CAP
10.-
El profesor Kaulitz
observaba furioso a su esposa mientras ésta se alejaba. Quería arrastrar a
Christa a la calle y darle una lección. Desgraciadamente, por lo que su
conducta durante las clases hacía sospechar, ella probablemente disfrutaría de
la experiencia. (Y sacaría fotos para su álbum personal.) No era propio de él
tener ganas de pegarle a una mujer. O tal vez sí lo era. Tal vez era totalmente
propio de él querer pegarle a una mujer. Llevaba la furia y la violencia en los
huesos, producto de su ADN. Quizá se parecía a su padre más de lo que pensaba.
Cerró los ojos. En cuanto
la idea asomó la cabeza, la hizo retroceder. No era un buen momento para
ponerse a reflexionar sobre lo que conocía y desconocía de sus padres
biológicos. Tom sabía que tenía mal genio y trataba de controlarlo, pero no
siempre lo lograba. En una ocasión, para su vergüenza, había pegado a una
mujer.
Daba clases en Toronto.
Las mujeres eran hermosas y sexies; la ciudad estaba llena de entretenimientos,
música, arte... Pero nada le llamaba la atención. Estaba deprimido. Paulina
había ido a visitarlo y habían vuelto a acostarse... una vez más. Tras cada
nuevo encuentro, se juraba que sería el último. Pero cada vez que ella le ponía
las manos encima, sucumbía a la tentación. Sabía que estaba actuando mal. La
relación continuada con ella les hacía daño a los dos. Pero aunque quería
dejarla, su voluntad estaba ligada a un cuerpo de carne muy, pero que muy
débil. Cuando ella regresó a Boston, Tom había empezado a beber demasiado. Se convirtió
en cliente
VIP del club Lobby y se
follaba a una mujer distinta cada noche. Había llegado a estar con más de una en
noches especialmente cargadas de whisky. A veces, al mismo tiempo. Pero nada lo
ayudaba a calmarse. Perseguido por los fantasmas del pasado, más presentes que nunca
a causa de la visita de Paulina, se sentía cada vez más cerca de volver a caer
en la cocaína. En ese momento conoció a Ann. Compartían la afición por la
esgrima y practicaron juntos en alguna ocasión en el club. La última vez
acabaron encerrándose en una habitación oscura para un encuentro sexual breve
pero explosivo. Ann Singer era una promesa de entretenimientos nuevos y
excitantes. Las palabras que le susurraba al oído eran crudas y le ofrecían un
placer más intenso del que había experimentado hasta entonces. Estaba
intrigado. Esa mujer tenía la capacidad de apoderarse de su mente, meterla en
su cuerpo y guardarla allí, dejándolo incapaz de pensar, ni de preocuparse por
nada. Por esa razón había acabado en el sótano de su casa de Toronto, desnudo,
atado y de rodillas.
Había confundido sus
sentidos al darle placer y castigarlo al mismo tiempo. Con cada golpe, su sufrimiento
emocional parecía abandonarlo, fluyendo junto a la sangre. Por un momento, se
reprendió por haber tardado tanto en usar el dolor físico como manera de
aliviar el dolor psicológico. Pero pronto cambió de idea. Poco después, Ann
pasó a humillarlo. Quería dominar no sólo su cuerpo sino también su mente. Y
mientras le lastimaba la carne, trataba también de doblegar su voluntad. Tom se
dio cuenta de lo que pretendía y se rebeló. Deseaba el dolor físico y lo
aceptaba de buen grado, pero no quería que lo manipularan psicológicamente. Ya
estaba lo bastante jodido... No
necesitaba ayuda en eso. Empezó
a resistirse. Ann lo acusó que querer tomar el control y lo golpeó con más
fuerza. Mientras tanto, iba contándole una versión de la vida de él, basada en
la idea que se había hecho ella. Algunas de sus teorías se acercaban demasiado
a la verdad. Y las demás... De repente, algo en el interior de Tom se rompió. Allí
de pie, en el College de St. Anne, no recordaba exactamente qué había dicho la
profesora Singer para hacerlo saltar de esa manera. No recordaba el tiempo que
pasó con ella. Sólo recordaba la furia que había sentido; una furia ardiente y
cegadora. De un solo tirón había roto la atadura que le ligaba la muñeca
derecha (una gesta nada desdeñable) y le había dado un revés. La menuda
profesora había caído desplomada al suelo. Él se había levantado y se había
quedado observándola desde arriba, respirando hondo. No se movía. La puerta se
abrió y Tom se encontró luchando con una mano con el guardaespaldas de Ann, que
había acudido en su defensa. Lleno de sangre y moratones, acabó tirado en la
nieve, con la ropa esparcida a su alrededor. Ésa había sido su última cita con
Ann y su última experiencia con el BDSM. Se le revolvía el estómago cada vez
que se acordaba de que había perdido el control y le había pegado. Se había
jurado no volver a pegar a una mujer nunca más. Incluso en ese momento, la
vergüenza lo paralizaba. Cerrando los ojos, trató de calmarse. No le había
explicado a ______ todo lo que había pasado con la profesora Singer y no
pensaba hacerlo. Algunas cosas era mejor dejarlas como estaban. Catalogó
mentalmente a los eminentes especialistas en Dante que habían oído los
comentarios de Christa sobre su pasado. Había sido un episodio violento y
vergonzoso, sin duda, pero él era un profesor de prestigio, con plaza fija, así
que podían irse todos al diablo. (Y estudiar el Infierno de Dante en vivo.). Tenía
que neutralizar a Christa antes de que lograra dañar la reputación de _____ sin
remedio.
