CAP
13.-
Enero
de 2011
Cerca
de Essex Junction, Vermont
Paul Norris pisó una gran
caca de vaca.
—¡Joder! —exclamó,
levantando la bota.
Bessie, una
de las queridas vacas Holstein de su padre, le dirigió una mirada de
desaprobación.
—Perdona, Bessie. Quería
decir ¡jolín! —Palmeó el cuello del animal antes de limpiarse la bota.
Mientras recogía el estiércol
de la granja de su padre de buena mañana, reflexionaba sobre los secretos del
universo, el karma y sobre su vida. Luego pensó en _______.
Su amiga iba a casarse
con aquel cabrón. A esa misma hora del día siguiente, el matrimonio ya se habría
celebrado. No se lo podía creer. Después de todo lo que Kaulitz le había hecho
pasar... Después de toda su mierda paternalista y controladora, _______ volvía
con él. No, no es que volviera a salir con él... ¡Se casaba con él! Con el asno
de Kaulitz. ¿Por qué? ¿Por qué los buenos siempre llegaban tarde? ¿Por qué los Kaulitz
de este mundo siempre se quedaban con la chica? «No hay justicia en este mundo.
Él se la lleva a ella y yo tengo que limpiar mierda.» ______ decía que Kaulitz
había cambiado, pero ¿hasta qué punto podía cambiar un hombre en seis meses?
Se alegraba de no haber
aceptado la invitación a la boda. Tener que estar allí, presenciando cómo se
miraban a los ojos e intercambiaban los votos sabiendo que, al terminar, el
Profesor se la iba a llevar a un hotel y... Paul gruñó. Era el gruñido de un
hombre enamorado que ha perdido a la mujer que ama. (Al menos tenía una montaña
de estiércol con la que mantenerse ocupado.) Estaba trabajando en la granja de
su familia en Vermont porque su padre había sufrido un ataque al corazón. A
pesar de que estaba ya bastante recuperado, los médicos le habían dicho que no
realizara
tareas muy pesadas. A las
ocho de la mañana, Paul volvió a la casa para desayunar. Hacía frío y el viento
soplaba entre los árboles que algún antepasado Norris había plantado para
proteger la gran extensión de la granja de los vendavales. Incluso Max, el
border collie de la familia, tenía frío. Corría en círculos, ladrándole a la
nieve y pidiendo que lo dejaran entrar en la casa. Un coche se acercó por el
camino y se detuvo a escasos centímetros. Paul reconoció el coche de inmediato,
un Volkswagen escarabajo color verde lima. Y reconoció a la conductora en
cuanto puso una bota Ugg en el camino del que acababa de quitar la nieve. Allison
tenía los ojos azules, el pelo oscuro y ondulado y pecas en la nariz. Era
divertida e inteligente y trabajaba como maestra de guardería en Burlington.
También era la ex novia de Paul.
—Hola —lo saludó—. He traído
café del Dunkie’s.
Vio que llevaba una
bandeja con cuatro grandes cafés del Dunkin’ Donuts y una bolsa con misteriosas
delicias. Esperaba que al menos una de ellas fuera un donuts de azúcar.
—Entra —la invitó, señalando
la casa con la mano enguantada y caminando detrás de ella y de Max
sobre
la nieve—. Hace mucho frío.
Paul se quitó las botas y
el anorak en el cuartito ropero de la entrada y colgó los guantes para que se
secaran. Luego se lavó las manos, frotándoselas vigorosamente bajo el agua
templada. Su madre, Louise, estaba hablando con Allison en la cocina, pero no oía
lo que decían. No parecía sorprendida por la inesperada visita de su ex novia.
Tal vez la visita no fuera tan inesperada al fin y al cabo. Cuando entró en la
cocina, su madre desapareció con dos cafés en las manos.
—¿Cómo está tu padre? —le
preguntó Allison, dándole uno de los vasos.
Él se lo llevó a los
labios rápidamente para no tener que responder todavía. El café estaba justo a su
gusto: solo, con dos azucarillos. Ali sabía cómo le gustaba.
—Está mejor —respondió al
fin secamente, mientras se sentaba a la mesa de la cocina frente a ella—. Sigue
tratando de trabajar y mamá sigue diciéndole que se esté quieto. Al menos hemos
conseguido que no saliera de casa esta mañana. Mamá lo ha atrapado justo a
tiempo.
