CAP 3
—No puedes presentar
esto. —Tom entró en el estudio la tarde siguiente, con una copia de la ponencia
de ______ en la mano.
Ella levantó la vista de
la pantalla del ordenador, horrorizada.
—¿Por qué no?
—Está equivocado. —Soltó
las páginas para quitarse las gafas, que dejó encima de la mesa—. San Francisco
va a buscar el alma de Guido da Montefeltro cuando éste muere. Ya lo discutimos
y estabas de acuerdo conmigo.
______ se cruzó los
brazos, a la defensiva.
—He cambiado de idea.
—Pero ¡si es la única
interpretación que tiene sentido!
Ella tragó saliva y negó
con la cabeza. Tom empezó a pasear por delante del escritorio.
—Lo hablamos en Belice.
¡Y te envié una ilustración de la escena mientras estuvimos separados, por el
amor de Dios! ¿Piensas ponerte delante de una sala llena de gente y decir que
no pasó?
—Si hubieras leído las
notas al pie, sabrías que...
Él se detuvo en seco y se
volvió hacia ella.
—He leído las notas al
pie. Ninguna de tus fuentes llega hasta donde tú llegas. Sólo estás especulando.
—¿Sólo? —_____ arrastró
la silla hacia atrás—. He encontrado varias fuentes respetables que están de
acuerdo con casi todo lo que digo. A la profesora Marinelli le ha gustado.
—Es demasiado indulgente
contigo.
Ella se quedó con la boca
abierta.
—¿Demasiado indulgente?
¿Y qué más? Ahora me dirás que la profesora Picton me invitó a dar la
conferencia por caridad...
La expresión de Tom se
suavizó.
—Por supuesto que no.
Tiene una gran opinión de ti. Pero no quiero que te presentes delante de un
montón de profesores experimentados y les ofrezcas una interpretación inocente.
Si hubieras leído mi libro, sabrías...
—He leído tu libro,
«profesor Kaulitz». El texto que analizo sólo lo mencionas de pasada. Y adoptas
la versión oficial ingenuamente, sin pararte a reflexionar si es lo que
deberías hacer.
Tom entornó los ojos.
—Me quedo con la
interpretación que tiene más sentido —replicó en tono glacial—. Y nunca hago
nada ingenuamente.
_____ se levantó
resoplando de frustración.
—¿No quieres que tenga
ideas propias? ¿Crees que debo repetir lo que dicen los demás porque soy una
simple estudiante recién licenciada?
Él se ruborizó.
—Nunca he dicho eso. Yo
también fui un estudiante recién graduado en su momento. Pero ya no lo soy.
Podrías aprovecharte de mi experiencia.
—Ah, ya estamos. —Alzó
los brazos, disgustada, y salió del estudio.
Él la siguió.
—¿Qué quieres decir con
«ya estamos»?
Ella no se dignó a
mirarlo.
—Te molesta que te lleve
la contraria en público.
—Bobadas.
—¿Bobadas? —Se volvió al
instante hacia él—. Entonces, ¿por qué me dices que cambie mi conferencia para
que diga lo mismo que tu libro?
Tom apoyó una mano en el
brazo de ______.
—No quiero que diga lo
mismo que mi libro. Sólo trato de evitar que hagas el ridícu... —Se paró en
seco.
—¿Cómo dices? —______ le
apartó la mano bruscamente.
—Nada.
Tom cerró los ojos e
inspiró hondo. Cuando los volvió a abrir parecía más calmado.
—Si empiezas
inmediatamente, tienes tiempo de reescribirla. Puedo ayudarte.
—No quiero tu ayuda. Y no
puedo cambiar toda la tesis. Ya han publicado la sinopsis en la web del
simposio.
—Llamaré a Katherine
—insistió él con una sonrisa de ánimo—. Lo entenderá.
—No, no lo harás. No voy
a cambiar nada.
Tom apretó los labios.
—No es momento para
ponerte tozuda.
—Oh, sí, sí lo es. Es mi
ponencia.
—_______, escúchame...
—Te preocupa que haga el
ridículo. Y que te avergüence delante de tus colegas.
—Yo no he dicho eso.
Ella le dirigió una
mirada dolida, como si la hubiera traicionado.
