Agarrándola bruscamente por el codo, la llevó hasta la puerta y luego hasta la rotonda semicircular que había delante del edificio.
—¿Qué demonios estás haciendo? —le espetó, soltándola.
Paulina dio un paso atrás, sorprendida por su furia.
—¿Y bien? —insistió él.
—Quería hablar contigo. ¡Llevo semanas aquí y te niegas a verme!
—No vamos a volver a tener la misma conversación de siempre. Ya te dije todo lo que tenía que decirte en Selinsgrove. Ya sabes lo que hay.
Se volvió para entrar en el edificio, pero ella lo agarró del brazo.
—¿Por qué me haces esto? —le preguntó con voz temblorosa y lágrimas en los ojos.
La expresión de Tom se suavizó un poco.
—Paulina, se acabó. Se acabó hace tiempo. No estoy tratando de hacerte nada. Sólo quiero convencerte de que debes seguir adelante con tu vida. Y dejarme a mí seguir con la mía.
—Pero yo te quiero. —Las lágrimas habían empezado a rodar por las mejillas de ella—. Tenemos una historia juntos.
Tom cerró los ojos con fuerza e hizo una mueca de dolor. Volvió a abrirlos para decirle:
—Y yo ahora estoy enamorado de otra persona. Me acuesto con otra persona. Sólo con una, en exclusiva.
—¡Ya lo sé, pero es tu alumna!
—Ten cuidado.
Ella se echó el pelo hacia atrás.
—Es asombroso la cantidad de información que se puede conseguir en una ciudad de este tamaño. Antonio, del restaurante Harbour Sixty, fue de lo más complaciente.
Tom dio un paso hacia ella.
—No te atreverías.
—Oh, sí, me atreví. Qué poco original. Mira que llevarla al mismo restaurante al que vas conmigo siempre que vengo a verte.
—Hace mucho tiempo que no te llevo a ningún sitio, Paulina. No desde que dejamos de...
—¿De qué? ¿Desde que dejamos de follar, Tom? ¿Por qué no puedes decirlo? Hemos follado durante años.
—Baja la voz.
—No soy tu secreto oculto. Éramos amigos. Teníamos una relación. No puedes ignorarme ni tratarme como si fuera una mierda.
—Siento haberte tratado mal. Pero en vez de ir persiguiendo a alguien que desea a otra mujer, ¿no crees que mereces ser el centro del universo de otro hombre?
—Siempre deseaste a otras mujeres. Incluso mientras estaba embarazada. ¿Por qué iba a ser distinto ahora?
Él se encogió.
—Porque mereces estar con alguien que te quiera tanto como tú a él. Ha llegado la hora de seguir adelante. Ha llegado la hora de ser feliz.
—Tú me haces feliz —susurró ella—. Eres todo lo que deseo.
—Estoy enamorado de ________ y voy a casarme con ella —dijo con decisión.
—No te creo. Volverás. Siempre acabas volviendo conmigo. —Se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—Esta vez no. Era vulnerable y te aprovechabas de mi debilidad haciéndome sentir culpable. Pero eso se ha acabado. No podemos volver a vernos ni volver a hablar. He tenido mucha paciencia contigo y he tratado de ayudarte, pero ya no más. Hoy mismo daré la orden de que cancelen tu fondo de inversiones.
—¡No puedes hacer eso!
—Lo haré. Si regresas a Boston y vas a visitar a un terapeuta, me aseguraré de que sigas recibiendo ayuda. Pero si vuelves a ponerte en contacto conmigo o si haces algo que pueda perjudicar a ______, cerraré el grifo definitivamente. —Se inclinó hacia ella amenazadoramente—. Y eso incluye cualquier cosa que pueda dañar su carrera universitaria.
—¿Cómo te atreves? ¿Crees que puedes librarte de mí como si fuera un trasto viejo? Yo sacrifiqué mi vida por ti. ¡Perdí mi carrera universitaria!
Tom apretó los dientes.
—No era mi intención. Nunca te pedí que lo hicieras. Al contrario. Hice todo lo que pude para que continuaras estudiando en Harvard. Fuiste tú quien quiso dejarlo.
—¡Por lo que me pasó! ¡Por lo que nos pasó!
Él apretó los puños con fuerza.
—No niego que me he portado muy mal. Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadada. Pero eso no cambia nada. Nuestra relación tiene que terminar. Hoy.
Tras unos instantes, Tom la miró con compasión.
—Adiós, Paulina. Que te vaya bien.
Se dirigió a las puertas giratorias.
—¡No puedes! ¡No te atreverás!
La expresión de él se había vuelto de acero.
—Ya lo he hecho.

Tom entró en el edificio Manulife sin mirar atrás, dejando a Paulina llorando a solas, de pie en la nieve.



Hey!! ya pueden estar tranquilas!!! paulina no hara nada para arruinar esta hermosa relacion ... esperemos que tom ya pronto diga que secretos guarda ... yo tambien quiero saber :)) Bueno, ya saben, 4 o mas y agrego sino no ... Adios 

5 comentarios:

  1. Esa fue la última vez que hablarón!! Ya ahora sii me quedo mas tranquilaa. Paulina no hará nadaaa!!
    Si yo muro por saber que secretos guarda Tom?? Enserio no lo sabes Virgii. Mm no te creooo ;)

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  2. uuff que suerte paulina no hara nada ..
    que secreto sera ese el de tom que le molesta tanto woo
    que mal lo que tn hiso de revisar sus cojas no me gusto aajjaja
    sibe pronto :)

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  3. jure que paulina iba hacer algo ahhaha que bueno que no
    ahaa esos problemas de tom que me tienen desesperada por saber ajajja
    sube pronto :)

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  4. Ayyyy que alivio lo de paulina jajajaja que cabron el pacciani ese, no me cae nada bien
    Subeee

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  5. Guaoo pobre Paulina me da lastima pero bueh para q le sigue insistiendo a Tom si el ya no la quiere el es honesto con ella se enamoro de (Tn) y ella debe entenderlo :S menos mal q no hará nada en contra del amor de (Tn) y Tom, q secretos esconderá Tom?? espero los próximos caps me encanto..

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