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miércoles, 1 de octubre de 2014

.- LA REDENCION DE TOM .- CAPITULOS 59º Y 60º

4 O MAS Y AGREGO SINO NO .... ADIOS :))

CAP 59.-
—Tom, ¿te llegan mis mensajes? Es la tercera vez que te llamo y me salta el buzón de voz. »Esta mañana te he dejado un mensaje sobre la locomotora. Hay letras grabadas en la parte de abajo. Una “J” y una “S”. No sé lo que significan. ¿Te dicen algo? ¿Cómo sabías que estaban ahí? Nunca me había fijado. »Siento que tengas que quedarte más días, pero lo entiendo. Espero que la reunión con tu tía vaya
bien. »Estoy en la biblioteca, acabando el último trabajo. Aquí no podemos usar el teléfono. Mándame un mensaje y saldré otra vez para que podamos hablar. Te quiero. Y te echo de menos.
_____ colgó con un gruñido. En los mensajes que le había dejado, a Tom se lo oía cada vez más triste y melancólico. Aunque sonara extraño, entre las gestiones de él y el empujón final de ella para acabar los trabajos a tiempo, no habían logrado hablar desde que Tom se marchó a Nueva York. Empezaba a preocuparse. Al menos, cuando acabara aquel trabajo habría entregado todas las tareas de ese semestre. Y
podría empezar las vacaciones de Navidad junto a Tom. Volvió a su sitio y empezó a teclear con entusiasmo.

—¿Qué opinión te merece Giuseppe Pacciani de Florencia? —preguntó Lucia Barini, catedrática del Departamento de Italiano de la Universidad de Columbia, mirando a Tom, que estaba sentado frente al escritorio.
—No muy buena. Sé que ha publicado algunos artículos además de su libro, pero nada relevante en mi opinión. ¿Por qué lo preguntas?
—Uno de los profesores va a jubilarse y él es uno de los candidatos a cubrir su puesto.
Él alzó las cejas.
—¿Ah, sí?
—Sin embargo, una estudiante ha presentado quejas contra él. Las acusaciones son serias y se remontan a la época en que fue alumna suya en Florencia. ¿La conoces? Es Christa Peterson.
Tom hizo una mueca.
—Sí, la conozco.
—Me llegó algo de lo que sucedió en Toronto. Me dijeron que fue ella la que inició los rumores y que es la principal responsable de que ________ y tú ya no estéis allí.
—_______ fue admitida en Harvard. Íbamos a casarnos y yo prefería vivir aquí —replicó él sin entonación.
Lucia sonrió.
—Por supuesto. Cuando Jeremy me pidió que aceptara a Christa, no tenía ni idea de que iba a ser una alumna tan problemática. Si lo hubiera sospechado, no lo habría hecho. Recibimos muchas solicitudes y podemos elegir a estudiantes mejores que ella.
Tom permaneció sentado, inmóvil como una estatua. Lucia se quitó las gafas.
—Me he dado cuenta de que Christa es francamente conflictiva. Los líos la siguen allá donde va. Tuvo problemas con Pacciani en Florencia; tuvo problemas en Toronto y, al parecer, tuvo problemas con Katherine Picton en Oxford este verano. Katherine me llamó desde allí para decirme que deberíamos enseñar buenos modales a nuestros alumnos antes de dejarlos salir de país, ya que, al parecer, montó un escándalo. —El tono de Lucia era muy serio—. No suelo recibir llamadas de ese tipo, y de Katherine menos. »Y para acabarlo de arreglar, me encuentro con que nadie quiere formar parte del comité para examinarla. Todos los profesores tienen miedo de ser acusados de acoso.
—Hacen bien en tener miedo —dijo él con una mirada incisiva.
—Sí, yo pienso lo mismo. Y ahora me encuentro ante una incómoda disyuntiva: o bien la examino personalmente, arriesgándome a ofender a Katherine, o la invito a irse a otra universidad. — Lanzó las gafas sobre la mesa—. ¿Supongo que no tendrás ninguna sugerencia?
Tom se dio cuenta de que en ese momento tenía la carrera académica de Christa en sus manos. Podía contarle a Lucia con todo lujo de detalles lo que había sucedido, tanto en Toronto como en Oxford, para que se hiciera una idea de hasta dónde estaba dispuesta a llegar la joven cuando decidía seducir a alguien. Con esa información, a la catedrática no le costaría tomar una decisión. Tom jugueteó con las gafas que tenía en el bolsillo. Sabía lo que ______ (y san Francisco) le susurrarían al oído si estuvieran allí. Si sacaba a la luz todo aquello, también saldría a la luz su intimidad y la de _______. No quería alimentar los rumores. Quería que cuando su esposa entrara en una sala de conferencias, la vieran como lo que era, no como parte de un escándalo.
Lucia era una amiga, pero no tenían tanta confianza. No le apetecía recordar todos los encuentros que había tenido con Christa a lo largo de su vida, ni los esfuerzos de ésta por hacer quedar mal a _______. Por su mujer y por proteger su reputación, decidió probar otra táctica.
—Dejando las cuestiones personales a un lado, tengo que decir que el trabajo que hizo Christa mientras era mi alumna no pasaba de mediocre.
—A mí me ha dado la misma impresión. Si a eso le añades su actitud... —Lucia se encogió de hombros—. Es un riesgo que no merece la pena.
—Aunque no dudo de que haya algo de verdad en sus acusaciones sobre Pacciani. Lo he visto en acción.
—Ésa es otra complicación. —La mujer señaló una carpeta que tenía abierta en el escritorio—. La acusación de Christa es de cosas que tuvieron lugar en el pasado, pero he oído que Pacciani sigue acostándose con alumnas y de que ésa sería la causa de que desee marcharse de Florencia. No quiero ese tipo de comportamientos en mi departamento por varias razones, entre ellas, porque no me gustan
las demandas judiciales.
—Sí. —Tom daba golpecitos en el suelo con el pie sin darse cuenta.
Lucia guardó las gafas en la funda y luego ésta en el bolso.
—Pero ya basta de hablar de mis problemas. Te llevo a comer. He reservado mesa en el restaurante Del Posto. —Se levantó—. Hemos de ponernos al día. ¿Es verdad que ________ le dijo a Don Wodehouse que la pregunta que le hacía no era relevante para su tesis?
Tom se echó a reír a carcajadas.
—No, no es verdad. Al menos, no del todo.
Salió del despacho detrás de Lucia, mientras le contaba orgulloso la conferencia de su esposa y cómo había respondido las preguntas de los asistentes, entre los que se encontraba el profesor Wodehouse, del Magdalen College.