—Mandamos flores al
hospital.
—Las vi. Gracias.
Permanecieron un rato
sentados en un silencio incómodo, hasta que Allison alargó el brazo y apoyó la
mano sobre la manaza de Paul.
—Me he enterado de lo de
la boda.
Él la miró sorprendido.
—Tu madre se lo contó a
la mía. Se encontraron el otro día en el supermercado, en Hannaford’s —dijo,
poniendo los ojos en blanco.
Él negó con la cabeza en
silencio.
—Por si te sirve de
consuelo, lo siento. Está claro que esa chica es tonta.
—No lo es, pero gracias.
Paul le apretó la mano.
Había pensado retirarla, pero se dio cuenta de que el contacto le resultaba agradable.
Era un contacto familiar y reconfortante. Y, francamente, necesitaba consuelo,
así que dejó la mano donde estaba. Allison sonrió antes de beber un sorbo de
café.
—Sé que estás pasando por
un mal momento. Sólo quería que supieras que estoy aquí si me necesitas.
Él cambió de postura, sin
apartar la mirada del vaso.
—¿Quieres que vayamos al
cine? —preguntó ella de pronto—. Quiero decir... algún día. No hace falta que
sea ahora mismo. Ya sé que es demasiado pronto —añadió, mirándolo y ruborizándose.
—No lo sé —replicó Paul,
soltándole la mano y echándose hacia atrás en la silla.
—No quiero que nos
sintamos incómodos. Somos amigos desde siempre y prometimos que siempre lo seríamos.
—Allison empezó a hacer marcas con la uña en el vaso de poliestireno.
—Es que las cosas ahora
mismo son... complicadas.
Ella rascó la tapa.
—No trato de atraparte ni
nada. Sólo quiero que seamos amigos. Sé que estás ocupado y... esas cosas. —Empezó
a arrancar trocitos de papel del vaso y a dejarlos ordenadamente encima de la
mesa.
—¡Eh! —Paul alargó el
brazo y le atrapó la muñeca cuando ella estaba a medio arrancar otro trozo de
papel—. Relájate.
Al levantar la vista,
Allison vio que la estaba mirando con aceptación y amabilidad y soltó el aire aliviada.
Él volvió apartar la mano
y rodeó su propio vaso con ella.
—Nuestra relación viene
de lejos y hemos pasado muy buenos momentos juntos..., pero no quiero que
volvamos a salir como si no hubiera pasado nada. Sería demasiado fácil.
—Nunca he sido fácil,
Paul. —Allison sonaba ofendida. Él se aclaró la garganta y la miró fijamente.
—Nunca he dicho que lo
fueras. Lo que quiero decir es que podemos caer en la tentación de retomar la
relación que teníamos por comodidad. Y tú te mereces estar con alguien que vaya
en serio, no con alguien que sólo se implique a medias.
Paul se perdió en sus
pensamientos hasta que se dio cuenta de que Allison estaba esperando algo.
—¿Qué? —le preguntó,
parpadeando.
—Nada —replicó ella—.
Entonces, ¿qué? ¿Iremos al cine algún día? Hasta puede que te invite a cenar,
ahora que gano una pasta como maestra.
Paul sonrió y se dio
cuenta de que era una sonrisa sincera.
—Sólo si dejas que te
invite a desayunar en Mirabelle’s.
—Genial. ¿Cuándo?
—Coge el abrigo.
Paul la siguió hasta la
puerta de atrás y la ayudó a ponérselo. Cuando Allison estuvo a punto de caerse
al calzarse las Uggs, él se arrodilló en el suelo manchado de tierra y sal y la
ayudó.
—La mitad de ti siempre
será mejor que cualquier otra persona al completo —dijo ella, en un murmullo
casi inaudible.
CAP
14.-
Julio
de 2011
Oxford,
Inglaterra
Cuando llegó el descanso
de la hora de comer, _______ se excusó para ir al baño y le pidió a Paul que la
esperara. Al volver, mientras subía la escalera que llevaba a la sala de
conferencias, un par de Christian Louboutins se cruzaron en su camino.
Los ojos de _______
fueron ascendiendo por un par de piernas cubiertas por medias de seda, luego por
una falda tubo negra, una chaqueta entallada y, finalmente, la cara de Christa
Peterson. Su expresión era hostil, pero notablemente tensa, como evidenciaban
los nudillos blancos de la mano con la que se agarraba a la barandilla. Iba
cambiando el peso de pie, como si no estuviera segura de si debía avanzar o
retirarse.
