CAP
66.-
27
de diciembre de 2011
Selinsgrove,
Pensilvania
Richard, sus hijos y las
parejas de éstos estaban sentados a la mesa del comedor, disfrutando del café y
el postre. Rachel los estaba poniendo al día sobre el tratamiento de
fertilidad.
—Sí, he empezado a tomar
hormonas. Pero no me afectan tanto como la píldora. Cuando la tomaba, estaba
muy sensible todo el rato.
Aaron alzó las cejas a su
espalda y todos se echaron a reír al ver su expresión incrédula. Todos menos
Rachel y ________.
Tom se fijó en que ésta había
entornado los ojos. Luego clavó la vista en la mesa con tanta intensidad que a él
no le habría extrañado ver que la madera empezaba a cambiar de color y a echar humo.
De repente, _______ echó la silla hacia atrás bruscamente y salió corriendo. Tom
levantó la silla y, disculpándose, subió los escalones de dos en dos tras ella.
Al llegar a su habitación, la encontró rebuscando desesperada en el cajón de la
mesilla de noche. Sacó el cajón del todo y volcó el contenido encima de la
cama.
—¡Maldita sea! —exclamó.
—¿Qué pasa? —Tom trató de
agarrarla, pero se quedó con la mano en el aire cuando ella pasó por su lado a
toda prisa.
La siguió hasta el baño,
donde había empezado a vaciar el neceser sobre el lavabo. Mientras iba apartando
las cosas, su expresión era cada vez más disgustada.
—________, ¿qué pasa?
—No las encuentro.
—¿Qué es lo que no
encuentras?
Ella no pareció haberlo oído.
Tom la agarró del brazo con fuerza.
—________, ¿qué buscas?
—Las píldoras
anticonceptivas.
Por un momento, él estuvo
a punto de dejarse contagiar por su pánico, pero fue sólo un instante.
—Seguro que están por aquí.
¿Cuándo las viste por última vez?
Ella parpadeó y apartó la
vista.
—En Cambridge —susurró.
Tom abrió mucho los ojos.
—¿Ni en Nueva York ni aquí?
—Antes de que te fueras a
Nueva York tenía la regla, ¿te acuerdas? Tenía que haber empezado una caja
nueva el miércoles siguiente.
—¿Y lo hiciste?
Ella negó con la cabeza.
—El miércoles fue el día
que fui a verte. Tenía tanta prisa por llegar al aeropuerto que me las olvidé.
Y luego, en Nueva York...
—Cariño. —Tom trató de
acariciarle la mejilla, pero ella apartó la cara y se la cubrió con ambas
manos.
—No me puedo creer que me
haya saltado un mes entero de la píldora sin darme cuenta. ¡Soy idiota!
—No eres idiota. —Tirándole
de la muñeca, le abrió los brazos y la abrazó—. Tenías prisa por reunirte
conmigo en Nueva York. Y luego la llamada de tu padre nos distrajo. Has tenido
muchas cosas en la cabeza.
—Menos mal que todavía no
te has recuperado del todo de la operación.
Una sombra oscureció el
rostro de Tom, pero pasó en seguida, como una nube errante en un día de verano.
—Por eso necesito una
caja de repuesto hasta que pueda ir a mi farmacia en Boston —le aclaró ______ a
la farmacéutica a la mañana siguiente.
La mujer asintió.
—No hay problema. Llamaré
a tu farmacia. Será un momento. Siéntate.
—Gracias.
_______ se reunió con Tom
en la zona de espera de la pequeña farmacia de Selinsgrove.
—¿Todo bien? —preguntó él,
mirándola con preocupación.
—Sí. —Ella respiró hondo,
aliviada—. No tardaremos mucho.
Tom se sacó el iPhone del
bolsillo y apretó algunas teclas.
—¿Qué haces? —______ se
inclinó hacia él.
—Mientras tú hablabas con
la farmacéutica, he revisado los mensajes. Me han llamado de la consulta del urólogo.
