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viernes, 29 de agosto de 2014

.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 23º Y 24º

CAP 23.-
Ese mismo día, Christa Peterson entró en el Departamento de Italiano de la Universidad de Columbia pocos minutos antes de su cita con la catedrática Lucia Barini. Tras escapar del profesor Pacciani, había vuelto a Nueva York para curarse las heridas —tanto internas como externas— y para poner en marcha su plan de venganza. uando se acordaba de lo que le había pasado en el hotel Malmaison de Oxford no usaba la palabra «violación», aunque de hecho había sido violada. Giuseppe Pacciani la había obligado a mantener relaciones sexuales y había usado la violencia para dominarla. Pero por las razones que fuera, Christa prefería pensar en ello como en una pérdida de control. Se lo había arrebatado y lo había usado en su contra. Pensaba pagarle con la misma moneda. Pero se aseguraría de que sufriera más. Pacciani le había enviado un email con una disculpa poco sincera. Ella lo había ignorado. De hecho, había decidido dedicar buena parte de sus energías a arruinarle la vida. Le escribió una larga carta a su esposa —en italiano—, contándole los detalles de su relación desde que era alumna suya en Florencia. Añadió fotografías (algunas de ellas, pornográficas) y copias de antiguos correos subidos de tono. Y por si con eso no bastaba para complicarle la vida, estaba dispuesta a esperar el momento adecuado para hacer algo realmente dañino. Por eso, cuando le llegó la noticia de que el profesor Pacciani pensaba presentarse para una plaza en su propio departamento, Christa concertó una cita con la profesora Barini. Tan obsesionada estaba con esa venganza, que apenas había tenido tiempo para pensar en el profesor Kaulitz y en ______. De hecho, casi se había olvidado de ellos. Como había llegado un poco pronto, fue a comprobar si tenía cartas en el casillero. Encontró una que parecía comercial, con el membrete de un importante bufete de abogados. Rápidamente, la abrió y leyó lo que decía.
—Maldita sea —murmuró.
El profesor Kaulitz no hablaba en vano cuando le dijo que pensaba obligarla a cerrar la boca. Tenía en la mano una orden conminándola a desistir de su actitud, en la que se detallaban varios incidentes de difamación pública. Cada uno de ellos estaba descrito con todo detalle e iba acompañado de las implicaciones legales de cada afirmación. La carta amenazaba con nuevas acciones en caso de que insistiera en su actitud difamatoria hacia Tom o su esposa, y se reservaba el derecho de emprender otras acciones respecto a las difamaciones que ya se habían producido.
—¡Mierda! —exclamó.
Sólo por despecho, una parte de ella quería escribir una respuesta descarada al bufete y continuar con su cruzada para arruinar la vida de los Kaulitz. Pero mientras paseaba la vista por los nombres escritos sobre los casilleros, se dio cuenta de que sería una estupidez. Si quería ser admitida en el programa de doctorado y acabar doctorándose, no podía hacer nada que pusiera al departamento en mal lugar. (Aparte de que en esos momentos tenía otro objetivo en su punto de mira.) Mientras se metía la carta en el bolso, decidió olvidarse de los Kaulitz y centrar toda su atención en destruir la carrera del profesor Pacciani. Para conseguirlo, iba a tener que sacar su lío
amoroso a la luz. Entró en el despacho de la profesora Barini y, representando el papel de estudiante insegura y fácilmente manipulable, eso fue exactamente lo que hizo.

CAP 24.-
Al otro lado del Atlántico, Tom apagó la luz antes de abrazar a _______ y empezar a besarle el cuello con ardor. Ella se tensó. Tom se detuvo en seco.
—¿Qué pasa?
—No puedo, ¿te acuerdas? Probablemente habré acabado pasado mañana.
—No te estoy besando porque espere sexo a cambio.
Ella alzó una ceja en la oscuridad.
—Tengo buena memoria. No me he olvidado de que estás con la regla —replicó él, algo molesto.
_______ le cogió del brazo.
—Lo siento, es que no quería darte falsas esperanzas.
—La esperanza es lo último que se pierde. Dicen que es eterna. —Su voz se había convertido en un susurro ronco.
—Eso dicen.
—Mañana te lo demostraré. Eternamente.
_________ se echó a reír y se arrebujó contra él.
—Con tanta conversación ingeniosa, Profesor, a veces me parece que vivo en una película de Cary Grant.
—Vas a ser la hermana mayor de tu familia. ¿Estás contenta?
—Sí. —________ permaneció en silencio unos instantes, acariciando el pelo de su marido—. Quiero que el niño me conozca. Quiero pasar tiempo con él o con ella. Llevo toda la vida esperando tener un hermano.
—Bueno, de todos modos ya habíamos decidido pasar parte de las vacaciones en Selinsgrove. Cuando Rachel y Scott aumenten la familia, tendremos aún más razones para querer estar con ellos. Selinsgrove es el mejor sitio para reunirnos todos.
—Me alegro de que Richard aceptara volver a instalarse en la casa. Así estaremos todos juntos.
Tom le tiró de un mechón de pelo con suavidad.
—Ya me he acostumbrado a tu corte de pelo. Te queda bien.
—Gracias.
—Aunque también me gusta más largo.
—Volverá a crecer, te lo prometo.
Tom se quedó muy quieto.
—Yo tengo hermanastros.
—Oh —dijo _______, tratando de sonar despreocupada.
—Cuando mi madre se enfadaba, solía decirme que mi padre nos había dejado porque quería más a su familia de verdad.
—¡Qué cosa tan terrible de decirle a un niño! —comentó _______, muy seria.
—Sí. Mi madre estaba perturbada, pero era muy guapa. Tenía el pelo oscuro, igual que los ojos.
_______ lo miró extrañada.
—Al parecer, yo he sacado los ojos ambar de mi padre. En mis recuerdos, mi madre es muy alta, pero en realidad no creo que fuera más alta que tú.
—¿Cómo se llamaba?
—Suzanne. Suzanne Kaulitz.
—¿Tienes alguna fotografía de ella?
—Alguna. También hay alguna foto mía de cuando era un bebé.
—¡Qué escondidas las tenías! ¿Por qué no me las has enseñado nunca?
—No están escondidas, están guardadas en un cajón en Cambridge. Incluso tengo el diario de mi madre.
_______ se quedó con la boca abierta.
—¿Tu madre escribía un diario?
—Sí. Y también tengo un reloj del padre de mi madre. Lo uso de vez en cuando.
—¿Has leído su diario?
—No.
—Si entre las cosas de Sharon hubiera un diario, yo lo habría leído.
Tom la miró con curiosidad.
—Pensaba que no conservabas nada de tu madre.
—Cuando murió, le mandaron una caja con sus pertenencias a mi padre.
—¿Y?
—Y no tengo ni idea de qué hay dentro. Papá la guardó en un armario. Supongo que aún la conserva. Supongo que sería un buen momento para pedírsela y ver qué hay dentro.
—Estaré a tu lado cuando lo hagas.
—Gracias. ¿Qué más sabes de tu padre?
—No gran cosa. Recuerdo haberlo visto un par de veces, sin contar el episodio de la pesadilla. Y, cuando murió, hablé en unas cuantas ocasiones con su abogado. Mi padre vivía en Nueva York, con su esposa y sus hijos. Al principio rechacé su herencia, pero cuando, finalmente, cambié de idea, ellos trataron a toda costa de invalidar el testamento.
—¿Desheredó a su familia?
—No, qué va. Pero un año antes de morir me añadió al testamento en igualdad de condiciones que sus otros hijos. A su esposa le dejó una cantidad considerable.
—¿No los conoces personalmente?
Tom se echó a reír sin ganas.
—¿De verdad crees que querían conocer al bastardo que les estaba robando su dinero?
—Lo siento.
—No me importa. No son mi familia.
—¿Cómo se llamaba tu padre?
—Jorg Davies.
Tom le alzó la barbilla con un dedo.
—Te he contado estas cosas y te enseñaré las fotos cuando lleguemos a casa, pero quiero que me prometas que no buscarás más información sobre mi familia.
La mirada de Tom no era severa, pero sí intensa. Había algo en ella que ______ no logró descifrar.
—Te lo prometo.
Más tranquilo, apoyó la cabeza de ella en su hombro.



