CAP
8.-
Más tarde, Tom estaba
abrazado a su esposa en una de las estrechas camas. Ella susurró su nombre contra
su pecho.
—No has perdido
facultades. Esa última innovación me ha parecido muy... satisfactoria.
Él respiró profundamente,
hinchando el pecho.
—Gracias. Es tarde. Vamos
a dormir.
—No puedo.
Tom le levantó la
barbilla.
—¿Estás nerviosa por la
conferencia?
—Quiero que te sientas
orgulloso de mí.
—Siempre estaré orgulloso
de ti. Ya estoy orgulloso de ti —recalcó, atravesándola con sus ojos ambar, que
parecían dos láseres.
—¿Y la profesora Picton?
—No te habría invitado si
no creyera que estás preparada.
—¿Y si alguien me hace
una pregunta y no sé qué responderle?
—Le respondes lo mejor
que puedas. Y si insisten, siempre puedes decir que te parece una pregunta muy
interesante y que pensarás en ello.
_____ volvió a apoyar la
cabeza en el pecho de él, mientras le acariciaba juguetona los abdominales.
—¿Crees que si le pido a
C. S. Lewis que interceda por mí ante los santos lo hará?
Tom se rió, soltando el
aire por la nariz.
—Lewis era protestante,
de Irlanda del Norte. No creía en esas cosas. Aunque pudiera oírte te ignoraría
por una cuestión de principios. Pídeselo a Tolkien. Él sí que era católico.
—Podría pedirle a Dante
que rezara por mí.
—Dante ya está rezando
por ti — le susurró Tom, con la cara hundida en su pelo.
______ cerró los ojos y
escuchó el latido del corazón de su marido. Su ritmo siempre le resultaba reconfortante.
—¿Y si la gente nos
pregunta por qué te fuiste de Toronto?
—Diremos lo de siempre,
que tú ibas a estudiar en Harvard y quería estar contigo porque íbamos a
casarnos.
—Christa Peterson va por
ahí contando una historia distinta.
Él entornó los ojos.
—Olvídate de Christa. No
tenemos ninguna necesidad de pensar en ella durante el simposio.
—Prométeme que no
perderás los nervios si oyes algún comentario... desagradable.
—Confía un poco en mí
—dijo Tom, exasperado—. Nos hemos enfrentado a los rumores y habladurías en la
Universidad de Boston y en Harvard y no he perdido los nervios. De momento.
—Lo sé, tienes razón.
—______ le besó el pecho—. Pero los académicos se aburren y les gusta cotillear
un poco. Y no hay nada más excitante que un escándalo sexual.
—No estoy de acuerdo,
señora Kaulitz —replicó él, con los ojos brillantes.
—¿Ah, no?
—El sexo contigo es más
excitante que cualquier escándalo.
Tumbándola de espaldas en
la cama, empezó a besarle el cuello.
Antes de que el sol
asomara por el horizonte, ______ regresó en silencio a la habitación. Un rayo
de luz entraba por la ventana, iluminando parcialmente al hombre desnudo que
dormía en su cama.
Estaba tumbado boca abajo
y tenía el pelo revuelto. La sábana se había deslizado un poco hacia abajo, dejando
al descubierto la zona lumbar y la parte superior de las nalgas.
______ lo miró, y dio las
gracias por su buena suerte. Le costó un poco más de la cuenta apartar la vista
de su musculosa espalda y gluteus maximus. Era guapísimo, era sexy y era suyo.
Se quitó los pantalones
de yoga, la camiseta y la ropa interior y lo dejó todo sobre una silla. Desde
que se casaron, casi siempre dormía desnuda. Le gustaba más hacerlo piel contra
piel con su amado.
Al notar que el colchón
se movía, Tom se volvió de lado. Levantó el brazo para acogerla contra su
pecho, pero tardó un poco en despertarse.
—¿Adónde has ido? —le
preguntó, acariciándole el brazo.
—A ver las figuras de
piedra del patio.
Él abrió los ojos.
—¿Por qué?
—Leí los libros de
Narnia. Tienen un significado... especial para mí.
Tom le acarició la
mejilla.
—¿Por eso insististe en
dormir aquí? ¿Por Lewis?
—Y por ti. Sé que Paulina
vivía aquí cuando tú... —_______ se detuvo, arrepentida por haber sacado un
tema que ambos estaban tratando de olvidar.