—Ya tengo ganas de oír tu
conferencia. Estoy segura de que se me ocurrirán algunas preguntas.
Ignorándola, ______ trató
de seguir su camino, pero Christa se lo impidió. Ella resopló con impaciencia.
—¿Qué quieres?
—Te crees muy lista.
—Tú y yo no tenemos nada
de que hablar.
—Oh, yo creo que sí.
______ apretó los ojos
con fuerza. Cuando los volvió a abrir, la miró con incredulidad.
—¿De verdad quieres que
discutamos aquí, en pleno simposio? ¿No te das cuenta de cómo estás perjudicando
tu carrera con tus actos? Tom me contó que Columbia te ha obligado a
matricularte en el programa de máster en vez de en el de doctorado. Quemaste
tus puentes en Toronto y ahora vienes hasta aquí a quemar más. ¿No te parece
que ya es hora de dejar las cosas como están?
—No me rindo tan
fácilmente.
—Tu vendetta
es
ridícula. Yo nunca te he hecho nada.
Christa se echó a reír,
pero era una risa sombría.
—Esto no tiene nada que
ver contigo. Tú no vales la pena.
—Entonces, ¿por qué lo
haces?
—Porque tienes algo que
quiero. Y siempre consigo lo que deseo. Siempre.
—Déjame pasar —le ordenó _______,
alzando la barbilla en un gesto desafiante.
Los ojos almendrados de
Christa la recorrieron de arriba abajo.
—No entiendo qué ve en
ti. No eres tan guapa. —Con un gesto desdeñoso, le señaló el sencillo traje y
los zapatos, que no eran de diseño—. Tom, en cambio, es guapísimo. Es una
leyenda. Todas las mujeres del Lobby lo conocían y querían follar con él. —La
miró con desprecio—. Y, de repente, entre todas las disponibles, te elige a ti.
»Pero no podrás retenerlo. Necesita tener a su lado a una mujer cuyo apetito
sea tan voraz como el suyo.
—Ya lo está.
Christa se echó a reír,
pero su risa sonó falsa y crispada.
—No lo creo. Oh, sí, seguro
que disfrutó conquistándote al principio. Pero ahora que ya te tiene, buscará
nuevos retos y lo perderás. —La miró con los ojos brillantes—. Probablemente ya
te haya engañado. O esté planeando hacerlo.
—Si no me dejas pasar,
pediré ayuda. ¿De verdad quieres volver a ponerte en evidencia delante de todo
el mundo?
Cuando Christa titubeó, _______
aprovechó para abrirse camino. Dos escalones antes
de llegar al final de la
escalera, se detuvo y se volvió.
—Amor —dijo en voz baja.
—¿Qué?
—Te preguntas qué ve Tom
en mí. La respuesta es amor. Sé que ha habido otras mujeres. No es un secreto.
Pero esas mujeres no son una amenaza.
Christa puso los brazos
en jarras.
—¿En qué mundo vives? Así
que amor, ¿eh? Pero ¿tú te has visto? ¿Por qué iba a querer estar con un ratón
soso e insignificante, pudiendo tener a una tigresa en su cama?
—Mejor estar con un ratón
que te quiere que con una tigresa indiferente. —______ enderezó los hombros—.
Esas mujeres no sabían ver en su interior. No les importaba que fuera infeliz.
Se habrían aprovechado de él hasta que no quedara nada y luego lo habrían
tirado a la basura. »Yo lo amo desde que tenía diecisiete años. Lo amo por
completo, con lo bueno y lo malo, con su luz y sus sombras. Por eso está
conmigo. Las otras mujeres forman parte del pasado. Nunca volverá con ellas.
»Así que si tienes
previsto seducir a mi marido, Christa, adelante. Pero te lo advierto:
fracasarás.
Se volvió para irse, pero
una vez más, se detuvo.
—En una cosa te doy la
razón —añadió, mirándola por encima del hombro.
—¿Ah, sí? —preguntó
Christa, despectiva—. ¿En qué?
______ le dirigió una
sonrisa cargada de intención.
—Mi esposo es un amante
excepcional. Es atento, creativo y absolutamente alucinante. Y esta noche,
igual que todas las noches, la mujer que disfrutará de su naturaleza aventurera
seré yo. —La miró fijamente antes de añadir—. No está mal para un ratón.