—¿Tienes que devolverles
la llamada?
—Si no te importa...
—No me importa. ¿Por qué
te llamarán en mitad de las fiestas?
—No lo sé. Tenían que
haberme llamado hace dos semanas con los resultados de las últimas pruebas.
Supongo que no habrá habido cambios —respondió él, mustio.
—El médico dijo que podías
tardar hasta un año en recuperarte. No te preocupes. —______ le cogió la mano y
se la apretó.
Tom asintió y le besó el
dorso de la mano antes de salir a la calle para hacer la llamada. Cuando acabó
de hablar, a _______ ya le habían dado las píldoras, las había pagado y se había
tomado la primera. Él se plantó ante ella, con las piernas separadas y con la
vista clavada en la bolsa de la farmacia. Al levantar la cabeza, _______ se
encontró con la mirada preocupada de su marido.
—¿Qué pasa?
—Vamos a casa.
Cuando ella se levantó de
la silla, él le apoyó la mano en la espalda para guiarla hacia el coche.
—¿Va todo bien?
—En el coche hablamos.
Sin discutir, _______
caminó a su lado en silencio hasta llegar al Jeep que Tom tenía en Selinsgrove
para cuando iban de visita.
—Me estás asustando —susurró.
—Tranquila. —Le abrió la
puerta y esperó a que se aposentara para cerrarla.
Tras subir él también al
coche, dejó el iPhone en el salpicadero y se volvió hacia ella.
_______ se dio cuenta de
que estaba luchando para encontrar las palabras adecuadas.
—¿Son malas noticias?
—No lo creo.
—Entonces, ¿qué pasa?
Tom le cogió la mano, y
le resiguió el contorno de los nudillos con el pulgar. Se detuvo al llegar al
anillo de boda.
—Mírame.
Ella lo miró a los ojos
con el corazón desbocado.
—No quiero que te
asustes, ¿de acuerdo?
—Tom, estoy aterrorizada.
Suéltalo de una vez.
Él apretó los labios.
—Me llamaban para darme
los resultados de las últimas pruebas. Tenían que haberme llamado hace dos
semanas, pero... encontraron una anomalía.
—¿Una anomalía?
—Los resultados eran
positivos —dijo muy lentamente, sin apartar los ojos de los de ella, mientras
esperaba a que procesara lo que acababa de oír.
_______ parpadeó. Varias
veces.
—Entonces, ¿eres...?
—Sí.
—Pero eso es imposible.
Todavía no hace ni tres meses de la operación.
—Lo sé. Repitieron las
pruebas y el resultado fue el mismo. Al parecer, al médico le gustaría poder
usar mi caso para un artículo.
La sonrisa orgullosa de Tom
desapareció de golpe al ver la cara de _______.
—Aunque sea fértil, no
tiene importancia. Llevas tomando la píldora desde septiembre. Haría falta más
de un mes para que tu cuerpo recupere la normalidad, ¿no?
—No lo sé. Te advierten
que si te saltas un par de pastillas debes usar otro método anticonceptivo por
precaución. Y yo me he saltado una caja entera. —_______ se cubrió la boca con
la mano.
Tom le rodeó los hombros
con el brazo y la atrajo hacia él.
—Ya que estamos aquí iré
a comprar un test de embarazo. Así saldremos de dudas.
Ella abrió mucho los
ojos.
—¿Ahora?
—¿Prefieres esperar?
—Esto no puede estar
pasando. — ________ escondió la cara entre las manos.
Él hizo una mueca.
—¿Tan terrible sería? —murmuró,
acariciándose la barbilla.
Al ver que ella no
respondía, le dio un toquecito en el hombro.
—En seguida vuelvo.
_______ apoyó la cabeza
en el respaldo del asiento y cerró los ojos, pidiendo a todas las deidades con nombre
y sin nombre que acudieran en su ayuda.