—¡Maldita sea! —Tom maldijo mirando su iPhone, que parecía estar muerto.
Como si tuviera el poder de la resurrección, lo sacudió y apretó el botón de encendido varias veces. Cuando estaba a punto de lanzarlo sobre Central Park, se acordó de que la noche anterior se había olvidado de cargar la batería.
—_______ debe de estar muy preocupada —murmuró, mientras se dirigía a pie a la oficina de Michael Wasserstein.
El señor Wasserstein estaba jubilado, pero había sido el abogado de Jorg Davies desde que redactó su contrato prematrimonial en 1961, y accedió a reunirse con Tom en su antiguo bufete. Miró la hora. Tenía el tiempo justo de llamar a ______ desde una cabina antes de la reunión. Localizó una en Columbus Circle, introdujo la tarjeta de crédito y marcó su número. Tras varios tonos de llamada, le saltó el contestador automático. Otra vez.
—¡Vaya! —murmuró. (También otra vez.)
—_______, por el amor de Dios, contesta de una jodida vez. Voy a tener que comprarte un busca.(Suspiro hondo.)
»Lo siento. He sido un maleducado. Por favor, ¿podrías responder al teléfono? Te estoy llamando desde una cabina porque ayer me olvidé de cargar el móvil y ahora está muerto. Cuando vuelva a la habitación, lo cargaré. (Breve pausa.) »Aunque ahora que lo pienso, no sé si traje el cargador. Al parecer no me acuerdo de nada. ¿Ves
lo que pasa cuando estoy lejos de ti? Es raro que no esté en la calle, pidiendo como un sin techo. »Voy de camino a reunirme con el abogado de mi padre. Parece que hay cosas que quiere contarme, pero no por escrito. —(Nueva pausa, ésta más larga)—. Ojalá estuvieras aquí. »Te quiero. Llámame cuando recibas este mensaje.
Tom colgó el teléfono y siguió andando, con la cabeza puesta en la reunión que estaba a punto de tener.