Prácticamente la había
llamado puta, sugiriendo que había logrado su éxito académico en la cama. Con
esa idea en mente, se enderezó la pajarita, se alisó la chaqueta y entró en la
sala de conferencias.
______ vio que su marido
se acercaba con semblante muy serio, sin mirarla a la cara.
Tom fulminó con la mirada
a Christa, que estaba sentada junto al profesor Pacciani, antes de sentarse
entre _______ y la profesora Picton. Guardó silencio mientras sacaba un bloc de
notas y una pluma estilográfica Meisterstück 149 de la cartera de piel. Su
lenguaje corporal no dejaba lugar a dudas: estaba muy enfadado. _____ trató de
concentrarse en la ponencia, que trataba sobre el uso del número tres en La
Divina
Comedia
de
Dante. Tanto el tema elegido como la presentación del mismo sólo podían ser
descritos como contrarios a la convención de Ginebra, dentro de la categoría de
castigo cruel y extremo. Aunque todavía era peor estar sentada al lado de Tom y
sentir su furia atravesar el bonito traje de tres piezas. Con el rabillo del
ojo vio que estaba tomando numerosas notas. Su elegante caligrafía era más fuerte
y angulosa de lo normal. Tenía la boca fruncida y la familiar arruga se marcaba
entre sus oscuras cejas, detrás de las gafas. ______ se sentía decepcionada,
pero no estaba enfadada con él. Sabía que formaba parte d e su personalidad
actuar como un ángel vengador. En algunas ocasiones había agradecido que así
fuera, como cuando había dejado a Simon, su ex novio, fuera de combate después
de que éste la agrediera. Pero no le gustaba discutir con él y menos en
público. No le gustaba verlo perder el control y
montar una escena delante
de tanta gente importante, ni siquiera con Katherine poniéndose de su lado. Suspiró
en silencio. Sabía que probablemente estaba tan enfadado por el amor que sentía
por ella y por el deseo de que triunfara. «Ésta es su primera relación seria y
comprometida. Dale tiempo a que se acostumbre», se dijo.
Quería tocarlo, pero
tenía miedo de su reacción. No quería interrumpirlo. Se lo imaginó
mirándola con el cejo
fruncido por encima de las gafas. Eso le haría daño. Hacía mucho tiempo que no
lo veía enfadado de verdad. Recordó su explosivo intercambio
durante el seminario,
cuando ella le había echado en cara su relación con Paulina. Tom se había puesto
furioso, pero la furia había dado paso a la pasión. _____ descruzó las piernas
y volvió a cruzarlas. No era un buen momento para pensar en ese tipo de cosas.
Esperaría que volvieran a estar a solas en la habitación del Magdalen College
antes de tocarlo. De lo contrario, él podría decidir que no quería esperar para
hacer las paces y llevársela a un rincón para practicar «sexo de conferencia». (El
sexo de conferencia es una debilidad de ciertos académicos, que debe ser
evitada a toda costa.). La siguiente ponencia fue un tormento tan grande como
la primera. ______ fingió interés, pero tenía otras cosas en la cabeza. Si Tom
le hubiera hecho caso, Christa habría tenido que seguir tejiendo su red de
mentiras sin tanto público. Pero ahora ______ iba a tener que alternar con los
conferenciantes
sabiendo que la mayoría
de ellos habían presenciado el vergonzoso enfrentamiento. Por desgracia, aún no
había superado su timidez. Y ahora, por culpa de Christa, iba a estar muchísimo
más incómoda. A pesar de su discusión, le habría gustado permanecer al lado de Tom
todo el rato, especialmente durante las pausas para comer o para tomar té o
café. Pero la noche anterior habían acordado que se mezclarían con los asistentes
por separado, para que ______ fuera creando su propia red de contactos. Se
obligó a charlar con los viejos conocidos que le presentaban las profesoras
Marinelli y Picton, mientras Tom hablaba con otros profesores en el otro
extremo de la sala. Era evidente que había puesto en marcha una campaña
ofensiva para conquistar a todo el mundo con su encanto. Y por las miradas que _____
recibía, parecía que estaba hablando de ella. Las mujeres se acercaban a Tom
como moscas a la miel. No importaba dónde estuviera, siempre había alguna mujer
a su alrededor. Aunque tenía que reconocer que él no hacía nada para animarlas
y que las trataba a todas con la misma educación. ________ siguió hablando con
unos y otros, pero en ningún momento perdía de vista dónde estaba él ni con
quién. Tampoco perdía de vista a Christa Peterson, quien no se apartó del
profesor Pacciani. A _____ le pareció curioso. Pacciani, en cambio, no dejaba
de mirarla a ella y en una ocasión ______ habría jurado que le guiñaba un ojo.