—Fue antes de que
estuviéramos juntos. En aquella época nos veíamos muy poco. —La abrazó con más
fuerza—. No habría tratado de arrastrarte hasta el Randolph si hubiera conocido
tus razones. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Tenía miedo de que te
rieras de mí, que pensaras que soy inmadura por mi afición a los libros de
Narnia.
—Nada que te guste puede
ser inmaduro. —Tom reflexionó unos segundos antes de añadir—: Yo también los
leí. En el piso de mi madre en Nueva York había un armario. Estaba convencido
de que si me portaba bien, el armario se abriría y podría ir a Narnia. Evidentemente,
no fui lo bastante bueno.
Había esperado hacerla
reír, pero no lo consiguió.
—Sé lo que es estar
dispuesto a cualquier cosa para lograr que una historia se convierta en realidad
—susurró ella.
Tom volvió a abrazarla.
—Si quieres ver dónde
vivió Lewis, te llevaré a su casa, The Kilns. Luego podemos ir a The Bird and
Baby, la taberna donde se reunía su grupo, los Inklings.
—Me encantaría.
Tom le besó la cabeza.
—Una vez te dije que no
te consideraba mi igual, que eras mejor que yo. Al parecer, no me creíste.
—Es verdad. A veces me
cuesta creer que lo pienses de verdad.
Él hizo una mueca.
—Voy a tener que
esforzarme más para demostrártelo —susurró—. Pero aún no sé cómo.
CAP
9.-
Después de desayunar en
el comedor del Magdalen College, Tom insistió en que tomaran un taxi hasta St.
Anne, el lugar donde tendría lugar el simposio. Tenía miedo de que _____ (y sus
tacones) no sobrevivieran al paseo y de ninguna manera iba a pedirle que se
cambiara de zapatos.
—Es un sueño hecho
realidad —murmuró ella, mientras cruzaban Oxford en el taxi—. Nunca me habría
imaginado que vendría aquí de visita. Imagínate venir a Oxford a presentar mi
trabajo. Es increíble.
—Te has esforzado mucho.
—Tom se llevó su mano a los labios y se la besó—. Ésta es tu recompensa.
_____ guardó silencio,
sentía el peso de la responsabilidad sobre los hombros.
Cuando pasaron junto al
museo Ashmolean, los ojos de Tom se iluminaron.
—Me pregunto qué
travesuras podríamos hacer ahí dentro —comentó, mientras señalaba el museo—. Si
no recuerdo mal, hay un montón de sitios donde esconderse.
______ se ruborizó y Tom
la tomó de los brazos para atraerla hacia él, riendo.
No había perdido la
capacidad de hacer que se ruborizara y se sentía muy orgulloso de ese talento.
En ese sentido, había hecho algo más que ruborizarla días atrás, cuando habían
bailado un tango contra una de las paredes del British Museum.
(Los mármoles de Elgin
todavía no se habían recuperado del susto.)
Los Kaulitz llegaron al
edificio de la facultad de St. Anne justo antes de que empezara la primera
sesión. En el interior, un grupo de unos cincuenta académicos se agolpaban
junto a una mesa, bebiendo té y comiendo galletas, mientras charlaban sobre el
apasionante mundo de Dante y los estudios sobre su obra.
(Un universo mucho más
interesante de lo que puede parecer a los no iniciados.)
Tom le sirvió una taza de
té a ______ antes de ponerse un poco de café. Luego le presentó a dos eminentes
profesores de Oxford mientras tomaban sus bebidas.
Cuando llegó el momento
de dirigirse a la sala de conferencias, Tom le apoyó una mano en la curva de la
espalda para animarla a avanzar y ella dio dos pasos antes de detenerse. Una
risa familiar y despreocupada había llegado a sus oídos. Unos metros por
delante, vio la fuente de esa risa: en medio de un grupo de hombres jóvenes y
no tan jóvenes, vestidos casi todos con chaquetas de tweed, una joven belleza
morena era el centro de atención. Era alta y esbelta e iba vestida con un
conjunto de falda y chaqueta negra hecho a medida. Sus tacones de diez
centímetros hacían que
sus piernas parecieran
aún más largas.
(Por una vez en su vida,
el Profesor observó un par de elegantes zapatos de marca con algo que no era
admiración.)