—¿Qué tal? ¿Cómo va todo, Rach? —le preguntó esa noche ______ a su amiga por teléfono.
—Bien —respondió ella, aunque su entusiasmo habitual había desaparecido.
—¿Qué te pasa?
______ oyó que una puerta se abría y se cerraba.
—Voy al dormitorio para que Aaron no me oiga.
—¿Por qué? ¿Pasa algo malo?
—Sí. No. No lo sé.
Rachel sonaba exasperada.
—¿Puedo ayudarte?
—¿Puedes dejarme embarazada? Si es así, te compro un billete para el próximo vuelo a Filadelfia. Y me encargaré de que te canonicen por haber hecho un milagro.
—Rach —la reprendió _______ suavemente.
—¿Qué me está pasando? —Ésta se puso a llorar.
A _______ se le encogió el corazón al oír sus sollozos. Sus lágrimas eran los gritos desgarradores del alma de una mujer que deseaba desesperadamente ser madre.
—Rachel, cariño, lo siento mucho. —Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras la escuchaba llorar, sin saber cómo consolarla.
Cuando el llanto de Rachel se calmó, ésta volvió a hablar.
—Hemos ido al médico. El problema no es de Aaron. El problema soy yo. No ovulo. Así que van a tener que ponerme inyecciones de hormonas para ver si mis ovarios vuelven a ponerse en marcha. Y, si no...
Sorbió por la nariz de nuevo.
—Lo siento, Rach. ¿Y esas inyecciones de hormonas te preocupan? —preguntó ______, insegura.
—Sí, la verdad. ¡Maldita sea! No sé por qué mi cuerpo tiene que negarse a cooperar justamente ahora. Para una vez que le pido algo importante, me falla. No lo entiendo.
—¿Qué dice Aaron?
Rachel se echó a reír.
—No es lo que dice, es lo que no dice. No deja de repetirme que no pasa nada, que todo se arreglará. Preferiría que admitiera que está enfadado y decepcionado.
—¿Estás segura de que lo está?
—Claro. ¿Cómo no va a estarlo? Yo lo estoy.
—Seguro que está disgustado porque te ve disgustada.
—Eso no me ayuda.
—Pues habla con él.
—¿Para qué? ¿Para poder dar vueltas sobre mi fracaso? No, gracias.
—Rachel, esto no es una competición. Además, por lo que dices, tienes opciones. No te rindas.
Su cuñada no respondió.
—¿Quieres venir de visita? —le propuso _______.
—No. Tengo mucho trabajo, pero vendréis a casa en Navidad, ¿no?
—Sí, claro. Llegaremos la semana que viene si no hay novedad. Si Diane se pone de parto antes, adelantaríamos el viaje.
—¿Sabes algo de ellos?
—Hablamos por teléfono cada domingo y Diane me envía emails de vez en cuando. De momento todo va bien, pero están muy preocupados por el parto. El bebé tiene que nacer en el Hospital Infantil, es decir que tendrán que ir hasta Filadelfia cuando llegue el momento. O mudarse a un hotel cuando se acerque la fecha.
—¿Para cuándo está previsto?
—El veintitrés de diciembre.
Rachel permaneció en silencio. ______ oyó que una puerta se abría y oyó la voz de Aaron.
—______, tengo que colgar —dijo en voz baja—. Te llamo luego, ¿vale?
—Claro. Te quiero, Rachel. No pierdas la esperanza.
—Es lo único que me queda. —Sorbiendo por la nariz una vez más, colgó.
______ colgó a su vez el teléfono del despacho antes de elevar una larga oración por su amiga.