Pero no se le acercó ni trató de hablarle. Parecía satisfecho de estar junto a
Christa, a pesar de que ésta coqueteaba a veces con otros hombres. ______ tomó
un poco más de té mientras escuchaba a un profesor tras otro hablarle de sus
últimos proyectos de investigación. No veía el momento de volver al hotel. Durante
la última ponencia del día, Tom notó que ______ se removía inquieta en la
silla. Llevaba una hora sin estarse quieta, como si tuviera que ir al baño
urgentemente. Él, por su parte, llevaba horas alimentando su irritación con
Christa, atizando las brasas con un montón de razones para justificar sus
palabras y sus actos. Estaba preparando mentalmente un discurso cargado de razones
que pensaba soltarle a _____ en cuanto llegaran a su habitación, cuando ella lo
sorprendió pasándole una nota.
No
quiero que discutamos.
Lo
siento.
Gracias
por defenderme.
Y
siento que haya mencionado a la profesora Dolor.
Tom releyó la nota dos
veces más. Ver el arrepentimiento de ______ por escrito hizo que se le
encogiera el corazón. Se estaba disculpando, aunque casi no había hecho nada. Agradecía
que lo apoyara. Habría deseado que comprendiera mejor su conflicto interior, ya
que buena parte de ese conflicto nacía de la necesidad de protegerla, pero no
había esperado que se disculpara. Cuando sus miradas se encontraron, ella le
dirigió una sonrisa tímida. Fue esa sonrisa, más que la nota, la que derribó
sus barreras. Se olvidó de su enfado y su furia se aplacó bajo las frías aguas
del remordimiento. Sin esperar más, le dio la vuelta a la nota y escribió:
Kaulitz
ha sido un asno.
Pero
espera que lo perdones.
______ tardó unos
momentos en leerla. Cuando lo hizo, estuvo a punto de escapársele la risa, que disimuló
con una especie de ronquido. El ruido resonó en las paredes del auditorio y el
conferenciante alzó la vista, preguntándose cómo
había entrado un jabalí
en St. Anne y qué interés tendría en su ponencia. ______ se ruborizó bruscamente
y fingió un ataque de tos. Tom apoyó su coartada dándole
palmaditas en la espalda.
Cuando el ponente siguió hablando, Tom volvió a escribir:
Siento
haberte avergonzado.
Prometo
hacerlo mejor la próxima vez.
No
eres un badén.
Eres
mi Beatriz.
Los delicados rasgos de ______
se iluminaron al mismo tiempo que relajaba los hombros. Vacilante, alargó el
meñique y lo enlazó con el suyo. Era su manera de darle la mano sin que los demás
se dieran cuenta. Tom le apretó el meñique y la miró con el rabillo del ojo. Sí,
el profesor Kaulitz podía ser un asno en ocasiones, pero al menos se
arrepentía. Cuando las conferencias de la jornada llegaron a su fin, Katherine
se llevó a ______ a The Eagle and Child a tomar una copa. La taberna, que los
habitantes de Oxford llamaban coloquialmente The Bird and Baby o The Fowl and
Foetus, era probablemente la más famosa de Oxford. _____ tenía muchas ganas de
ir, ya que era uno de los lugares de reunión de los Inklings, el grupo
literario al que pertenecían C. S. Lewis, J. R. R. Tolkien y Charles Williams. Una
vez dentro, Katherine pidió dos pintas de cerveza de Caledonia y guió a su
antigua alumna a un rincón de la parte trasera. Después de acomodarse,
brindaron y le dieron un buen trago a la cerveza.
—Me alegro de verte, ______.
Tienes buen aspecto —dijo la profesora, tras una mirada rápida —. Tu boda fue
todo un éxito. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto.
—Me alegré mucho de que
pudiera venir. —______ tenía el vaso agarrado con demasiada fuerza. El blanco
de sus nudillos la delataba: estaba nerviosa.
—¿Estás preocupada por la
conferencia?
—Un poco —admitió ella,
antes de beber otro sorbo.
Se preguntaba por qué
Katherine habría insistido en hablar con ella a solas.
—Es comprensible que
estés nerviosa, pero sé que lo harás bien. Y supongo que sigues afectada tras
el encuentro con esa horrible mujer.
A _____ se le encogió el
estómago y asintió. Mirando a su alrededor para asegurarse de que el resto de
parroquianos se ocupaban de sus asuntos, la profesora siguió hablando:
—¿Te ha contado Tom cómo
acabé debiéndole un favor?
—No. Me comentó que le
había hecho un favor, pero no entró en detalles.
Pensativa, Katherine
golpeó el vaso de cerveza con una uña sin pintar.
—Pensaba que te lo habría
contado, pero es muy propio de él mantener en secreto las
confidencias.
Se quitó las gafas y las
dejó sobre la mesa.
—Hace seis años, en
Toronto, empecé a retirarme de mis obligaciones académicas poco a poco. Jeremy
Martin contrató a Tom para reemplazarme, pero yo aún daba un seminario y seguía
supervisando a algunos estudiantes de máster. »A principios del semestre de
otoño, recibí un correo electrónico de un viejo amigo de aquí, de
Oxford, diciéndome que
nuestro antiguo profesor, John Hutton, estaba en un hospital para enfermos terminales
muriéndose de cáncer.