—Siento que hayas tenido
otro encontronazo con Christa —dijo Paul mientras la acompañaba a un pequeño
restaurante libanés que no quedaba lejos—. Supongo que ha venido expresamente
para acosarte.
_______ jugueteó con su
anillo de casada, moviéndolo con el pulgar.
—Dice que me hará
preguntas durante la conferencia. Supongo que tratará de hacerme quedar como
una idiota.
Paul le rodeó los hombros
con el brazo.
—No puede hacerte quedar
como una idiota porque no lo eres. Mantente firme en tus
convicciones y todo irá
bien. —Le dio un último apretón antes de soltarla—. Tienes muy buen aspecto.
Mucho mejor que la última vez que te vi.
______ se estremeció al
recordar el día en que se había despedido de Paul a la puerta de su apartamento
de Cambridge, el verano anterior. En aquella época estaba más delgada y mucho
más triste, pero cautelosamente optimista ante lo que la vida podía depararle
en Harvard.
—La vida de casada me
sienta bien.
Él hizo una mueca. No
quería pensar en la vida de casada de ______, porque no podía soportar imaginársela
durmiendo junto al profesor Kaulitz. Esperaba que éste se hubiera olvidado de
su afición al BDSM y que tratara a ______ con el cuidado que se merecía. Se le
encogió el estómago cuando una imagen de Kaulitz atando a ______ a la cama le
cruzó la mente.— ¿Te encuentras bien? Te veo un poco pálido.
—Estoy bien. —Paul se
obligó a sonreír—. Es que acabo de darme cuenta de que el Conejito ya no existe.
—Bueno, ya era hora, ¿no
crees?
—Lo echaré de menos.
Ella clavó la vista al
frente, en la acera.
—A veces vuelve, en
momentos de tensión. Me tiemblan las piernas sólo de pensar en tener que hablar
delante de toda esa gente.
—Puedes hacerlo. Imagínate
que me estás hablando sólo a mí. Olvídate de todos los demás.
Paul alargó la mano
instintivamente hacia la de ella, pero rectificó a tiempo. Disimuló señalándole
la cabeza.
—Ejem, ¿te has cortado el
pelo?
Ella se tiró de uno de
los mechones, que ahora le quedaban justo por encima de los hombros.
—Pensé que así quedaba
más profesional. A Tom no le gusta.
—Ya me lo imagino. (Por
supuesto, Paul no mencionó que estaba de acuerdo con el Profesor.)
Hizo un gesto con la mano
izquierda.
—Menudo pedrusco llevas
ahí.
—Gracias, lo eligió Tom.
«No me extraña que le
haya comprado un pedrusco gigante —pensó Paul—. Lo que me extraña es que no le
haya tatuado su nombre en la frente.»
—Me habría casado con él
aunque me hubiera regalado un anillo que le hubiera salido en una caja de
cereales. —______ se miró la mano como si estuviera perdida en sus recuerdos—.
Me habría casado con él con un trozo plástico atado al dedo. Para mí estas
cosas no tienen importancia.
«Exacto. Yo nunca le
habría podido comprar un anillo como ése, pero ______ es de esas chicas que son
felices con casi nada, siempre y cuando estén enamoradas de su pareja.»
—También me pagó los
créditos de estudiante —añadió ella con timidez.
—¿Cómo? ¿Todos?
________ asintió.
—Estaba a punto de
unirlos en uno solo y empezar a pagarlos poco a poco, pero él insistió en liquidarlos.
Paul soltó un silbido.
—Debe de valer un pastón.
—Sí. Me ha costado un
poco asimilar estas cosas. Ahora lo compartimos todo, hasta las cuentas bancarias.
Yo tenía una pequeña cuenta corriente cuando nos casamos. Él tenía... más.
—¿Y qué tal es la vida en
Cambridge? —Paul cambió de tema. No le apetecía seguir oyendo en cuántas cosas
el Profesor tenía más que
él.
—Me encanta. Vivimos tan
cerca de Harvard que puedo ir andando. Y eso es importante, porque no conduzco
—admitió avergonzada.
—¿Ah, no? ¿Y por qué?
—Me perdía constantemente
y acababa en barrios peligrosos. Una noche llamé a Tom desde Dorchester y casi
le dio un ataque. Y eso que ya había empezado a usar el GPS.
