CAP
35.-
Florencia, Italia
Tom fumaba un solitario
cigarrillo mientras contemplaba los trozos del vaso de agua roto. _______ se
había enfadado por su culpa. No era la primera vez que rompía cosas delante de
ella. Había destrozado su antiguo teléfono móvil cuando el hijo de puta de
Simon la había llamado. Inspiró hondo, haciendo entrar el aire hasta el fondo
de los pulmones antes de soltarlo por la nariz. No definiría su relación con
______ como tormentosa, aunque la verdad era que últimamente estaban
discutiendo mucho. Habían discutido sobre el tema de la conferencia en
Selinsgrove. Y también en Umbría, cuando él le había preguntado por su madre. Y
esa noche habían alcanzado un nuevo récord negativo cuando ella lo había
acusado de pensar que era una zorra. No podía estar más equivocada. Ni siquiera
podía pronunciar esa palabra en la
misma frase que su
nombre. Pero había perdido los nervios antes de poder explicárselo. Sus
secretos a ______ le estaban haciendo daño, lo sabía. Pero no quería hablar de
las cosas que lo martirizaban hasta haber encontrado una solución. No quería
parecer débil ni indeciso. O, aún peor, no quería que la compasión de ella se
transformara en lástima. Prefería que se enfadara. Lo que no podía soportar era
que le perdiera el respeto. No había encontrado una solución. Todavía no. Se
debatía entre dos salidas extremas, pero ambas eran inadmisibles. En esos
momentos, le faltaba valor o sabiduría para dar con una alternativa válida para
los dos. ________ tenía razón. Si adoptaban un niño, tendría que dejar de
fumar. Pero lo había dejado ya
una vez, mientras se
rehabilitaba. Podía volver a hacerlo. Pensó en John y Diane. Habían pasado de
la euforia de saber que iban a ser padres a la desolación de enterarse de que
su hijo tenía un defecto que ponía en riesgo su vida. No se podía ni imaginar
la impotencia que debían de estar sintiendo. Había conocido una sombra de esa
impotencia cuando Paulina... Se obligó a centrarse en el cigarrillo que tenía
en las manos. Esa noche no podía permitirse vagar por esa senda oscura. Levantó
la vista hacia la silueta de Florencia. Contempló la torre del Palazzo Vecchio
y los demás edificios iluminados mientras esperaba a que ______ se durmiera. Fue
al baño a lavarse los dientes y se desnudó, dejando la ropa tirada en el suelo.
Se dio una
ducha rápida para quitarse
el olor a tabaco de la piel. Desnudo y con el pelo húmedo, se deslizó entre las
sábanas, con cuidado de no tocarla. Un rápido vistazo le había revelado que se
había puesto un camisón y que se había tumbado de lado, dándole la
espalda. «Mensaje
recibido, cariño.»
Mientras se acostaba, le
pareció que ella murmuraba algo, inquieta.
—Lo siento —musitó Tom.
Al ver que no respondía,
apagó la luz y se puso asimismo de espaldas a ella. Inmediatamente, _______ se
volvió hacia él y lo abrazó desde atrás.
—Yo también lo siento.
—Prometimos que no
volveríamos a irnos a la cama enfadados.
—No estoy enfadada, Tom.
Estoy dolida.
Él hizo una mueca de
dolor y se aferró al brazo que le rodeaba la cintura.
—Tienes razón sobre
Maria. Es que quería hacer algo por ella. Y nunca he pensado que seas una zorra.
No creo que seas fría ni despiadada. Eres mi amada.
—Entonces necesito que
seas más amable conmigo. La verdad, Tom, estos últimos días a tu lado han sido
muy duros. No quiero que nuestro matrimonio sea así.
Él se tensó.
—Encontraré la manera de
compensarte. Te lo prometo.
—No quiero que me
compenses. Sólo quiero que me cuentes qué te pasa.
—Lo haré. Te lo prometo.
—Cuéntamelo ahora —ordenó
ella con firmeza.
—Por favor, ______
—susurró Tom—. Te pido que me des un poco más de tiempo.
—¿Para que puedas tomar
tu importante decisión sin mí?
—No haré nada sin
hablarlo antes contigo. ¿Nunca has estado preocupada por algo y has tratado de
hallar la mejor solución por tu cuenta? No puedes tomar esta decisión por mí.
—Negó con la cabeza—. Sólo te pido que tengas un poco de compasión.
_______ lo miró a los
ojos y no vio ni rastro de falsedad en ellos.
—Te daré un poco más de
tiempo. Pero quiero que llames al doctor Townsend.
Tom abrió la boca para
protestar, pero ella lo interrumpió:
—No aceptaré una
negativa. O me cuentas qué te preocupa o hablaré yo con él. Si no quieres hacerlo
por ti, hazlo por nosotros, pero habla con alguien, por favor.
Respirando hondo, él
asintió.
Tom se despertó cuando
estaba a punto de amanecer y salió de la habitación antes de que _______ se
despertara. Aunque le dolió dejar la calidez de sus brazos, tenía una misión
que cumplir. Y cuanto antes obtuviera la información que necesitaba, más cerca
estaría de encontrar una solución. (O eso esperaba.) Esa tarde tenía una
importante reunión con su viejo amigo, el dottore Vitali, director de la
Galería de los Uffizi. Tom
estaba más decidido que nunca a demostrarle a su esposa lo mucho que la amaba.