La risa de la mujer se
cortó en seco cuando un hombre moreno de piel muy bronceada le susurró algo al
oído con la vista clavada en los Kaulitz.
—Joder —murmuró Tom.
Mientras él fulminaba con
la mirada a Christa Peterson y al profesor Giuseppe Pacciani, _____ observaba
las reacciones de los hombres que rodeaban a la joven. A medida que sus ojos
saltaban de uno a otro, una terrible desazón se apoderó de ella.
Más de uno le devolvía la
mirada, y la dejaba más tiempo del necesario clavada en sus pechos y sus
caderas. Se soltó de la mano de Tom para abotonarse más la chaqueta del traje.
En los ojos de varios de
ellos vio una mirada de decepción. Al parecer, ______ no estaba a la altura de
lo que esperaban de una joven y apetitosa estudiante capaz de seducir a su
profesor y de provocar un escándalo.
—Voy a resolver este
asunto de una vez por todas. —Tom echó a andar hacia ellos, pero ______ lo
detuvo clavándole las uñas en el brazo a través de la lana del traje.
—¿Puedo hablar un momento
contigo? —susurró.
—Después —contestó
Christa.
—No, por favor —siseó _______—.
Aquí no.
—¿Problemas en el
paraíso? —La petulante voz de Christa resonó en la sala—. La luna de miel no ha
durado demasiado. —Clavó sus ojos de gata en ______, y curvó los labios en una
sonrisa despectiva—. No me extraña... —______ trató de llevarse a Tom de allí,
pero él se mantuvo firme, temblando de rabia.
—Me gustaría hablar un momento
con usted, señorita Peterson.
Ésta se acercó un poco
más al profesor Pacciani, fingiendo estar asustada de Tom.
—No después de lo que
pasó en Toronto. Si tiene algo que decir, tendrá que hacerlo en público, delante
de testigos.
Desde la seguridad que le
aportaba estar junto a Pacciani, se inclinó hacia adelante, bajando un poco la
voz.
—No le conviene montar
una escena. Descubrí unas cuantas cosas sobre usted después de que dimitiera,
como por ejemplo que había estado metido en temas de BDSM. No sabía que la
profesora Ann Singer había sido su Ama.
Se hizo un profundo
silencio entre los presentes, cuyos ojos pasaron de estar clavados en Christa a
fijarse en Tom.
Al notar que la
indignación de su marido iba en aumento, ______ le tiró del brazo.
—Vámonos. Por favor.
A pesar de la furia que
sentía, Tom era muy consciente de que sus colegas lo observaban con atención.
Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no abalanzarse sobre Christa y agarrarla
por el cuello.
Farfulló una maldición,
se volvió bruscamente y se alejó de su antigua alumna.
—Estoy deseando oír tu
conferencia, ______ —dijo Christa, alzando la voz para que la oyera más gente—.
Es muy poco habitual que una estudiante de doctorado de primer año participe en
un simposio tan importante. ¿Cómo lo conseguiste?
Ella se detuvo y la miró
por encima del hombro.
—La profesora Picton me
invitó.
—¿De verdad? —Christa
aparentó estar confusa—. ¿Y por qué no invitó a Tom directamente? Al fin y al
cabo, no harás más que repetir cosas que él te ha enseñado. O tal vez te haya
escrito la conferencia.
—Hago mis propios
trabajos de investigación —replicó _______, en tono tranquilo pero firme.
—Oh, sí, estoy totalmente
convencida de ello. —Christa clavó la vista en la espalda del profesor Kaulitz—.
Pero con ese tipo de investigaciones no se escriben conferencias. A menos que
pienses hablarnos de todos los profesores con los que te acostaste para entrar
en Harvard.
Maldiciendo, Tom se soltó
de la mano de _______. Se volvió y fulminó a la joven con la mirada.
—Ya es suficiente. No
vuelvas a dirigirle la palabra a mi esposa. ¿Me entiendes?
—Ese carácter, Tom—lo
reprendió ella, con los ojos brillantes de perversa diversión.
—Para ti soy el profesor Kaulitz
—saltó él.
______ se interpuso entre
los dos.
—Vámonos —le pidió a su
marido, apoyándole una mano en el pecho, justo debajo de la pajarita.
—Apártate. —Parecía un
dragón a punto de escupir fuego.