—Conozco la obra del
profesor Hutton. Ha sido una de las fuentes que he utilizado para mi trabajo.
—El viejo Hut sabía tanto
sobre Dante que a lo largo de su vida probablemente olvidó más cosas de las que
yo llegaré a saber nunca. —La expresión de Katherine se volvió melancólica—.
Cuando me enteré de que se estaba muriendo, ya había accedido a dar el
seminario. Además, me había comprometido a dar también una serie de
conferencias sobre Dante y los siete pecados capitales para la televisión
canadiense, la CBC. »Fui a hablar con Jeremy y le pedí una semana para venir a
visitarlo.
A los astutos ojos de
Katherine se les escapaban muy pocas cosas, por eso se dio cuenta de que _______
se sobresaltaba cada vez que pronunciaba el nombre del profesor Martin.
—Jeremy fue vuestro
aliado el año pasado. Trató de ayudar a Tom por todos los medios a su alcance.
Si no hizo más fue porque no pudo.
______ se revolvió en el
asiento.
—Me preguntaba por qué
ayudó a Christa a que se matriculara en su alma máter. Se rumoreó que estaban
liados.
—Los rumores hacen daño a
la gente, señora Kaulitz. A veces, dañan a personas inocentes. No esperaba que
dieras pábulo a rumores sobre el profesor Martin. De ti menos que de nadie.
_______ se ruborizó.
—Tiene razón. Lo siento.
—Hace años que conozco al
profesor Martin y a su esposa. Créeme, Christa nunca lograría llamar la
atención de Jeremy ni aunque se presentara ante él desnuda, con el manuscrito
original de El Decamerón
en
una mano y una caja de cervezas en la otra.
______ se aguantó la risa
ante la imaginativa descripción de la profesora Picton.
—Cuando le conté por qué
necesitaba ausentarme, Jeremy fue a hablar con Tom. Para no alargarme, éste se
ofreció a sustituirme en el seminario y en cualquier otra actividad que
surgiera durante mi ausencia.
—No lo sabía.
Katherine ladeó la
cabeza.
—No debería sorprenderte.
A Tom le gusta hacer buenas acciones en secreto, ya lo sabes. »Cuando se
ofreció para ayudarme era un profesor auxiliar que acababa de terminar los
estudios. Me pareció extraordinariamente amable por su parte, ya que acabábamos
de conocernos. Al final, resultó que estuve fuera hasta después de Navidad y él
se encargó de todo durante cuatro largos meses. Luego, cuando regresé, se
comportó como un buen amigo. Como te puedes imaginar, desde ese momento estoy
en deuda con él.
—Estoy segura de que
estuvo encantado de ayudar, profesora. Y después de todo lo que ha hecho por
nosotros, la deuda, por llamarla de alguna manera, está más que pagada.
Katherine miró a su
alrededor, sumida en sus pensamientos.
—Tom me ha dicho que eres
admiradora de los Inklings.
—Lo soy. ¿Los conoció?
—Una vez vi a Tolkien
cuando era niña. Mi padre era especialista en Beowulf en la Universidad de
Leeds. Tolkien y él mantenían correspondencia. Un día vine a Oxford en tren con
él para visitarlo.
—¿Cómo era?
Katherine se echó hacia
atrás en la silla y se quedó mirando el techo.
—Me gustó. En ese momento
sólo me pareció un viejo, igual que mi padre. Pero recuerdo que me animó a que
le contara una historia que me había inventado sobre una familia de tejones que
vivían detrás de nuestra casa. Me escuchó fascinado. —Señaló el rincón en el
que estaban sentadas—. Éste es el rincón exacto donde se reunían los Inklings.
______ examinó su entorno
lentamente. Cuando era niña solía refugiarse en su habitación con un montón de
libros de Narnia. Nunca se habría imaginado que un día se sentaría en el mismo
lugar que Lewis. Era casi un milagro.
—Gracias por traerme aquí
—dijo con un hilo de voz.
—Ha sido un placer.
Tras unos instantes, la
expresión de Katherine se volvió melancólica.
—Tardé casi el semestre
entero en poder ver al viejo Hut. Cuando llegué a Oxford, su esposa me prohibió
la entrada en el hospital. Durante semanas y semanas me planté en la puerta
cada día, esperando que al final cambiara de opinión; esperando que no muriera
antes de poder despedirme de él.
—¿Quién puede ser tan
cruel?
—¿Y me haces esa pregunta
después de la Shoah?
¿Después de tantos casos de genocidio? Los seres humanos podemos ser
increíblemente crueles. »En el caso del viejo Hut, la cruel fui yo, y pagué por
ello. Pero ese semestre la señora Hutton tuvo la oportunidad de vengarse y la
aprovechó. Con creces.
—Lo siento mucho.
La profesora Picton hizo
un gesto con la mano, quitándole importancia.
—Tom me dio la
oportunidad de hacer las paces y por ello le estaré eternamente agradecida. Y también
por eso siento una especial responsabilidad hacia ti.
—¿Pudo ver a su amigo al
final?