CAP
67.-
28
de diciembre de 2011
Washington
D. C.
Natalie Lundy miró el teléfono
y soltó una maldición. Había hecho mil llamadas y dejado mil mensajes, pero
ahora el número al que llevaba semanas llamando estaba fuera de servicio. Simon
se lo había cambiado. Y no respondía a sus emails.
Miró la caja de cartón
que estaba en el suelo, a su lado. Su contenido parecía burlarse de ella. Se había
quedado sin trabajo. El día después del anuncio del compromiso de Simon, la habían
llamado de la oficina del director de campaña del senador Talbot. Al menos
Robert había tenido la decencia de parecer avergonzado por lo que estaba
haciendo.
—Debemos prescindir de
tus servicios —dijo, sin mirarla a los ojos.
—¿Por qué?
—Tenemos exceso de
personal. El senador quiere hacer recortes y los empleados son los primeros que
se ven afectados. Lo siento.
Natalie alzó una ceja.
—Esto no tendrá nada que
ver con mi relación con Simon, ¿no?
—Por supuesto que no —mintió
Robert—. No es nada personal. Son sólo negocios.
—No me vengas con ese
rollo de El Padrino. He visto la película.
Robert miró al fondo de
la habitación y asintió.
—Alex te acompañará a la
salida. Si quieres, puedo llamar a Harrisburg y ver si puedo
conseguirte trabajo con
algún otro senador.
—Jódete. —Se levantó—. Y
puedes decirles al senador y a su hijo que hagan lo mismo. ¿Quieren librarse de
mí? Bien. Pero esto no acaba aquí. Estoy segura de que Andrew Sampson de The Washington
Post estará muy interesado en lo que puedo contarle sobre la manera
de hacer negocios de los Talbot.
Robert levantó la mano.
—No te embales. Como te
he dicho, puedo conseguirte trabajo en Harrisburg.
—No se me ha perdido nada
en el maldito Harrisburg, Robert. Sólo quiero saber por qué me están jodiendo.
He hecho mi trabajo y lo he hecho bien. Lo sabes.
Él miró a Alex y le dijo:
—Dame un minuto.
Éste se retiró y cerró la
puerta.
—Oye, Natalie. Será mejor
que no lances amenazas que no puedes cumplir.
—Es que puedo cumplirlas
y pienso hacerlo.
—Eso no sería muy
prudente.
—Al diablo con la
prudencia.
Robert se removió en la
silla.
—Por supuesto, la campaña
te proporcionará una generosa indemnización. Los detalles te llegarán a tu
casa.
—¿Me estás sobornando
para que cierre la boca?
—Indemnización por
despido debido a exigencias financieras.
—Lo que sea. —Cogiendo el
bolso, Natalie se dirigió a la puerta—. Dile a Simon que tiene cuarenta y ocho
horas para ponerse en contacto conmigo. Si no me llama, lo lamentará.
Con esas palabras, salió del
despacho con paso decidido. Desde aquel día habían pasado dos semanas y Simon
no había llamado. Las pruebas incriminatorias que había enviado a The
Washington Post habían sido entregadas. FedEx se lo había
confirmado. Pero ni
Andrew Sampson ni nadie se había puesto en contacto con ella. Tal vez había decidido
no publicar la historia. Tal vez le había parecido de demasiado mal gusto. El día
después de dejar el material en la oficina de FedEx, alguien había entrado en
su apartamento y lo había arrasado. No hacía falta ser muy listo para deducir
que había sido alguien de la campaña del senador. Se habían llevado el portátil,
la cámara digital, sus archivadores y lápices de memoria. Ya no le quedaba nada
con lo que chantajear ni a Simon ni a nadie. Había recibido el dinero del
soborno: veinticinco mil dólares. Era suficiente para empezar una nueva vida en
California. No le vendría mal cambiar de aires. Usaría ese dinero para empezar
de nuevo. Ya planearía su venganza contra los Talbot con calma desde
Sacramento. No tenía pruebas gráficas para justificar sus acusaciones, así que
era difícil que ningún periodista se la tomara en serio. Pero esperaría a que
llegara octubre y le vendería la historia a un periódico sensacionalista. Sí,
eso haría. Sonriendo, empezó a hacer el equipaje.