Y a hacerlo en público. Al salir del hotel, pensó que las calles de Florencia
le gustaban especialmente por la mañana temprano, antes de que la ciudad se
desperezara. Se detuvo en la cafetería del Museo Gucci en la Piazza della Signoria
a tomar un espresso y un bollo. Los disfrutó sentado en la terraza mientras
leía La Nazione, haciendo tiempo hasta que Elena empezara su jornada laboral en
el orfanato. A las diez en punto llamó a la puerta. La mujer se mostró muy
sorprendida al verlo y más sorprendida aún al enterarse del motivo de su
visita. Le dio las gracias por su interés por Maria y le sugirió que, si quería
ayudar a la niña, podía pagar el coste del terapeuta que la visitaba para hacer
que recuperase el habla. Cuando Tom sacó el tema de la adopción, Elena le dijo
que adoptar un niño en Italia no era fácil. Sólo se permitía hacerlo a parejas
que llevaran más de tres años casadas. Aunque ______ y él decidieran quedarse
con Maria, el gobierno italiano se opondría. Tom se marchó con la lección
aprendida, tras haber hecho una generosa donación para cubrir
los gastos de la pequeña.
Además, insistió en que Elena se pusiera en contacto con él si surgían nuevas
necesidades. Perdido en sus pensamientos, se sentó en una cafetería cerca de la
iglesia de la Santa Croce. En vez de quedarse mirando a las guapas mujeres que
pasaban, hizo unas cuantas llamadas, tratando de convencer a las mejores
familias de Florencia de que ayudaran al orfanato mediante adopciones o
acogidas. Obtuvo
reacciones variadas. Todo el mundo parecía dispuesto a desprenderse de parte de
su dinero para ayudar económicamente a la institución, pero ninguna de las
parejas estaba interesada en la acogida. La adopción quedaba absolutamente
descartada. Una vez más, Tom fue consciente del derroche de generosidad de que
había sido objeto en su infancia, al darse cuenta de todas las razones a las
que Richard y Grace podían haberse aferrado para no adoptarlo. Por suerte para
él, no lo hicieron.
______ se despertó en la
cama vacía de una silenciosa habitación de hotel. Pero Tom le había dejado un
vaso de agua en la mesilla, junto a una nota:
He
ido a hacer unos recados. Volveré a tiempo para arreglarme para la inauguración
de esta noche.
Te
quiero.
Y
me gusta mi cuerpo cuando está con tu cuerpo
T.
En el dorso, Tom le había
escrito el poema de e.e. cummings que empezaba con la última frase de su nota. _______
leyó y releyó el poema, preguntándose qué tipo de recados habría ido a hacer. Tenía
que admitir que se sentía un poco culpable. Tom tenía razón. Maria necesitaba
una familia que la quisiera y se preocupara por ella. No le extrañaba que él se
sintiera tan atraído por la niña. Aunque seguía igual de agobiada y angustiada
por el peso de las obligaciones académicas, no podía quitarse de encima la
sensación de que estaba siendo egoísta al poner su educación por delante del
bienestar de una niña. De todos modos, no le parecía adecuado llevarla lejos de
su país, a una casa desconocida, llena de extraños. Especialmente sin saber qué
era lo que tanto preocupaba a Tom. «Tal vez quiere que tengamos hijos en
seguida y se está preparando para plantearme el tema.»
Le dio unas cuantas
vueltas al tema, pero luego lo dejó de lado. Tom le había asegurado que entendía
su ansiedad respecto al doctorado. No iba a cargarla con más preocupaciones. Había
trabajado tanto para llegar hasta allí... Sus comentarios de la noche anterior
sobre «la _______ que conocía» le habían hecho mucho daño. Ella se había pasado
la vida tratando de ser compasiva con los demás. Y no creía que ser buena
persona obligara a abandonar todos los sueños personales. Por mucho que
quisiera ayudar a Maria, no podía asumir una adopción en ese momento. Tal vez
al cabo de un par de
años, cuando se conocieran mejor y ______ estuviera ya más avanzada en su
tesis. Una vez acabados los cursos de doctorado, podría dedicarse exclusivamente
a la preparación del proyecto y a la redacción del texto. Era más fácil
combinar la maternidad con la investigación desde casa. (O eso suponía.)
Seguía preocupada por su
marido. No sabía qué demonios secretos lo atormentaban, ni por qué se mostraba
tan reservado sobre las soluciones que buscaba.
Cogió su iPhone de la
mesilla de noche y le envió un mensaje:
T:
He
echado de menos despertarme a tu lado esta mañana.
Gracias
por la nota y el poema.
Con
ganas de que llegue ya la inauguración.
Yo
también te quiero.
______.
xx
Luego, haciendo un
esfuerzo para ejercer la caridad, se vistió y pasó el día buscando al mendigo al
que le había dado dinero durante su primera visita a Florencia con Tom.
Buscó y preguntó por todo
el centro, pero nadie parecía recordar a ningún hombre que
respondiera a esa
descripción.
Mientras _______ ahogaba
sus penas en una limonada helada en el bar Perseo, Tom estaba acabando su
reunión con el dottore Massimo Vitali en los Uffizi. Cuando volvió a la
habitación, la encontró vacía, pero el aroma de azahar de la colonia de ______
permanecía en el aire.Tenía muy buenos recuerdos de su anterior visita a
Florencia. En la suite del hotel había una pared que le gustaría poder enmarcar
o convertir en una capilla. Recordó los primeros tiempos de su relación. Había
tenido que esforzarse mucho para ganarse la confianza de ______. De pronto, le
vino una imagen de cómo sería su vida sin ella: vacía, desnuda, fría. Tenía que
resolver sus problemas en seguida, o la brecha entre ellos crecería y crecería
hasta que acabara perdiéndola.