—Acabas de decirlo.
______ entró en el
dormitorio y trató de cerrar la puerta, pero él levantó la mano para impedirlo.
—¿Qué haces?
—Trato de poner distancia
entre nosotros.
—______, espera. —Tom
miró a su alrededor, sin saber qué hacer—. Podemos hablarlo tranquilamente.
—No, no podemos. —Le
clavó un dedo en el pecho—. Ya no soy tu alumna. Tengo derecho a tener mis
propias ideas.
—No te he dicho lo
contrario.
Sin escucharlo, ella se
dirigió al cuarto de baño.
—¡______, maldita sea,
espera! —exclamó él desde la puerta.
Ella se volvió.
—¡No me grites!
Tom levantó las manos en
señal de rendición y respiró hondo.
—Lo siento. Sentémonos a
hablar.
—Ahora no puedo. Diré
cosas de las que luego me arrepentiré. Y es evidente que tú también necesitas
calmarte.
—¿Adónde vas?
—Al baño. Voy a
encerrarme y te voy a ignorar durante el resto del día. Si no me dejas en paz, me
iré a casa de mi padre.
Tom hizo una mueca. _____
no había vuelto a casa de su padre desde antes de la boda.
—¿Cómo irías?
Ella puso los ojos en
blanco.
—No te preocupes, no te
dejaré sin coche. Llamaré un taxi y me largaré.
—Aquí no hay taxis.
Tendrías que llamar a Sunbury.
Ella lo fulminó con la
mirada.
—Lo sé, Tom. Antes vivía
aquí, ¿te acuerdas? Realmente me consideras una idiota...
Entró en el baño y se
encerró dando un portazo. Él oyó el ruido del pestillo al cerrarse. Esperó unos
momentos antes de llamar a la puerta.
—Rachel, Aaron y Richard
deben de estar a punto de llegar. ¿Qué les digo?
—Diles que soy una
idiota, claro.
—______, escúchame un
momento, por favor.
Tom oyó que el agua
empezaba a correr.
—¡Perfecto! —gritó—.
Ignórame. Nuestra primera discusión y la arreglas encerrándote en el maldito
baño. —Golpeó la puerta con la palma de la mano.
El agua dejó de correr. Ella
alzó la voz para hacerse oír:
—Mi primera conferencia y
me dices que es una mierda. Y no porque lo sea, ¡sino porque no estoy de
acuerdo contigo y con tu jodido libro!
Tras un largo baño
caliente, _____ abrió la puerta. El dormitorio estaba vacío. Se vistió
rápidamente antes de
salir al pasillo. Se acercó sigilosamente a la escalera y escuchó.
Tras comprobar que estaba
sola, volvió al despacho y cerró la puerta. Eligió un poco de jazz ligero como
música de fondo y volvió al trabajo.
—¿Dónde está _____?
—Rachel abrazó a su hermano antes de entrar con su maleta de ruedas y la de su
marido, Aaron, al salón. Iba vestida con pantalones de color caqui y una
camiseta blanca con cuello de pico. Alta y espigada, llevaba la larga melena
rubia sujeta por unas grandes gafas de sol negras. Iba poco maquillada, pero
estaba impecable. Parecía la modelo de un anuncio. Tom trató de disimular una
mueca de disgusto.
—Está trabajando en la
conferencia.
—¿Le has dicho que hemos
llegado? —Acercándose a la escalera, Rachel la llamó—: ______, mueve el culo y
baja a vernos.
—Rachel, por favor —la
reprendió su padre suavemente, antes de abrazar a Tom.
Richard era unos cinco
centímetros más bajo que su hijo. Tenía el cabello claro y los ojos grises.
Era un hombre callado y
serio, y se ganaba el respeto de los demás con su inteligencia y su amabilidad.
Al ver que nadie se movía
en el piso de arriba, Rachel se volvió hacia Tom y entornó los ojos, que eran
grises como los de su padre.
—¿Por qué se esconde?
Él saludó a Aaron
estrechándole la mano.
—No se esconde. No te
habrá oído. Tenéis las habitaciones preparadas y hay toallas limpias en el baño
de invitados. Papá, si quieres dormir en tu antiguo cuarto, no hay ningún
problema.