CAP
68.-
28
de diciembre de 2011
Selinsgrove,
Pensilvania
_______ y Tom estaban
juntos en el cuarto de baño de su habitación de casa de Richard, mirando fijamente
dos pruebas de embarazo que estaban sobre el mármol del lavabo. Las dos daban
el mismo resultado.
—¿_______? —La voz de él
era un susurro desgarrador.
Ella siguió con la vista
clavada en las pruebas. Estaba inmóvil. Como un ciervo ante un
depredador.
—Es culpa mía. —Levantó
una mano para tocarla, pero se lo repensó.
________ se volvió hacia él
como si acabara de darse cuenta de su presencia.
—¿Cómo va a ser culpa
tuya?
Él guardó silencio,
buscando desesperadamente las palabras adecuadas.
—No te protegí. Sabía que
te preocupaba la posibilidad de quedarte embarazada. Debí haber usado
preservativo. Debí recordarte que te tomaras la píldora. Te he fallado —añadió
con un hilo de voz.
La joven cerró los ojos y
respiró profundamente.
—Tom, no me has fallado.
Soy yo la idiota que me he olvidado de tomarme la píldora. —Una lágrima le cayó
por el rabillo del ojo y le resbaló por la mejilla.
Él la capturó con un
dedo.
—No vuelvas a decir eso.
No eres idiota. Tenías prisa porque querías reunirte conmigo. Como siempre,
estabas más preocupada por los demás que por tus cosas.
Más lágrimas siguieron a
la primera. Los hombros le empezaron a temblar.
—Es demasiado tarde.
Tom la acercó a él y ella
se aferró a su camisa como si se estuviera ahogando.
CAP
69.-
Esa noche, los Kaulitz no
durmieron bien. ______ tenía miedo y se sentía culpable. Tenía miedo de lo que
pasaría con sus aspiraciones académicas y se sentía culpable por ponerlas por
delante de otras cosas. Tom, por su parte, tenía un conflicto de intereses. Por
un lado se sentía extasiado al saber que estaban esperando un hijo. Pero la
preocupación y el evidente disgusto de ______ le impedían expresar sus auténticos
sentimientos. Además, él también se sentía culpable por no haber sido capaz de
protegerla. Por supuesto, ninguno de los dos se había imaginado que la
intervención para revertir la vasectomía fuese a tener éxito tan pronto.
Mientras en casa de
Richard todos pasaban el día siguiente juntos y relajados, _______ se quedó en
la cama. Estaba agotada. No se sentía preparada para enfrentarse a Rachel y a
Aaron, a pesar de que Tom y ella habían acordado no contarle la noticia del
embarazo a nadie hasta que estuviera de tres
meses. Tom se pasó el día
fingiendo que no acababa de recibir la mejor noticia de su vida. Había decidido
darle a _______ el tiempo que necesitara para hacerse a la idea. No cabía duda
de que a ella le había sentado como un jarro de agua fría.
Esa noche, estaba hecha
un ovillo en la cama mientras todos dormían. Todos menos su esposo. Estaba
tumbado a su espalda y la abrazaba por la cintura. ______ se había pasado buena
parte del día durmiendo y en esos momentos no tenía sueño. Aunque él estaba
exhausto, la preocupación por ella le impedía descansar.
El mayor temor de _______
se había hecho realidad: estaba embarazada a mitad del segundo curso de un
programa de doctorado de siete años. Sollozó al pensarlo.
Instintivamente, Tom la
atrajo hacia él y le cubrió el abdomen con la mano.
Por unos momentos, se
permitió el lujo de imaginarse cómo habría sido su vida si Maia hubiera llegado
a nacer. Cuando Paulina estaba embarazada, casi no le había dedicado tiempo.
Dudaba que las cosas hubieran mejorado después del parto.