Cogió el teléfono y marcó
el número de la consulta del terapeuta. Al no encontrar a nadie, dejó un
mensaje largo. Después abrió el portátil y, tras conectarse a Google, escribió
dos palabras: «Jorg Davis».
Varias horas después, _______
estaba en el cuarto de baño, maquillándose, mientras Tom se afeitaba a su lado.
Cuando ella se rozó con los dedos una zona del cuello, se encogió sin querer.
Aunque la señal que le había dejado el mordisco de Simon ya no era visible,
cada vez que se tocaba allí notaba sus dientes. Una mano cariñosa le acarició
la nuca.
—No volverá a hacerte
daño nunca más.
______ buscó los ojos de Tom
en el espejo.
—Ojalá pudiera creerlo,
pero no puedo quitarme de encima la sensación de que Natalie y él no han
acabado conmigo.
—No se atreverían
—insistió Tom dándole un beso en la frente.
—¿Cómo puedes estar tan
seguro?
Una sombra le cruzó el
rostro, pero en seguida la eclipsó con una sonrisa.
—Confía en mí.
—Mi padre me ha llamado
antes —dijo _______, resiguiendo el borde de la encimera de mármol con un dedo.
—¿Qué te ha dicho?
—Tienen previsto casarse
el Día del Trabajador. Será una boda íntima. No quieren esperar más. Papá está
más a gusto en su casa y Diane no quiere mudarse a vivir con él hasta que estén
casados.
—¿Y el bebé?
—No hay novedades. Diane
está bastante bien y el niño todo lo bien que cabe esperar. Lo controlan a
menudo. —_______ negó con la cabeza—. Pero papá se siente muy impotente.
—Es normal. Quiere
protegerlos y no puede hacer nada.
______ asintió,
observando el mármol como si fuera lo más interesante del mundo.
—Siento lo de Maria.
—Yo también. —Se apoyó en
el mármol y se miró los pies—, pero al menos he intentado ayudarla.
—Tal vez alguna de las
familias con las que has hablado cambien de idea. Si la conocieran, seguro que
se enamorarían de ella.
Él asintió, moviendo los
dedos de los pies.
—No diré que te
comprendo, Tom, porque no sería verdad. Yo no soy adoptada y, por lo tanto, no
comparto esa afinidad especial que tienes con los niños del orfanato. Si
pudieras esperar a que terminase los cursos de doctorado...
—Tenemos mucho tiempo
para hablar de estas cosas. No hay prisa.
Él sonrió. _______ sintió
alivio y alarma al mismo tiempo. Tom se siguió afeitando, mientras ella lo
observaba fascinada.
—Esto me recuerda nuestro
primer viaje a Florencia. ¿Te acuerdas de cuando nos estábamos arreglando para
ir a los Uffizi? Entonces sólo era tu novia.
Él se detuvo.
—Tú nunca has sido sólo
mi novia, _______. Eras mi amante. Y seguimos siendo amantes.
—¿Cómo olvidarlo? —Ella
señaló hacia el dormitorio, recordando su primera vez juntos—. He sido tan
feliz aquí. Y esta noche te acompañaré a los Uffizi como tu esposa y podremos
inaugurar la exposición de tus dibujos juntos.
—Son nuestros dibujos. Y
te quiero más ahora que entonces. Aunque no hubiera creído que fuese posible.
—Yo también te quiero más
ahora. —________ bajó la vista y se quedó mirando sus uñas pintadas de rojo—.
Tu amor me ha curado de muchas maneras.
Tom dejó la maquinilla de
afeitar sobre el mármol.
—No sé por qué te empeñas
en ponerte cariñosa mientras me afeito. —Trató de no mancharle la bata de seda
de espuma de afeitar, pero fracasó—. Ahora vamos a tener que acostarnos.
Ella se echó a reír.
—No podemos. Tenemos que
estar en los Uffizi a las siete. Los invitados de honor no pueden llegar tarde.
—Pero no estaría bien que
uno de los invitados de honor estuviera de mal humor toda la noche porque está
excitado y frustrado. Hemos discutido y lo hemos solucionado. Me debes el sexo
de reconciliación.
_______ alargó la mano
para comprobar su grado de excitación.
—No quiero que estés
incómodo, Profesor, pero es que aún tengo que arreglarme. Mira qué pelos llevo.
Él se echó hacia atrás
para mirarle la oscura melena, manchada en varios puntos de crema de afeitar.
— Muy bien —refunfuñó—.
Pues luego no te quejes si te llevo a un rincón oscuro para hacer contigo lo
que quiera.
—Cuento con ello, Superman.
—________ le mordisqueó la oreja antes de liberarse de su abrazo—. Y para que
conste, a mí también me gusta mi cuerpo cuando está con el tuyo.
Poco después, _______ salió
del baño y se dirigió hacia la zona de estar, donde la aguardaba Tom.
—¿Qué te parece?
Dejando el libro que
había estado leyendo, él se levantó y se quitó las gafas. Le dio la mano y la
hizo dar una vuelta. Su vestido de Valentino era muy femenino. Tenía cuello
barco, mangas abombadas,
talle ajustado y falda acampanada. La tela era un tafetán rojo intenso. _______
se tiró del dobladillo, que le quedaba por encima de las rodillas.
—Creo que debí comprarme
algo negro.
—No. —La vista de Tom se
paseó por sus hombros expuestos, sobre el busto y más abajo, hasta llegar a sus
piernas largas y bien formadas—. El rojo es perfecto.
Siguió bajando la vista
hasta llegar a sus zapatos de tacón negros. Eran unos peep toes Prada.
—Me oculta información,
señora Kaulitz. No recuerdo haber visto estos zapatos antes.
Ella alzó una ceja.
—No eres el único que
tiene secretos, Profesor.