—En la habitación de
invitados estaré bien. —Richard cogió su maleta y empezó a subir la escalera.
—¿Os habéis peleado?
—insistió Rachel, mirando a su hermano con desconfianza.
Él frunció los labios.
—Salúdala ahora cuando
subas. Nos vemos luego en el porche trasero y tomamos algo. Estoy preparando
costillas a la barbacoa para cenar.
—¿Costillas? ¡Fantástico!
—Aaron le dio una agradecida palmada en la espalda a su cuñado—. Quería parar a
comprar unas Corona antes de llegar, pero Rachel ha querido que viniéramos directamente.
Vuelvo en seguida —dijo, mientras cogía las llaves del coche.
Cuando estaba a punto de
llegar a la puerta, su esposa lo detuvo y negó con la cabeza. A Tom le pareció
un buen momento para desaparecer.
—Os espero en el patio
—les indicó, dejándolos solos.
Rachel miró a su marido
mientras negaba con la cabeza.
—Han discutido. Yo hablaré
con _____, tú habla con Tom. Ya irás a buscar las Corona más tarde
— ¿Por qué habrán
discutido? —se preguntó Aaron, pasándose las manos por el pelo, oscuro y rizado.
—¿Quién sabe? Tal vez _____
le ha ordenado la colección de pajaritas sin consultarle.
—¡Hola! —Rachel abrió la
puerta del antiguo despacho de su padre.
_____ saludó a su mejor
amiga con una sonrisa radiante.
—¡Rach! ¡Hola!
Las dos mujeres se
abrazaron y luego Rachel se sentó en una de las cómodas butacas que había junto
a la ventana.
—¿Cómo va todo?
—Bien.
—Entonces, ¿qué te pasa
con Tom?
—Nada.
—Mientes descaradamente.
______ apartó la vista.
—¿Qué te hace pensar que
estamos enfadados?
—Tom está abajo, mustio,
y tú estás arriba, mustia. La tensión en la casa es palpable. No hace falta ser
una médium para darse cuenta.
—No quiero hablar de
ello.
—Los hombres son
gilipollas.
—No te lo voy a discutir.
—_____ se dejó caer en la otra butaca y colgó las piernas de uno de los reposabrazos.
—Aaron y yo discutimos a
veces. Él se enfada y se marcha un par de horas, pero siempre vuelve. —Rachel
buscó la mirada de su amiga—. ¿Quieres que le dé una paliza a Tom?
—No, pero tienes razón.
Hemos discutido.
—¿Qué ha pasado?
—He cometido el error de
dejarle leer la conferencia que estoy preparando. Me ha dicho que es horrible.
—¿Te ha dicho eso?
—Rachel enderezó la espalda y alzó la voz.
—Bueno, con otras
palabras.
—Pero ¿qué se ha creído?
Yo le habría tirado algo a la cabeza.
_____ sonrió sin ganas.
—Lo he pensado, pero no
me apetecía limpiar la sangre.
Rachel se echó a reír.
—¿Y por qué cree que tu
conferencia es horrible?
—Dice que me equivoco. Y
que sólo quiere ayudarme.
—Suena a que quiere
controlar tu trabajo, igual que trata de controlar todo lo demás. Pensaba que estaba
yendo a terapia para superarlo.
_____ guardó silencio
unos instantes.
—No quiero que me mienta
sólo para que no me disguste. Si tengo que cambiar algo de lo que he escrito,
quiero saberlo.
—Pero debería saber cómo
ayudarte sin decirte que la conferencia es horrible.
_____ soltó el aire,
frustrada.
—Exacto. Dice que quiere
formar una familia conmigo y al cabo de un rato se comporta como un idiota
condescendiente.
Rachel levantó la mano,
pidiéndole que hiciera una pausa.
—Un momento, ¿qué has
dicho? ¿Tom quiere tener hijos?
_____ se revolvió en la
butaca.
—Sí.
—¡______, es fantástico!
Me alegro por ti. ¿Cuándo os vais a poner a ello?
—De momento no. Decidimos
esperar hasta que me gradúe.
—Eso es mucho tiempo
—murmuró Rachel.
—Ya, pero hacer el
doctorado y tener un bebé a la vez sería demasiado complicado.