—La tía de la señora
Hutton se puso enferma. Mientras ella fue a visitarla, yo logré colarme y ver al
profesor. Estaba al borde de la muerte, pero aún podía hablar. »Luego regresé a
Toronto y me sumergí en el trabajo para superar la depresión. Nunca le conté a Tom
la historia completa. No le conté por qué era tan importante para mí hablar con
John antes de que muriera. —Katherine frunció los labios, como si estuviera
dudando, pero al final se encogió de hombros—. Casi todos los afectados ya
están muertos. Soy la única que sigue con vida, así que no tiene sentido que
siga guardando el secreto. —Miró a _____ por encima del vaso—. No te pido que
le escondas cosas a tu marido, pero sí que seas discreta.
—Por supuesto, profesora.
Katherine agarró la pinta
con sus dedos castigados por la edad.
—El viejo Hut y yo
tuvimos una aventura mientras yo era alumna suya, y también luego, cuando fui a
dar clases a Cambridge. Estaba casado. Por suerte para mí, nadie se enteró
mientras estuve en Oxford. Pero luego empezaron a correr rumores, rumores que
me persiguieron durante diez años.
______ se quedó mirándola
con la boca abierta. Katherine le devolvió la mirada con los ojos brillantes de
lo que bien podía ser diversión.
—¿Te sorprende? Piensa
que no siempre fui así de vieja. En mis tiempos, la gente me
consideraba atractiva. Y
no me parece tan difícil de entender. Las personas que trabajan juntas en algo que
las apasiona acaban confundiendo esa pasión por otra cosa. Dante se refiere a
ello cuando habla de Paolo y Francesca.
Katherine se ajustó las
gafas y, tras una pequeña pausa, continuó:
—Los rumores se volvieron
especialmente feroces cuando empecé a buscar trabajo como académica. Algunos
compañeros míos estaban celosos de nuestra relación. Era evidente que yo era la
alumna favorita de Hutton. Sin tener ninguna prueba de nuestra relación
empezaron a hacer correr historias. Decían que él me había escrito la tesis.
Cuando fui a hacer una entrevista de trabajo a Cambridge, me encontré con que
alguien les había enviado una carta acusando a Hut de haberme escrito una carta
de recomendación a cambio de haberme acostado con él.
_______ se echó a reír,
pero en seguida se cubrió la boca con la mano, arrepentida.
—Lo siento. No tiene
gracia.
—Claro que tiene gracia
—replicó Katherine con un brillo travieso en los ojos—. Tenías que haber leído
su carta de recomendación. Decía: «La señorita Picton es competente en el
estudio de Dante». ¡Era su amante, por el amor de Dios! ¡Podría haberse
molestado en escribir algo más que una simple frase!
Mientras ______ la miraba
asombrada, la profesora Picton se echó a reír.
—Ahora puedo reírme de
ello, pero la verdad es que durante muchos años fui muy infeliz. Me enamoré de
un hombre casado y me dolía mucho no poder tenerlo sólo para mí. Nunca pude
casarme ni tener hijos. »Cuando empecé a presentar mis trabajos en público, los
rumores se acallaron. En mis ponencias defendía mis puntos de vista, que no
siempre coincidían con los del viejo Hut, y la gente se dio cuenta
de que sabía de lo que
hablaba. Trabajé duro para hacerme un nombre y no vivir a la sombra de mi profesor.
Por eso, cuando enfermó, las únicas que sabíamos lo que había pasado entre
nosotros éramos su esposa y yo.
Katherine la miró
fijamente.
—Esta mañana he tratado
de desacreditar a la señorita Peterson y seguiré haciéndolo. Pero incluso si no
lo consigo, al final los rumores acaban olvidándose. La gente necesita
escándalos nuevos. Cuando tengas tu propia plaza como profesora, ya nadie se
acordará de nada.
—Faltan seis años para
eso, profesora.
La mujer sonrió.
—Teniendo en cuenta las
cosas que acabo de contarte, creo que deberías llamarme Katherine.
—Gracias, Katherine. —______
sonrió con timidez, consciente del honor que acababa de recibir.
—Puedes hacer que la
gente olvide antes las murmuraciones siendo excelente en tu trabajo. Si les demuestras
tu valía, no habrá rumor en el mundo capaz de contrarrestarlo. Probablemente
siempre tengas que trabajar más que los demás para obtener el mismo resultado,
pero no me parece que seas de las que se arrugan ante el trabajo duro. ¿Me
equivoco?
—No.
—Bien. —Katherine se echó
hacia atrás en el asiento—. Mi siguiente consejo será un poco más duro de oír.
______ se preparó para lo
que viniera.
—Tienes que ser más firme
a nivel académico. Comprendo que eres tímida por naturaleza y que prefieres
huir de la confrontación. Pero no puedes presentarte ante el ruedo académico
con esa actitud. Cuando plantees una teoría y alguien la ponga en duda, tienes
que responder inmediatamente. No puedes tolerar las críticas malintencionadas,
especialmente en público. ¿Me explico?
—Hasta ahora no he tenido
problemas al defender mis teorías en los seminarios. La profesora Marinelli
está satisfecha.
