CAP
6.-
Pasada la medianoche,
Richard notó que el colchón se hundía y que alguien se metía en la cama a su lado.
Se volvió y abrazó el cuerpo de su esposa. Era un cuerpo suave y muy familiar.
Al presionarlo contra el suyo, suspiró hondo.
Ella también suspiró de
satisfacción, como hacía siempre que se acurrucaba contra él.
—Te he echado de menos
—dijo Richard, acariciándole el pelo y besándoselo.
No se extrañó al notar
que volvía a tenerlo largo y liso, como antes de la quimioterapia.
—Yo también te he echado
de menos, querido. —Grace buscó su mano y entrelazó los dedos con los suyos. Richard
notó que el anillo de boda y el de compromiso de ella chocaban con el suyo. Se
alegró de no habérselos quitado.
—Sueño contigo.
—Lo sé —admitió Grace,
besando el lugar donde sus anillos se unían.
—Éramos tan jóvenes...
Teníamos toda la vida por delante, queríamos hacer tantas cosas... —La voz de
Richard se rompió en la última palabra.
—Te echo mucho de menos
—siguió al cabo de unos momentos—. Añoro abrazarte en la oscuridad. Oír tu voz.
Aún no me creo que te haya perdido.
Grace le cogió la mano y
se la llevó al pecho. Richard se preparó para notar los huecos que había en el
lugar donde habían estado sus pechos.
Aunque sus cicatrices lo
entristecían, no le resultaba desagradable mirarla ni tocarla. Pero ella no se
lo permitía.
Grace pensaba someterse a
cirugía reconstructiva, pero cuando el cáncer regresó, eso pasó a un segundo
plano. Para él, siempre había sido hermosa, arrebatadora, incluso al final.
Su mano entró en contacto
con los senos de Grace, y los notó redondeados y prietos. Tras unos instantes
de vacilación, le cubrió un pecho con la mano. Ella apoyó la suya sobre la de
él y apretó.
—Estoy curada —susurró—.
Fue una experiencia maravillosa. No me dolió nada.
Richard sintió el
cosquilleo de las lágrimas.
—¿Curada?
—No existe el dolor. Ni
las lágrimas. Y es tan... tan hermoso.
—Siento no haber sido
consciente de que estabas enferma —se excusó él, con la voz ronca de emoción—.
Debería haber prestado más atención. Debería haberme dado cuenta.
—Era mi hora. —Grace se
llevó la mano de Richard a la boca y la besó—. Hay tantas cosas que quiero
mostrarte. Pero aún no. Descansa, mi amor.
Al despertarse a la
mañana siguiente, la cama de Richard estaba vacía, pero sabía que había recibido
un don muy especial. Se sentía más ligero, más en paz consigo mismo y con el
mundo de lo que lo había estado en mucho tiempo. Tras desayunar con la familia,
empezó a preparar las cosas para dejar el puesto de investigador en Filadelfia.
Durante la semana siguiente, puso su apartamento a la venta y contrató un
servicio de mudanzas para llevar sus cosas de vuelta a la casa que había
comprado con su esposa muchos años atrás.
Tom insistió en recoger
también las cosas que habían dejado en el guardamuebles.
Cuando los camiones
empezaron a llegar, Tom les indicó a los transportistas el camino hacia el
dormitorio principal, para que se llevaran sus muebles antes de montar los de
su padre.
—No —dijo Richard,
apoyando una mano en el hombro de su hijo—. La habitación de invitados es ahora
mi habitación.
Tom pidió a los
transportistas que los dejaran un momento a solas y se volvió hacia su padre con
el cejo fruncido.
—¿Por qué no quieres
volver a tu habitación?
—Ésa es vuestra
habitación ahora. _____ la ha pintado y decorado a su gusto y no pienso tocar nada.
Tom empezó a protestar,
pero Richard lo interrumpió levantando una mano.
—Grace estará conmigo
duerma donde duerma. Me encontrará también en la habitación de invitados. —Con
un último apretón en el hombro de Tom, les indicó a los transportistas el
camino de su nuevo cuarto.
A él no le apetecía
discutir con su padre, especialmente cuando éste tenía un aspecto tan satisfecho.
Si sus palabras le resultaron extrañas, no lo demostró.
(La verdad es que no le
resultaron extrañas.)
Esa noche, cuando la casa
volvió a quedarse vacía y en calma, Richard se imaginó que Grace se metía en la
cama con él. Se volvió de lado y se durmió, tranquilo, antes de reunirse con
ella en sueños.
CAP
7.-
Julio
de 2011.
Oxford,
Inglaterra
El profesor Tom J.