Rachel asintió,
jugueteando con el dobladillo de la camiseta.
—A nosotros nos gustaría
tener un hijo.
______ cambió de postura
para mirar mejor a su amiga.
—¿Qué? ¿Ahora?
—Puede.
—¿Cómo supiste que
estabas preparada?
Rachel se echó a reír.
—En realidad, todavía no
lo sé. Siempre he querido tener hijos y a Aaron le pasa lo mismo. Llevamos
hablando del tema desde el instituto.
»Quiero a Aaron. No me
importaría pasar el resto de la vida a su lado, los dos solos. Pero cuando pienso
en el futuro, siempre veo niños a nuestro alrededor. Quiero tener a alguien que
venga a casa en Navidad.
»Si algo me enseñó la
muerte de mi madre es que en la vida nada es seguro. No quiero esperar y esperar
para formar una familia y descubrir luego que es demasiado tarde.
_____ sintió que se le
llenaban los ojos de lágrimas, pero parpadeó para controlarlas.
—Te haces mamografías
cada año, ¿no?
—Sí y me han hecho
pruebas genéticas. No tengo el gen del cáncer de mama, pero creo que mi madre
tampoco lo tenía. Y, bueno, aunque lo tuviera, cuando se dio cuenta era
demasiado tarde para hacer nada.
—Lo siento mucho.
Rachel suspiró y miró por
la ventana.
—No me gusta hablar de
ello, pero reconozco que me preocupa. ¿Y si me encuentran cáncer después de
tener hijos? Trato de no darle muchas vueltas al tema, pero siempre está ahí,
agazapado.
Se volvió hacia su amiga
y añadió al cabo de unos segundos:
—Tener hijos sería una
manera estupenda de librarte de la actitud condescendiente de Tom.
—¿Ah, sí?
—Claro. Si el bebé
ensucia los pañales y le mancha la ropa, acudirá a ti, pidiendo ayuda a gritos.
______ se echó a reír,
pero en seguida recuperó la expresión sombría.
—Sólo quiero que
considere que mis ideas son importantes. Tan importantes como las suyas.
—Por supuesto que lo son.
Díselo.
—Lo haré, pero aún no.
Ahora mismo, prefiero no hablar con él.
Rachel acarició el
reposabrazos.
—Tom ha cambiado mucho.
Verlo casado y pensando en tener hijos... es asombroso. Mamá me contó que
cuando llegó a casa, escondía comida en la habitación. No importaba lo que le
dijeran para tranquilizarlo, siempre se guardaba algo en el bolsillo.
—¿Pasaba hambre?
—Tenía miedo de pasar
hambre. No se fiaba de que papá y mamá fueran a alimentarlo siempre, así que se
iba guardando una reserva para cuando se olvidaran.
»Y tampoco deshizo la
maleta hasta que lo adoptaron. Esperaba que lo devolvieran en cualquier momento.
—No lo sabía —admitió _____,
con el corazón en un puño.
Rachel le dirigió una
mirada comprensiva.
—Es mi hermano y lo
quiero mucho, pero no piensa las cosas antes de decirlas. Seguramente, lo que
pasa es que no escribes las cosas tal como él lo haría.
—Y no pienso empezar a
hacerlo ahora. Tengo mis propias ideas.
—Te aconsejo que lo
hables con él. De todos modos, tampoco le viene mal sufrir un poco antes. No le
pasará nada por dormir en el sofá una noche.
—Por desgracia,
probablemente seré yo la que duerma en el sofá —replicó _____, señalando el que
había en el otro extremo del despacho.
Decir que el ambiente
durante la cena fue tenso era quedarse corto. _____ y Tom estaban sentados el
uno al lado del otro. Incluso se dieron la mano mientras bendecían la mesa.
Pero su actitud fue distante y educada. No intercambiaron miradas ardientes, ni
palabras cariñosas, ni caricias robadas bajo la mesa.
Tom estaba rígido y
permaneció serio durante toda la cena. _____ estaba callada y abstraída, como
si tuviera la mente en otro sitio.
Richard, Aaron y Rachel
mantuvieron el peso de la conversación, mientras los Kaulitz apenas abrían la
boca. Después de la cena, _____ se excusó y volvió al estudio a trabajar, sin
tomar postre.