—Bien. Mi consejo es que
mañana seas tú misma. Sé brillante. Sé excelente. Y no permitas que los lobos
salvajes se den un festín contigo como si fueras un alce enfermo.
______ abrió mucho los
ojos ante la extraña comparación, pero no dijo nada.
—Y tampoco puedes
consentir que tu marido salga en tu defensa. Eso te hace parecer débil. Si quieres
triunfar en el mundo académico, tienes que saber defenderte por ti misma y
defender tus ideas. »A Tom no le va a gustar, ya lo sé. Pero tienes que hacerle
entender que con su actitud protectora te hace parecer indefensa, y eso te
perjudica. La caballerosidad no tiene lugar en el ámbito académico.
______ asintió, no muy
convencida. Katherine se acabó la cerveza y le guiñó un ojo.
—Venga, vamos a ver si Tom
ha logrado que esos viejos cabrones de la Oxford Dante Society se olviden de lo
que han oído esta mañana. »Aunque, para la mayoría, los rumores harán que lo
miren con otros ojos. De repente, tu esposo les parecerá más interesante de lo
que se imaginaban.
Tom no perdió el tiempo
que pasó lejos de ______. Fue con viejos amigos y nuevos conocidos a la taberna
The King’s Arms y se los ganó a todos con su pico de oro. Una hora más tarde,
media docena de especialistas en Dante estaban convencidos de que Christa
Peterson era una ex alumna celosa y de que ______ y él eran víctimas de
calumnias. Así que, cuando se reunió con ésta y la profesora Picton para cenar,
estaba de mucho mejor humor. A medida que el vino iba fluyendo, Katherine se
desinhibía y hablaba más y más, y Tom le daba conversación. Pero ______ estaba
más callada de lo habitual y se notaba los ojos cansados. Apenas probó la cena
y
no pidió postre. Los
acontecimientos del día la habían agotado. Cuando se excusó para ir al baño, Katherine
se volvió hacia Tom con preocupación.
—Necesita descansar. La
pobre está exhausta.
—Sí —contestó él,
pensativo, pero no dijo nada más.
Katherine señaló su vaso
de agua con la barbilla.
—Veo que has dejado la
bebida.
—Así es —admitió Tom con
una sonrisa paciente.
—No es mala idea. Yo
también me fuerzo a pasar períodos de abstinencia —dijo ella, secándose los
labios con la servilleta—. ¿Aceptarías un consejo maternal de una mujer que no
es tu madre?
—¿Sobre qué? —preguntó él
secamente.
—A veces me preocupa tu
manera de enfrentarte a tus detractores. Y ahora que estás casado, aún más.
Tom trató de protestar,
pero ella lo interrumpió.
—Yo soy vieja y puedo
hacer lo que quiera, pero tú no puedes actuar como el paladín de _______ en los
actos académicos. Si sales en su defensa, la haces parecer débil.
Tom dobló la servilleta y
la dejó sobre la mesa.
—El incidente de esta mañana
con Christa Peterson ha sido un hecho aislado. Esa mujer trató de destrozar la
carrera de ambos.
—Lo sé. Pero incluso así,
tu actitud ha causado más mal que bien.
Al ver que Tom fruncía el
cejo, Katherine cambió de estrategia.
—Hace tiempo que somos
buenos amigos. Me gusta pensar que, si hubiera tenido un hijo, habría sido como
tú, con tu inteligencia y tu talento.
La expresión de Tom se
suavizó.
—Gracias, Katherine. Tu
amistad es importante para mí.
—Le he dado unos cuantos
consejos a _______. Estoy segura de que te contará nuestra conversación. Pero
antes de que vuelva, quiero pedirte que pienses en lo que te he dicho. Es una
joven muy brillante. Deja que su brillo resplandezca.
—No deseo otra cosa
—confesó él, mirándose las manos. La luz se reflejó en su anillo de boda, capturando
su atención.
—Bien. —Dando un
golpecito en la mesa con un dedo, Katherine dio la conversación por zanjada
—. Espero que me invitéis
a cenar en vuestra casa algún día cuando vaya a dar las conferencias a Harvard
en enero. Greg Matthews siempre me lleva a alguno de esos abominables
restaurantes de gastronomía molecular que te sirven entrantes deconstruidos
cocinados con nitrógeno líquido. Nunca sé si estoy cenando o haciendo un examen
de química orgánica.
Después de la cena, Tom
insistió en acompañar a la profesora a su residencia en el All Souls College,
donde se desearon buenas noches y quedaron para desayunar juntos a la mañana
siguiente.
—A las ocho y media en
punto —dijo Katherine, dando unos golpecitos con el dedo en su reloj de pulsera—.
No lleguéis tarde.
—Ni se nos pasaría por la
cabeza. —Tom se inclinó para despedirse.
—A ver si es verdad
—replicó Katherine, desapareciendo tras la gran puerta de madera, que se cerró
a su espalda.
Cuando se quedaron a solas,
Tom le dio la mano a ______ y notó que tenía los dedos fríos. Al tratar de
calentárselos, tocó el anillo de boda y el de compromiso.
—Sé que estás cansada,
pero me gustaría enseñarte una cosa. Sólo será un momento.