La sonrisa de Tom se
desvaneció de golpe. Ella se miró los pies.
—Pero puedo organizarte
un pase privado, si quieres.
—¿En un rincón oscuro de
los Uffizi?
Cuando sus miradas se
cruzaron, ________ asintió. Tom la besó en la mejilla.
—Estás preciosa. Los
invitados no harán caso de Boticelli. Sólo te mirarán a ti.
—Oh, no digas eso, Tom.
Ya estoy bastante nerviosa. —Sacudió una imaginaria mota de polvo del hombro de
Tom y le enderezó la pajarita negra—. Estás muy guapo. No tengo oportunidad de verte
con esmoquin muy a menudo.
—Puedo organizarte un
pase privado —repitió él, besándole el interior de la muñeca. Cerró los ojos
para inhalar su perfume.
—Rosas. —Abrió los ojos
bruscamente—. Has cambiado de perfume.
—Sí. Se llama Noble Rose
of Afghanistan. Es delicioso, ¿no crees? Y es un producto de comercio justo,
que permite el desarrollo económico de Afganistán.
—Sólo tú elegirías el
perfume pensando en el comercio justo —susurró Tom, con una
penetrante mirada—. ¿Qué
he hecho para merecerte?
—Tienes derecho a ser
feliz. ¿Por qué no te das permiso para creerlo?
Él la miró en silencio
antes de tomarla de la mano y llevarla hacia la puerta.
________ sintió que el
corazón se le resquebrajaba al darse cuenta de que su amor no lo había curado a
él.
—Professore, signora —los
saludó Lorenzo, el ayudante del dottore Vitali, cuando llegaron a los Uffizi—.
Primero nos reuniremos con los medios durante la inauguración. Luego
visitaremos la exposición y, antes de la cena, habrá un cóctel.
Tom asintió en italiano,
sin soltar la mano de ________.
Lorenzo los guió hasta un
pasillo donde se había reunido una multitud de unas cien personas. _______
reconoció muchas caras de la conferencia de Tom de hacía un año y medio. Todos
los hombres llevaban esmoquin, excepto los miembros de la prensa. Las mujeres
lucían vestidos, muchas de ellas vestidos largos. _______ bajó la vista hacia
sus piernas, cohibida. Pronto estuvieron rodeados de gente. Tom no paraba de estrechar
manos y de intercambiar frases de cortesía, presentando a ________ como su
hermosa esposa. Ésta no perdía detalle mientras él hablaba con los invitados en
italiano, francés y alemán, desenvolviéndose con comodidad. Pero no la dejó
sola ni un momento, rodeándole la cintura con el brazo. Cuando el dottore
Vitali les señaló la puerta de la exposición para que lo siguieran, ______ se detuvo
en seco.
A menos de quince metros,
el profesor Pacciani, con una mujer alta y morena cogida de su brazo, la estaba
mirando fijamente. _______ abrió mucho los ojos.
Por un momento, le había
parecido que su acompañante era Christa Peterson, pero al fijarse mejor se
había dado cuenta de que la mujer era al menos diez años mayor que Christa. Tom
notó que ________ se detenía, pero iba distraído escuchando las instrucciones
de última hora del dottore Vitali. Cuando se volvió a ver qué pasaba, algo muy
parecido a un gruñido salió de su garganta.
—Ah, veo que conoce al
profesor Pacciani —le susurró Vitali al oído—. Hemos invitado a los docentes
universitarios, tal como nos pidió.
—Bien —dijo Tom, aunque
mentalmente lamentó no haber especificado a quién no había que invitar.
— ¿Vamos? —El dottore
Vitali señaló hacia la puerta y los Kaulitz lo siguieron.
_______ y Tom se
enfrentaron juntos a la prensa, parpadeando por los flashes de las cámaras mientras
Vitali los presentaba. Ella trató de disimular el nerviosismo, pero ser objeto
de tanta atención no era fácil. El director dio una larga explicación sobre las
ilustraciones. Contó que eran copias de las originales de Botticelli de La
Divina Comedia de Dante. Que, aunque ocho de las ilustraciones originales se
habían perdido, los Kaulitz estaban en posesión de un juego completo de cien ilustraciones.
Mientras recorría a los
presentes con la mirada, _______ se fijó en una cara. Un hombre rubio con aspecto
juvenil y ojos grises bastante peculiares la miraba fijamente. Su reacción era
tan distinta a la del resto de invitados que _______ le devolvió la mirada
hasta que Tom le dio un codazo para que prestara atención al anfitrión.
El dottore Vitali contó
la historia de las ilustraciones con todo detalle hasta llegar al siglo XIX, cuando
volvieron a aparecer misteriosamente.
La galería se sentía muy
orgullosa de mostrar unos dibujos que no habían visto la luz pública probablemente
desde su creación. Entre murmullos de aprobación, el público rompió en un espontáneo
aplauso mientras Vitali agradecía a los Kaulitz su generosidad. Tom soltó la
cintura de _______ y le tomó la mano para darle ánimos.
Agradecieron los aplausos
con sonrisas e inclinaciones de cabeza. Luego, Tom se acercó alpodio y, en
italiano, dio las gracias a los Uffizi y a su director.
Volviéndose hacia ______,
añadió:
—No puedo dejar de
mencionar a mi esposa, ________. La hermosa dama que tienen ante ustedes es la
razón de que estemos aquí esta noche. De no ser por ella, me habría quedado las
ilustraciones sólo para mí. Con sus palabras y sus actos me ha mostrado el
significado de la bondad y la caridad.
______ se ruborizó, pero
no pudo apartar la vista de los hipnóticos ojos de Tom.