HEY!!! CORTO PERO PEOR SI LAS DEJABA SIN CAPS ... YA SABEN, 4 O MAS Y AGREGO .... ADIOS :))

jueves, 28 de agosto de 2014

.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULO 22º

CAP 22..-
La noche siguiente, ________ se despertó cuando todavía era oscuro y aprovechó para ir al baño. A la vuelta, oyó que Tom se removía inquieto en la cama, murmurando palabras que no entendió. No la sorprendió. Por norma general, él dormía profundamente, pero algunas noches daba vueltas sin parar y a veces hablaba en sueños. ________ no solía hacer caso, pero esa noche se movía muy inquieto
y maldecía en voz alta. Se sentó a su lado.
—¿Tom?
Él siguió moviéndose desasosegado, alternando las sacudidas con momentos de letargo. Encendió la lamparita.
—¿Tom?
Él murmuró algo. De repente, empezó a luchar con la ropa de cama, tirando de ella hasta que se destapó. Abrió mucho los ojos y respiró hondo, como si se estuviera ahogando.
—¿Estás bien? —le preguntó _______ en voz baja.
Tom la miró desorientado, llevándose la mano al pecho.
—¿Es el corazón? ¿Puedes respirar?
—Una pesadilla —respondió él, con voz ronca.
—Te traeré agua. —Volvió al baño y llenó un vaso con agua del grifo.
Él bebió sin decir nada.
________ permaneció sentada en el borde de la cama, observándolo.
—¿Qué soñabas?
Se acabó el agua y dejó el vaso en la mesilla.
—Un minuto.
________ tenía ganas de acariciarle el pelo y apartárselo de la cara, pero le pareció que a él no le apetecía que lo tocaran en ese momento. Tom parpadeó y fijó la vista en la pared.
—Con mis padres biológicos.
—¡Oh, cariño! —exclamó ella, tratando de abrazarlo, pero él se tensó.
Tras unos segundos, ________ se dirigió a su lado de la cama.
Tom permaneció inmóvil. Sin apagar la luz, se quedó sentado en la cama, con la mirada fija en la pared. Ella se deslizó hacia él bajo las sábanas. Quería consolarlo, pero él desprendía una extraña energía a su alrededor. Era evidente que no quería que lo tocasen. ________ cerró los ojos. Cuando ya estaba casi dormida, le llegó su voz desde la oscuridad.
—Estaba con mi madre en nuestro apartamento de Brooklyn. La oía discutir con mi padre.
________ abrió los ojos.
—Se oía un ruido fuerte y luego a mi madre llorando. Yo iba corriendo a la cocina.
—¿Estaba bien?
—Estaba arrodillada en el suelo. Mi padre estaba de pie, gritándole. Yo le pegaba con los puños y le gritaba. Él me apartaba de un empujón y se dirigía a la puerta. Mi madre se arrastraba tras él, rogándole que no se fuera.
Los ojos de Tom tenían un brillo frío. El enfado le distorsionaba su hermoso rostro.
—Maldito bastardo —susurró con desprecio.
—Cariño —murmuró _________, moviendo la mano bajo la sábana hasta llegar a su cadera.
—Lo odio. Lleva años muerto, pero si supiera dónde está enterrado, iría a mear sobre su tumba.
Ella le apoyó la mano en la cadera.
—Lo siento.
Al ver que no respondía, le acarició la piel suavemente, con gesto de consuelo.
—La golpeaba. No le bastaba con seducirla y abandonarla. El muy imbécil también tenía que golpearla.
—Tom —susurró ella—. Sólo ha sido un sueño.
Él negó con la cabeza, con la mirada aún perdida.
—No lo creo.
________ se quedó muy quieta.
—¿Crees que pasó de verdad?
Tom se cubrió los ojos con las manos.
—No creo que ésa fuera la primera pelea que tuvieron. Ni la única en la que yo intervine.
—¿Cuántos años tenías?
—Pocos. Cinco o seis. No lo sé.
—Eras un niño muy valiente. Hiciste bien en defender a tu madre.
Tom bajó las manos hasta su regazo.
—No sirvió de nada. Él la destrozó. ¿Puedes imaginarte en qué estado tiene que estar una persona para arrastrarse detrás de un hombre que acaba de golpearla? ¿Delante de tu hijo?
—Tenía que estar enamorada.
—No busques excusas.
—Tom, mírame —dijo ella suavemente.
Él se volvió con los ojos brillantes de furia.
—Yo me quedé con Simon —susurró _______.
Tom parpadeó y el brillo de sus ojos empezó a apagarse.
—No conocí a tu madre, pero sé lo confundida que yo me sentía cuando estaba con Simon.
—Era distinto... Eras muy joven...
—¿Cuántos años tenía tu madre cuando conoció a tu padre?
—No lo sé —admitió él a regañadientes.
—Se enamoró de él. Tuvo un hijo con él.
—Era un hombre casado.
_______  jugueteó con la sábana que la cubría.
—No podemos cambiar el pasado. Sólo el futuro.
—Siento haberte despertado. —Tom respiró hondo antes de darle un beso en la cabeza.
—No lo has hecho.
Él se apartó un poco para verle la cara.
—¿No?
—No. He tenido que ocuparme de un problemilla femenino.
Tras unos instantes, Tom entendió a qué se refería.
—Oh, ¿te encuentras bien?
—Podría estar mejor, pero ya se pasará.
—Antes ya me ha parecido que estabas un poco sensible —comentó él, acariciándole los pechos con suavidad. Ella lo detuvo, agarrándole la mano.
—Siento que hayas tenido una pesadilla.
Tom se volvió para apagar la luz antes de acostarse a su lado. ______ oyó que le rechinaban los dientes.
—¿De verdad crees que es un recuerdo y no una pesadilla?
—A veces no puedo distinguirlos —admitió él.
—¿No es la primera vez que te pasa?
—Me pasa de vez en cuando. Ahora hacía tiempo que no.
—No me habías dicho nada.
—No me gusta hablar de ello, _________. Mis recuerdos de infancia son vagos, pero lo poco que recuerdo preferiría olvidarlo.
—¿Lo has hablado con el doctor Townsend?
—Brevemente, pero sí, lo hemos comentado alguna vez —respondió, acariciándole la espalda con la yema de los dedos—. Sé tan pocas cosas sobre mis padres...
—Entiendo que estés enfadado con tus padres, pero no es sano aferrarse a eso.
—Lo sé —dijo Tom, dejando de tocarla y volviéndose—. En el armario de mi familia tiene que haber horribles esqueletos escondidos. ¿Me querrías igual si los sacara de allí?
—Te querría en cualquier circunstancia, Tom. Te amo. Sin condiciones.
Él capturó su boca durante un instante, pero en seguida se relajaron bajo las sábanas, abrazados de lado, como dos cucharas. Cuando ______ estaba a punto de dormirse, la voz de Tom sonó junto a su oído.
—Gracias.