Kaulitz miró despectivamente la modesta habitación de invitados en la escalera
número 5 de los claustros del Magdalen College. Sus ojos se clavaron en el par
de camas individuales situadas junto a la pared. Señalándolas, preguntó:
—¿Qué demonios es eso?
________ siguió la
dirección de su dedo acusador.
—Creo que son camas.
—Ya lo veo. Nos vamos.
Cogió las maletas y se
acercó a la puerta, pero _______ lo detuvo.
—Es tarde, Tom, y estoy
cansada.
—Exacto. ¿Dónde demonios
pretenden que durmamos?
—¿Dónde suelen dormir los
alumnos? ¿En el suelo?
Él la fulminó con la
mirada.
—No pienso volver a
dormir en una abominable cama individual en mi vida. Nos vamos al Randolph.
_____ se frotó los ojos
con las dos manos.
—No tenemos reserva hasta
dentro de dos noches. Además, me prometiste que dormiríamos aquí.
—Nigel me aseguró que
dormiríamos en una de las habitaciones de los catedráticos, con cama de matrimonio
y baño en la habitación. —Volvió a mirar a su alrededor—. ¿Dónde está la cama
de matrimonio? ¿Dónde está el baño? ¡Tendremos que compartirlo con vete tú a
saber quién!
—No me importa compartir
el baño con otras personas durante dos días. Pasaremos casi todo el tiempo en
la sala de conferencias.
Sin hacer caso de las
airadas protestas de su marido, ______ se acercó a la ventana, que daba al bonito
claustro. Dirigió una mirada melancólica a las extrañas estatuas situadas sobre
los arcos de la derecha.
—Me dijiste que C. S.
Lewis se había inspirado en esas estatuas para escribir El
león, la bruja y el armario.
—Eso dicen —replicó Tom
secamente.
Ella apoyó la frente en
el vidrio emplomado.
—¿Crees que su fantasma aún
corre por aquí?
—Dudo mucho que se
dignara a hacerlo en una habitación como ésta —respondió él
despectivamente—. Seguro
que estará en el pub.
______ cerró los ojos.
Había sido un día muy largo. Habían salido del hotel de Londres esa mañana, habían
ido a Oxford en tren y acababan de llegar a la habitación. Estaba muy cansada y
quería quedarse allí.
Tom la observó desde el
otro extremo de la estancia y se dio cuenta de su estado de ánimo.
—Los fantasmas no
existen, ______. Ya lo sabes —le dijo con suavidad.
—¿Acaso no viste a Grace
y a Maia?
—Eso fue distinto.
Ella echó un último
vistazo a las estatuas antes de reunirse con él junto a la puerta, con expresión
derrotada.
—¿Te molestaría mucho que
nos fuéramos al hotel? —le planteó Tom, mirándola a los ojos—. Tendríamos más
intimidad.
_____ apartó la mirada.
—La tendríamos, es
cierto.
Él volvió a mirar las
camas individuales.
—Es casi imposible
practicar sexo en esas dichosas camas. No hay sitio para moverse.
Ella sonrió con picardía.
—No es así como yo lo
recuerdo.
Una sonrisa lenta y
provocativa se abrió camino en la cara de Tom. Se acercó a ______ hasta que sus
labios se rozaron y le preguntó:
—¿Me estás desafiando, señora
Kaulitz?
Ella lo observó unos
instantes antes de sacudirse la fatiga del viaje y enrollar la mano en la corbata
de seda de Tom para acabar de unir sus bocas.
Soltando las maletas, él
la besó apasionadamente y se olvidó de su enfado. Sin decir nada más, cerró la
puerta de una patada.
HELLOOOOO!!! BUENO ... AQUI ESTAN DOS CAPS ... ESTAN CORTOS COMO SE PUEDEN DAR CUENTA ASI QUE DECIDI QUE SEAN DOS ---- BUENO YA SABEN, SI VEO 4 O MAS COMENTARIOS AGREGO SINO NO ... HASTA LUEGO :))
:O Guaoo pobre Richard lo comprendo aun sufre x la perdida de su esposa, jajaja ese Tom es un picaron.. me encanto espero el proximo cap estuvo genial y como siempre ellos terminan haciendo el amor geniaaal!!!
ResponderBorrarpobre de richard la extraña tanto
ResponderBorrarahahah viene lo favorito de tom ajjaja
sube pronto :)
Pobre Richard!! El ama a su esposaa.. Grace no debio de morir :( ..
ResponderBorrarMe encantaria q este viva!!
Tom no pierde el tiempoo!!
Siguelaaa :)
Ayyy Richard vio a Grace, que ilusión y ya esta Tom criticando las habitaciones jajajaja y la _____ que tiene miedo a los fantasmas jajajaja
ResponderBorrarMuy buenos los caps
Subeeee