—El acto de hoy es sólo
una pequeña muestra de su trabajo filantrópico. Ayer pasamos el día en el
orfanato franciscano, con los niños. Y esta misma mañana, mi esposa ha estado
recorriendo las calles del centro para hacer una obra de caridad.
»Los animo a disfrutar de
la belleza de las ilustraciones de La Divina Comedia y a
celebrar luego en sus corazones la belleza, la caridad y la compasión en la
ciudad que Dante tanto amó: Florencia. Gracias.
Los presentes aplaudieron
con una sola excepción. Nadie pareció darse cuenta de la cínica reacción del
hombre rubio al oír a Tom animar a llevar una vida virtuosa, ni su mirada de
desprecio cuando oyó el nombre de Dante.
Tom volvió al lado de ______
y le dio un casto beso en la mejilla antes de hacerla girar para que quedara de
cara a la prensa. Posaron para las cámaras antes de cortar la cinta que barraba
el paso a las salas de exposición. Entre aplausos, la muestra se declaró
inaugurada.
—Por favor. —Vitali señaló
hacia la puerta, indicando que los Kaulitz tenían que ser los primeros en
visitar la colección.
En cuanto entraron en la
sala, Tom y ______ se quedaron boquiabiertos. Habían hecho reformas. Las
paredes, que solían ser de tonos pálidos, estaban pintadas de un azul intenso,
sobre el que las ilustraciones a tinta destacaban mucho más.
Estaban expuestas por
orden. La primera era el famoso Mapa del Infierno. Al
recorrer la colección, se contemplaba el camino que una alma debía recorrer
para pasar del pecado a la redención. Y, por supuesto, también estaba la
inevitable reunión entre Dante y su amada Beatriz.
—¿Qué te parece? —le
preguntó Tom, mientras cogidos de la mano contemplaban una de sus ilustraciones
favoritas, la de Dante y Beatriz en la esfera de Mercurio.
Beatriz llevaba un
vestido vaporoso y señalaba hacia arriba, mientras Dante seguía su gesto con la
mirada.
—Es precioso. —_______
enlazó el meñique con el de él—. ¿Recuerdas la primera vez que me mostraste
esta ilustración? Cuando me invitaste a cenar a tu casa en Toronto.
Tom se llevó la mano de
su esposa a los labios, besándole la palma con reverencia.
—¿Cómo olvidarlo? Sentí
el impulso irrefrenable de enseñártelas. Ni siquiera se las había mostrado a
Rachel. Algo me dijo que podía confiar en ti.
—Puedes confiar en mí —afirmó
ella, mirándolo muy solemne.
—Lo sé.
Tom parecía estar
dudando. Por un momento, ________ creyó que iba a confesarle sus secretos, pero
alguien los interrumpió.
El atractivo hombre rubio
se acercó para contemplar la ilustración. Como si se tratara de un sueño, _______
lo observó moverse. Su cuerpo parecía deslizarse sin tocar
el suelo. Sus pasos eran
fluidos y silenciosos. A pesar de que parecía muy alto, en realidad era varios centímetros
más bajo que Tom. Y aunque parecía esbelto, el elegante traje negro ocultaba poderosos
músculos.
Los Kaulitz se apartaron
educadamente, pero antes de que Tom mirara a los ojos al recién llegado. Sin
decir nada, se colocó entre el desconocido y _______, en un movimiento
protector.
—Buenas noches —dijo el
extraño con acento británico, haciendo una reverencia.
Tom reconoció el acento
de la zona de Oxford.
—Buenas noches —saludó éste
con brusquedad, agarrando a ______ de la mano.
Al ver el movimiento ese,
el desconocido sonrió disimuladamente.
—Una noche memorable —comentó,
señalando a su alrededor.
—Así es —replicó Tom,
sujetando a _______ con más fuerza.
Ella le devolvió el apretón,
para indicarle que empezaba a hacerle daño.
—Qué generoso por su
parte compartir sus ilustraciones.
—El tono del invitado era francamente irónico—. Y qué suerte haberlas comprado
de un vendedor secreto y no en el mercado.
Los ojos del desconocido
se desplazaron de Tom a _______, donde permanecieron unos instantes. Las aletas
de la nariz se le abrieron y la mirada se le suavizó antes de volverse hacia la
ilustración.
—Sí, me considero muy
afortunado. Que pase una buena noche. —Con una brusca inclinación de cabeza, Tom
se alejó sin soltar la mano de la joven.
Ésta estaba muy
sorprendida por la actitud de su marido, pero prefirió no decir nada hasta que llegaron
al otro extremo de la galería.
—¿Quién era ese hombre?
—No tengo ni idea, pero
mantente alejada de él. —Claramente agitado, se pasó una mano por la boca.
—¿Por qué? ¿Qué está
pasando? —_______ lo obligó a detenerse y a mirarla a los ojos.
—No lo sé —respondió él,
y parecía sincero—. Pero hay algo en ese hombre que no me gusta. Prométeme que
te mantendrás alejada de él.
_______ se echó a reír y
el sonido de su risa resonó por toda la sala.
—Es un poco raro, pero
parece agradable.
—Los pit bulls también
son agradables hasta que metes la mano en su jaula. Si ves que se acerca, date
la vuelta y aléjate de él. Prométemelo —susurró Tom.
—De acuerdo, pero no lo
entiendo. ¿Os conocéis de antes?
—No lo creo, pero no
estoy seguro. No me ha gustado cómo te miraba. Parecía que quería agujerearte
el vestido con los ojos.
—Menos mal que tengo a
Superman a mi lado para protegerme. —______ le dio un beso decidido —. Te
prometo evitarlo, a él y a todos los hombres guapos de la sala.