A la mañana siguiente, ______ estaba bronceándose en la piscina antes de que el sol calentara demasiado. Llevaba una pamela grande y un biquini azul muy pequeño. Tom la había convencido para que se lo comprara durante el viaje que habían hecho a Belice, antes de casarse. Hasta entonces no había tenido demasiadas oportunidades de usarlo. Pensaba en la pesadilla que había tenido Tom la noche anterior y que los había dejado tocados a ambos. No podía evitar imaginarse la escena que le había descrito: su madre arrastrándose por el suelo detrás del hombre que la había dejado embarazada y la había abandonado. Tal vez esa imagen — fuera real o imaginada— explicara lo poco que a Tom le gustaba verla de rodillas. Incluso entonces, después de varios meses de matrimonio, era una de las pocas posturas que no podía soportar.
«O tal vez sea por Paulina.»
_______ hizo una mueca. No le gustaba pensar en la antigua amante de Tom y madre de la niña que habían perdido. Pero a menos que éste le estuviera ocultando algo, no había vuelto a saber nada de ella desde hacía más de un año. Mejor dejar las cosas como estaban. Notó una sombra y, al levantar la vista, lo vio de pie ante ella. Llevaba un bañador negro y una toalla en la mano. Sus brazos y torso musculosos se contrajeron cuando se inclinó para besarla, antes de dejar la toalla en una tumbona y lanzarse a la piscina de cabeza. El agua estaba templada y el sol de la Umbría
hacía que bañarse fuera muy agradable. Tom nadó varios largos, perdiéndose en el sonido del agua. Un largo y otro. Otro. Y otro. Cuando hacía deporte, igual que durante el sexo, se olvidaba de la tensión y de las preocupaciones, concentrándose sólo en los movimientos. Evitó pensar en la pesadilla. Estaba casi seguro de que no se trataba de un sueño, sino de un recuerdo. No era algo razonado, era casi una intuición, así que dejó de intentar razonar y se centró en las sensaciones: el sol sobre su piel, el sonido del agua, el gusto del cloro, el glorioso dolor en los músculos al acelerar el ritmo.
Iba contando largos cada vez que giraba, cuando la paz de la mañana se vio interrumpida por un grito inesperado. Sacó la cabeza del agua inmediatamente, buscando a _______. Seguía sentada en la tumbona, pero con los pies en el suelo, y estaba hablando por el iPhone.
—Ella ¿qué? —Su voz sonaba más aguda de lo normal.
Tom se apartó el agua de los ojos para verla mejor.
—¿Me tomas el pelo? —________ se quedó unos segundos en silencio con la boca abierta, antes de preguntar—: ¿Para cuándo lo espera?
Él se acercó a la escalerilla y salió de la piscina. Cogió la toalla y empezó a secarse sin perderla de vista.
—No, no, me alegro mucho. Me alegro por los dos. Pero es que me cuesta creerlo. —Aunque su tono de voz era sincero, se notaba que estaba muy tensa. Tom agitó una mano delante de su cara.
—¿Quién es? —inquirió, señalando el teléfono.
—Mi padre —respondió ella, tapando el auricular.
Esta vez fue el turno de Tom de quedarse boquiabierto. Si sus palabras significaban lo que creía que significaban, entonces...
—Entonces, ¿cuándo os casáis? —preguntó ______, mirando a Tom con las cejas levantadas—. No lo sé. Lo consulto con él y te vuelvo a llamar. Guau, papá, ha sido tan inesperado...
Se echó a reír.
—Sí, ya me imagino que para ti también.
Tom le puso una mano en el hombro en señal de apoyo. Ella se la cubrió con la suya.
—Sí, claro, que se ponga. —________ hizo una pausa—. Hola, Diane. Felicidades.
Tom se secó la cara una vez más y se sentó en la tumbona vecina.
—Por supuesto que iremos. Sólo tenemos que concretar la fecha.
—Bien.
—Por supuesto. Felicidades otra vez. Adiós.
________ desconectó el teléfono y se reclinó en la tumbona.
—¡Joder!
—¿Qué pasa?
—Mi padre se casa.
—Bueno, ya comentaron que querían hacerlo cuando nos vimos la última vez.
—Sí, pero es que quieren que sea cuanto antes porque ¡Diane está embarazada!
Tom se aguantó la risa.
—Ajá. —Se acarició la barba como si estuviera sumido en sus pensamientos—. Una boda de penalti para John, que es, de todos nuestros conocidos, el único al que no creía capaz de marcar un penalti. Diría que es irónico, pero no sería un uso correcto de la palabra.
_________ se recolocó las gafas de sol.
—Ya, los profesores de Literatura y su molesta precisión en el uso de los términos le quitan la gracia a cualquier cosa.
Tom se echó a reír.
—Por comentarios como ése —se interrumpió para besarla— es por lo que te quiero, señora Kaulitz.
—Pensaba que me querías por mis pechos.
—Soy un gran admirador de todos tus encantos por igual. —Bajó la mano hasta la goma del biquini y tiró de él, jugueteando.
—Ser tan encantador no puede ser bueno para la salud, Profesor.
—Me arriesgaré. ¿Cuándo llegará el bebé?
—A finales de diciembre.
—¿Estás preocupada? —preguntó él, quitándole la pamela y las gafas de sol para poder mirarla a los ojos.
—No, estoy sorprendida. ¡Mi padre va a tener un bebé! No encendimos una vela por él en Asís.
—Pues casi mejor, o Dios le habría enviado gemelos.
—Dios no lo quiera.
—Pues si tú estás sorprendida, imagínate lo que ha debido de suponer para él. ¿Cómo se lo ha tomado?
—Sonaba contento. Sí, ha sido una sorpresa para ellos también, pero no he querido hacer demasiadas preguntas.
—Has hecho bien. Bueno, al menos ya sé qué regalarle a John por Navidad.
—¿Qué?
Tom sonrió satisfecho.
—Condones.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿Cuándo piensan casarse?
_________ señaló a Gabriel y luego se señaló a ella.
—Depende de nosotros. No quieren hacerlo sin que estemos allí, así que tan pronto como volvamos.
Él frunció el cejo.
—No quiero acortar las vacaciones para ir de boda.
—Tranquilo, tigre. Sólo quieren que vayamos a Selinsgrove un fin de semana cuando volvamos. Proponen que les demos varias fechas que nos vayan bien antes de hablarlo con la familia de Diane.
—Vas a ser la hermana mayor.
Ella lo miró sorprendida.
—Voy a tener un hermano —susurró—. Siempre quise tener un hermano o una hermana.
—______, la hermana mayor —dijo Tom, para ver cómo sonaba—. Con todos los derechos, privilegios y responsabilidades. Siempre odié ser hijo único. Me alegré mucho cuando Scott y Rachel se convirtieron en mis hermanos. Aunque él puede llegar a ser muy pesado.
—¿Cómo ha podido pasar?
Tom contuvo la risa.
—Lamento que haga esa pregunta, señora Kaulitz. Es evidente que nuestras actividades nocturnas no han sido lo suficientemente... memorables.
Ella lo fulminó con la mirada.
—Ya sabes a lo que me refiero. Mi padre es viejo.
—No tan viejo. Y Diane es más joven que él.
—Tiene cuarenta años. Me lo dijo.
—Una pollita.
________ lo miró de reojo.
—¿La has llamado pollita?
—Efectivamente. Y no es tan raro. Tu padre ha encontrado a una mujer joven y atractiva y ahora volverá a ser padre.
—Mi padre va a ser padre —repitió ella, con una mirada melancólica.
—Creo que estás en estado de shock. —Tom se levantó—. Voy a buscarte una copa.
—Rachel quiere tener un bebé, papá va a tener un bebé y nosotros... —Dejó la frase a medias.
Tom se inclinó sobre ella.
—Míralo de este modo: Un día, cuando nos decidamos, nuestros hijos tendrán muchos amiguitos para que jueguen con ellos y los cuiden durante las vacaciones de verano o de Navidad.
—Vacaciones de verano. Navidad. Joder.