—¿Y cómo es que fuiste a
parar a Dorchester?
—El GPS se estropeó. No
reconocía las calles de un solo sentido. Me dijo que hiciera un giro ilegal
mientras iba por un paso subterráneo. Y cada vez me alejaba más de casa. Desde
ese día no he vuelto a coger el coche.
—¿No conduces nunca?
—No en ciudad. El Range
Rover de Tom es difícil de aparcar y siempre tengo miedo de chocar con alguien.
Los conductores de Boston van como locos. Por no hablar de los peatones.
Paul se resistió a la
tentación de pormenorizar el sinnúmero de defectos de Tom, prefiriendo centrarse
en uno.
—¿Por qué no te compra un
coche para ti? Es obvio que puede permitírselo.
—Porque yo quiero un
coche pequeño, un Smart o uno de esos Fiat nuevos. Pero Tom dice que eso es
como conducir una lata de atún —respondió ella, suspirando—. Quiere que lleve
algo más grande, ¡como un Hummer!
—¿Planeas invadir Bagdad?
¿O sólo Charlestown? —bromeó, dándole un golpecito juguetón con el hombro.
—Muy gracioso. Si no
puedo aparcar en paralelo el Range Rover, ¿cómo demonios voy a aparcar un
Hummer?
Paul se echó a reír y le
abrió la puerta del restaurante. Antes de que pidieran mesa, un alboroto en una
mesa cercana los distrajo. Una niña pequeña, de tres o cuatro años, con unas
gafas de gruesos cristales, estaba golpeando un botón de su libro musical
repetidamente, haciendo
que sonara la misma melodía una y otra vez. Mientras ella seguía golpeando el
libro, Paul y ______ miraron a su alrededor. Los demás clientes
no parecían muy
contentos. Una mujer vestida con recato y con la cabeza cubierta con un
pañuelo, trataba de convencerla de que cambiara el libro musical por otro. Pero
la niña chillaba cada vez que intentaba quitarle el libro.
En ese momento, un señor
de cierta edad que estaba sentado cerca le exigió al camarero que la hiciera
callar. Se quejó de que le estaban amargando la comida y declaró que no se
debería dejar entrar en los restaurantes a los niños que no sabían comportarse
en público.
La mujer se ruborizó
violentamente y volvió a intentar convencer a la niña, pero ésta volvió a protestar,
dando patadas a la mesa. En ese momento, el maître se acercó a ellos.
—Mesa para dos —indicó
Paul alegremente.
—¿Cerca de la ventana?
—preguntó el maître, señalando una mesa en el extremo opuesto del restaurante.
—Sí. —Paul se apresuró a
seguir al hombre, que los guiaba tras coger dos cartas.
Mientras atravesaban el
comedor, ______ se fijó en que el señor mayor seguía protestando y que la niña
seguía haciendo sonar el libro musical. Se preguntó si la niña sería autista.
Lo fuera o no, la actitud del hombre era horrible.
—¿Tal vez podríamos
cambiarnos con esa niña y su madre? —le propuso ______ al maître—. Si no quieren
cambiarse de mesa, no pasa nada, pero tal vez les guste mirar por la ventana. Y
la niña podrá jugar con su libro en paz.
El maître se volvió hacia
la mesa conflictiva y vio que los comensales de alrededor empezaban a impacientarse.
—Si me disculpan... —les
dijo, acercándose a la madre.
La mujer y el maître
conversaron en árabe y luego ella se dirigió a la niña en inglés:
—Maia, podemos sentarnos
junto a la ventana. ¿Qué te parece? Así podremos ver los coches.
La pequeña miró hacia
donde su madre le señalaba. Parpadeó tras los gruesos cristales de sus gafas y
asintió.
—Maia, di gracias.
El nombre de la pequeña
resonó en el restaurante. Al oírlo, _______ se sobresaltó y se quedó mirando fijamente
a la niña.
Ésta miró al maître y
murmuró algo, mientras la madre les dirigía una sonrisa a ______ y a Paul. Poco
después, las dos estaban felizmente instaladas en el rincón. La pequeña tenía
la cara pegada a la ventana y miraba pasar los coches y los peatones. Se había
olvidado del libro por completo.
______ y Paul estaban
sentados a la otra mesa, cerca del señor mayor, que se sentía victorioso.