Tom la siguió con la
vista mientras se alejaba. A pesar de sus ojos tristes y de un tic nervioso en
la mandíbula, no hizo nada para detenerla. Sólo la miró marcharse.
Cuando Rachel fue a la
cocina a preparar el café, Aaron no pudo aguantar más y se inclinó hacia él.
—Tío, trágate el orgullo
y dile que lo sientes.
Tom levantó las cejas.
—¿Por qué das por hecho
que es culpa mía?
—Porque tú eres el que
tiene poll... —Al ver la mirada de advertencia de su suegro, carraspeó—. Ejem,
las estadísticas dicen que el ochenta por ciento de las peleas son culpa del
hombre. Discúlpate y quítatelo de encima. No quiero tener que volver a pasar
por una cena así. El ambiente es tan frío que voy a tener que salir a la calle
a calentarme.
—Me temo que Aaron tiene
razón, aunque ya sé que nadie ha pedido mi opinión —dijo Richard, sonriendo
disimuladamente.
Tom miró a los dos
hombres indignado.
—Ya he intentado hablar
con ella y ha sido peor. Hemos acabado discutiendo. Se ha encerrado en el baño
y me ha mandado a la mierda.
Richard y Aaron
intercambiaron una mirada cómplice y, tras un expresivo silbido de compasión, Aaron
dijo:
—Chico, estás metido en
un buen lío. Ya puedes ir a hablar con ella pronto o te veo durmiendo en el
sofá. —Sacudiendo la cabeza, se levantó y fue a buscar a Rachel a la cocina.
Richard golpeó el pie de
la copa de vino, pensativo.
—¿También tú, Brutus? —preguntó
Tom, frunciendo el cejo.
—No he dicho nada. —Richard
miró a su hijo con afecto—. He tratado de mantenerme al margen.
—Gracias.
—Pero cuando los viejos
matrimonios aconsejan a los recién casados que no se vayan a dormir sin haber
resuelto sus problemas, no es por capricho. Resolver los conflictos sin darles
tiempo a crecer hará que tu vida sea más fácil.
—No puedo mantener una
conversación con alguien que está encerrado en una habitación.
—Claro que puedes. La
cortejaste una vez. Vuelve a hacerlo.
Tom lo miró con
incredulidad.
—¿Me estás sugiriendo que
corteje a mi esposa?
—Te estoy aconsejando que
te olvides de tu ego, te disculpes y luego la escuches. No siempre fui el
hombre que ves. Puedes aprender de mis errores.
—Mamá y tú teníais un
matrimonio perfecto.
Richard se echó a reír.
—Nuestro matrimonio
estaba muy lejos de ser perfecto. Pero hicimos un pacto: mantendríamos las
imperfecciones fuera de la vista y el oído de nuestros hijos. Los niños se
inquietan si ven que sus padres se pelean.
»Mi experiencia personal
dice que las parejas discuten por dinero, por sexo, o bien por falta de atención
o de respeto.
Tom fue a protestar, pero
Richard lo interrumpió levantando una mano.
—No te pregunto en qué
categoría cae vuestra discusión. Os lo dejo a vosotros. Pero es evidente que ______
está dolida. Se ha mostrado retraída durante toda la cena. Muchas veces estaba
así antes de que empezarais a veros.
—No he sido yo el que ha
cerrado la puerta a la comunicación racional —dijo Tom, con arrogancia.
—¿Te estás oyendo? —lo
reprendió su padre—. ______ no es irracional, está dolida. Cuando alguien te
hace daño, retraerse es una reacción racional. Y en especial, con su historial.
Tom hizo una mueca.
—No pretendía hacerle
daño.
—Estoy seguro. Pero
también me temo que no juegas limpio. Aprender a discutir con tu pareja es un
arte, no una ciencia. Tu madre y yo tardamos bastante tiempo en descubrirlo.
Pero una vez lo comprendimos, ya casi no volvimos a discutir. Y cuando lo
hacíamos ya no era desagradable ni doloroso.
»Si puedes discutir con _____
y convencerla al mismo tiempo de que la amas y de que es importante para ti,
los conflictos serán mucho más llevaderos.