—Exacto. —Tom sonrió—. Joder.




HELLOOO!!! COMO VEN!!! JOHN SERA PAPA ... _____ TENDRA HERMANITO Y TOM TENDRA CUÑADITO :)) QUE HERMOSURA .... BUENO AHORA LO QUE NOS INTERESA, SERAN PESADILLAS O RECUERDOS LOS QUE SUEÑA TOM?? USTEDES QUE CREEN!!! ESPERO COMENTRIOS ... 4 O MAS Y AGREGO SINO NO ... HOY SOLO FUE UNO PORQUE ME MUERO DE SUEÑO ... NO AGUANTO LOS OJOS!!!! ... BUENO ME DESPIDO, ADIOS :))

martes, 26 de agosto de 2014

.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 19º 20º Y 21º

CAP 19.-
—Siento no haber ido a tu graduación en Toronto —comentó Tom, cogiendo a ______ de la mano, mientras recorrían el museo Ashmolean, que estaba justo enfrente del hotel Randolph.
—Te busqué todo el rato. Estaba segura de que asistirías.
—No habría podido estar allí sin acercarme a ti. Y no podía hacerlo delante de Jeremy y del decano Aras. Tom negó con la cabeza—. Iré a tu próxima graduación.
—¿Me lo prometes?
—Por supuesto.
Ella alzó la cara para besarlo en los labios.
—Gracias.
Siguieron visitando el museo en silencio, deteniéndose para admirar algunos de los objetos expuestos. Cuando se detuvieron delante de una pintura medieval que representaba a santa Lucía, _______ se acordó de Rachel.
—Tu hermana me ha enviado un email. Quería saber cómo había ido la conferencia.
—¿Qué tal? ¿Alguna novedad? ¿El bebé ya está en camino?
—No, pero no porque no lo intenten.
Tom arrugó la nariz.
—No necesitaba esa información.
—Estoy segura de que Rachel tampoco necesitaba tener una parecida de ti, pero bien que se alegró cuando le conté que habíamos consumado nuestra relación.
—Me cuesta creerlo —susurró él, empujándola hacia un rincón oscuro.
—Dice que está deseando que llegue el fin de semana de Acción de Gracias para venir a vernos a Cambridge.
—Cállate un poco. Estoy tratando de besarte. (eso me causo gracia :)) )
________ se echó a reír.
—Un momento. No he terminado.
—Date prisa —protestó él, acercando los labios a los de ______ hasta que quedaron casi pegados.
—Es importante —lo reprendió ella—. Rachel y Aaron quieren que encendamos una vela por ellos en Asís. Quieren que recemos para que Dios les mande un bebé.
—Creo que las oraciones de Richard serían más eficaces que las mías. Lo haré, pero no será lo único que pida.
Los ojos de Tom brillaban de esperanza, como si el deseo que albergaba su alma fuera un tesoro muy valioso. _______ se dio cuenta, pero no dijo nada. Acababa de celebrar su éxito en el ámbito académico justo el día antes. Y ahora él soltaba indirectas sobre tener un bebé. La esperanza que reflejaban sus ojos la hizo sentir dolorosamente culpable. La mirada de Tom se apagó.
—¿Por qué me miras así? —preguntó, soltándola.
—¿Cómo te miro?
—Como si te repugnara.
—Eso es un despropósito. —________ se obligó a sonreír.
—¿Tan repulsiva te resulta la idea de tener un hijo conmigo? —De repente la expresión de Tom se había vuelto dura como la piedra.
—Por supuesto que no —respondió ella, enlazando los dedos con los suyos—. Pero me cuesta pensar en niños cuando tengo la cabeza llena con la conferencia y el programa de doctorado.
—No es una cuestión de todo o nada, ________. Nunca te pediría que renunciaras a tus sueños. Creo que te lo he demostrado ya —se defendió con voz glacial.
—Así es y te recuerdo que tu sacrificio nos causó mucho dolor a los dos.
—Bien visto. —Él la soltó y señaló hacia el vestíbulo—. ¿Nos vamos?
—Tom. —________ le apoyó una mano en el brazo—. Ya te dije antes de casarnos que la idea de tener hijos de ojos azules contigo me hacía muy feliz. No he cambiado de opinión.
—Entonces, ¿por qué no podemos hablar de ello? Por el amor de Dios, _________, si planeáramos ir a África, hablaríamos sobre el asunto. Si tuviéramos planes de construirnos una casa, lo hablaríamos. ¿Por qué no podemos hablar sobre tener un bebé?
—Porque no puedo decirte que no. Es imposible negarte nada cuando me miras tan feliz y esperanzado —reconoció ella, con los ojos llenos de lágrimas—. No soporto ser yo la persona que se interpone entre tus sueños y tú, como si fuera una mujerzuela con el corazón de hielo.
—Cariño —murmuró, abrazándola con fuerza—. Nada podría estar más lejos de la realidad. —Le levantó un poco la melena para acariciarle la nuca cariñosamente—. No estamos en el mejor sitio para mantener esta conversación, pero te aseguro que no es así como te veo. »Te dije que esperaría a que te doctoraras y lo mantengo. Te entiendo perfectamente. Ayer, durante la conferencia, estuviste fantástica. Nunca me había sentido tan orgulloso de ti. —La besó con delicadeza debajo de la oreja—. Cuando saco el tema de la familia, te juro que no trato de presionarte. Sólo hablo de ello porque me hace feliz, dando por hecho que también te hace feliz a ti. Podemos
hablar sobre el futuro sin tener que cambiar de planes en el presente. »Crear una familia es una decisión importante, sobre todo teniendo en cuenta nuestro historial
familiar. Sé que tú también has pensado en ello. Sólo te pido que hablemos del tema de vez en cuando. Desde luego, no hace ninguna falta que sea ahora. Siento haber sacado el tema justo después de la conferencia. Prométeme que lo hablaremos más adelante, aunque sólo sea en líneas generales.
—Por supuesto, Tom. Lo que pasa es que el tema me pone nerviosa.
—Entonces tendré que esforzarme más en buscar un momento adecuado y no sacarlo por sorpresa. Pero no quiero volver a oír hablar de mujerzuelas ni de corazones de hielo.
Se echó hacia atrás para mirarla a los ojos.
—Ninguna de esas descripciones se ajustan a la realidad y te advierto que no voy a consentir que nadie hable así de mi esposa.
Ella asintió.
—Bien. —Tomándola de la mano, Tom siguió andando—. Si no recuerdo mal, me estabas hablando del mensaje de Rachel.
—Sus palabras exactas han sido: «Estoy usando todos los recursos a mi alcance. Tengo a cristianos, musulmanes, judíos... y hasta a un seguidor de Zaratustra rezando por mí».
Tom la miró sorprendido.
—¿Rachel conoce a un seguidor de Zaratustra? ¿Cómo puede ser? El zoroastrismo tiene menos de doscientos mil seguidores en todo el mundo.
—Pues una de ellas es compañera de trabajo de Rachel. ¿Y tú cómo sabes cuántos hay?
—Lo busqué en Wikipedia.
Mantuvo la expresión digna unos segundos antes de guiñarle un ojo.
—No crea nada de lo que lea en Wikipedia, Profesor —dijo ________ entonces.
—No podría haberlo expresado mejor, señorita Kaulitz. Alguien escribió un artículo sobre mí y el contenido era jodidamente escandaloso. ¡Follaenciclopedias!
Tom la besó dulcemente pero con firmeza, antes de oír unos pasos que se acercaban. Alguien carraspeó. Un guardia de seguridad estaba a medio metro de distancia.
—Circulen —les ordenó, fulminándolos con la mirada.
—Disculpe —se excusó Tom, aunque no sonaba arrepentido en absoluto. Rodeando la cintura de ________ con un brazo, la llevó hasta el siguiente pasillo.
—Tenemos que ser más discretos —comentó ella, ruborizándose.
—Lo que tenemos que hacer es encontrar un rincón más oscuro. —La mirada de Tom hizo que se ruborizara aún más.
—Le he pedido a John Green que le envíe a Christa una carta para que desista de su actitud.
—¿Crees que es buena idea?
—John cree que sí. Es un disparo de advertencia para recordarle que no estamos dispuestos a permitir que nos difame. Esa mujer es una amenaza.
_______ respiró hondo y contuvo el aliento antes de soltar el aire lentamente.
—La conferencia fue mejor de lo que esperaba.
Él se llevó la mano de ella a los labios.
—Estuviste excepcional.
—Así que tal vez las calumnias no son tan preocupantes como creíamos.
—Las calumnias son muy peligrosas. Recuerda la cita de Otelo:
Quien me roba la bolsa, no se lleva nada de valor...
Pero el que me arrebata el buen nombre
roba algo que a él no lo enriquece,
pero que a mí me empobrece.
—Sí, creo que te la he oído citar alguna vez. ¿Crees que puedes conseguir que Christa deje de nhablar de nosotros?
Tom la miró con resignación.
—No lo sé. Pero en vista de su actitud en la conferencia, tenía que hacer algo.