—Hazlo por mí —suplicó
ella, con el corazón desbocado.
Antes de que Tom pudiera
abrir la boca, una voz autoritaria preguntó a su espalda:
—¿Qué significa esto?
Katherine Picton apareció
a la derecha de Tom, con su pelo canoso corto impecablemente peinado y los
ojos, de un color entre azul y gris, brillando de indignación tras los
cristales de las gafas.
Echó un vistazo
despectivo al profesor Pacciani antes de centrar toda su atención en Christa.
—¿Quién eres tú?
La postura de ésta
cambió. De estar a la defensiva, pasó a querer agradar.
—Soy Christa Peterson —se
presentó, ofreciéndole la mano—, de la Universidad de Columbia. Nos conocimos
en Toronto.
Katherine Picton ignoró
la mano tendida.
—Conozco a todos los
profesores de Columbia y tú no eres uno de ellos.
La joven se ruborizó y
bajó la mano.
—Soy una estudiante de
máster.
—En ese caso, no intentes
hacerte pasar por otra cosa. No eres de la Universidad de Columbia, estudias en
la Universidad de Columbia. Repito: ¿por qué estás aquí?
Al ver que no respondía,
la profesora se acercó a ella y volvió a preguntar, alzando la voz:
—¿Eres dura de oído? Te
he hecho una pregunta. ¿Qué estás haciendo en mi simposio, insultando a mis
invitados?
Christa casi se tambaleó
al sentir la fuerza de la aversión de Katherine Picton. Hasta el profesor Pacciani
dio un paso atrás.
—He venido para escuchar
su conferencia, como todo el mundo.
La mujer se estiró cuan
alta era y, desde su metro y medio de estatura, alzó la vista hacia la estudiante
de máster, mucho más alta que ella y medio siglo más joven.
—Tu nombre no está en la
lista de asistentes. Yo, desde luego, no te invité.
—Profesora Picton,
discúlpeme. La joven es mi acompañante —intervino el profesor Pacciani.
Cuando se inclinó ante
ella con intención de besarle la mano, Katherine Picton la apartó bruscamente y
la sacudió en el aire.
—Giuseppe, como
acompañante tuya, su presencia aquí es tolerable, pero sólo eso. —Con una mirada
reprobatoria, añadió—: Haz el favor de enseñarle buenos modales.
Luego se volvió hacia
Christa para hablar directamente con ella.
—Soy muy consciente de
los estragos que causaste en Toronto. Casi destruiste mi departamento al
completo con tus mentiras. Será mejor que te comportes con educación mientras
estés aquí o haré que te expulsen, ¿me has entendido?
Y sin esperar respuesta,
empezó a reñir a Pacciani en un italiano fluido, dejándole claro que si su amiga
molestaba a los asistentes, le haría responsable directo.
Para acabar, le recordó
que tenía una memoria implacable.
(Vale la pena mencionar
que tenía razón.)
—Capisce? —preguntó,
clavándole la mirada a través de las gafas.
—Certo, profesora. —Y se
inclinó de nuevo, con expresión de enfado.
—Pero yo soy la parte
perjudicada —protestó Christa—. Cuando estuve en Toronto, Tom...
—Memeces —contraatacó
Katherine—. Soy vieja, pero no estoy senil, y aún reconozco a una mujer
despechada cuando la veo. Los demás deberían hacer lo mismo —añadió, con una
mirada crítica a los asistentes que habían estado escuchando encantados sus
chismes.
—Además, acudir sin
invitación a un acto de este tipo es muy poco profesional. Esto no es una fiesta
en una fraternidad.
La profesora Picton
volvió a mirar a su alrededor e hizo una pausa como desafiando a los demás a que
la contradijeran. Bajo su mirada avasalladora, los lascivos fisgones se
alejaron, arrastrando los pies.
Aparentemente satisfecha,
se volvió hacia Christa Peterson una vez más y alzó la barbilla.
—Creo que ya he
terminado.
Y dicho eso le dio la
espalda. Los demás presentes en la sala se quedaron quietos, impresionados por
haber asistido al equivalente académico de una lucha en el barro, ganada con
comodidad por una pequeña (pero matona) septuagenaria.
—Queridos amigos, ¡cómo
me alegro de veros! ¿Qué tal el vuelo? —Katherine rodeó los hombros tensos de ______
con un brazo y le dio un apretón antes de estrechar la mano de Tom.
