CAP
23.-
Ese mismo día, Christa
Peterson entró en el Departamento de Italiano de la Universidad de Columbia pocos
minutos antes de su cita con la catedrática Lucia Barini. Tras escapar del
profesor Pacciani, había vuelto a Nueva York para curarse las heridas —tanto
internas como externas— y para poner en marcha su plan de venganza. uando se
acordaba de lo que le había pasado en el hotel Malmaison de Oxford no usaba la palabra
«violación», aunque de hecho había sido violada. Giuseppe Pacciani la había
obligado a mantener relaciones sexuales y había usado la violencia para dominarla.
Pero por las razones que fuera, Christa prefería pensar en ello como en una pérdida
de control. Se lo había arrebatado y lo había usado en su contra. Pensaba
pagarle con la misma moneda. Pero se aseguraría de que sufriera más. Pacciani
le había enviado un email con una disculpa poco sincera. Ella lo había
ignorado. De hecho, había decidido dedicar buena parte de sus energías a
arruinarle la vida. Le escribió una larga carta a su esposa —en italiano—, contándole
los detalles de su relación desde que era alumna suya en Florencia. Añadió
fotografías (algunas de ellas, pornográficas) y copias de antiguos correos subidos
de tono. Y por si con eso no bastaba para complicarle la vida, estaba dispuesta
a esperar el momento adecuado para hacer algo realmente dañino. Por eso, cuando
le llegó la noticia de que el profesor Pacciani pensaba presentarse para una
plaza en su propio departamento, Christa concertó una cita con la profesora Barini.
Tan obsesionada estaba con esa venganza, que apenas había tenido tiempo para
pensar en el profesor Kaulitz y en ______. De hecho, casi se había olvidado de
ellos. Como había llegado un poco pronto, fue a comprobar si tenía cartas en el
casillero. Encontró una que parecía comercial, con el membrete de un importante
bufete de abogados. Rápidamente, la abrió y leyó lo que decía.
—Maldita sea —murmuró.
El profesor Kaulitz no
hablaba en vano cuando le dijo que pensaba obligarla a cerrar la boca. Tenía en
la mano una orden conminándola a desistir de su actitud, en la que se
detallaban varios incidentes de difamación pública. Cada uno de ellos estaba
descrito con todo detalle e iba acompañado de las implicaciones legales de cada
afirmación. La carta amenazaba con nuevas acciones en caso de que insistiera en
su actitud difamatoria hacia Tom o su esposa, y se reservaba el derecho de emprender
otras acciones respecto a las difamaciones que ya se habían producido.
—¡Mierda! —exclamó.
Sólo por despecho, una
parte de ella quería escribir una respuesta descarada al bufete y continuar con
su cruzada para arruinar la vida de los Kaulitz. Pero mientras paseaba la vista
por los nombres escritos sobre los casilleros, se dio cuenta de que sería una
estupidez. Si quería ser admitida en el programa de doctorado y acabar doctorándose,
no podía hacer nada que pusiera al departamento en mal lugar. (Aparte de que en
esos momentos tenía otro objetivo en su punto de mira.) Mientras se metía la
carta en el bolso, decidió olvidarse de los Kaulitz y centrar toda su atención
en destruir la carrera del profesor Pacciani. Para conseguirlo, iba a tener que
sacar su lío
amoroso a la luz. Entró
en el despacho de la profesora Barini y, representando el papel de estudiante
insegura y fácilmente manipulable, eso fue exactamente lo que hizo.
CAP
24.-
Al otro lado del Atlántico,
Tom apagó la luz antes de abrazar a _______ y empezar a besarle el cuello con
ardor. Ella se tensó. Tom se detuvo en seco.
—¿Qué pasa?
—No puedo, ¿te acuerdas?
Probablemente habré acabado pasado mañana.
—No te estoy besando
porque espere sexo a cambio.
Ella alzó una ceja en la
oscuridad.
—Tengo buena memoria. No
me he olvidado de que estás con la regla —replicó él, algo molesto.
_______ le cogió del
brazo.
—Lo siento, es que no
quería darte falsas esperanzas.
—La esperanza es lo último
que se pierde. Dicen que es eterna. —Su voz se había convertido en un susurro
ronco.
—Eso dicen.
—Mañana te lo demostraré.
Eternamente.
_________ se echó a reír
y se arrebujó contra él.