CAP 20.-
Julio de 2011
Minneapolis, Minnesota

La caligrafía de Paulina Gruscheva era vigorosa y sofisticada, como ella misma. Escribía con una pluma estilográfica Montblanc y la tinta negra fluía sobre el caro sobre color crema. Había tenido que buscar su dirección. Milagrosamente, venía en la guía telefónica de Cambridge. Mientras miraba las letras y los números que acababa de escribir, una sonrisa de satisfacción se formó en su hermosa cara. Tras cerrar el sobre, se arregló para ir a tirar la carta a correos. Iba a llevarse una sorpresa.

CAP 21.-
Septiembre de 2011 Italia

______ y Tom se despidieron de Katherine, de Paul y de Oxford unos días después de la conferencia. Las últimas palabras que ______ intercambió con su amigo fueron especialmente incómodas. Conociéndole, ella se dio cuenta de que algo iba mal, pero cuando le preguntó qué pasaba, él murmuró algo sobre ansiedad por la tesis. Cuando le dio un abrazo de despedida, la estrechó con un poco más de fuerza de lo habitual y
durante un poco más de tiempo. Cuando _______ le dijo que seguirían en contacto, él asintió en silencio. Ella disculpó su actitud pensando que sentía nostalgia de su antigua amistad. Mientras tanto, Tom distrajo a Katherine para darles un poco de intimidad. No lo alegró ver a Paul tan incómodo, mientras trataba de parecer feliz y despreocupado para no entristecer a _______. Ellos dos viajaron a Roma, donde celebraron el cumpleaños de Tom el día primero de septiembre, con una visita especial a los Museos Vaticanos. Sin embargo, hubo una sorprendente ausencia de sexo museístico. (Ni siquiera Tom se sintió inclinado a rendirse a la tentación dentro del Vaticano.) Pasaron varios días en Asís, donde rezaron y encendieron velas en la cripta de San Francisco. Aunque Tom y ________ no se contaron sus plegarias, ambos supusieron que rezaban el uno por el otro, por su matrimonio y por el don de un bebé. ________, además, rezó pidiendo fuerza y sabiduría. Tom pidió bondad y valor. Ambos rezaron por Rachel y Aaron, pidiéndole a Dios que bendijera su unión con un hijo. A finales de septiembre llegaron por fin a su casa de Todi, un pueblo de Umbría. La casa, situada cerca de un huerto de frutales, tenía una piscina cercada, rodeada en un extremo por arbustos de lavanda. Las flores perfumaban el aire. _______ colocó unas cuantas entre las sábanas de la cama. Cuando se despertó al día siguiente, Tom se había ido. No se extrañó. El sol ya estaba alto y sus rayos entraban por el balcón. Alargó la mano y notó que las sábanas estaban frías. Sobre la almohada, que olía a colonia Aramis mezclada con lavanda, encontró una nota:
Buenos días, querida:
Dormías tan plácidamente que no he querido despertarte.
He ido a buscar unas cuantas cosas al mercado de Todi.
Llámame al móvil si necesitas algo.
Te quiero,
Tom
Posdata: eres arrebatadora
________ sonrió. Era una nota sencilla, muy parecida a muchas otras que Tom le había escrito. Pero en un rincón, casi como una ocurrencia de última hora, había dibujado a lápiz su perfil mientras dormía. Bajo el dibujo había escrito: Mi Beatriz.
No sabía que tuviera talento para el dibujo, aunque su habilidad en otras disciplinas ya dejaba adivinar una multiplicidad de habilidades manuales. El esbozo era bastante bueno. Lo conservaría. Tal vez lo enmarcaría. Sonriendo, bajó los pies descalzos al suelo y se dirigió hacia el armario. No le apetecía vestirse, así que se puso una de las camisas de Tom, abrochándose un par de botones antes de rebuscar en los
cajones unos calcetines. Desde el piso de abajo, le llegó la voz de él. Bajó la escalera con entusiasmo y entró en la cocina.
—Hola. —Tom la besó en la frente mientras dejaba la compra en la encimera—. Estás muy guapa. —Cuando lo hubo soltado todo, le dio un beso en cada mejilla antes de aprisionarla entre sus brazos.— ¿Has dormido bien? —preguntó, posando los labios en su pelo.
—Muy bien. Entre los días en Asís y la noche pasada, creo que he dormido más que durante los últimos meses juntos. —Le besó la nuez y Tom se apartó como si le hubiera hecho cosquillas—. Gracias por el dibujo.
—De nada.
—No sabía que supieras dibujar.
—Querida, me encantaría pintarte si pudiera... con los dedos.
—Deja de provocarme, Profesor. Cada vez que pienso en pintura, me acuerdo de lo que hicimos en Selinsgrove. Y me pongo muy caliente. —Bromeando, ______ hizo un mohín.
—Luego me ocuparé de eso, te lo prometo. —Tom la soltó y le dedicó una sonrisa ladeada—. Me gustan tus calcetines.
Ella se miró los pies y flexionó los dedos.
—Los rombos son sexies.
—Desde luego. Un amigo me dijo una vez que los rombos eran el diseño de la seducción.
—Tienes unos amigos muy raros... —replicó _______, negando con la cabeza y comiéndose una uva.
Tom empezó a guardar la compra, observándola con el rabillo del ojo.
—Se te ve contenta.
Ella se sentó en la encimera de un salto y empezó a balancear las piernas.
—Lo estoy. Por fin he dejado atrás la conferencia y lo hemos pasado muy bien tanto en Roma como en Asís. Estoy enamorada de mi marido y puedo disfrutar de esta maravillosa casa con él. Soy la mujer más afortunada del universo.
Tom alzó mucho las cejas.
—¿Del universo? Hum. Seguro que a los habitantes de la galaxia vecina no les gustará oírlo.
Ella le dio una patada de broma con el pie cubierto por el calcetín de rombos.
—Eres un empollón.
Volviéndose hacia ella, Tom le agarró el pie y lo levantó hasta que lo tuvo a la altura del hombro. ______ se echó hacia atrás y se apoyó en la encimera para mantener el equilibrio.
—¿Qué me has llamado? —preguntó él, fingiendo estar enfadado, aunque sus ojos ambar como el whisky brillaban divertidos.
—Ejem, te he llamado empollón.
Tom alzó una ceja.
—¿Ah, sí? ¿Y crees que un empollón haría esto? —preguntó, acariciándole el empeine con pericia.
Cuando ella suspiró de placer, él le quitó los calcetines y los tiró al suelo por encima del hombro.
—Vamos a comprobar si es verdad que te pones tan caliente como dices. —Su voz la hizo estremecer.
Tom le subió la mano por la pierna lentamente, entreteniéndose en la corva hasta que ella gruñó.— _______ —susurró él, con mirada juguetona.
—¿Sí?
—No te has puesto bragas.
Con un dedo, le acarició la parte interna del muslo una y otra vez, a ritmo lento. Cuando sus dedos se acercaron a la parte de _______ que quedaba expuesta, ella empezó a respirar aceleradamente.
—Los empollones no tienen fama de ser muy buenos amantes. —Tom retiró la mano de entre sus piernas y le apoyó un dedo en la boca.
Cuando ella separó los labios, le deslizó el dedo en su interior. _______ se lo rodeó, succionándolo ligeramente para luego soltarlo.
Tom le guiñó un ojo antes de usar el dedo húmedo para acariciarle la parte alta del muslo.
—¿Crees que un empollón haría esto? —Tom se inclinó hacia ella y sopló sobre el reguero de saliva que había dejado allí.
Cuando ______ se estremeció, él sonrió travieso y recorrió el mismo camino con la nariz. Levantándose, la besó apasionadamente antes de apartarse con brusquedad. Sin darle tiempo a protestar, se dejó caer de rodillas frente a ella.