—¿Lo encuentras guapo? —preguntó
él, malhumorado.
—Sí, pero es una belleza
distante, como la de una obra de arte. No como tú. Si me besas, me olvidaré de él
para siempre.
Tom se inclinó hacia ella
y le acarició la mejilla con el dorso de los dedos antes de unir sus labios en
un beso.
_______ se mordió la
parte interna de la mejilla.
—Me has hecho pasar un
poco de vergüenza durante la presentación. No me gusta ser el centro de atención.
—Tú eres la auténtica
benefactora. Yo sólo soy tu acompañante.
Ella se echó a reír, pero
esta vez la risa ya no resonó tanto porque la sala se había llenado. La mayoría
de los asistentes se mantenían a una distancia respetuosa.
—Eres un acompañante
encantador, Profesor.
—Gracias. —Tom se inclinó
hacia ella para susurrarle al oído—: Siento haberte hecho pasar vergüenza con
la presentación. Mi intención era animar a los asistentes a colaborar con el
orfanato.
—En ese caso, puedes
avergonzarme tanto como quieras. Sólo con que una persona se anime a ayudar,
todo esto habrá merecido la pena. Aunque a nadie le gusten las ilustraciones.
—¿Cómo no les van a
gustar? Son exquisitas —afirmó Tom, mirando a su alrededor.
______ estaba de acuerdo.
A lo largo de los siglos, muchos artistas se habían inspirado en la obra de Dante,
pero los dibujos de Botticelli siempre habían sido sus favoritos. Siguieron
recorriendo la exposición, deteniéndose ante cada uno. Tom comprobó satisfecho que
el extraño parecía haber desaparecido.
Cuando llegaron a la última
ilustración, _______ se volvió hacia su marido.
—Una exposición increíble.
Han hecho una labor fantástica.
—No hemos terminado. —Tom
trataba de disimular una sonrisa, pero los ojos cafeces le brillaban.
—¿Ah, no? —Ella miró a su
alrededor, confusa.
Cogiéndola de la mano, Tom
la llevó a la planta de arriba, a la sala Botticelli.
Al entrar allí, ______ se
quedó inmóvil, como cada vez que veía aquel lugar. Poder contemplar a la vez El
nacimiento de Venus y La
primavera siempre la dejaba sin aliento. En aquella sala, Tom había dado
su conferencia durante su primera visita juntos a Florencia. Había hablado de
matrimonio y de familia, cosas que en aquel momento a ella le habían parecido etéreas
como un sueño.
Mientras contemplaba La
primavera, se sintió feliz. Había algo en aquel cuadro que la
reconfortaba. Y nunca era
lo mismo una reproducción que el original.
Si cerraba los ojos, sentía
el silencio del museo, sólo roto por el eco de pasos lejanos. Si se concentraba,
podía oír en su mente la voz de Tom hablando sobre los cuatro tipos de amor: el
amor sexual, la amistad, el amor familiar y el amor que se sacrifica.
De repente, abrió los
ojos y se sintió atraída por la imagen de Mercurio, en la parte izquierda del cuadro.
Lo había visto mil veces, pero en ese momento, la figura la inquietó. Había algo
en su apariencia, algo en su rostro que le resultaba extrañamente familiar...
—Desde la última vez que
estuvimos aquí, han hecho una nueva adquisición. —La voz de Tom la sacó de sus
pensamientos.
—¿Dónde está?
Él la sujetó por el codo
y la guió hacia una gran foto en blanco y negro que colgaba en la pared de enfrente
de El nacimiento de Venus.
Ella se cubrió la boca
con la mano.
—¿Qué hace eso ahí?
Tom la empujó hasta que
pudo leer la placa que había debajo. Era una foto de _______ de perfil, con los
ojos cerrados y la larga melena levantada por unas manos masculinas. Estaba
sonriendo. La había hecho Tom en Toronto, la primera vez que ella accedió a
posar para él. En la placa leyó lo siguiente:
«Deh, bella donna, che a’
raggi d’amore
ti scaldi, s’i’ vo’
credere a’ sembianti
che soglion esser
testimon del core,
vegnati in voglia di
trarreti avanti»,
diss’io a lei, «verso
questa rivera,
tanto ch’io possa
intender che tu canti.
Tu mi fai rimembrar dove
e qual era
Proserpina nel tempo che
perdette
la madre lei, ed ella
primavera».
Dante, Purgatorio
28.045-051
«Ah,
hermosa dama, iluminada por
rayos
de amor. Si tu apariencia fuera
una
señal de la belleza de tu corazón,
te
pediría que te acercaras
a
la orilla de este río —le dije—,
para
poder oír tu canto.
Me
recuerdas cómo Proserpina era
cuando
su madre la perdió
y
se convirtió en primavera.»
—Son las palabras que
pronuncia Dante cuando ve a Beatriz por primera vez en el Purgatorio. — Tom le
rozó el rostro con los dedos y le dirigió una mirada cargada de sentimientos—.
Yo sentí lo mismo. Cuando te vi en Cambridge después de tantos meses, recordé
esos versos. Al verte allí, de pie, en la calle, recordé todo lo que había
perdido. Esperaba que me vieras y te acercaras a mí.
Tom la atrajo hacia su pecho
mientras los ojos de ______ se llenaban de lágrimas.
—No llores, mi dulce niña.
Eres mi Beatriz, mi hojita pegajosa y mi bella esposa.
»Siento haberme portado
como un cabrón contigo. Quería disculparme y demostrarte lo importante que eres
para mí. Eres mi obra de arte.