Al volver la esquina,
llegaron a la Cámara Radcliffe, un gran edificio circular que se había convertido
en un icono de la universidad. El cielo estaba oscuro, sin rastro de luna, pero
había luces que iluminaban la impresionante estructura. Tom le apretó la mano
al acercarse.
—He pasado muchos ratos
caminando alrededor de este edificio. Siempre lo he admirado.
—Es fantástico.
______ estudió
detenidamente la arquitectura y el juego de equilibrios entre la piedra, la
cúpula y las columnas. El cielo era del color de la tinta y la cúpula parecía
refulgir en contraste con ese fondo. Tom le tomó la cara entre las manos.
—Quiero que hablemos
sobre lo que ha pasado esta mañana. —Sintió que ella se tensaba. Mirándola a
los ojos, le acarició las mejillas—. Siento haberte avergonzado.
—Sé lo mucho que te ha
costado alejarte de ella. Pero lo has hecho y te lo agradezco. —Con los ojos
brillantes, _____ añadió—: Sé que te gusta pelear.
Tomándole las manos, se
las llevó al pecho.
—Me gusta pelear, pero no
contigo. Christa es una acosadora. La lucha es el único idioma que entienden
los matones.
_______ levantó la
barbilla.
—A veces hay que dejar
que se delaten con su propia bajeza. O, al menos, dejar que la víctima decida
cómo quiere enfrentarse al problema.
—Eso puedo hacerlo. O,
por lo menos, puedo intentarlo.
—Es todo lo que pido. —_______
lo besó en los labios—. Siento mucho que haya metido en esto a la profesora
Dolor. No tenía ni idea de que se conocieran.
Tom cerró los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, ella vio dolor en su mirada.
—Confesé mi pasado y
trato de dejarlo atrás. ¿Es que me lo tienen que estar recordando constantemente?
—Lo siento. —_______ lo
abrazó.
Permanecieron en silencio
unos instantes. Tom le hundió la cara en el cuello, aferrándose a ella con
fuerza.
—Caravaggio —dijo _____.
—¿Cómo?
—Me he acordado de lo que
dijiste sobre su cuadro de santo Tomás y Jesús. Que las heridas se curan, pero
las cicatrices nunca desaparecen del todo. No puedes borrar el pasado, pero no
tienes por qué permitir que te domine.
—Lo sé, pero a nadie le gusta
que vayan pregonando su vida sexual delante de sus colegas.
—Si alguien te juzga
basándose en rumores es que no era tu amigo. —______ se echó hacia atrás para
mirarlo a los ojos—. Los que te conocemos no hacemos caso de habladurías.
—Gracias. —Él le dio un
beso en la frente antes de mirarla a los ojos—. La gente y las
circunstancias conspirarán
para separarnos, ______. No podemos permitir que se salgan con la suya.
—No lo permitiremos.
—No pretendía ignorarte.
Para mí eres lo más importante del mundo —susurró él.
—Lo mismo digo.
_______ acercó sus suaves
labios a los de Tom y lo besó con delicadeza.
A poca distancia de allí,
el profesor Giuseppe Pacciani gruñó al llegar al orgasmo y se desplomó sobre el
cuerpo de su amante. El sexo con ella siempre era fantástico y esa vez no fue
la excepción. Murmuró varias frases en italiano, como solía hacer. Pero en vez
de agradecer sus palabras, ella le dio un empujón y se apartó rodando. Por
desgracia, no era la primera vez que lo hacía.
—¿Cara?
Christa Peterson se tapó
con la sábana.
—Necesitaré la habitación
mañana por la noche. Búscate otro sitio donde dormir.
Giuseppe puso los pies en
el suelo, maldiciendo.
—Ésta es mi habitación
—le recordó, mientras iba al cuarto de baño a tirar el condón.
—No. Es mi habitación.
Siempre me pagas el alojamiento. Y mañana por la noche no estaré sola.
Giuseppe volvió a la
cama. Pronto ella volvió a estar bajo su peso, enmarcada por sus antebrazos.
—¿Tan pronto vas a meter
a otro en tu cama? Las sábanas aún estarán calientes.
Christa lo fulminó con la
mirada.
—No te atrevas a
juzgarme. Tú estás casado. A quién me follo no es asunto tuyo.
Él agachó la cabeza y la
besó con insistencia, hasta que ella abrió los labios.
—Qué boca tan sucia
tienes, Cristina.
—No te quejes. Te gusta
que sea así.
Él suspiró y le dedicó
una sonrisa irónica.
—Certo.
Giuseppe se tumbó de
espaldas en la cama, llevándola con él.
—Quiero levantarme —se
resistió ella.
—No.
Christa luchó, pero él no
la soltó. Finalmente se rindió y apoyó la frente en el pecho de su amante. Giuseppe
le revolvió el pelo. Eso formaba parte de su acuerdo. Después de follar, ella
tenía que dejar que la abrazara. Tal vez se lo había exigido para convencerse
de que el afecto desempeñaba un papel en su relación. O porque no era un
adúltero tan carente de principios como cabría imaginar. Cualquiera que fuera
la razón, Christa siempre se resistía unos momentos, aunque en el fondo le
gustaba que la abrazaran.