—Mmm —murmuró, colocándose las piernas de _______ sobre los hombros—. Esta encimera tiene la medida perfecta. Supongo que tienes razón al decir que eres la mujer más afortunada del universo.



hey!!! esta caliente el ultimo cap no?? ^^... bueno ... ahora otra preocupacion, que tramara paulina?? dios que nervios!!! pense que esa mujer ya los dejaria en paz pero veo que no ... bueno sin mas que decir me despido, cuidense mucho ... 4 o mas y agrego ... adios :))

domingo, 24 de agosto de 2014

.-LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 17º Y 18º

CAP 17.-
Esa misma tarde, ______ y Tom se trasladaron al hotel Randolph. Habían quedado para cenar con Katherine y Paul, pero éste dijo que tenía que hablar con la profesora Picton a solas y, tras disculparse, les preguntó a los Kaulitz si les importaría cancelar los planes. Así que cenaron solos. Tras una velada tranquila en el elegante comedor del Randolph, subieron a su suite.
—¿Estás contenta de que ya haya pasado la conferencia? —preguntó Tom, abriéndole la puerta a su esposa.
—Muy contenta. —________ se quitó la chaqueta y la dejó caer sobre una silla. Sentándose en el borde de la cama, se quitó los zapatos de tacón. Al ver una chocolatina sobre la almohada, la abrió y se la metió en la boca.
—En el Magdalen College no nos daban chocolatinas —comentó Tom.
Sonriendo, ella miró hacia el cuarto de baño.
—Me he enamorado del toallero caliente. Necesitamos uno igual en casa.
—Veré qué puedo hacer —comentó él echándose a reír.
—Pero no cambiaría por nada las noches que hemos pasado en el Magdalen. Si algún día volvemos a Oxford, espero que nos podamos alojar de nuevo allí.
—Por supuesto. —Tom le besó la coronilla—. El Magdalen College es un lugar muy especial, aunque las habitaciones son un poco espartanas para mi gusto. Creo que hemos hecho bien en repartir la estancia entre el College y el hotel.
—Tenía esperanzas de ver algún fantasma de Narnia durante la visita.
—Pues fuera del Magdalen será difícil. Aunque me han dicho que el espíritu del protagonista de la serie Inspector Morse, de Colin Dexter, visita el bar de aquí abajo. Podríamos ir a comprobarlo.
—Creo que ya he tenido bastante vida social por hoy. Necesito un baño caliente, una toalla caliente y meterme pronto en la cama.
—¿Has cambiado de opinión? —Tom alargó la mano para acariciarle la mejilla.
—¿Sobre qué?
—Sobre el doctorado —respondió él, encogiéndose de hombros—. Sobre cualquier cosa.
—Me había preparado bien la charla, pero soy consciente de que he tenido suerte. Los asistentes no venían con las espadas desenvainadas.
—No era un público fácil. Los conozco, no tienen paciencia con las tonterías.
—Ya me he dado cuenta por cómo han reaccionado ante las preguntas de Christa. Nunca había visto algo así. —________ se estremeció.
—Yo sí. Y cosas peores.
—Me pregunto adónde habrá ido.
Tom resopló.
—Supongo que Pacciani se la ha llevado. Katherine logró asustarlo. Estaba furioso con Christa.
Ella miró a su marido con curiosidad.
—¿No te parece raro que Paul no haya querido cenar con nosotros? Antes parecía que tenía muchas ganas.
Tom le acarició la nariz con un dedo.
—Tal vez a Katherine no le gusta alguna parte de su tesis y él prefería hablar con ella a solas.
—Tal vez.
—Pero no has respondido a mi pregunta. ¿Has cambiado de idea sobre el programa de estudios? ¿Sigues igual de entusiasmada?
_______ puso la mano encima de la de él, presionándola contra su mejilla.
—Ha sido una experiencia intimidatoria..., pero me alegro de haberlo hecho. Me gustaría repetir algún día.
—Bien, porque creo que vales para esto, ________. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte a triunfar.
Ella cerró los ojos con fuerza.
—Gracias, Tom. Significa mucho para mí.
—Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que quieras. Si algo te preocupa, háblalo conmigo. Siempre te escucharé, te lo prometo —dijo, moviendo la mano hasta su nuca.
—Sólo quiero que seamos felices.
—Es lo que quiero yo también, así que si algún día eres infeliz, dímelo.
Volvió la cara y le besó el interior de la muñeca.
—Me pregunto qué pensaría el marido de Beatriz sobre las atenciones de Dante —comentó ________ —. Tienes que admitir que su historia es triste. Beatriz está casada, pero tiene al poeta siguiéndola a todas partes y escribiendo sonetos sobre ella.
Tom la sujetó con más fuerza.
—Pero yo me casé contigo. Y te amo. Tenemos lo que Dante y Beatriz no pudieron tener. — Volvió a besarle la cabeza—. Tengo que salir un momento.
—¿Estarás fuera mucho rato?
—No lo sé, pero tengo un regalo para ti para amenizarte la espera. —Se sacó una cajita del bolsillo y se la puso en la mano.
_______ leyó la etiqueta: Cartier. Lo miró con los ojos muy abiertos.
Tom abrió la caja y ________ vio un precioso reloj de pulsera de oro blanco que brillaba entre pliegues de seda.
—En reconocimiento al trabajo bien hecho. Vas a tener muchas más oportunidades de presentar tus trabajos. Necesitas un reloj fiable.
Sacándolo de la caja, le dio la vuelta para mostrarle la inscripción de la parte trasera:
Para mi amada
con admiración y orgullo,
Tom
—Un Timex es un reloj fiable. Esto es otra cosa —protestó ella, a punto de echarse a reír.
—Te lo mereces, te lo aseguro.
_______ acarició la inscripción, maravillada.
—¿Cómo lo sabías?
—¿Cómo sabía qué? —preguntó él, poniéndole el reloj en la muñeca. Le quedaba justo a la medida.
—¿Cómo sabías que lo haría bien?
—Porque tengo fe en ti. —La besó lentamente antes de salir de la habitación con gesto decidido.