______ levantó la vista y
lo miró a los ojos. Él le secó las lágrimas con los pulgares antes de besarle
la frente.
—Eres mi Perséfone. Eres
la doncella y yo soy el monstruo.
—No hablemos más de
monstruos. —_______ le pasó la mano por el esmoquin, preocupada por si había
manchado la lana del traje con las lágrimas o el maquillaje.
Gabriel la abrazó con
fuerza y la besó hasta dejarla sin aliento. Cuando la soltó, ella se echó a reír.
—Ya veo que estás
disfrutando con la exposición, señora Kaulitz.
—Mucho, pero me gustaría
que retiraran la foto —añadió, poniéndose seria—. Aprecio el gesto, pero no
quiero estar expuesta a la vista de todo el mundo.
—No lo estás.
______ echó un vistazo a
la foto y volvió a mirar a Tom.
—Todo el mundo la verá.
—Vitali quería hacernos
un regalo, pero no acepté nada. Luego se me ocurrió esto como un obsequio para
ti. Él accedió a colgar tu foto aquí durante un rato. —Señalando a su
alrededor, añadió —: Vitali es un viejo romántico y estuvo encantado de hacer
algo especial para nosotros. Accedió a colgar la foto durante exactamente una
hora, que es el tiempo que tenemos esta sala para nosotros solos.
Los ojos de _______ se
abrieron como platos.
—¿Tenemos la sala
Botticelli para nosotros solos?
Tom le dirigió una mirada
traviesa y le susurró al oído:
—No sólo eso. También el
pasillo.
—¿Me tomas el pelo?
—No. Nadie puede subir a
esta planta hasta dentro de cuarenta y cinco minutos —respondió
Tom, consultando la hora
en su Rolex—, que es cuando tendremos que bajar para la recepción y la cena. Con
un movimiento brusco, ______ le agarró las solapas con las dos manos y tiró de él
para darle un beso largo y apasionado en los labios.
—Parece que te gusta la
sorpresa —comentó, cuando ella finalmente lo soltó.
—Vamos. —______ lo agarró
de la mano y lo llevó hacia la puerta.
—¿Adónde?
—Sexo de reconciliación,
sexo museístico, sexo de pasillo... Me da igual la etiqueta que le pongas, pero
aprovechemos esta oportunidad.
Riendo, Tom se encontró
siguiendo a una _______ muy decidida, que se dirigía hacia el pasillo tan de
prisa como le permitían los tacones.
—Me sorprendes, señora Kaulitz.
—¿Por qué? —preguntó
ella, levantando la voz para hacerse oír por encima del ruido de los tacones.
—Se supone que eres tímida.
Se supone que eres la seducida, no la seductora.
La joven se volvió a
mirarlo con los ojos brillantes.
—Quiero un orgasmo contra
una pared florentina, Profesor. Un orgasmo de esos de infarto, que te dejan sin
respiración. Acabas de decirme que disponemos de algo que nunca creí que pudiéramos
tener: privacidad en un espacio público. ¡Que le den a la timidez!
Tom se echó a reír a
carcajadas, tirando la cabeza hacia atrás. Luego la guió hasta un rincón oscuro
del pasillo, entre dos estatuas de mármol situadas sobre pedestales.
—Esta vez no pararé —susurró
él, levantándole el vestido a la altura de los muslos.
—Bien.
—No hay aire
acondicionado en esta zona, así que las cosas pueden ponerse un poco calientes.
— Le acarició el muslo con el dorso de la mano.
—No esperaba menos,
Profesor.
______ le rodeó el cuello
con los brazos y tiró de él. Tom la levantó mientras ella le rodeaba la cintura
con las piernas y la apoyó contra los cristales del pasillo.
Ella se estremeció cuando
notó el frescor de los cristales en la espalda.
—Y ahora, dime. ¿Quién es
guapo?
—Tú. Sólo tú. —______ le
capturó la boca justo cuando él gruñó.
Lo besó con determinación,
trazándole el contorno de los labios. Cuando Tom abrió la boca, la lengua de
ella se deslizó en su interior con ganas. Se besaron como si llevaran años
separados, ansiosos. Él le recorrió el muslo arriba y abajo con la mano antes
de levantarle la falda del vestido. El tafetán suspiró, mostrando su aprobación.
Presionando contra ella,
subió los dedos por su muslo hasta llegar a su cadera. Una vez allí, se apartó
un poco para mirarla a la cara.
—¿Dónde están las bragas?
—Me gusta mi cuerpo
cuando está con el tuyo, ¿te acuerdas? Las bragas siempre molestan.
Tom volvió a gruñir y el
sonido resonó a lo largo del pasillo.
—Has ido así toda la
tarde.
_______ le guiñó el ojo.
—No me extraña que aquel
hombre te mirara.
—Deja de hablar de otros
hombres —lo reprendió ella, tirando de la pajarita.
Tom cerró los ojos y se
inclinó hacia ella para besarla una vez más, acariciándole la lengua con la
suya. _______ cambió de postura y los finos tacones de aguja se le engancharon
en la chaqueta del esmoquin. Tiró de la pajarita hasta deshacerla, la dejó caer
al suelo y le desabrochó la camisa tan de prisa como pudo. Le recorrió el
cuello y el pecho con los labios antes de deslizar una mano hacia la cinturilla
de los pantalones. Pero Tom no quería ir tan rápido. Le cogió la mano y volvió
a ponérsela en el hombro antes de empezar a acariciarla entre las piernas con
delicadeza.
La reacción de _______
había sido mejor de lo que esperaba y casi no podía contener la felicidad que sentía.
Ella se movía y se retorcía, gimiéndole al oído.