Richard apuró el vino y
dejó la copa en la mesa. Al cabo de un momento, añadió:
—Escucha el consejo de
alguien que estuvo mucho tiempo casado y que crió a una hija. Cuando una mujer
se retrae y se muestra fría, es porque se está protegiendo. Te aconsejo que
seas amable y delicado con tu esposa y que la convenzas para que salga de su
encierro. O ya puedes prepararte para pasar no una, sino muchas noches frías y
solitarias en el sofá.
_____ apagó el portátil
ya pasada la medianoche. Sabía que todos se habían ido a la cama. Los había
oído pasar frente a su puerta.
Abrió una rendija y vio
que salía luz por debajo de la puerta cerrada de la habitación de matrimonio.
Sin duda Tom estaba despierto, leyendo.
Se planteó ir a verlo,
pero la distancia hasta allí le pareció insalvable.
Cogió la botella de gel
de baño que se había llevado del dormitorio después de cenar. Se daría un baño
caliente en el cuarto de baño de invitados y trataría de olvidar los problemas.
Media hora más tarde, volvió a entrar en el estudio y cerró la puerta. Se había
refrescado, pero no había logrado relajarse demasiado. Ya que Tom parecía
decidido a guardar las distancias, pasaría la noche en el sofá del despacho.
Mientras se tapaba con la
vieja manta de lana que habían compartido por primera vez tantos años atrás en
el huerto de manzanos, pensó en su casa de Cambridge y en lo felices que habían
sido sus primeros meses de matrimonio.
Quería especializarse en
Dante. Sabía que el camino no sería fácil; que necesitaría grandes dosis de
trabajo, sacrificio y humildad. No quería ser de esas personas que no aceptan
las críticas y era consciente de que tenía que mejorar.
Pero cuando Tom había
dicho que iba a hacer el ridículo, el dolor fue terrible. Necesitaba que él la
apoyara, que le diera ánimos. No necesitaba que la subestimara. Su confianza en
sí misma ya era bastante precaria sin la ayuda de nadie.
«¿Por qué no se da cuenta
de que necesito su apoyo?» Cada vez más triste, se preguntó por qué no había
ido a buscarla.
Sin duda había pasado la
noche con su familia, fumándose un puro en el porche y charlando sobre los
viejos tiempos. Se preguntó qué explicación le habría dado a Rachel sobre su
conflicto. Y se preguntó por qué estaba sola, a oscuras, a punto de llorar, y a
él no parecía importarle lo más mínimo.
Justo en ese momento, oyó
que se abría una puerta y los pasos de Tom, rápidos y decididos, que llegaban
hasta su puerta.
Se sentó y contuvo la
respiración. Una luz apagada se colaba por la rendija de la puerta.
«Oh, dioses de los recién
casados que se pelean, por favor, que llame a la puerta.»
Oyó un suspiro apagado y
lo que bien pudo ser una mano apoyándose en el picaporte. Luego vio una sombra
que oscurecía la luz mientras los pasos se retiraban por donde habían venido.
_____ se hizo un ovillo, pero no lloró.
UYYY!!! HUBO PELEEA .... AAAA QUE PASARA ... SE RECONCILIARAN? ESPEREMOS QUE SI ... HOLA!!!! BUENO AQUI ESTA EL 3 CAPS ... YA SABEN SI VEO 4 O MAS COMENTARIOS LES AGREGO MAÑANA SINO NO ... ADIOS :))
Tom te pasas!! Decir que hará el ridiculoo??!! Te pasastee..
ResponderBorrarPobre (tn) y encima no le da importancia y ni la busca..
PERO la reconciliación será estupenda 1313 ..
Siguelaaa Virgii.. Me facina leer esta fic *.*
O me encantaaa ((: pero porque tom es tan. Gilipollas. U.u sube. Luego bye
ResponderBorrarMe encantaaaaaaaa, su primera pelea JAJAJAJAJAJ que cuquis
ResponderBorrarSubeeeeeee
ResponderBorrarMe encanto, Tom se paso al decirle a (Tn) q hara el ridículo y de paso q no la busco :( me imagino q pasaran días durmiendo separados, espero q se reconcilien en el proximo cap, subelooo hoy pleaseeee!!!!
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