Christa Peterson estaba sentada en la gran cama de su habitación de hotel, esperando. Había encontrado un sexy corsé que se ataba a la espalda y lo llevaba puesto con medias, ligas y zapatos de tacón alto, todo de color negro.
En la esquina había una cubitera plateada con una botella de champán. Una música provocativa flotaba en el aire y tenía preparados una serie de accesorios igual de provocativos (incluidas unas esposas) sobre la mesilla de noche.
Miró la hora en el caro reloj que llevaba desde el día que perdió la virginidad, resistiéndose a pensar en lo que Giuseppe le había dicho la noche anterior. Sus palabras se habían acercado demasiado a la verdad. En vez de eso, se centró en lo que estaba a punto de suceder. Por fin iba a conseguir lo que llevaba tanto tiempo deseando. Iba a tener al profesor Tom J. Kaulitz en su cama, entre sus brazos, dentro de su cuerpo. Por fin. Los hombres nunca la rechazaban. Y a pesar del extraño apego que Tom parecía sentir por su sosa e insignificante mujercita, seguía siendo un hombre. Follarían unas cuantas veces y luego cada uno seguiría su camino. Y tendría la satisfacción de saber que su tasa de éxito en seducción seguía siendo del cien por cien. Alguien llamó a la puerta. Tratando de contener su entusiasmo, Christa se levantó y se dirigió a abrir.

CAP 18.-
—Has estado maravillosa —susurró Tom, acariciándole perezosamente la espalda con el dorso de los dedos.
Ella se abrazó a la almohada, escondiendo la cara. Estaba tumbada boca abajo, con lo que la espalda le quedaba gloriosamente expuesta. Él notó con preocupación esa muestra de timidez antes de inclinarse para besarle la curva del hombro.
—¿Cariño?
—Gracias. —_______ se movió un poco para mirarlo a los ojos.
—¿Qué te ha parecido esa postura? —Le apoyó una mano sobre los hoyuelos que tenía justo encima del trasero.
—Me ha gustado.
—¿Pero?
—Nada que objetar.
—Entonces, ¿por qué te escondes?
Ella se encogió de hombros. Tom la obligó a ponerse de lado.
—Estás segura. Te lo prometo. Entre mis brazos siempre estarás segura. Igual que en mi cama. Siempre. —Le levantó la barbilla con un dedo—. Dime algo.
Ella apartó la vista.
—No quiero sacar viejos temas, pero a veces me preocupo.
—¿Sobre qué?
—Me da miedo no ser lo suficientemente atrevida en la cama.
Tom se habría echado a reír, pero la vio tan seria que no osó y se forzó a adoptar una expresión solemne.
—Es una preocupación extraña, teniendo en cuenta lo que hemos estado haciendo estas últimas horas. —Tenía la mano apoyada en su culo, pero resistió el impulso de apretárselo.
Ella sopló para apartarse un mechón de pelo de la boca antes de hablar.
—No había podido contártelo antes, pero Christa me ha abordado justo antes de la comida con Paul.
Los ojos de Tom brillaron de enfado.
—No quiero oír el nombre de esa mujer mientras estemos en la cama.
—Lo siento —se disculpó ella, apoyando la cara en la fina capa de vello que cubría el pecho de Tom.
—¿Qué te ha dicho?
—Que merecías estar con alguien más atrevida en la cama.
—No escuches las mentiras de esa víbora.
—Le he dicho que lo que tú te mereces es amor y que eso es lo que yo te doy.
—Qué gran verdad. —Deslizó la mano hasta la nuca y comenzó a masajeársela—. Entonces, ¿por qué estás preocupada?
—Porque no quiero perderte.
Esta vez, él no pudo contener la risa.
—Pues me temo que estamos en una competición, porque yo también pienso hacer todo lo que esté en mi mano para no perderte a ti.
—Bien. —_______ se acurrucó entre sus brazos.
—Hay algunas atrevidas aventuras que viví antes de conocerte que no desearía volver a experimentar nunca.
________ hizo una mueca al acordarse de la profesora Dolor. Con un dedo le recorrió la línea del cuello, arriba y abajo, arriba y abajo, muy suavemente y añadió:— Hay otras aventuras que no me importaría probar contigo si estás de acuerdo. Nuestra cama es un lugar para disfrutar. Mi mayor preocupación es complacerte y obtener placer a tu lado, pero nunca a tu costa, te lo garantizo. No debe preocuparte pensar que podría abandonarte si me dices que no. Siempre puedes decir que no, ¿queda claro?
—Sí. —_________ respiró hondo.
—Bien. Pues si algún día te propongo algo nuevo y no te apetece probarlo, me lo dices.
—¿En serio? —Ella lo miró como si quisiera leer en su interior con sus enormes ojos.
Tom le dirigió una media sonrisa.
—Puede que trate de seducirte para hacerte cambiar de opinión, pero pocas cosas me parecen más desagradables que acostarse con una mujer en contra de su voluntad.
Tom se quedó callado un momento, mientras le acariciaba la mejilla con el pulgar.
—Y, en tu caso concreto, no se me ocurre nada más angustioso que mirarte a los ojos y ver en ellos dolor o arrepentimiento.
Se inclinó hacia ella hasta que sus bocas se unieron en un beso. Durante unos segundos, se olvidaron de todo lo que no fuera la dulzura de su abrazo.
—¿Aún sientes vergüenza?
—No. —_______ juntó las piernas—. Aunque me pregunto qué clase de aventuras tendrás en la cabeza.
—Confía en mí, ________, y te las mostraré. —Tumbándola de espaldas en la cama, le levantó los brazos por encima de la cabeza y le acarició el cuello con los labios.
A la mañana siguiente, los Kaulitz se quedaron dormidos, a pesar de sus intenciones de levantarse temprano para visitar el museo Ashmolean. Tom fue el primero en levantarse. Tras darle un suave beso a ________, se metió en el baño.
Después de ducharse y afeitarse, volvió a la habitación con sólo las gafas y una toalla a la cintura. ______ seguía durmiendo. Él la miró con satisfacción. La había dejado agotada la noche anterior, gracias a una excepcional serie de orgasmos. El pecho se le hinchó de orgullo. Se había pasado la noche instruyéndola en actividades que hasta ese día nunca había practicado. No podía evitar un sentimiento primitivo de posesión. Era él quien la guiaba; era él quien compartía su placer. Pero ese sentimiento iba acompañado de otro de ternura, la ternura que le despertaba que ella confiara en él.
Sus encuentros eran siempre apasionados, llenos de amor. Tom la observaba constantemente para percibir cualquier señal de duda y actuar en consecuencia. Al saber que estaba segura, ______ se entregaba totalmente. El sexo podía ser muy absorbente. Lo sabía por propia experiencia. Una vez había sido esclavizado por él, había caído prisionero, como un animal en una trampa. Incluso ahora, con su esposa, había veces en las que deseaba olvidarse de todo y perderse en el sexo para volver a
encontrarse en su interior. _______ podía ser igual de voraz y apasionada. Su confianza en él la volvía atrevida y la pasión que sentía la convertía en una amante entusiasta. Su experiencia se limitaba a lo que Tom le había enseñado, pero eso no lo molestaba, todo lo contrario. Parecía que cada encuentro estaba lleno de novedades.
No sabía cómo hablarle a _______ de los sentimientos que le despertaba sin sacar a colación los fantasmas del pasado. Pero las diferencias entre su esposa y sus antiguas amantes eran evidentes y Tom trataba de transmitirle lo mucho que lo complacía, no sólo de palabra sino también de obra. Tanto dentro como fuera del dormitorio, seguían la máxima de san Agustín: «Ama y haz lo que quieras».
(Habían amado y habían hecho lo que habían querido varias veces la noche anterior.)
Tom contempló los restos del encuentro: fresas y trufas para los dos, champán para ________ y agua con gas para él. El conserje había sido muy amable cuando Tom se había presentado en la recepción en un impulso, en plena noche. Recogió la ropa que habían dejado tirada. Primero la de _________, sonriendo al ver el corsé y las
minúsculas braguitas que llevaba debajo del decoroso traje. Sabía cómo provocarlo sin desprenderse de su modestia innata. Luego colgó su traje y vació los bolsillos. Algo blanco se cayó al suelo. Se agachó a recogerlo. Era una tarjeta de visita, con unos datos impresos:
Christa Peterson, máster en Artes
Estudiante de máster
Departamento de Italiano
Universidad de Columbia
Email: cp24@columbia.edu
Tel. (212) 458-2124