—Esto es ridículo. —_______ dejó el móvil bruscamente sobre la encimera de la cocina la tarde siguiente.
—¿Qué pasa? —Rebecca entró con un montón de paños de cocina que acababa de recoger del cuartito de la colada.
—Tom. No ha habido manera de ponerme en contacto con él desde que se marchó. Lo llamo una y otra vez y siempre me salta el contestador. —Apoyó la cabeza en las manos—. Encontré el cargador de su teléfono arriba. Tendrá que comprarse otro. O llamarme desde el hotel. Pero parece que está fuera de allí todo el rato.
—Quitaron casi todas las cabinas de las calles de Nueva York. No le será fácil encontrar una. — Rebecca dobló los paños y los guardó en un cajón.
______ tamborileó sobre la encimera de mármol, fulminando el teléfono con la mirada.
—Tenía que haber ido con él.
—¿Por qué no lo acompañaste?
—Tenía que entregar unos trabajos. De hecho, aún me queda uno por acabar, pero no puedo concentrarme. Estoy preocupada.
—Seguro que estará bien. Aunque no es normal en él dejarse algo. —Rebecca señaló hacia el cable del teléfono—. Normalmente suele ser muy... puntilloso.
_______ sonrió con ironía.
—Es una manera muy educada de decirlo.
Miró la pila de correo que Rebecca había dejado en la mesa de la cocina y se fijó en que Tom había recibido una carta de JetBlue, la aerolínea.
Enderezó la espalda.
—¿Crees que podría volar a Nueva York esta misma noche? —______ abrió su ordenador portátil.
—No será barato, pero puedes intentarlo —respondió Rebecca, con una sonrisa comprensiva—. Tom sólo lleva dos días fuera.
—Se me han hecho eternos —murmuró ella.
Rebecca se echó a reír, asintiendo con la cabeza.
—Eso es porque todavía sois recién casados.
_______ buscó la página web de JetBlue y empezó a teclear rápidamente.
—Es carísimo —se lamentó, mientras consultaba varias páginas.
—Considéralo un regalo de Navidad adelantado.
—Es verdad que no suelo gastar mucho. Tom siempre insiste para que me compre más cosas —se justificó.
—Se alegrará de que hayas comprado el billete cuando te vea —la animó Rebecca. Mirando hacia la escalera, añadió—: Si quieres, puedo empezar a hacer la maleta mientras tú lo compras. Tendrás que salir inmediatamente, si no quieres quedarte atrapada en el tráfico de la hora punta.
________ levantó un brazo y abrazó a Rebecca.
—Gracias. Le daré una sorpresa.
—Probablemente lo estará pasando peor que tú —comentó la mujer, dirigiéndose hacia la escalera.

Dos horas más tarde, ______ estaba en el aeropuerto Logan, esperando que saliera el último vuelo en dirección al aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York. Le dejó un mensaje a Tom en la recepción del hotel, avisándolo de que llegaría esa misma noche. Aprovechó para encargar agua mineral con gas, fresas y trufas.
Mientras Rebecca acababa de preparar su equipaje de mano, ella había entrado corriendo en la habitación. El taxi ya estaba de camino. Todo había sido tan apresurado que sólo había cogido el maquillaje y el cepillo de dientes, dejando todos sus otros objetos personales. Se había llevado el portátil y el material para trabajar (que eran más importantes que cualquier objeto personal, ya que tenía que acabar aún un trabajo). Había localizado el bolso justo a tiempo de recibir al taxi, que llegaba en ese momento. Su marido se iba a llevar una buena sorpresa.

Tom le pidió al taxista que lo esperara. Habían aparcado a cierta distancia de la casa que le interesaba, para no llamar demasiado la atención. Fue caminando por la calle lentamente, fijándose en los números de las casas. Era un barrio residencial en Staten Island, lleno de casitas antiguas. En ese momento, la vio. La vivienda en sí no tenía nada de particular. Era blanca y pequeña, con un garaje adosado y un corto acceso asfaltado. Estaba construida en una parcela muy reducida. Sólo una diminuta franja de
césped la separaba de la acera. Un Mercedes negro de aspecto nuevo estaba aparcado delante. Tom se detuvo a dos casas de distancia. Para su sorpresa, la puerta se abrió en ese preciso instante y un hombre de pelo cano salió de ella.
No lo vio bien, porque se volvió en seguida, animando a una anciana a que lo siguiera. Cuando ésta hubo acabado de cerrar la puerta con llave, el hombre la cogió del brazo y la ayudó a bajar los escalones, cosa que ella hizo con dificultad. Tom se acercó.
La anciana debía de ser dura de oído, porque el hombre levantaba la voz para hablarle, pero no parecía enfadado. Oyó algo sobre la visita a un médico y sobre la fiesta de cumpleaños de Joey. La mujer vio a Tom y se detuvo, mirándolo fijamente.
Él le devolvió la mirada desde la acera de enfrente. Era el momento. Aquélla era su oportunidad de hablar con ella; de revelar su identidad y exigir respuestas. El hombre lo miró también y en seguida volvió a tirar del brazo de la anciana, dirigiéndose hacia
el coche. La mujer apartó la vista de Tom y, obedientemente, siguió a su acompañante hasta el Mercedes. Él abrió la puerta y esperó con paciencia a que ella se acomodara.
El hombre parecía haberse olvidado de la presencia de Tom. Cerró la puerta, se dirigió al asiento del conductor, puso el vehículo en marcha y se alejó. Tom se quedó observándolo hasta que dobló la esquina y desapareció de la vista.