Pidieron varios platos
para compartir y empezaron a beber en silencio.
—No me has preguntado si
estaba de acuerdo —comentó Paul, sacándola de sus pensamientos.
—Sabía que no te
importaría sentarte aquí.
—Es verdad. Además, me
alegro de que te hayas ocupado del asunto. Estaba a punto de ir a hablar con el
tipo ese. Menudo idiota.
Ella se volvió hacia el
hombre que se había quejado tanto y negó con la cabeza.
—No sé por qué sigo
sorprendiéndome por la falta de consideración de la gente, pero lo hago.
—Pues me alegro. Ya
conozco a demasiados cínicos.
—Yo también.
Paul se volvió hacia la
madre y la hija.
—¿Estás pensando en tener
tu propia Maia?
Al oír el nombre de la
niña, _______ se sobresaltó.
—No. Ejem, quiero decir,
aún no.
Paul la miró con
preocupación.
—Pareces asustada. ¿Te da
miedo tener hijos?
Ella bajó la vista.
—No, quiero tener hijos.
Pero más adelante. —Bebió un poco de agua—. ¿Cómo está tu padre?
Paul se preguntó si
debería averiguar la causa de su inquietud, pero lo descartó.
—Está bien. Sigo
ayudándolo en la granja, así que dejé el apartamento de Toronto.
—¿Cómo llevas la tesis?
Él soltó una risa
burlona.
—Fatal. Casi no tengo
tiempo de escribir. Picton está enfadada conmigo. Se suponía que tenía que
entregarle un capítulo hace dos semanas y todavía no lo he acabado.
—¿Hay algo que pueda hacer?
—No, a menos que quieras
escribir tú mi tesis. Me gustaría buscar trabajo este otoño, pero la profesora
Picton no lo permitirá a menos que vea que voy avanzando. —Suspiró
profundamente—. Voy a tener que quedarme al menos un año más en la granja. Y cuanto
más tiempo paso allí, más me cuesta coger el hilo.
—Lo siento mucho.
_______ dejó el vaso en
la mesa y se frotó los ojos.
—¿Estás cansada?
—preguntó Paul, preocupado.
—Un poco. A veces me
duelen los ojos. Probablemente sea estrés. —Bajó las manos al regazo—. Lo
siento. No quiero que hablemos sólo de mí. Tengo muchas ganas de saber cómo te
van las cosas.
—Ya hablaremos de mí
luego. ¿Desde cuándo te duelen los ojos?
—Desde que me trasladé a
Boston.
—Muchos estudiantes
acaban con la vista cansada. Deberías revisártela.
—No se me había ocurrido.
¿Tú llevas gafas?
—No, yo tomé mucha leche
de pequeño. Es buena para la vista.
_______ pareció
sorprendida.
—¿No eran las zanahorias?
—La leche es buena para
todo.
Ella se echó a reír.
Paul admiró la belleza de
_______, que se hacía más evidente cuando reía. Iba a decir algo, pero lo interrumpió
el camarero que les traía la comida. En cuanto se fue, ella preguntó:
—¿Estás saliendo con
alguien?
Paul hizo un esfuerzo
para no fruncir el cejo.
—Ali y yo salimos de vez
en cuando. Nada serio.
—Es una buena chica. Le
importas.
—Ya lo sé —replicó él
secamente.
—Quiero que seas feliz.
Paul cambió de tema.
—¿Qué tal las clases?
_______ jugueteó con los
cubiertos antes de responder:
—Los profesores son duros
y no tengo ni un minuto libre, pero me encanta.
—¿Y los compañeros?
________ hizo una mueca.
—Son muy competitivos. Me
llevo bien con un par de ellos, pero no acabo de fiarme de ninguno. Una vez, en
la biblioteca, me encontré con que alguien había escondido unos textos sobre
Bocaccio para que los demás no pudiéramos usarlos.
—Vaya. Entonces, ¿nada de
quedarte en la biblioteca hasta las tantas, compartiendo un despacho privado
con algún compañero?
—Puedes estar seguro de
que no. —______ comió un poco de uno de los platos.
—¿Sales alguna vez?
—Muy poco. Es incómodo,
porque los demás salen con sus parejas y Tom no quiere venir.
—¿Por qué no?
—No le parece buena idea
hacer amistad con alumnos.
Paul se mordió la lengua.