—No me hagas esperar —le
rogó, tirando de él en vano.
Tom rebuscó en los
bolsillos.
—Menos mal que he traído
esto —dijo, mostrándole un paquete pequeño, cuadrado y brillante.
Ella se lo quedó mirando.
—¿Cómo es que lo
llevabas?
Él se echó a reír.
—Pensé que estarías incómoda
toda la noche si no lo usábamos.
_______ parpadeó.
—¿Lo tenías todo
planeado?
—Por supuesto —respondió Tom,
apretándole las nalgas con descaro.
Ella trató de arrebatarle
el preservativo, pero él se lo impidió.
—Permítame, señora Kaulitz.
Lo sostuvo con los
dientes mientras se desabrochaba los pantalones. Luego, rompió el envoltorio y
se lo colocó rápidamente.
Se movió adelante y atrás
varias veces, provocándola, antes de deslizarse en su interior, llenándola por
completo. Con un suspiro de placer, ella se contrajo a su alrededor. No dijeron
ni una palabra. No las necesitaban. Tom conocía el cuerpo de su esposa tan bien
como si fuera el suyo y los dos se movían y respondían a los movimientos del
otro cada vez más de prisa. Por el pasillo resonaban gemidos apagados y gruñidos
de satisfacción, que aumentaron de intensidad hasta que un grupo de estatuas
casi se taparon los oídos. Mientras se movían al unísono, la
espalda de ______ hacía
temblar la ventana que tenía detrás.
—Estoy llegando —dijo,
aunque la última palabra quedó interrumpida por el orgasmo que se apoderó de
ella.
Tom aceleró el ritmo de
las embestidas hasta que también se perdió en el éxtasis. ______ se aferró a él
como si se estuviera muriendo, abrazándolo con fuerza y con la cara enterrada
en su cuello. Permanecieron inmóviles unos momentos. Él soltó el aire en una
exhalación larga y relajada.
—¿Todo bien? —preguntó,
besándole la mejilla.
—Fantástico.
Permanecieron abrazados
en silencio mientras el corazón se les calmaba y recuperaban el aliento. Tom la
dejó en el suelo con delicadeza y le bajó el vestido. Poniéndole las manos en
la cintura, apretó cariñosamente.
—¿Puedes andar? —le
preguntó, mirando los caros zapatos con preocupación.
—Sí, aunque tal vez me
tambalee un poco.
—Entonces, permíteme. —La
tomó en brazos y la llevó al baño más cercano para lavarse.
—¿Es muy distinto cuando
te pones uno de ésos? —preguntó _______, señalando al condón que Tom acababa de
tirar a la basura.
—Es un poco frustrante,
porque no te noto tanto como quisiera —respondió él, lavándose las manos—.
Durante casi toda la vida, no he conocido otra cosa. Pero ahora que sé lo que
se siente estando en tu interior sin él, es casi una tortura.
—Lo siento.
Tom se secó las manos y
se inclinó sobre ella para darle un beso en la coronilla.
—No lo sientas. No soy
tan egoísta. No estaría cómodo sabiendo que tú pasas la noche preocupada, sólo
para que yo pueda disfrutar más del sexo.
________ frunció el cejo.
Él juntó sus frentes.
—El sexo contigo siempre
es magnífico, porque es más que sexo. Me temo que vas a tener que arreglarte un
poco el pelo y el maquillaje. O todo el mundo sabrá que acabamos de practicar
sexo museístico. —Tom parecía muy satisfecho de sí mismo.
Ella alzó una ceja.
—¿Tú ya estás listo para
volver a la fiesta, Profesor?
—Por supuesto —respondió él,
abrochándose un botón del esmoquin—. A mí no me importa que la gente sepa que
he disfrutado del sexo museístico con mi esposa.
—Pues mejor, porque todos
se darán cuenta, te lo aseguro.
—¿Por qué?
—Porque te olvidas de
algo. —_______ le ofreció la pajarita deshecha con un dedo.
Tom se llevó la mano al
cuello, sorprendido, antes de abrocharse los botones.
—Seductora —murmuró, quitándole
la pajarita de la mano.
______ se arregló el pelo
frente al espejo.
—Entonces, en una escala
del uno a lo trascendente, ¿qué nota le pondrías a este polvo?
—Ha sido de los que hacen
que tiemble la tierra y que te descuides la pajarita.
—Pues no lo olvides. —_____
se volvió hacia el espejo para pintarse de nuevo los labios.
COMENTEN 4 O MAS ... ADIOS
Super largo como me gustan, me encanto y mas el polvo q hubo entre (Tn) y Tom, quien sera ese desconocido q se le quedo mirando a (Tn)?? y q hizo enojar a Tom?? me muero x saber quien es y q pretende hacer en contra de ellos.. espero los próximos caps me encanto!!!
ResponderBorrarUn capitulo largoo! :D
ResponderBorrarQuien será ese hoombreee?? Porque Tom busco a su padree?? Tom esta muy raro y ya quiero saber el motivoo..
Siguelaaaa :)
Ese hombre no será el hermano de tom, no? El hijo del padre vaya, que intrigada me has dejao, no puede ser tom así, no entiendo porque se comporta de ese modo, no estoy para nada de acuerdo, ayyy pobre maria ojalá la adopten, a ella y a los demás niños
ResponderBorrarSubeeeee
Y quien será la morena qur acompañaba al profesor al que se tira a christa? ???
ResponderBorrarAhora si, sube, que se me había olvidado eso JAJAJAJAJAJAJAJA
:O quein sera ese hombre ..
ResponderBorrarsera alguin familiar de tom ?
muero por saber quien es ahah
sube pronto :)