CAP 60.-
Pasaba de la medianoche cuando Tom entró por fin en la habitación del hotel. Estaba agotado y harto de todo. Tenía el pelo alborotado y la corbata torcida. Sin molestarse en encender la luz, tiró el abrigo sobre una silla y se desprendió de las botas.
(Debe mencionarse que las botas eran lo más, aunque las llevara puestas con un traje.) Mientras se estaba quitando la corbata, se encendió la lamparita de una de las mesillas de noche.
—¡Qué demoni...!
—¿Cariño? —lo interrumpió una voz femenina.
Tom se empapó de la visión de ______ desnuda en la cama, con el pelo revuelto. Tenía los ojos soñolientos, los labios rojos entreabiertos y la voz deliciosamente ronca.
Parecía una gatita sexy.
—¡Sorpresa! —dijo, saludándolo con la mano.
Con una exclamación ahogada, Tom corrió hacia ella. Se le acercó a cuatro patas por encima de la cama y le sujetó la cara para poder besarla. Fue un beso largo y apasionado, en el que sus lenguas se entrelazaron y acariciaron hasta que ambos estuvieron sin aliento.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, apartándole el pelo de la cara cariñosamente.
—Te he traído el cargador del iPhone. —Le señaló el objeto olvidado que le había dejado sobre la mesilla de noche.
Los largos dedos de él le acariciaron la nuca.
—¿Has volado hasta Nueva York para traerme el cargador?
—No sólo eso. También te he traído el accesorio que se enchufa a la pared. Por si quieres cargarlo con el enchufe.
Tom le besó la punta de la nariz.
—Lo he echado mucho de menos. Gracias.
—¿Has echado de menos el cargador?
—No sabes cuánto. Me sentía muy solo sin él. —Le dirigió una sonrisa irónica.
—Estaba preocupada por ti. No había manera de coincidir al teléfono.
La expresión de Tom cambió. Se notaba que estaba agotado.
—Necesitamos un sistema de comunicación más eficiente.
—¿Señales de humo?
—A estas alturas, aceptaría hasta palomas mensajeras.
_______ le señaló las fresas y las trufas que había sobre la mesa. Las que quedaban, porque ya se había comido algunas.
—Las he pedido al servicio de habitaciones, pero me temo que he empezado sin ti. No pensaba que fueras a volver tan tarde.
Tom se sentó con la espalda apoyada en el cabecero. Tiró de ella hasta que quedó sentada en su regazo y la tapó con las mantas para que no cogiera frío.
—Si hubiera sabido que me estabas esperando, habría vuelto hace horas. He ido a Staten Island y luego a Brooklyn, a ver nuestro antiguo piso.
—¿Qué impresión te ha dado?
—Todo es más pequeño de como lo recordaba: el barrio, el edificio... —Juntó la cabeza con la de ella—. Me alegro de que estés aquí. Me arrepentí de haber venido solo en cuanto salí de casa.
______ aspiró hondo, empapándose de su aroma. Olía a Aramis, a café y a algo que podría ser jabón. Pero no olía a tabaco.
—Eres una auténtica agente secreto, ________. No tenía ni idea de que ibas a venir.
—Te he dejado recado en recepción. Cuando he llegado, el conserje ha hecho que uno de los botones me acompañara hasta aquí. —Miró a su alrededor—. Es una habitación preciosa.
Él hizo una mueca.
—Si hubiera sabido que venías habría reservado una suite.
—Esta habitación es mucho más bonita de lo que me imaginaba. Y tiene una vista espectacular de Central Park.
Tom la acercó más a él.
—Bueno, y ahora que te tengo aquí, ¿qué voy a hacer contigo?
—Vas a besarme. Luego te quitarás el traje y me demostrarás lo mucho que has echado de menos el cargador.
—Y el accesorio para la pared. —Tom le guiñó un ojo.
—Y el accesorio.

—Espero que hayas echado un sueñecito en el avión —añadió él y sonrió antes de devorarle la boca.

6 comentarios:

  1. Amoo la fic!! Es unica..

    Siguelaa Virgii .. Esta buenisima :)

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  2. Aayyy que ternura :)) me encantaa , siguela :) bye

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  3. Que cucos _______ y tom*-* me han encantao, en general el cap me encantó, estuvo genial ay y que penita me dio Rachel ojalá tengan pronto a su bebe

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  4. aww que bello ajajjajajaj
    que pena me da lo de rachel ojala pueda tener un hijo pronto :)
    igual que tom y tn :)
    sube pronto :)

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  5. La fic se esta poniendo mas buena de lo q esta, eso si es amor (Tn) fue a Nueva York para estar con Tom no aguanto 2 días sin el q romántico, espero los próximos caps me encantoooooooo!!!!

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