Con fuerza.
—Quiere tener un bebé
—soltó ________ de pronto.
Inmediatamente se
arrepintió de haber sido tan indiscreta.
—Puede que le cueste un
poco, teniendo en cuenta su biología —bromeó Paul. Al ver que a ella no le
hacía gracia, cambió de expresión—. ¿Y tú, no quieres?
—No tan pronto. —Retorció
la servilleta en el regazo—. Quiero acabar los estudios antes. Tengo miedo de
no poder doctorarme si tengo un niño.
Agachó la cabeza,
arrepentida de haber sacado un tema tan íntimo en la conversación. Tom se molestaría
mucho si se enterara de que le hacía ese tipo de confidencias a Paul. Pero
necesitaba hablar con alguien. Y Rachel, aunque siempre la apoyaba, no se hacía
cargo de lo exigente que podía llegar a ser la vida académica.
—Lo siento, ________. ¿Lo
has hablado con él?
—Sí. Me dijo que lo
comprendía. Pero está ahí, ¿sabes? Una vez que el tema ha salido, ya no puedes
volver a guardarlo como si no existiera.
Nervioso, Paul dio
golpecitos en el suelo con el pie. La conversación había dado un giro inesperado
y, francamente, no sabía qué decir. Pronto se le ocurrió algo.
—En Toronto había algunas
madres entre las alumnas, pero pocas, la verdad.
—¿Lograron acabar los
estudios?
—¿Sinceramente? La
mayoría no. Había tipos con hijos también. Pero casi todos estaban casados y
sus mujeres se quedaban en casa cuidando de los niños, o trabajaban media
jornada. »Eh. —Paul esperó a que levantara la vista para seguir hablando—. Sólo
es una muestra. La verdad es que nunca he prestado demasiada atención a estos
temas. Probablemente en Harvard haya un grupo que pueda aconsejarte sobre la
mejor manera de conciliar la vida familiar con la académica.
—Es que no quería tener
que preocuparme de esas cosas todavía.
—Lo entiendo. —Paul negó
con la cabeza—. ________, ya sé que no es asunto mío, pero no dejes que nadie
te obligue a vivir una vida que no es la tuya. Si no estás preparada para
formar una familia, dilo. Y mantente firme en tu postura. Si no, no podrás ser
feliz.
—No creo que tener un
bebé con mi marido vaya a hacerme infeliz —replicó, a la defensiva.
—No, pero tener que dejar
los estudios sí. Te conozco. Sé lo que es importante para ti. Llevas mucho
tiempo luchando por tus objetivos. No lo eches ahora todo por la borda.
—No quiero hacerlo, pero
me siento culpable.
Paul maldijo entre
dientes.
—Pensaba que él te
apoyaba.
—Y lo hace.
—Entonces, ¿por qué te
sientes culpable?
—Por poner mis intereses
por delante. Estoy poniendo los estudios por delante de su felicidad.
Paul la miró con dureza.
—Si te ama, no será feliz
a costa de tu felicidad.
_______ recolocó los
cubiertos sobre el mantel con precisión milimétrica.
—No me gusta decirte
esto, pero creo que deberías hablarlo de nuevo con él. Dile lo que piensas y
pídele que espere un poco. —Con una sonrisa, añadió—: Y si no lo hace, dale una
patada y tíralo a la cuneta.
Ella lo miró sorprendida.
—Paul, no creo que...
Él la interrumpió.
—En serio, ________. Si
tu marido te quiere, tiene que abrir los ojos y olvidarse de esa mierda de tenerte
encerrada en casa y preñada.
_________frunció el cejo.
—No es eso lo que quiere.
—En ese caso, no tienes
por qué sentirte culpable. Eres joven. Tienes toda la vida por delante. No tienes
por qué elegir entre la vida familiar y el doctorado. Puedes tener las dos
cosas.
—Pero yo no soy la única
persona con sueños. Los suyos también son importantes.
—Es posible. —Paul la
miró fijamente y bajó l a voz—: Me temo que, cuando se trata de ti, no soy
demasiado objetivo.
—Lo sé —dijo ella en voz
baja—. Eres un buen amigo. Gracias.
—No hace falta que me des
las gracias —replicó él con voz ronca.
—Yo creo que sí. Es muy
difícil encontrar un amigo de verdad. Ayer, cuando Christa empezó a hablar de
lo que pasó en Toronto, me sentí muy humillada.