—El vuelo fue muy bien.
Hemos pasado unos días en Londres antes de venir. Llegamos ayer, en tren. —Tom
besó la mejilla de la profesora Picton y trató de sonreír, pero no lo logró.
—No me gusta que hayan
admitido a esa chusma —afirmó Katherine con desdén—. Hablaré con los
organizadores. Ya es bastante malo que tengáis que soportar a esa persona, pero
tener que hacerlo en público es demasiado. ¡Qué muchacha tan estúpida!
Al darse cuenta de que ______
estaba muy disgustada, la profesora Picton siguió hablando con más delicadeza:
—Luego te invito a copa, _______.
Ya va siendo hora de que charlemos un rato.
Esas palabras arrancaron
a ______ de su mutismo y una velada expresión de terror le cruzó el rostro. Tom
la sujetó por la cintura.
—Es muy generoso por tu
parte, Katherine, pero ¿por qué no cenamos los tres juntos?
—Gracias, estaré
encantada, pero antes charlaré un rato a solas con ______. —Se volvió hacia su
antigua alumna y le dijo amablemente—: Ven a buscarme después de la última
ponencia y daremos un paseo hasta The Bird and Baby.
Luego, la profesora
Picton se marchó y en seguida se encontró rodeada de admiradores.
______ tardó unos
instantes en recuperarse de las impresiones. Cuando lo hizo, se apoyó en su marido.
—¡Qué vergüenza!
—Siento que Katherine nos
haya interrumpido. Me habría gustado decirle un par de cosas a Christa.
______ se retorció las
manos.
—No, yo no he debido
responderle. Teníamos que habernos marchado.
El rostro de Tom se
tensó. Tras mirar a su alrededor, le acercó los labios a la oreja.
—Has hecho lo que tenías
que hacer: defenderte. Y, desde luego, yo no pienso quedarme cruzado de brazos
mientras te llama puta.
—Si nos hubiéramos
marchado antes, no habría llegado tan lejos.
—Tonterías. Ya había
empezado a calumniarnos antes de que llegáramos. Tú misma me lo has dicho.
______ parecía muy
decepcionada.
—Te he pedido que
pararas.
—Y yo acabo de explicarte
que no pienso consentir que nadie hable de ti de esa manera. — Apretó la
mandíbula, pero luego se forzó a relajarla—. No discutamos por culpa de esa
zorra. Eso es justo lo que quiere.
—Ella estaba deseando
provocar una pelea y tú le has seguido el juego. —_____ miró a su alrededor y
vio que la sala se iba vaciando—. Mañana tendré que subir al estrado delante de
toda esta gente, y sabré que han presenciado la vergonzosa escena.
—Si no hubiera
reaccionado, habría parecido que le estaba dando la razón —replicó Tom en voz
muy baja, casi un gruñido.
—Te he pedido que pararas
y tú has actuado como si no existiera; me has pasado por encima sin mirar —le
reprochó ella, herida—. Soy tu esposa, no un badén en medio de la carretera.
Y agarrando con fuerza su
maletín Fendi, siguió a la multitud que se dirigía a la sala de
conferencias.
HEY!!! BUENO AQUI ESTAN LOS DOS CAPS ... SON CORTOS POR ESO LOS AGREGE JUNTOS ... QUE BIEN QUE LA PROFESORA PICTON PUSO EN SU LUGAR A LA LAGARTA Y POCA COSA DE CHRISTA ... ES UNA INSOPORTABLE LA GUARRA ESA ... BUENO SIN MAS QUE DECIR ME DESPIDO, YA SABEN 4 O MAS Y LES AGREGO MAÑANA ... HASTA PRONTO :))
Lagartaa!! Hahahahahahaha eso me ha gustadoo!!
ResponderBorrarPicton te amoo!! Tus palabras fueton precisas.. Me encantaaa *.*
Siguelaaa!!
Ayyyy que geniaaaal, que bonico tom jajajajaja y la picton que maja jajajajaja
ResponderBorrarSubeee
Jajaja lagarta le queda muy bien esa palabra jeje, q bueno q la profesora Picton puso en su lugar a la lagarta esa jejeje, y (Tn) hizo muy bien en defenderse de esa falsa mujer, me encanto espero los próximos caps!!!!
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