Tom la leyó disgustado antes de darle la vuelta. En el dorso, escrito a mano, decía:
Hotel Malmaison, habitación 209.
Esta noche.
Soltando una maldición, Tom arrugó la tarjeta y la tiró a la papelera.
Christa debió de metérsela en el bolsillo el día anterior. Sin duda la había escrito antes de hablar con él. Tenía que haber planeado su seducción con antelación. Puede que hubiera viajado a Oxford exclusivamente con ese fin. Eso explicaba buena parte de su conducta. Su objetivo siempre había sido él, no _______. Sus actos habían sido premeditados para atraparlo, aprovechándose de su necesidad de proteger a su esposa. No contenta con eso, había provocado a ________, sugiriendo que no iba a ser capaz de conservarlo a su lado, como si estuviera segura del resultado de su seducción. A Tom se le encogió el estómago. Se acercó a la cama donde ______ dormía tranquilamente. Habían compartido una noche de placer incomparable y Christa había tratado de arrebatársela. Su lujuria se había convertido en envidia y traición. Había conspirado para arrebatárselo a _______ y para convertirlo a él en un adúltero. «Menos mal que ________ no encontró la tarjeta.»
Confiaba en que, si la hubiera encontrado, le hubiera pedido explicaciones, en vez de ir a contárselo a Paul. Un escalofrío le recorrió la espalda. La carrera de _______, que justo empezaba a despegar, era algo frágil y precioso, igual que su matrimonio. Y no iba a permitir que nada ni nadie los amenazara. Fue a buscar el teléfono móvil y se dirigió al cuarto de baño, marcando el número de John Green, su abogado.

En el hotel Malmaison, en el castillo de Oxford, Christa se miraba en el espejo del baño. Se llevó una mano temblorosa a los labios, acariciando la zona ensangrentada. Encogiéndose de dolor, examinó el moratón que le estaba apareciendo en la mejilla y las marcas de los dedos que se habían clavado en su piel. Tenía un aspecto terrible.
La noche anterior había abierto la puerta esperando encontrar al profesor Kaulitz, pero en vez de él, apareció Giuseppe, borracho y furioso. Le había dado un empujón para entrar y había cerrado la puerta con pestillo, sin parar de decir que ella iba a costarle el puesto en América. Hablaba en italiano, arrastrando las palabras. Cuando Christa se quejó, se volvió aún más agresivo y exigió saber a quién pretendía seducir en la habitación que él había pagado. En cuanto ella pronunció el nombre de Tom, él le dio un bofetón. Nunca le habían pegado antes. Y no era lo único que había experimentado por primera vez esa noche. Bajó la vista al sentir dolor entre las piernas. No había dado su consentimiento. No había dicho que sí a nada de lo que le había hecho. La ternura de Giuseppe había desaparecido por completo. Furioso, le había arrancado la ropa y la había empujado hasta la cama. La había insultado, había maldecido a Tom y a ella y , cuando Christa había tratado de defenderse, la había vuelto a golpear. Al recordar los detalles de la agresión se tambaleó hasta la taza del váter, donde vació el
estómago. Al acabar, se apoyó en el lavamanos y bebió un vaso de agua. Creía que tenía el control de la situación. Ella decidía con quién follaba y qué debían darle a
cambio. Ella era la que despreciaba a sus amantes. Pero la noche anterior le habían arrebatado ese dominio. Y no era lo único que le había arrebatado. Hizo un esfuerzo por no echarse a llorar de rabia y frustración. Volvió al dormitorio en silencio para asegurarse de que Giuseppe seguía durmiendo. Cuando oyó sus ronquidos, supo que había llegado el momento. Se vistió rápidamente con lo primero que encontró, sin preocuparse de que los colores combinaran. Echó sus cosas en la maleta de cualquier manera, dejando la lencería rota en el suelo. Al oírlo respirar profundamente, se detuvo aterrorizada. Giuseppe murmuró algo en sueños, pero en seguida siguió roncando. Christa localizó el bolso y el pasaporte y los cogió, igual que el abrigo. Cuando estaba llegando a la puerta, se dio cuenta de que el reloj Baume & Mercier se había quedado en la mesilla de noche. Estaba a pocos centímetros de la cabeza de él.
Quería recuperarlo. Ese reloj tenía un gran valor sentimental para ella. Al acercarse a la cama, la respiración de Pacciani se volvió más superficial. Con un gruñido, se volvió en su dirección. Christa echó a correr hasta la puerta y se marchó, dejando el reloj.

Al entrar en el taxi que iba a llevarla a la estación, empezó a planear su venganza. El profesor Tom J. Kaulitz y su joven esposa ________ habían desaparecido ya de su mente.




hello!!! por un momento pense q era tom el que habia ido a ver a christa .... pero no!! uff no fue asi ... ya decia yo .... estaria loco para hacerlo... tambien es bueno saber que _____ y tom habian dejado de ser objeto de venganza ... ahora es pacciani ... que hara esa mujer?? porque ... sea lo que sea la muy arpia es mujer y ese hombre la agredio y violo ... eso no esta bien ... bueno ya saben 4 o mas y agrego sino no ... adios :))