—Ojalá alguien le cerrara
la boca de una vez por todas.
—Tom lo intentó.
Discutieron en público y montaron una escena. Suerte que llegó la profesora Picton
y amenazó con echar a Christa del simposio.
Paul silbó.
—Vaya, siento habérmelo
perdido. ¿Christa y la Picton en un combate a muerte en una jaula de acero?
Podríamos vender palomitas.
Al ver la preocupación en
su cara, se disculpó.
—Perdona, soy un idiota.
—No eres ningún idiota.
Paul siguió golpeando el
suelo con el pie, incómodo.
—Te dije tonterías en el
email que te envié antes de que te casaras y luego me negué a ir a la boda. Ese
comportamiento es propio de un idiota.
________ abrió mucho los
ojos, sorprendida.
—Me dijiste que no podías
venir porque tu padre estaba enfermo.
El movimiento del pie
aumentó de intensidad.
—Es verdad. Mi padre
estaba enfermo. Pero ésa no fue la razón por la que no quise ir. —La miró a los
ojos—. No podía soportar ver cómo te casabas con él.
Al ver su expresión
preocupada, Paul se echó hacia adelante.
—Sé que estás casada y
nunca me entrometeré en tu matrimonio, pero lo siento, no habría soportado ver
cómo te casabas con otro hombre.
—Paul, yo...
Él la hizo callar
levantando una mano.
—No estoy esperando una
oportunidad entre bastidores. Pero me resulta muy duro verte con él. Y comprobar
que sigues envuelta en rumores y habladurías. Rumores que son culpa suya, por
cierto, no tuya... Y, encima, ahora me dices que te está presionando para que
tengáis un hijo, justo cuando acabas de empezar el doctorado... ¡Joder! —Negó
con la cabeza—. ¿Cuándo se va a dar cuenta de que se ha
casado con una mujer
excepcional y que tiene que cuidarla?
—Me cuida mucho. Tom no
es como tú piensas.
Paul alzó una ceja,
incrédulo.
—Por tu bien, espero que
tengas razón.
—Es voluntario en el
Hogar Italiano para Niños y colabora en labores humanitarias para ayudar a los
pobres. Ha cambiado.
—Muy humanitario no será
si no se da cuenta de que su esposa necesita tiempo antes de ser madre.
—Se da cuenta. Soy yo la
que tengo dudas. Es difícil negarle algo a alguien a quien amas, sabiendo que
puedes hacerlo feliz. —Tras unos instantes de silencio, añadió—: Y yo también
soy feliz. Tú mismo lo has notado al verme. Sé que Tom tiene defectos, pero yo
también los tengo. Me daría el mundo si pudiera metérselo en el bolsillo. Y
nunca, nunca me deja caer.
Paul apartó la vista,
haciendo botar la pierna bajo la mesa.
HELLO CHICAS!!! BUENO, AQUI ETAN LOS DOS CAPS ... ESPERO LES GUSTEN :)) AVECES PAUL ME DESEPERA, CRITICA A TOM Y NO LO CONOCE ¬¬ ME PURGA COÑO!!! Y _____ PARA QUE MIERDA LE DICE A PAUL ESAS COSAS SI YA SABE LA OPINION QUE TIENE EL DE TOM ... LE GUSTA HACERSE LA SUFRIDA ... ESO TAMBIEN ME PURGA .... BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO ... YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO ... ADIOS :))
Esa Crista de nierda!! Ya quiero q desaparescaaa!!
ResponderBorrarSii Paul quema a Tom .. Es que tambien la eayita eligio a Tom.. Es entendible..
Siguelaa!!
ashh paul me desespera dios ....
ResponderBorrarporque (tn) le tiene que contar eso a el sabiendo que no le gusta verlos juntos
siguela pronto *-*
Pobre Paul entiendo q este sufriendo xq perdió a (Tn) pero no debería hablar así de Tom, el no sabe muchas cosas sobre, esa Christa me desespera cada vez la odio mas ella no tiene xq tratar así a (Tn), no va a tener a Tom de ninguna manera.. no entiendo xq (Tn) le tiene q contar eso a Paul, si Tom se entera se enojara muchísimo con ella y a Tom no le gusta verlos juntos sus razones tendera!!!! me encanto espero los próximos caps!!!
ResponderBorrar