Se le encogió el estómago
al imaginarse a sí mismo gritándole a Paulina para que hiciera callar a la niña
porque no lo dejaba trabajar. Ella habría tenido que cargar sola con el peso de
la maternidad. Él no le habría dado ni un solo biberón a la pequeña, ni la habría
acunado para que se durmiera ni, por supuesto, le habría cambiado los pañales.
En aquella época era un cabrón egoísta adicto a las drogas. Habría sido una
irresponsabilidad por parte de Paulina abandonar a su hija a su cargo. Se habría
ido de casa, dejándola sola con la niña. Tal vez le habría dado dinero, pero su
adicción
se lo había llevado casi
todo hasta acabar con él. Y luego, Paulina y Maia se habrían quedado
desamparadas. Incluso aunque hubiera ido a rehabilitación y se hubiera recuperado,
no se imaginaba siendo un buen padre en aquella época de su vida. No, el
Profesor habría estado demasiado ocupado escribiendo libros y tratando de
abrirse camino en el mundo académico. Habría enviado alguna felicitación por el
cumpleaños de la niña con algo de dinero. O, para ser sincero, le habría pedido
a su secretaria o a alguna de las muchas mujeres de su vida que lo hicieran por
él. Resumiendo, habría actuado igual que su padre, discutiendo con Paulina por
teléfono sobre su falta de compromiso hasta que se hartara y rompiera el
contacto por completo. La visión le llegó con total claridad. Abrazó a ________
con más fuerza para reafirmarse. Ya no era el antiguo Profesor; era un hombre nuevo.
Tomó la firme determinación de ser el mejor padre, el más activo y el marido más
atento del mundo. Lo primero que tenía que hacer era consolar a su esposa.
Luego tendría que asegurarse de que ella no perdía todo lo que había conseguido
a nivel académico con tanto esfuerzo. Abrió la boca para hablar, pero en ese
momento _______ apartó las mantas y se dirigió al armario. Encendió la luz y
rebuscó entre su ropa. Tom la siguió. Cuando llegó a su lado, _______ se había
puesto unos vaqueros, un viejo jersey de cachemira de él y estaba buscando unos
calcetines.
—¿Qué haces?
—No puedo dormir. —Sin
mirarlo, se inclinó y se puso unos de sus calcetines de rombos.
—¿Adónde vas?
—Pensaba ir a dar una
vuelta en coche para aclararme las ideas.
—Pues voy contigo —replicó
él, alargando la mano para coger una camisa.
________ cerró los ojos.
—Tom, necesito tiempo
para pensar.
Él sacó unos vaqueros y
un jersey del armario.
—¿Recuerdas lo que te
dije en Nueva York?
—Dijiste muchas cosas en
Nueva York.
—Dije que no era buena
idea separarnos. Y estuviste de acuerdo conmigo. Somos socios, ¿te acuerdas?
Ella dio una patada al
suelo de madera.
—Me acuerdo.
—No me dejes fuera de
esto.
—¿Qué quieres que te
diga, Tom? Mi peor pesadilla se ha hecho realidad.
Él se tambaleó hacia atrás,
casi como si le hubiera dado un puñetazo.
—¿Pesadilla? —susurró—. ¿Pesadilla?
—repitió incrédulo.
________ rehuyó su
mirada.
—Por eso necesito tiempo
para pensar. No sé cómo expresar lo que siento sin hacerte daño. Yo... voy a
perder todo lo que he conseguido con tanto esfuerzo por esto. No te imaginas cómo
me duele.
Él apretó los dientes.
—Era yo el que no sabía
si querría tener hijos algún día —murmuró—. Esto ha sacado a relucir mis viejas
inseguridades. Para mí tampoco es fácil.
________ levantó la
cabeza y lo fulminó con la mirada.
—Me conoces, Tom. Sabes
que no haría nada para privarte de este hijo.
Tras unos segundos de
intensa mirada, fue ella la que acabó bajando los ojos.
—Déjame ir contigo. No
hace falta que hablemos. Sólo quiero estar cerca de ti —le pidió en un tono más
suave.