—Con tanta conversación
ingeniosa, Profesor, a veces me parece que vivo en una película de Cary Grant.
—Vas a ser la hermana
mayor de tu familia. ¿Estás contenta?
—Sí. —________ permaneció
en silencio unos instantes, acariciando el pelo de su marido—. Quiero que el niño
me conozca. Quiero pasar tiempo con él o con ella. Llevo toda la vida esperando
tener un hermano.
—Bueno, de todos modos ya
habíamos decidido pasar parte de las vacaciones en Selinsgrove. Cuando Rachel y
Scott aumenten la familia, tendremos aún más razones para querer estar con
ellos. Selinsgrove es el mejor sitio para reunirnos todos.
—Me alegro de que Richard
aceptara volver a instalarse en la casa. Así estaremos todos juntos.
Tom le tiró de un mechón
de pelo con suavidad.
—Ya me he acostumbrado a
tu corte de pelo. Te queda bien.
—Gracias.
—Aunque también me gusta
más largo.
—Volverá a crecer, te lo
prometo.
Tom se quedó muy quieto.
—Yo tengo hermanastros.
—Oh —dijo _______,
tratando de sonar despreocupada.
—Cuando mi madre se
enfadaba, solía decirme que mi padre nos había dejado porque quería más a su
familia de verdad.
—¡Qué cosa tan terrible
de decirle a un niño! —comentó _______, muy seria.
—Sí. Mi madre estaba
perturbada, pero era muy guapa. Tenía el pelo oscuro, igual que los ojos.
_______ lo miró extrañada.
—Al parecer, yo he sacado
los ojos ambar de mi padre. En mis recuerdos, mi madre es muy alta, pero en
realidad no creo que fuera más alta que tú.
—¿Cómo se llamaba?
—Suzanne. Suzanne Kaulitz.
—¿Tienes alguna fotografía
de ella?
—Alguna. También hay
alguna foto mía de cuando era un bebé.
—¡Qué escondidas las tenías!
¿Por qué no me las has enseñado nunca?
—No están escondidas, están
guardadas en un cajón en Cambridge. Incluso tengo el diario de mi madre.
_______ se quedó con la
boca abierta.
—¿Tu madre escribía un diario?
—Sí. Y también tengo un
reloj del padre de mi madre. Lo uso de vez en cuando.
—¿Has leído su diario?
—No.
—Si entre las cosas de
Sharon hubiera un diario, yo lo habría leído.
Tom la miró con
curiosidad.
—Pensaba que no
conservabas nada de tu madre.
—Cuando murió, le
mandaron una caja con sus pertenencias a mi padre.
—¿Y?
—Y no tengo ni idea de qué
hay dentro. Papá la guardó en un armario. Supongo que aún la conserva. Supongo
que sería un buen momento para pedírsela y ver qué hay dentro.
—Estaré a tu lado cuando
lo hagas.
—Gracias. ¿Qué más sabes
de tu padre?
—No gran cosa. Recuerdo
haberlo visto un par de veces, sin contar el episodio de la pesadilla. Y, cuando
murió, hablé en unas cuantas ocasiones con su abogado. Mi padre vivía en Nueva
York, con su esposa y sus hijos. Al principio rechacé su herencia, pero cuando,
finalmente, cambié de idea, ellos trataron a toda costa de invalidar el
testamento.
—¿Desheredó a su familia?
—No, qué va. Pero un año
antes de morir me añadió al testamento en igualdad de condiciones que sus otros
hijos. A su esposa le dejó una cantidad considerable.
—¿No los conoces
personalmente?
Tom se echó a reír sin
ganas.
—¿De verdad crees que
querían conocer al bastardo que les estaba robando su dinero?
—Lo siento.
—No me importa. No son mi
familia.
—¿Cómo se llamaba tu
padre?
—Jorg Davies.
Tom le alzó la barbilla
con un dedo.
—Te he contado estas
cosas y te enseñaré las fotos cuando lleguemos a casa, pero quiero que me prometas
que no buscarás más información sobre mi familia.
La mirada de Tom no era
severa, pero sí intensa. Había algo en ella que ______ no logró descifrar.
—Te lo prometo.
Más
tranquilo, apoyó la cabeza de ella en su hombro.HEY!!! CORTO PERO PEOR SI LAS DEJABA SIN CAPS ... YA SABEN, 4 O MAS Y AGREGO .... ADIOS :))