—Me sorprendió tu
mensaje, Cristina. Se suponía que teníamos que vernos hace un año, pero no respondiste
a mi correo electrónico.
—He estado muy ocupada.
Él se llevó un mechón de
pelo negro a la nariz para inhalar su aroma.
—Me preguntaba para qué
me habrías pedido que te invitara. Ahora ya lo sé. Has venido a vengarte.
—Los dos sabemos lo que
queremos.
Giuseppe dejó de
acariciarle el pelo.
—Ten cuidado, Cristina.
No es buena idea ganarse la enemistad de la profesora Picton.
—No me importa.
Él volvió a maldecir.
—¿Acaso no entiendes cómo
funciona el sistema universitario? Los departamentos de todo el mundo están
llenos de admiradores suyos. ¡La catedrática de tu facultad en Columbia fue
alumna suya!
—No, no lo sabía —replicó
ella, encogiéndose de hombros—. Demasiado tarde. Ya la he hecho enfadar.
Giuseppe le sujetó la
barbilla bruscamente, obligándola a mirarlo.
—Soy responsable de ti
mientras estés aquí. Así que olvídate de tus planes, sean los que sean. Estoy
tratando de conseguir una cátedra en América. Lo último que necesito es que la
profesora Picton me cree problemas.
Christa se lo quedó
mirando unos instantes en silencio.
—Vale —aceptó finalmente,
haciendo un mohín—, pero necesito la habitación mañana por la noche.
— Va
bene. —Le soltó la barbilla y volvió a acariciarle la melena,
larga y oscura—. ¿Cómo se llamaba?
—¿Quién?
—El hombre que te volvió
así.
Christa se tensó bajo sus
manos.
—No sé de qué me hablas.
—Lo sabes perfectamente, mio
tesoro.
¿Fue tu padre? ¿Fue él quien...?
—No. —Christa lo miró
furiosa—. Él es un buen hombre.
—Certo,
cara, certo.
—Desde que te conozco, me
hablas de tus amantes, pero nunca de pretendientes. Deberías estar ya casada y
con hijos, pero prefieres follarte a viejos a cambio de regalos.
—No follo contigo por los
regalos. Follo porque me gusta.
Él se echó a reír.
—Grazie. Pero
igualmente, siempre tiene que haber regalos. ¿Por qué? —preguntó, besándola en la
frente.
—Me gustan las cosas
bonitas. No es ningún crimen. Y yo lo valgo.
—¿Sabes lo que creo,
tesoro?
—¡Deja de llamarme así!
—exclamó ella, apartándose.
Giuseppe la agarró con
fuerza por la nuca, manteniéndola inmóvil.
—No estás segura de que
lo merezcas. Por eso exiges regalos. ¿No te parece triste?
—No quiero tu compasión.
—No importa. La tienes
igualmente.
—Entonces eres un idiota.
Él apretó la mano.
—Te tiras a curas y a
viejos hombres casados porque tienes miedo. Tienes miedo de lo que podría pasar
si te liaras con alguien que no estuviera comprometido.
Ella luchó por liberarse.
—¿Desde cuándo eres
psiquiatra? No proyectes tu mierda en mí. Al menos yo no le pongo los cuernos a
mi esposa.
—Attenzione,
Cristina —dijo él en tono de advertencia—. Así pues, ¿a quién vas a tirarte
mañana por la noche? ¿A un cura? ¿A otro profesor?
Ella se lo quedó mirando
unos instantes antes de responder. Cuando lo hizo, le acarició el labio inferior.
—¿Quién te ha dicho que
vaya a ser un hombre?
Giuseppe la miró con
voracidad.
—En ese caso, espero que
la compartas conmigo.
HELLOOOO!!! CHICAS COMO ESTAN?? BUENO AQUI ESTA EL CAP 10, ESTE SI ES GENEROSAMENTE LARGO ... ¿QUE ESTARA TRAMANDO CRHISTA?? ... COMENTEN CHICAS!!! YA SABEN 4 O MAS Y AGREGO, QUE ESTEN BIEN ... HASTA PRONTO :))
La profesora Pucton paso por lo mismo que la rayitaaa!! Eso me sorprendioo!!
ResponderBorrarEsto lo de Crista no me gusta nadaaa!! Siento que va a joder algoo. Adelantanos algoo Virgii algo chiquitoo.
Siguelaaa :D
Ayyyy que mal rollo me da lo de christa... a quien se quiere llevar a la cama?!?!?! Espero que no sea a _____ que la deje ya en pazzz, que brasas ess, ay y pobre tom que mal lo tuvo que pasar con la profesora dolorr, y la profesora picton que fuerte que también se hubiese acostado con su profesorrrr, menos mal que a tom y a _____ les fue mejor...
ResponderBorrarSigueeee esta genial
Que sorpresa woow
ResponderBorrarse pasa christa ashh
siguela pronto :)
Huyy la profesora Picton paso x la misma situacion q (Tn) :S quede así :O no me lo esperaba, hayyyy y ahora q estará tramando la gafa de Christa??? se q no es nada bueno pero tendrá q ver con (Tn)?? estoy muy intrigada.. síguela pleaseeee el cap me encanto super largo genial jeje!!!!
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