Ella se dio cuenta de que
se estaba esforzando en ser considerado; luchando contra su instinto de tomar
las riendas del asunto.
—De acuerdo —aceptó a
regañadientes.
Una vez en el vestíbulo,
se protegieron del frío cubriéndose con bufandas. En el armario del recibidor, Tom
encontró su boina y ______ se puso un viejo gorro de lana de Rachel.
—¿Qué te parece si vamos
a dar un paseo en vez de ir en coche? —le propuso Tom,
jugueteando con las
llaves que había dejado sobre el mueble de la entrada.
—¿Un paseo? Pero si hace
un frío que pela...
—No iremos lejos. El aire
frío te ayudará a dormir mejor.
—Vale. —Lo siguió.
Cruzaron el comedor y la
cocina, donde él cogió una linterna, y luego salieron por la puerta trasera
atravesando el patio cubierto de nieve.
Tom no le ofreció la
mano, pero se mantuvo cerca, como si tuviera miedo de que pudiera resbalar. Se
adentraron en el bosque, formando nubes fantasmales en el aire con su aliento.
Cuando llegaron al huerto de manzanos, ______ se apoyó en la roca, rodeándose
la cintura con los brazos.
—Siempre acabamos en el
mismo sitio.
Él se plantó ante ella,
apuntando con la linterna hacia un lado.
—Es cierto. Este lugar me
recuerda lo que es importante de verdad. Me recuerda a ti.
_______ volvió la cara
para huir de la preocupación que vio en su mirada.
—En este lugar tengo un montón
de recuerdos felices —siguió diciendo Tom con voz
melancólica—. Nuestra
primera noche juntos, la noche en que planeamos consumar nuestro amor, el compromiso...
—Sonrió—. Aquella noche de verano cuando hicimos el amor justo allí.
Ella siguió la dirección
que señalaba su dedo y vio el lugar donde se habían abrazado. Un montón de
emociones e imágenes la asaltaron. Casi pudo sentir los brazos de Tom rodeándola,
piel contra piel.
—Hace unos meses, la idea
de tener un hijo me daba miedo. Pero tú me dijiste que tuviera esperanza. Que
mirara hacia el futuro, no hacia el pasado. Y esa esperanza se vio recompensada
al descubrir que mi árbol genealógico no estaba maldito por completo.
—Dios me está castigando —soltó
______ de sopetón.
Tom frunció el cejo.
—¿De qué estás hablando?
—Dios me está castigando.
Quería doctorarme en Harvard y ser profesora, pero ahora...
—Dios no funciona así —la
interrumpió él.
—¿Cómo lo sabes?
Él se quitó un guante de
piel y le rozó el cuello con la mano, justo debajo de la oreja.
—Porque una jovencita,
muy sabia para su edad, me lo dijo.
—¿Y tú te lo creíste? —le
preguntó ella con los ojos brillantes.
—Nunca me ha engañado —susurró
él—. Cuando un ángel de ojos castaños te habla, lo mejor que puedes hacer es
hacerle caso.
______ se rió sin ganas.
—Creo que tu ángel de
ojos castaños la ha jodido bien.
La mueca de Tom mostró el
dolor que le causaban sus palabras antes de poder ocultarlo.
—Lo siento —se disculpó
ella al darse cuenta—. No quiero hacerte daño.
Alzó la mano hacia su
marido y él se acercó, levantando la otra mano para sujetarla suavemente de los
hombros con las dos.
—No sé qué decir para no
parecer un imbécil insensible y patriarcal.
—¿Ah, sí, Profesor?
Él apretó los labios y
bajó la vista.
—Sí.
—Inténtalo.
Tom le acarició la mandíbula
con ambos pulgares a la vez.
—Sé que esto no es lo que
querías. Sé que es muy mal momento, pero no puedo evitarlo. —Dejó de
acariciarla—. Soy feliz.
—Pues yo estoy
aterrorizada. Voy a ser madre veinticuatro horas al día, siete días a la
semana. No podré estudiar para los exámenes generales, ni investigar para la
tesis. No con un bebé del que ocuparme. Esto era exactamente lo que temía que
pasara.
Cerró los ojos y dos lágrimas
le cayeron por las mejillas. Tom se las secó.
—Estás hablando como si
fueras a ser madre soltera, _______. Te aseguro que no tendrás que cargar con
la responsabilidad de criar al bebé tú sola. Le propondremos a Rebecca que se
mude a vivir con nosotros. Pediré una baja por paternidad o usaré el año sabático
que me deben. Yo...
—¿Baja por paternidad? ¿Hablas
en serio? —preguntó ella con los ojos como platos.
—Totalmente en serio. —Movió
las botas a un lado y a otro—. Estoy seguro de que para el bebé será una
pesadilla quedarse conmigo, pero haré lo que haga falta para que puedas acabar
los estudios. Y si para ello tengo que pedir la baja por paternidad o usar el año
sabático, lo haré. No lo dudes.
—Nunca has cuidado a un
bebé.
Tom le dirigió una mirada
que sólo podía definirse como estirada.
—Fui a Princeton, Oxford
y Harvard. Creo que puedo aprender a hacerlo.
—Cuidar de un bebé no
tiene nada que ver con la formación universitaria de élite.
—Investigaré. Compraré
todos los libros importantes sobre recién nacidos y los leeré antes de que
nazca.
—Tus colegas se reirán de
ti.
—Que lo hagan. —Los ojos avellana
de Tom brillaron fieros.
Las comisuras de los
labios de ella se curvaron en una sonrisa.
—Estarás hundido hasta
las cejas en pañales sucios y paños para limpiar la leche que suelte después de
tomar el biberón. Tendrás que sobrevivir durmiendo unas pocas horas al día y
tratar de calmar a un tirano cascarrabias al que le duele la barriga leyéndole Buenas
noches, Luna una y otra vez. Y me temo que no podrás leérselo en italiano,
porque Dante no acabó la traducción a tiempo — bromeó.
—Como se suele decir, que
gane el mejor.
_______ le agarró la muñeca.
—Tus colegas del
departamento te marginarán. Dirán que no te tomas la investigación en serio. Y su
opinión hará que te sea más difícil conseguir futuras becas o futuros años sabáticos.
—Tengo plaza fija. Que
los jodan.
La joven sintió ganas de
echarse a reír, pero logró contenerse.
—Lo digo muy en serio, ________.
Que les den a todos. ¿Qué pueden hacerme? A menos que pase algo apocalíptico,
tendrán que cargar conmigo. Y cómo elijo llevar mi vida familiar no les
incumbe.
—¿Por qué estás tan
decidido?
—Porque te quiero. Y
porque ya quiero a ese niño o niña, aunque sea todavía más pequeño que una uva.
—Le acarició las mejillas con los pulgares—. No estás sola. Tienes un marido
que te quiere y que se siente feliz de que vayamos a tener un hijo. No tendrás
que pasar por esto sin nadie a tu lado. — Bajando la voz, le susurró al oído—:
Estoy aquí, no me cierres las puertas de tu vida.
Ella cerró los ojos y se
aferró con fuerza a sus antebrazos.
—Estoy asustada.
—Yo también. Pero te juro
por Dios, ______, que todo irá bien. Me aseguraré de que todo vaya bien.
—¿Y si algo sale mal?
Tom pegó su frente a la
de ella.
—Espero que no pase, pero
no deberíamos empezar este viaje pensando en las cosas malas que pueden
suceder. Fuiste tú la que me enseñaste a tener esperanza. No desesperes.
—¿Cómo ha podido pasar?
Él buscó un pañuelo en
sus bolsillos y le secó la cara con delicadeza.
—Si no sabes cómo ha
pasado, cariño, es que no lo estoy haciendo bien. —Trató de no sonreír, pero
fracasó. Completamente.
______ lo miró a los
ojos, llenos de orgullo masculino.
—Superman —murmuró—. Debí
imaginarme que tenías magia en los genes.
—Y que lo digas, señora Kaulitz.
Tengo magia escondida en los vaqueros. Y te haré un pase privado siempre que te
apetezca. Sólo tienes que pedirlo.
Ella puso los ojos en
blanco.
—Muy gracioso.
La besó entonces con
ternura. Era el beso de un hombre que acababa de recibir el mejor regalo posible
de su amada. Un regalo inesperado, pero muy deseado.
—Yo... recé por esto —confesó
él, inseguro.
—Yo también —admitió ______—.
Más de una vez. Debí imaginarme que san Francisco no descansaría hasta
convencer a Dios de que nos enviara un hijo.
—Hum, no sé, no sé. —Tom le
dio un golpecito en la nariz con el dedo—. Una vez, cierta universitaria
especializada en Dante me convenció de que san Francisco solía conseguir sus
objetivos en silencio. Tal vez no dijo nada. Sólo estuvo allí.
—Oh, sí. Cuando quiere
habla muy clarito —se lamentó ______—. Éste es su modo de mostrarme que mi
conferencia estaba equivocada y que en realidad sí que luchó contra el demonio
por el alma de Guido.
—Lo dudo mucho. Y el
profesor Wodehouse también lo pondría en duda. Seguro que san Francisco está presumiendo
de ti, en el círculo de los benditos.
—No le he dado muchos
motivos para presumir de mí durante estos últimos días. Me he comportado como
una malcriada egoísta.
—No eres ni una cosa ni
otra —replicó él, convencido—. La noticia te ha pillado por sorpresa, igual que
a mí, pero a ti te afecta de un modo mucho más directo. Aunque, como te he
dicho antes, te prometo que intentaré igualar las cosas en todo lo que esté en
mi mano.
La abrazó con fuerza y al
cabo de un momento, añadió:
—No esperaba que mis
oraciones obtuvieran respuesta. Todavía no puedo creerme que Dios me haya
escuchado. Que me haya concedido lo que le pedí me resulta del todo increíble.
—Tal vez así sea la
generosidad de la gracia de Dios, otorgada cuando uno menos se la espera.
—Fun
dayn moyl in gots oyern.
—¿Yidish? —preguntó ______,
alzando las cejas.
—Exacto. Significa «De tu
boca a los oídos de Dios».
Una sensación de calidez
se extendió por el vientre de ella.
—Podremos enseñarle
yidish. E italiano. Y le contaremos cosas sobre su famoso bisabuelo, el profesor
Spiegel.
—Y sobre su famosa madre,
la profesora ______ Kaulitz. Acabarás el doctorado, ______, y serás profesora.
Lo juro.
Ella escondió la cara en
la lana de su grueso abrigo.
4 O MAS Y AGREGO SINO NO ... QUE ESTEN BIEN Y COMENTEN!!!
TOM SERA PAPA!!! QUE EMOCION!! EN LA NOVELA, ESPERO QUE NO EN LA VIDA REAL ... MORIRIA D: ... ADIOS :))
Que emoción!! Un hijooo han bendecido su amor..
ResponderBorrarPobre Tom la rayita a sido cruel a llamarlo pesadilla :/ ..
Esto afecta a Rachel mas q a Aron..
Siguelaa :)
:O:O Siiiiiiii no puedo creerlo (Tn) embarazada q emocioooon hay q lindo Tom sera papa jeje y esta dispuesto hacerse cargo x completo de su hijo q bello de verdad y no estuve de acuerdo en q (Tn) haya llamado a esa bendición pesadilla pobre de mi Tom eso si le dolió .S pobre de Rachel cuando se entere le afectara mucho..
ResponderBorrarPor fin hay bebeeeeeè pobre Rachel jo
ResponderBorrarSubeeeeeee
ResponderBorrarOMG!!!!!! Embarazadaaaa que emocion jujujujuuu. Me eeencantaaaaaaaaaaa C: subeeee prontooooooo byeee
ResponderBorrar